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domingo, mayo 19, 2024

“Kabila era un líder querido por su pueblo”

Política"Kabila era un líder querido por su pueblo"

REPORTAJE: ARIEL UMPIERREZ Y SU VISION DEL CONGO

“Kabila era un líder querido por su pueblo”

Por Jaime Rosemberg

Como director de la Organización “Médicos en catástrofes”, hermana local de su casi homónima “Médicos Sin Fronteras”, el argentino Ariel Umpiérrez pasó cuatro inolvidables temporadas en el Congo, palpando en carne propia las características del régimen de Mobutu, su caída, y el ascenso al poder del recientemente asesinado presidente Laurent Kabila. En este reportaje, Umpiérrez asegura que Kabila (a quien lo une un indisimulado cariño personal) “fue un líder muy querido por su pueblo”, y que además contaba con una visión estratégica de su país de la cual adolece el resto de los políticos y jefes tribales que se disputan el país. Umpiérrez es escéptico en cuanto al futuro, “porque a las grandes potencias les conviene un Congo dividido y en guerra que no perjudique sus intereses económicos”. Extractos de la extensa charla.

-¿Cómo es vivir en el Congo?

Expertos en catástrofes

Ariel Umpiérrez recorrió los cinco continentes gracias a su vinculación con la solidaridad, a través de la ayuda médica. De aspecto atildado y pulcro, con aire francés producto de sus 28 años en el país galo, y con una imagen más afín a la de un yuppie cuarentón que a la de un revolucionario de los 70, Umpiérrez cumplió misiones en lugares tan disímiles como Kosovo, Colombia y Liberia, siempre cumpliendo con el objetivo de su organización, consistente en brindar ayuda médica en situaciones de guerra o crisis humanitarias.

Su organización, sin vinculación legal pero con fuertes lazos en cuanto a objetivos y tareas conjuntas con la internacional “Médicos sin Fronteras”, se sostiene a través de aportes particulares, de entidades, empresas o gobiernos.

Con respecto a la actualidad, Umpiérrez diferencia el gran apoyo recibido durante el anterior gobierno argentino de Carlos Menem respecto del actual, que, según su visión, “no entiende la importancia del debate humanitario que se da hoy en el mundo, y en el cual la Argentina podría aportar muchísimo”.

– En realidad no es vivir en otro país, sino en otro planeta. Allí no ha llegado todavía la modernidad, ni mucho menos la posmodernidad, tanto en el ámbito económico como social. El ex Zaire es un país que no sabe cuántos habitantes tiene, que vivió cuarenta años bajo el control de Mobutu, quien se dedicó únicamente a explotar las riquezas del país (diamantes, madera, petróleo) de la manera más salvaje, en su propio beneficio. Las únicas dos industrias que tiene el país son la cerveza (que les gusta mucho, por cierto) y la quinina, que les ayuda a hacer frente a la malaria.

El estado central prácticamente no existe, no hay rutas, no hay moneda, por lo que nuestra experiencia fue novedosa en la gran mayoría de los aspectos.

En lo estrictamente profesional pasamos por un primer momento de mucho trabajo, atendiendo al millón y medio de ruandeses que se agolparon en campos de refugiados en la frontera con Zaire escapando de las matanzas, y que vivían en condiciones infrahumanas, sin agua, sin casa, contrayendo las enfermedades más feroces (incluidas SIDA y Ebola).

Cuando se intensifica la guerra entre Kabila y Mobutu, tanto las Naciones Unidas como las fuerzas de otros países se retiran de la zona, quedando solo nosotros (una delegación de veinte personas) a cargo de la ayuda humanitaria. Pasado este conflicto pudimos trabajar junto a Kabila y su ministro de salud por un tiempo bastante prolongado antes de regresar a la Argentina.

-¿Cambió en algo la vida de los congoleños cuando Kabila sucedió a Mobutu?

-Sí, cambió muchísimo. Quiero aclarar que por Kabila siento un enorme cariño, es un hombre con el que todo nuestro grupo compartió muchísimas cosas, al igual que con su ministro de salud y otros colaboradores. Con Mobutu se vivía en la arbitrariedad más absoluta, y con Kabila las cosas cambiaron, aunque la tradición autoritaria lleva demasiados siglos en el continente como para cambiar de la noche a la mañana. Para comenzar, desarticuló el feroz servicio de inteligencia de su antecesor, asesinos muy superiores en crueldad a la DINA de Pinochet o a las Tres A en la Argentina. Además, terminó con una mafia que controlaba el aeropuerto de Kinshasa, donde reinaba la impunidad más absoluta con el objetivo de esquilmar a los recién llegados.

No hubo, por cierto, ni más democracia, ni más desarrollo económico, ni una mejor distribución de la riqueza, pero el país entró en un clima diferente, con más orden y con mejores relaciones con muchos de sus vecinos.

-¿Y por qué se dio esta relación cordial con ustedes?

-El provenir de la Argentina, un país subdesarrollado que no es precisamente Alemania, ni Francia ni los Estados Unidos, nos permitió entablar con él una relación más franca, y sin resquemores de su parte. Al provenir muchos de nosotros de una formación de izquierda las cosas se nos facilitaron, y se creó un “feeling” especial.

Más allá de las controversias que siempre se despiertan en Africa con los líderes, Kabila era un luchador, absolutamente querido por su pueblo. Las potencias, vale aclararlo, hacen en Africa lo que jamás se atreverían a hacer en sus países. Franceses, belgas, alemanes, norteamericanos, generan permanentemente conflictos locales, que por otra parte son bastante fáciles de provocar. Con un poco de cerveza, alcohol, droga y mujeres se instala un conflicto que permite la ausencia de Estado, de control, de impuestos, leyes de trabajo.

-¿Cuál es el perfil personal que puede hacerse de Kabila?

-Es un líder africano típico, con todos sus defectos y virtudes. Recuerdo que la primera vez que nos vimos, en la frontera con Ruanda, nos empezó a hablar del “Che” Guevara. Nos dijo que había sido su amigo personal, recordó que lo había llevado a conocer su pueblo natal, que le había mostrado la “verdadera” Africa, y luego trabajado junto a él en el armado de la guerrilla de liberación contra Mobutu.

Para él, todo aquello había fracasado porque tanto el “Che” como sus compañeros cubanos no se pudieron adaptar a la realidad congoleña, lo cual me parece absolutamente cierto, ya que el dogmatismo rígido y la disciplina que intentaron imponer era lo peor y lo más alejado de la idiosincracia africana que uno se pueda imaginar.

De todos modos, no había resentimiento en sus palabras, y el recuerdo que tenía del “Che” nos sirvió de mucho, ya que gracias a su ayuda pudimos sobrevivir esos largos meses en los que quedamos en el medio del campo de batalla, entre los rebeldes de Kabila y el gobierno de Mobutu.

Nuestra casa se convirtió, durante el conflicto, en un hospital improvisado, pero gracias a la protección de Kabila nunca fuimos atacados.

-¿Qué inquietudes tenía? ¿De qué conversaba con ustedes?

-Era un personaje dedicado enteramente a la política, enormemente interesado en la historia social y política del continente y del mundo. Su preocupación máxima para el Congo era la construcción de un verdadero Estado, con instituciones que funcionaran de verdad, o cuando menos en parte. Los medios internacionales lo pintan como un simple dictador borracho y mujeriego, lo cual puede ser cierto pero no explica la totalidad del personaje.

Además, y sin justificar de ninguna manera el uso de la violencia, sobre todo por pertenecer a un organismo humanitario, entiendo que en Africa no se subsiste en el poder si no se ejerce, de una o de otra manera, la fuerza de las armas.

Creo que Kabila era, de alguna manera, un personaje de otra época, todavía ideologizado, que creía en el conflicto entre marxismo y capitalismo, que miraba el mundo como se lo podía hacer en los años sesenta.

-¿Qué pasa cuando Kabila llega al poder?

-Trabajamos codo a codo con él, asesorando en el área de salud, con contacto directo con el ministro del área. Realmente nos sorprendió la noticia de su asesinato, aunque sabíamos que su situación era muy comprometida.

-¿Qué ocurrirá ahora?

-En principio, Kabila era un hombre reconocido y respetado. No sé realmente si sus hijos tendrán el mismo nivel de aceptación. Mi sensación es que habrá en breve una nueva y gran explosión de violencia. El Congo es en su conjunto un gran hervidero, con clanes de enorme poder que podrían encarar una sublevación de grandes proporciones. En Africa todo es posible, y la violencia está a la vuelta de la esquina.

Por lo demás, y aunque Kabila nunca pudo haber llegado al poder sin el apoyo de las grandes potencias, a éstas les empezó a molestar su gestión en los últimos tiempos, y ésta pudo haber sido una de las causas de su caída. Un Congo dividido, anarquizado, es lo que más les conviene, y creo que ése es el camino que seguirá el país.

Comer y vivir en el Congo

“La vida en el Congo -dice Umpiérrez- se hace difícil. Al no haber agua potable, hay que hervirla, y luego clorificarla. El problema se nos complicó en Ruanda, donde la tierra estaba contaminada a causa de la gran cantidad de cadávares enterrados allí, por lo que tampoco lo plantado se podía ingerir.

“En el Congo tuvimos que conformarnos con mandioca, carne de cabra, maíz, arroz, legumbres, en suma lo que comen los congoleños. La mayoría de la gente es campesina, vive de lo que planta en viviendas sumamente precarias, a nivel de subsistencia. Hay un sistema de trueque que permite intercambiar, por ejemplo, porotos por harina, azúcar por carne. Todo a nivel de subsistencia.

“Kinshasa es una de las peores ciudades que uno pueda imaginar, con suciedad y enfermedades dando vueltas, con edificios que terminaron de construir los belgas en los principios de los años sesenta y en los cuales nadie invierte un centavo, y lo que se rompe no se vuelve a reparar. Robo, prostitución y tráfico de armas u oro son los modos de vida de los comerciantes ricos, y el resto sólo sobrevive. Una realidad terrible, de la que uno quisiera huir apenas llega”.

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