El Líbano como metástasis
Lo que irrita de esta guerra es que si hubiéramos pudido alcanzar un acuerdo con los palestinos en los años recientes, estos horrores se podrían haber evitado.
Por Danny Rubinstein Es la “Sexta Guerra” de los árabes contra Israel -al menos así la define en sus programas la televisora qatarí Al Jazira. La primera guerra fue en 1948, y en ella participaron los países árabes y los palestinos. En la segunda, en 1959, Israel se enfrentó a Egipto. En la tercera, en 1967, participaron nuevamente los países árabes, y en la cuarta, en 1973, tomaron parte Egipto y Siria. La quinta guerra, en 1982, fue contra la Organización para la Liberación de Palestina. Y ahora, la sexta, sólo entre el Hezbollah e Israel. Este fin de semana, en un autoservicio en el barrio de Beit Hanina, en Jerusalén Oriental, uno de los clientes dijo que él consideraba esta sexta guerra la primera en serio. “Y es la primera vez que un líder árabe, Hassan Nasrallah, le está dando una enseñanza a Israel con su pequeña organización”, aseveró. No hay ninguna duda de ello. De hecho, Nasrallah es un héroe entre el público palestino hoy y mucho más allá de casa, entre gran parte del público árabe. Más aún que Gamal Abdel Nasser en su momento. Nasser resistió seis días la guerra de 1967, mientras que Nasrallah ha obligado a una cuarta parte de la población israelí a encerrarse en los refugios durante casi un mes, afirma gran parte de la calle palestina. En una transmisión de la radio de Gaza, alguien declaró: “Nosotros ahora somos todos shiitas”. Los diarios palestinos publican caricaturas casi cada día burlándose de los desvalidos, patéticos y corruptos líderes árabes, en contrastre con el héroe Nasrallah. Ellos también ridiculizan a Israel y los medios de comunicación israelíes que glorificaron, por ejemplo, la misión del comando que asaltó el hospital de Baalbek. Según los informes de testigos libaneses, después de que los comandos encontraron el hospital vacío hicieron una incursión en una casa particular y capturaron al dueño de un pequeña tienda de comestibles, de 50 años, cuyo único crimen era su nombre: Hassan Nasrallah. Los militares también detuvieron a su hijo, un obrero de la construcción, y a su yerno, junto con dos de sus amigos que estaban jugando a los naipes esa noche. Los voceros palestinos dicen que esta guerra ha sepultado la oportunidad de un compromiso basado en el principio de dos estados para dos pueblos. Quienes tienen el poder en Israel son retratados ahora, más que nunca, como agentes extranjeros que se esfuerzan por servir los intereses norteamericanos. Ellos están golpeando a Hezbollah a pedido para herir al “patrocinador” iraní. Los medios de comunicación palestinos se hicieron eco de un artículo en el que abogados en Marruecos están demandando al ministro de Defensa israelí, Amir Peretz -quien, según ellos, mantiene su pasaporte marroquí- por crímenes de guerra. Entre otras cosas, lo acusan de aprovecharse del hecho de que la atención del mundo está centrada en lo que sucede en el Líbano para llevar adelante matanzas y destrucciones masivas en Gaza. ¿Todos estos fenómenos alteran la balanza de costos-beneficios de esta guerra? ¿Qué valor tiene esta ola popular de orgullo y entusiasmo, palestino y árabe en general, que puede caerse como subió? Lo que irrita en este contexto es que si nosotros hubiéramos pudido alcanzar un acuerdo con los palestinos en los años recientes, estos horrores se podrían haber evitado. Hace seis años nosotros estuvimos a un paso de tal acuerdo y dispusimos de la Iniciativa de Ginebra, que tuvo el apoyo palestino y podía ser la base para un entendimiento. El tumor primario es el conflicto que tenemos con los palestinos. El Líbano es su metástasis. Sin la causa Palestina, Irán y el Hezbollah no habrían tenido cartas en el asunto.
La fuente: Haaretz (Tel Aviv, Israel). La traducción del inglés pertenece a Sam More para elcorresponsal.com.