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lunes, mayo 20, 2024

Somalia: confundir, siempre confundir…

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Somalia: confundir, siempre confundir… Antumi Toasijé explica los intereses que existen actualmente en torno a Somalia en momentos en que los Tribunales Islámicos están ganando el control del país. Para ello, realiza un breve recorrido por la historia del denominado cuerno de África, desde finales del siglo XIX, y pone de manifiesto por qué Somalia está siendo utilizada por los oportunistas de turno, que no dejan de confundir al mundo con absurdas historias en una región que es foco de tensión y por donde pasan nada más y nada menos que el tráfico de mercancías del Mar Rojo, es decir, cerca del 13 por ciento del tráfico marítimo mundial, incluyendo el petróleo de Medio Oriente.

Por Antumi Toasijé

Tras la famosa (gracias CNN) guerra civil de Somalia en los noventa, Naciones Unidas, con el concurso de los países vecinos, había conseguido llevar al país -ahora federación- a la versión razonable de lo que se supone debe ser un Estado. Pero una vez más los planes internacionales por convertir a los somalíes en buenos alumnos de Occidente se vienen al traste con el asesinato de Abdalá Isaaq Deerow, ministro de Asuntos Constitucionales y Federales (el 28 de julio) del enésimo Gobierno transitorio, presidido éste por Abdullahi Yusuf.

Los Tribunales Islámicos están ganando el control del país y esto estorba los planes que desde Kenya y Etiopía interesan a Estados Unidos. De hecho, la oportuna intervención de Etiopía en defensa del débil gobierno de transición ha llevado a uno de los líderes de las facciones islámicas, el sheik Sharif Sheik Ahmed, junto con su equivalente Hasan Dahir Ajéis, a realizar incendiarias declaraciones que no presagian nada bueno.

¿Pero qué le pasa a los somalíes? se preguntan algunos pegados al televisor, ¿es que no pueden dejar de matarse? Pero no es ésta la pregunta que debe hacerse un panafricanista lúcido.

Cuando un problema político parece demasiado complejo, siempre conviene aplicar una fórmula simple ya que toda fórmula tiene sus preguntas y procedimientos para despejar la incógnita. En el caso de Somalia hay que aplicar las preguntas: ¿quién da qué a quien y a cambio de qué?

Somalia ofrece una cosa internacionalmente ambicionada; un control estratégico primordial del tráfico de mercancías por el Mar Rojo, es decir, cerca del 13 por ciento del tráfico marítimo mundial, que incluye el petróleo de Medio Oriente, lo cual no es poco.

Puesto que los créditos bancarios son la condición previa a toda empresa de envergadura (42 por ciento de las inversiones mundiales) y bastante más que las inversiones en cartera, el seguimiento de tales préstamos internacionales es un buen procedimiento para entender quién tiene intereses en el país. Por ello, no es eventual que Alemania y Francia sean los principales financiadores de las Somalia postcoloniales y su socio Eritrea a través de Libia, Egipto y Siria, sobre todo si tenemos en cuenta que Estados Unidos lo es de Etiopía. Pero quizás sea necesario ir por partes.

Europa y su rosario de abusos

Toda la costa del denominado cuerno de África, lo que los kemíticos (egipcios), denominaron País de Punt, presenta una cierta homogeneidad cultural y social, que sobrevivirá durante centurias, entre su vocación islámica y la imponente influencia etíope, con las lógicas pugnas de poder. Todo esto se trastoca con la acostumbrada invasión europea y su rosario de abusos.

Desde finales del siglo XIX, franceses, italianos y británicos se permutan los territorios que dividen en cuatro áreas, de Norte a Sur: Eritrea, Djibouti y las dos Somalia, llamadas alternativamente italiana o británica. La independencia por fases consolidó la división anti-panafricana de los dos primeros territorios, Eritrea y Djibouti, con la dificultosa unidad de las dos Somalia restantes, hoy tres: Puntland, Somalilandia y Somalia.

Tras los procelosos primeros años de independencia y neocolonialismo, que incluyen el asesinato en 1969 del presidente somalí Abdirashid Ali Shermarke, y al igual que la Yugoslavia de Tito, la Somalia unida será un país ensamblado por una mano de hierro, una mano militar marxista y desde luego poco complaciente con los poderes capitalistas occidentales. Sin embargo, en 1977, Maxamed Siyaad Barre (Mohammed Siad Barré) se embarca, aprovechando el caos de los primeros años del Consejo Militar Etíope (Derg), tras la caída de Haile Selassie, en el ambicionado y antiguo plan de incorporación del Ogadén, área culturalmente afín pero controlada por el poderoso vecino.

El abastecimiento del Mar Rojo

La invasión será un intento de demostrar cierta primacía en la región para atraerse la lealtad de la Unión Soviética que basculaba ya su apoyo a la Etiopía de Mengistu Haile Mariam. La lógica derrota enemistará rápidamente a Somalia con la Unión Soviética y lanzará al régimen de Siad Barré en brazos de Estados Unidos que no ven inconveniente en incorporar un viejo enemigo a la nómina de socios convenientes (por cierto, se trata de uno de los cambios de apoyos, en el contexto de la Guerra Fría, más veloces y singulares que se conocen).

Sin embargo, a pesar de buscar justificación con argumentos nacionalistas, la traición no será admitida por varios grupos, tanto islamistas como comunistas, apoyados no ya por la fallecida Unión Soviética sino por capitales europeos, por la vía de una cada vez más desafiante Eritrea.

¿Por qué? La respuesta es sencilla; el abastecimiento por el Mar Rojo es crucial para la economía de Europa. El exilio de Siad Barré en 1992 y el caos subsiguiente llevarán a la irrupción de la UNITAF de Naciones Unidas, ya que para entonces la agricultura somalí había sufrido un terrible retroceso debido a la entrada masiva de grano procedente de la ayuda alimentaria estadounidense al régimen de Barré, que al interrumpirse dio paso al hambre y al desconcierto.

La historia de los marines

Sin embargo tras la caída de Barré, Estados Unidos no quería perder su primacía en la región de modo que con cobertura de Naciones Unidas, jugó a lo cowboy con unos y otros señores de la guerra, entre ellos el afamado Maxamed Faarax Caydiid (Mohammed Farrah Aidid), al que acabaron por hacer mucho más importante de lo que en realidad era, fomentando, aún más si cabe, la espiral de odios.

Todos conocen la historia de los marines muertos televisados y su mundialmente señalada retirada, pero a ésta se suele omitir los miles de cadáveres de hombres, mujeres y niños que dejaron sembrados en las calles de Mogadiscio a la espera de un futuro desagravio por parte de una comisión panafricana de reparaciones, sin olvidar los centenares de torturados y desaparecidos a manos de soldados de la ONU que constan en los informes de organizaciones como Amnistía Internacional.

No todas las democracias son lo que le gustaría a los detentores del actual orden mundial; para ser sinceros, si se celebrasen elecciones libres en Somalia, como en otros tantos países, es seguro que ello iría en detrimento de los Estados Unidos y sus intereses económicos, y es poco razonable pensar que la Casa Blanca no esté muy al tanto de esta contingencia. Dado que la geografía dotó al cuerno de África de una destacada importancia, se trata de un foco de tensión.

Descrito este panorama desde el panafricanismo, sólo cabe lamentar la parte de culpa que compete a la Unión Africana por la total dejación de responsabilidades en los conflictos azuzados por los oportunistas de turno, que no dejan de confundir al mundo con absurdas historias de clanes y camellos a la medida de los telediarios de sobremesa. Porque cuando le preguntan a los somalíes de la calle qué desean, en su mayoría responden: la seguridad de un gobierno fuerte y estable que no esté vendido a los intereses foráneos; algo que cualquiera desearía.

La fuente: el autor es historiador y realiza un doctorado en Estudios Africanos. Es miembro del Grupo de Estudios Africanos de la Universidad Autónoma de Madrid y director de la Revista de Ciudadanía, Migraciones y Cooperación, de Baleares. Es rector del Centro Panafricano de Estudios Culturales. Su artículo se publica en elcorresponsal.com por gentileza de Safe Democracy.

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