Comercio justo, una alternativa para terminar con el trabajo esclavo
El mundo ya no parece dividirse solamente entre el Norte y el Sur, u Oriente y Occidente: las relaciones, signadas cada vez más por los vínculos comerciales, se definen entre los que pueden consumir y los que quedan fuera del mercado. Es necesario imponer criterios de justicia en esos vìnculos para no seguir alentando ni la esclavitud, ni la explotación infantil ni la destrucción del medio ambiente.
Por María Masquelet
“Comercio justo” es una frase que parece entrañar una contradicción en sí misma. La historia muestra que, inexorablemente, el más poderoso impone sus reglas y los más débiles, sean productores o consumidores, las acatan, sin que intervenga en estas transacciones ningún criterio de Justicia.
Sin embargo, hay quienes pretenden romper con este sistema y, entre ellos, están justamente los movimientos que se nuclean en torno de la propuesta “comercio justo”.
Un concepto central de estas organizaciones, que establecen puentes directos entre productores de los países pobres y consumidores, es la del respeto por la dignidad del trabajo. Los productos tienen habitualmente un precio mayor al de mercado, pero esto se debe a que han sido hechos en condiciones respetables, sin trabajo esclavo y sin explotación de mano de obra infantil.
Otra premisa fundamental es el respeto por el medio ambiente. Además de utilizar material reciclable y un procesamiento, traslado y consumo de energía responsable, las organizaciones de comercio justo proponen formas de trabajo y de explotación de la naturaleza tradicionales, con la adaptación de tecnología apropiada.
La primera organización con estos objetivos surgió en Europa en 1959 (SOS Werenhandel, de Bélgica) y comenzó a importar productos de los países del Sur. Actualmente sólo en Europa existen entre 2500 y 3000 negocios y más de 45.000 puntos de venta.
Además, el movimiento de Comercio Justo se ha extendido a los Estados Unidos, Japón, Canadá y Australia.
Asimismo, en enero de 1990, luego de diez años de cooperación informal, nació la Asociación Europea de Comercio Justo (EFTA), que agrupó a nueve países europeos, con la intención de aplicar políticas y estrategias comunes, brindar un apoyo conjunto a los productores pobres del Sur y luchar por la adopción de los principios del comercio justo en las prácticas comerciales europeas.
Actualmente, la EFTA trabaja con unos 550 grupos de productores. Una de sus funciones más importantes es buscar información sobre las normas y reglamentos para los diferentes tipos de productos con el fin de establecer unos criterios iguales para todos los productores y todos los países de Europa para evitar así posibles problemas en las importaciones.
Pos su parte, NEWS es una coordinadora de tiendas de comercio justo europeas que hace posible la comunicación directa entre sus integrantes y organiza campañas en el nivel nacional e internacional. La tarea principal es la de organizar grupos de tiendas de los países que están representados para ganar fuerza en el movimiento de comercio justo y realizar presión política en el ámbito europeo.
La más amplia de estas agrupaciones es la Federación Internacional de Comercio Alternativo (IFAT) que representa a 40 naciones de todo el mundo y es un foro de discusión y coordinación entre grupos importadores y productores.
Consumo responsable
Los militantes de estas organizaciones sostienen que el consumidor debe ser concientizado, ya que es él quien puede elegir los productos que va a comprar y a consumir. Por lo tanto, también detenta cierto poder.
Según Lola Díaz Salado, responsable del área de Comercio Justo de SODePAZ-Madrid, “el mercado mundial parece grande desde un punto de vista geográfico, sin embargo es pequeño en cuanto a consumidores, ya que de una población de 5.500 millones de personas, las que tienen algo para gastar no superan los 1.500 millones; 2.500 millones se podrían definir como casi mercado, puesto que aun siendo demasiado pobres para considerarse consumidores plenos, pueden ser explotados ya que de vez en cuando algo tienen. Existe, por lo tanto, una franja de 1.500 millones que no entra jamás en el circuito comercial. Viven casi todos en el sur del mundo, aunque van creciendo en los sectores más pobres de los países del Norte. En este sentido, los capitalistas y las multinacionales no dividen el mundo en Norte y Sur, ni siquiera en cristianos y musulmanes, la auténtica división que plantean es entre quienes pueden comprar y quienes no pueden hacerlo. Los primeros constituyen el mercado.”
El consumo responsable es, entonces, la elección de los productos no sólo sobre la base de calidad y precio, sino también sobre la base de la historia de los productos mismos y de la conducta de las empresas que los ofrecen.
Esta afirmación se sustenta en que detrás de los productos de consumo se esconden problemas de alcance planetario, de naturaleza social, política y ambiental y en que los consumidores pueden inducir a modificaciones en las conductas de las empresas mediante la elección en su compra.
Sellos de garantía
En el mundo, existen tres sellos que garantizan que los productos que los portan han sido producidos y comercializados de acuerdo con los criterios del comercio justo:
Transfair, creado por EFTA en 1992 y que funciona en Alemania, Austria, Canadá, Luxemburgo, Japón, Italia, Estados Unidos.
Max Haavelar, de origen holandés, con licencia en Dinamarca, Francia y Suiza.
Fairtrade, que es utilizado en Gran Bretaña.
Cualquier mercadería que porte uno de estos sellos garantiza al comprador que ha sido producida sin la explotación de trabajadores y sin causar daños irreparables en el planeta.
La fuente: la autora es periodista del diario argentino La Nación (www.lanacion.com.ar)