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lunes, mayo 20, 2024

Radicalismo islámico en el Medio Oriente: el caso Hezbollah

Opinion/IdeasRadicalismo islámico en el Medio Oriente: el caso Hezbollah

Radicalismo islámico en el Medio Oriente: el caso Hezbollah

La experiencia guerrillera del grupo libanés Hezbollah, cuyo mayor logro político fue la expulsión del Ejército del Sur del Líbano, de filiación proisraelí, del territorio ocupado a finales de mayo del 2000, derivó en la constitución de un partido con gran influencia en la estructura estatal libanesa y que ha mantenido una tendencia creciente en los últimos diez años. Hezbollah actúa como eslabón intermedio entre el Estado y los reclamos de los sectores mayoritarios shiítas, sobre todo relacionados al conflicto palestino-israelí y la conformación de un Estado islámico con puntos coincidentes al iraní.

Por Jaile Maleta Antigua

Militantes de Hezbollah desfilan sobre banderas de EEUU e Israel.

Los acontecimientos del 11 de septiembre del 2001 profundizaron la sensibilidad en torno del terrorismo, que para diversos actores religiosos y sociopolíticos del Medio Oriente guarda ese concepto.

Estas contradicciones están marcadas por la dimensión que adquiere la lucha de resistencia de diversos grupos político-religiosos de filiación islámica en territorios árabes aún ocupados por Israel. De ahí que el nivel de sus acciones armadas estará determinado por la relación directa con esa problemática y su incidencia en aspectos relacionados a temas económicos y sociales que ella implique para las partes en desventaja. Hoy, el principal foco de resistencia lo podemos encontrar en la frontera entre el Líbano e Israel y al interior de los territorios ocupados palestinos.

Por otro lado, el resto de grupos radicales islámicos diseminados en otros escenarios del Medio Oriente asumen sus actos como respuesta a la deteriorada situación económica y socio política, profundizada en los últimos años con el marcado precedente de la ocupación indirecta occidental y el compromiso incondicional de las élites en el poder a ella.

Por esta razón es el marcado tono agresivo que esas posturas asumen hacia la imposición de cánones culturales exógenos que aceleran su insertación en las tradiciones y modo de vida islámicos. Ejemplo de esas manifestaciones se pueden encontrar en las agresiones verbales que Osama ben Laden utiliza sobre la Casa Saud de Arabia Saudita, las cuales han encontrado amplio apoyo dentro de jóvenes sectores islamistas del país.

Sin embargo, en honor a la verdad, bajo esa prédica cultural neoislámista, las pretensiones de la mayoría de esos grupos están encaminadas a lograr el poder político en sus países de procedencia, de acuerdo a los recursos materiales, humanos y financieros que puedan movilizar para llevar a efectos sus objetivos, sean cuales fuern los métodos para lograrlos.

Es así que la compleja escena regional y las frustraciones sociales que se derivan de sus problemas estructurales han situado el aspecto del terrorismo como eje de atención de la actual administración republicana de Bush hacia el Medio Oriente. Como resultado del impacto negativo de esa especial atención, se ha apreciado un proceso de moderación en algunos casos, del tradicional discurso empleado por la dirigencia radical islámica hacia el papel de transgresor económico y cultural de Washington, no así en su mediación política hacia la problemática del conflicto árabe-israelí.

Uno de los ejemplos que mejor nos ilustra la idea anterior es el del grupo armado libanés de origen shiíta Hezbollah, el cual actúa, a diferencia de otros grupos islámicos de la región, desde su posición como partido político legal del Líbano.

Hasta la fecha, dicho grupo, devenido en partido político desde las primeras elecciones parlamentarias post Taif en 1992, ha ampliado sus contactos fuera del escenario nacional, estableciendo no sólo importantes vínculos políticos con otros grupos y partidos solidarios a la causa árabe, sino de igual forma en la preservación de importantes negocios empresariales y bancarios en países occidentales.

Partiendo de esa idea, puede ser calificado hoy como un partido orgánicamente fuerte, cuya influencia en la estructura estatal libanesa ha mantenido una tendencia creciente en los últimos diez años, alcanzando su mayor logro político con la expulsión del Ejército de Liberación del Sur, de filiación proisraelí, del territorio ocupado del sur libanés a finales de mayo del 2000.

Hezbollah actúa como eslabón intermedio entre el Estado y los reclamos de los sectores mayoritarios shiítas, sobre todo relacionados al conflicto isrelo-palestino y la conformación de un Estado islámico con puntos coincidentes al iraní.

Sin embargo, si se observa con detenimiento los programas electorales legislativos de Hezbollah desde 1992 hasta el 2000, puede apreciarse la tendencia a la postergación de la creación de un Estado con ese perfil político. Lo que si reflejan dichos programas son las fuertes críticas a la fragilidad del sistema político libanés y a la débil estructura social imperante.

De esta forma, abogan por la aprobación de un programa político conjunto que acelere la creación de un sistema representativo al número proporcional de personas contempladas en las diversas facciones religiosas.

Hezbollah ha contribuido al mejoramiento de los niveles de vida en las poblaciones del sur del Líbano, el valle de la Bekaa y los suburbios de Beirut, garantizando su asistencia no sólo a la población shiíta, aunque ésta ocupe el lugar esencial en sus amplios programas de seguridad social.

En el plano externo, Hezbollah continúa apareciendo en la lista anual “Patterns of Terrorism” del Departamento de Estado.

Este punto encierra una de las mayores direcciones de enfrentamiento de las autoridades libanesas con Washington y Tel Aviv. Para el gobierno libanés, Hezbollah, lejos de ser considerado una organización terrorista constituye un ejemplo de la lucha de resistencia nacional contra el Estado de Israel. El precedente de la retirada israelí del territorio del sur permitió ganar en credibilidad política al “Partido de Dios”. Por lo tanto, resulta muy difícil que Beirut cumpla al pie de la letra las exigencias de Washington de congelar las cuentas bancarias de la organización.

En este marco, el conocido binomio Irán-Hezbollah ha sido tema aludido por las sucesivas administraciones de Estados Unidos e israelíes, alegando al apoyo material, financiero y de adiestramiento militar que ha dispensado Teherán a la organización radical libanesa.

Si bien en años anteriores las relaciones entre ambos actores eran sólidas, la realidad hoy admite un paulatino proceso de moderación de la dirigencia iraní al respecto. Aunque Teherán rechaza la existencia de Israel como Estado reconocido, al actual mandatario iraní Khatami le interesa más un papel de mediador activo entre el gobierno libanés y Hezbollah con la finalidad de contribuir a la existencia de un Líbano más estable políticamente. Esta estrategia subordinó las acciones militares de Hezbollah contra Israel a la adopción de un enfrentamiento político en la búsqueda de un sólido bloque antisionista en el plano regional. Por otro lado, permitió sobrellevar las opciones partidistas de Hezbollah con el objetivo de incrementar su credibilidad social partiendo de su representatividad política desde las esferas del poder.

Hay que tener en cuenta que el enfrentamiento del Partido de Dioscontra Israel, lejos de que sus acciones tengan como objetivo atentar contra la vida de poblaciones enteras de civiles hebreos, su ofensiva se ha desarrollado en el marco de una guerra militar contra ese Estado sobre el territorio ocupado. Las bajas israelíes en este conflicto han sido esencialmente militares, aunque cabe destacar las civiles. Sin embargo, las históricas acciones de Tel Aviv sobre el Líbano han causado enormes pérdidas civiles y materiales.

En la actualidad, el jefe de gobierno israelí, Ariel Sharon, se ha mostrado más irreflexivo en su agresivo discurso político hacia el Partido de Dios, aprovechando la reacción desatada por Washington hacia los movimientos islámicos a raíz de los acontecimientos del 11 de septiembre del 2001. Esta posición se tiene en cuenta como consecuencia de un profundo resentimiento acumulado por haber sido derrotados y expulsados del sur libanés, por una fuerza militarmente inferior y con una técnica de combate tecnológicamente débil frente al arsenal sionista.

Frente a la inoperancia del consenso de la Cumbre de Beirut a la deteriorada situación solución palestina, y aprovechando la ola de protestas que tales acciones despiertan en el mundo árabe, Hezbollah lanzó en el mes de abril ataques con cohetes sobre Galilea. De esta forma, el escenario fue propicio para el movimiento shiíta de continuar explotando a su favor la opción armada ante la imposibilidad del reestablecimiento de un marco de distensión en la región.

Con estas acciones, los dirigentes de Hezbollah hicieron “descongelar” la relativa inactividad militar de sus tropas acantonadas en el sur, y así seguir escalando posiciones de fuerza dentro de la vida política del Líbano, utilizando la favorable correlación de fuerzas en la opinión pública interna hacia una temática que les toca de cerca.

La fuente: el autor es investigador del Centro de Estudios sobre África y Medio Oriente (CEAMO), de La Habana, Cuba.

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