DINERO, SOLO DINERO La maldición de la clase media negra en Sudáfrica
El fin del apartheid ha dado lugar a un fenómeno singular en Sudáfrica: el advenimiento de una burguesía negra que reniega de las luchas que anteriormente la tuvo de protagonista; para el autor, este sector cumple una necesidad estratégica para asegurar la estabilidad del régimen, que ya no se sustenta en la discriminación racial, y sirve de “franja de seguridad” entre las masas negras, cada vez más combativas, y el gobierno.
Por Ebrahim Harvey
Los negros de la clase media sudafricana se destacan por su lujo llamativo, su arrogancia, su esnobismo y su codicia. En la época del apartheid ellos eran mucho menos numerosos que ahora y, como el conjunto de la población negra estaba sometido a la opresión y a la discriminación, la mayoría de ellos estaban comprometidos en la lucha antiapartheid y sostenían ideas progresistas. Hoy, su número ha aumentado considerablemente y desde que trabajan en empresas, en la administración pública o en sus propios negocios, ya no desempeñan el mismo papel.
Su imitación del acento norteamericano o inglés revela una clase privilegiada mediocre que no se interesa más que en su propio progreso, cualesquiera sean las condiciones de vida de los otros negros. Es como si las privaciones de esa larga pesadilla del apartheid los hubieran precipitado a buscar revancha en el dinero y el prestigio social.
Instalados en los antiguos barrios blancos, ellos son un recuerdo lejano de aquellos hombres y mujeres que apoyaban huelgas y manifestaciones de obreros y estudiantes. Hoy, luego de haber sido el furgón de cola de las masas negras pobres que vencieron el apartheid, muchos de ellos condenan las huelgas y manifestaciones de los obreros y estudiantes negros que buscan atraer la atención sobre sus necesidades básicas insatisfechas.
Algunos tienen un lenguaje similar al que los blancos usaban durante el apartheid para denunciar la acción de los negros, a quienes calificaban de indisciplinados, salvajes e inclusive primitivos.
Aquellos que todavía batallan contra el legado del racismo blanco no lo hacen más que en la medida en que, de una manera u otra, se sienten perjudicados en su ambición de escalar rápidamente posiciones laborales o sociales.
Para defender sus propios intereses, reclaman, a voz en cuello, la posibilidad de ejercer sus derechos y la instrumentación de medidas de discriminación positiva, mientras que las propias masas no se benefician con ello.
La mayor parte de quienes ocupan puestos de dirección maltratan a los obreros negros y tienen el mismo comportamiento autoritario que los patrones blancos de antaño. Muchos rápidamente han mostrado los mismos prejuicios que la clase media blanca. Su paciencia con respecto a las masas es muy limitada o inexistente. He oído historias de cómo algunos no visitan siquiera a sus familiares que quedaron en los suburbios y son ellos los que deben trasladarse para visitarlos en los barrios elegantes del norte de Johannesburgo y en otros lugares.
La política, en la cual ellos invirtieron mucho antiguamente, es hoy dejada de lado o practicada como un pasatiempo.
Una “franja de seguridad”
Pese a su crecimiento, esa clase media negra aburguesada es una parte diminuta de la población negra, pero en términos socioeconómicos la brecha que los separa de los otros negros es inmensa.
Más grandes son sus autos y más costosas son sus vestimentas, más arrogante es su actitud. Ellos actúan como si fueran lo mejor que produjo el fin del apartheid. Es claro que para el gobierno la formación de una clase media negra importante es una necesidad estratégica para asegurar la estabilidad del país (una condición que en este régimen capitalista ya no está más sustentada en la discriminación racial) y para servir de “franja de seguridad” entre las masas negras y el gobierno.
Pero las posibilidades de que esta estrategia llegue a buen término son limitadas debido a la brecha creciente que separa a esta clase de la inmensa mayoría negra, víctima de una pobreza creciente y que comienza ya a reaccionar.
¿Cómo promueve el partido gobernante una clase media negra y una burguesía en medio de la pobreza obscena y creciente de la mayoría de los negros con necesidades básicas insatisfechas? Esta contradicción socioeconómica es el problema central para la estabilidad del gobierno.
No es tanto el cambio brutal en las condiciones materiales, pues es imposible acusar a los individuos de haber traicionado su causa o de haberse pasado al otro bando por la sencilla razón de que ellos tienen un mejor nivel de vida. Es más bien la actitud snob hacia los pobres, la arrogancia, la indiferencia y el cinismo políticos y el desprecio con respecto a los obreros y a los jóvenes que creen que una transformación profunda de la sociedad está en curso, mientras que el actual régimen de transición está lejos de cumplirla.
Como los blancos
Esta es la maldición de la clase media negra que paga salarios de miseria a sus empleados domésticos, imitando a los blancos de la época del apartheid. Es esto lo que está definiendo las diferencias de clase, de cualquier color, en este período de “transición”. Es esto lo que va a llevar al desarrollo, que ya está tomando forma, de una conciencia de clase más clara entre la clase obrera negra, sobre todo en aquellos más pobres.
Y mientras la clase media negra pretenciosa se enriquece, en lo más profundo de la clase obrera negra una belicosidad renovada está gestándose y preparándose para hacer erupción en cualquier momento.
Cuanto más crezca la pobreza, cuanto más postergaciones y necesidades insatisfechas, más se reforzará este espíritu militante, hasta que el pueblo llegue a una confrontación abierta, contra el Congreso Nacional Africano (el partido que los representaba en la legendaria lucha contra el apartheid).
Desgraciadamente, no hay ningún partido de izquierda en el que estas masas puedan insertarse. Peor aún, ellos podrían ser susceptibles de la manipulación del nuevo liberalismo blanco representado por la Alianza Democrática.
La fuente: el autor es columnista de Mail & Guardian, semanario sudafricano lanzado a comienzos de 1985 por un grupo de periodistas desocupados. Llamada inicialmente “Weekly Mail”, la revista construyó su reputación sobre el combate emprendido contra el apartheid y el gobierno sudafricano, del que sufrió venganzas y presiones. En 1995, el “Guardian”, de Londres, se transformó en accionista mayoritario del semanario, que cambió de nombre. Transformada en el “Mail & Guardian”, la revista privilegia el trabajo de investigación. Su seriedad y la calidad de sus artículos hacen de ella una publicación muy apreciada. En 1994 fue la primera publicación sudafricana en icnorporarse a internet (http://www.mg.co.za)