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jueves, mayo 16, 2024

Moderados y militantes en la izquierda pacifista israelí

PolíticaModerados y militantes en la izquierda pacifista israelí

Moderados y militantes en la izquierda pacifista israelí

En el campo de la paz muchos adoptaron casi sin cuestionamientos la versión oficial israelí que culpa a Arafat y a la Autoridad Palestina, total y exclusivamente, del fracaso en el proceso de la paz y la posterior explosión de violencia. Sin embargo, un profundo debate está cuestionando la autenticidad y honestidad de la explicación oficial de las causas de la crisis. Para el autor de este artículo, aunque estos son tiempos difíciles para el campo de la paz, una perspectiva histórica de su trabajo y desarrollo muestra algunos motivos para el optimismo.

Por Reuven Kaminer

“La incorrecta instrumentación de las negociaciones durante la administración de Netanyahu y la problemática gestión de Barak para alcanzar acuerdos permanentes han sido los dos principales obstáculos que impidieron a las partes superar sus diferencias”. Dr. Ron Pundak, uno de los principales arquitectos de los Acuerdos de Oslo. Junio de 2001.

* * *

Los comentaristas han centrado su atención recientemente en una crisis en las corrientes de la izquierda israelí (por razones que no vamos a examinar aquí, en Israel, los términos “izquierda” y “campo de la paz” son prácticamente sinónimos).

La dificultad presente en el campo de la paz resulta del hecho de que muchos adoptaron casi sin cuestionamientos la versión oficial israelí que culpa a Arafat y a la Autoridad Palestina, total y exclusivamente, del fracaso en el proceso de la paz y la posterior explosión de violencia. Sin embargo, un profundo debate está teniendo lugar ahora mismo (mejor tarde que nunca) dentro del movimiento pacifista acerca de la autenticidad y la honestidad de la explicación oficial de las causas de la crisis actual. Aunque éstos son de hecho tiempos difíciles para el campo de la paz, una perspectiva histórica de su trabajo y desarrollo muestra algunos motivos para el optimismo. Es vital apreciar el hecho de que hay dos corrientes principales en el campo de la paz. Las diferencias de opinión entre ellas no son nada nuevo. Realmente, el debate entre los moderados, principal corriente del movimiento pacifista, y el ala más radical, mucho más pequeña, tiene una larga historia. La corriente principal, muchísimo mas numerosa, por supuesto, está integrada por Paz Ahora, pero también incluye, entre otras fuerzas, a Meretz y s las palomas del Partido Laborista. Los más radicalizados, claramente una pequeña minoría en el movimiento, está expresada por un puñado de formaciones como Fin de la Ocupación (y sus sucesores y predecesores), Gush Shalom, la Coalición de Mujeres para una Paz Justa, y Mujeres de Negro, los grupos antimilitaristas como Yesh Gvul (Hay un Límite) y Nuevo Perfil y otras agrupaciones similares. Estos grupos incluyen a muchos activistas de formación marxista.

Que el buen rey cuide de ellos Durante los setenta, la corriente principal que integran los moderados se convenció de que tenía un compañero ideal para la paz en la persona del rey Hussein. Cuando se hizo evidente que el control israelí de los territorios ocupados no iba a ser “la ocupación más liberal de la historia”, esta corriente impulsó un acuerdo de paz jordano-israelí que, en su opinión, serviría para resolver la cuestión de Cisjordania y Gaza. La izquierda se esforzó, con un pequeño éxito inicial, en explicar que los palestinos habían constituido una clara e independiente identidad nacional. El propio rey había comenzado a comprender que los palestinos de los territorios ocupados terminarían por determinar su propio destino. El punto de vista pro Hussein de los pacifistas moderados reflejó su negativa para apoyar la creación de otro Estado independiente al oeste del Jordan. La izquierda defendió, por su parte, que la libre determinación de los palestinos era un elemento básico en cualquier solución. Los militantes argumentaron que varias corrientes de la comunidad palestina se habían combinado en su propio movimiento de liberación nacional en la forma de la OLP. La corriente moderada sostuvo hasta casi el fin de los ochenta que la OLP simplemente era un grupo terrorista. Sin embargo, al final de 1988, esta corriente terminó por comprender (con la ayuda de los cambios operados en la política de la OLP, para ajustarse a la verdad) que la OLP era de hecho la contraparte con la que debía negociarse. Sin embargo, aún después de reconocer que debería existir un territorio bajo control palestino, los moderados continuaron adhiriendo enérgicamente a la idea de que Israel nunca volvería a las fronteras de 1967, que Jerusalén parmanecería indivisible como la eterna capital de Israel y que ningún refugiado palestino volvería a establecerse en Israel. La izquierda en el movimiento pacifista israelí explicó pacientemente que estas precondiciones -reencarnadas después en las famosas “líneas rojas” de Barak- eran “un callejón sin salida” y significaban la continuación del conflicto. Para la paz, argumentaba la izquierda, Israel tendría que retornar a las fronteras del 67, y este principio sería la base para avanzar en acuerdos específicos que garantizaran la presencia soberana de los palestinos en Jerusalén y el desmantelamiento de los asentamientos judíos en sus territorios. También sería necesario atender el problema de los refugiados palestinos, aunque sea sólo por la simple razón de que ninguna dirección palestina podría estar de acuedo en acabar el conflicto con Israel sin resolver definitivamente el estatus de los refugiados, quienes eran las víctimas más catigadas de la población palestina. Los moderados frente a la realidad del problema palestino Cuando el proceso de Oslo se encaminó hacia las conversaciones del status final, cada vez más los grupos y individuos del movimiento moderado avanzaron con propuestas para poner fin al conflicto. Sin embargo, la mayor parte de esta corriente se opuso a la idea de volver a las fronteras del 67 y a cualquier tipo de soberanía palestina en Jerusalén. Uno recuerda que inclusive en el verano de 1999, Sarid llamó en una reunión de la dirección de Meretz enfrentar a la izquierda del movimiento que se había atrevido a apoyar el concepto de dos capitales en Jerusalén. A estas alturas nuestra narrativa se vuelve un poco absurda. Aunque no está precisamente claro cuándo los moderados del campo de la paz aceptaron abiertamente retornar a las fronteras del 67 y aceptar dos capitales en Jerusalén, ésta pasó a ser su posición reconocida. Nosotros podemos decir, una vez consumado el hecho, que la corriente moderada estuvo firmememte detrás de Barak cuando él hizo suya la “oferta más generosa” proporcionada a los palestinos, y que esa oferta estaba basada de hecho en un retorno a las fronteras de 1967.

Tiene que explicarse aquí que la naturaleza exacta de la oferta de Barak ha comenzado a ser un asunto de controversia. De todos modos, los moderados que finalmente habían abrazado la idea de la paz sin anexiones, posición que sostenía previamente el grupo más radicalizado, concentró su furia en Arafat y los palestinos. Ellos aceptaron la versión oficial de que la oferta había sido rechazada por los palestinos.

En verdad, las fuerzas hegemónicas en la principal corriente de la izquierda nunca aceptaron claramente el regreso a las fronteras de junio de 1967 o el reconocimiento de la soberanía palestina en Jerusalén hasta que Barak puso estos temas sobre la mesa de negociaciones. A pesar de las evidencias en contra, los moderados están todavía convencidos de que Barak aceptó volver a las fronteras del 67, inclusive en lo que respecta a Jerusalén. Nosotros tenemos razones para esperar que la mayoría del movimiento pacifista no renuncie a estas nuevas posiciones y las apoye. Así, en medio de vaivenes, los moderados avanzaron hacia un más consiste programa de paz. Tendemos a creer que las nuevas posiciones sobrevivirán. Después de todo, ¿cuánto tiempo puede sobrevivir la izquierda si continúa participando en una orgía de degradación e imputaciones contra Arafat y los palestinos, basada en el rumor y las más débiles evidencias? La oferta más generosa de Barak y un enigma Cualquiera que ha seguido cuidadosamente el colapso del proceso de paz bajo la “dominante” dirección de Ehud Barak sabe que realmente estas negociaciones estuvieron envueltas en una nube de desinformación, equívocos y cálculos erróneos. Y eso es lo que hoy está poniendo más interesantes las cosas. Recientes artículos de . Menahem Klein, Ron Pundak, Danny Rabinowitz y Yossi Beilin, entre otros, han abierto un proceso de desmantelamiento y refutación de la versión oficial que explicó el colapso del proceso de paz. Éstas y otras voces en el campo de la paz insisten en que los acontecimientos surgidos inmediatamente después de Camp David y sus consecuencias de ninguna manera pueden ser interpretados como una simple negativa de los palestinos a aceptar los regalos dadivosos llovidos a ellos por Barak y Cía.

Para apoyar este análisis, no es necesario sostener que Arafat sea una persona sencilla, un cliente fácil de conformar. Y en verdad, por qué debe esperarse que así sea. Lo que sí es necesario decir es que Arafat tuvo motivos razonables para rechazar la verdadera oferta puesta sobre la mesa en favor de más negociaciones.

Para quienes aceptan la versión oficial de los hechos, el rechazo de Arafat del paquete ofrecido en Camp David suena tan extraño como el hecho de que los palestinos reanudaran las negociaciones en los últimos días previos a que Barak abandonara su oficina. Su decisión de rechazar la fórmula Clinton-Barak estaba basada en la presunción de que todavía habría más charlas. De hecho, era perfectamente legítimo asumir una negociación táctica y esperar que la caja de Pandora de Jerusalén se abriera en los meses posteriores al fiasco en el que terminó la cumbre de Camp David de julio. Para diciembre, Clinton ya había revisado sus sugerencias en torno de Jerusalén para inclinarse en favor de la posición palestina, lo que hizo bastante infeliz a Barak. Entonces, no fue Arafat quien rompió las negociaciones. Se estaban haciendo todavía esfuerzos para superar los obstáculos cuando Barak quedó afuera del gobierno. Deberíamos decir aquí que la decisión de Barak de llamar a elecciones anticipadas, anunciada en octubre de 2000, realmente fue un cascotazo a los trabajos diplomáticos. Por qué Barak decidió llamar aelecciones es otro de esos misterios sin resolver que rodearon sus últimos meses en el poder. Extrañamente, Barak sólo habló con su familia antes de adoptar la decisión de renunciar y enfrentar las elecciones.

Cualesquiera hayan sido los cálculos de Barak, o los erróneos cálculos de Barak, fue su derrota en las elecciones lo que puso fin al proceso de paz que se presume asesinó Arafat. Dicho simplemente, Arafat nunca rompió las conversaciones. Ellas se aplazaron como resultado de un juego bastante macabro en la arena política israelí. El poderoso lobby de los medios de comunicación tuvo bastante éxito con el público en general y con muchos de los integrantes del movimiento pacifista al pintar la crisis como una segunda fase del crimen palestino contra la paz. Según esta presentación, Arafat y los palestinos, después de estrangular deliberadamente la esperanza diplomática por la paz, se dieron vuelta y en un típico acto de malicia, comenzaron las hostilidades contra Israel. “Ellos” pisotearon “nuestra” esperanza de paz y “nos” forzaron a retornar al conflicto armado. Esta historia puede ser contada con otro final. La versión oficial israelí del colapso del proceso de paz es, por lo que nosotros hemos visto, incierto y poco convincente. Incluso el más crítico acercamiento a las dudas y los errores de Arafat no tienen nada en común con la acusación israelí. La teoría de que la Intifada fue una inicitiva de Arafat-Autoridad Palestina, lanzada por los palestinos para ganar por las armas lo que eran incapaces de adquirir en la mesa de negociaciones, está cerca de ser absurda. Yo dudo de que uno pueda encontrar un solo palestino que viva en los territorios ocupados que crea que la Autoridad Palestina concibió, planeó, organizó y lanzó la Intifada, una hipótesis que realmente incrementaría su prestigio en los barrios palestinos.

La Intifada y las formas que tomó fueron clara y directamente la expresión de la protesta popular palestina contra la ocupación y las condiciones miserables de existencia en las que crecieron las masas palestinas antes, durante y después del proceso de paz. Algunos israelíes admiten que Arafat no comenzó la Intifada, pero insisten en que él es el culpable de no sofocarla.

Barak y su entorno son principalmente responsables por el fin de las charlas y la irrupción de la Intifada y la horrenda represión que alimentó el odio y aseguró su crecimiento. Pero aun cuando uno esté deseoso de asumir que la dirección palestina ha sido responsable de reproches por los acontecimientos del pasado, ¿es ésta una razón para que los moderados del movimiento pacifista resignen sus principios y terminen apoyando a un enemigo abierto de la paz y de las negociaciones como Sharón? Ni la ruptura del proceso de la paz ni la irrupción de la Intifada cambiarán el contexto básico en el que debe trabajar los dos pueblos cuando las negociaciones se reanuden. Condiciones para la paz Y esto nos devuelve al tema de las condiciones para la paz. Afortunadamente, parece que será innecesario para el campo de la paz discutir acerca del retorno a las fronteras de 1967 y la doble soberanía de Jerusalén, dos principios prácticamente aceptados. Sólo retorna sobre estos dos problemas para insistir en una aplicación justa y lógica del principio de paz sin anexiones. Nosotros, todavía tenemos en el movimiento pacifista un problema bastante espinoso, que es una fuente mayor de divisiones. En conjunto, los moderados del movimiento se convencieron, influidos por la caída del proceso de Oslo y la nueva Intifada, que la insistencia palestina en el derecho de retorno es un reclamo de mala fe.

La dirección espiritual e intelectual de las “palomas” sionistas fue inexorable en que el reconocimiento del derecho de retorno significa un rápido y seguro fin del Estado judío. Hay también alguna razón para sospechar que el pernicioso impacto de la negación absoluta y total de Clinton de cualquier repatriación endureció la postura de muchas “palomas” israelíes y les hizo pensar que habían llegado al techo de su capacidad de negociación. No hay ninguna razón para cuestionar su sinceridad. Sin embargo, las “palomas” sionistas también fueron sinceras cuando dijeron que Hussein era nuestro compañero, que la OLP era una organización terrorista, que Jerusalén debía permanecer unida bajo el mando israelí y que cualquier retorno a las ffronteras de junio de 1967 sería suicida. Los moderados del movimiento pacifista han tenido que reconocer tercamente la realidad política. Una vez más hay razones para creer que más tarde o más temprano repensarán su posición respecto de los derechos de los derechos de los refugiados palestinos. Es difícil de encontrar información objetiva y fiable sobre las negociaciones con respecto al problema de los refugiados. Unas pocas semanas atrás hubo una disputa púiblica entre Yossi Sarid, un líder importante de las “palomas” sionistas que ven el derecho de retorno como un obstáculo insuperable, y Yossi Beilin, una figura no menos importante del mismo campo, que declaró que se habían hecho serios progresos respecto del problema de los refugidos palestinos en la última ronda de negociaciones palestino-israelíes en Taba, en diciembre de 2000. Este progreso estaba basado en un hecho muy simple: que el reconocimiento del derecho de retorno sería implementado más adelante sobre la base de un acuerdo que tuviera en cuenta las necesidades israelíes. Siendo ésta la posición oficial palestina, hay espacio para un compromiso constructivo y creativo en el problema de mayor carga emotiva. Ahora, es verdad que allí existe cierto “maximalismo” en círculos de la comunidad palestina que espera conservar vivo el conflicto insistiendo en que cada refugiado, todos, los tres millones, vuelvan inmediatamente a sus respectivas casas en Israel. Pero si la autoridad Palestina y Arafat están interesados en un compromiso serio que honre sus derechos pero contemple las ansiedades israelíes, ¿por qué los israelíes amantes de una paz sincera continúan adhiriendo a la consigna de “ni un solo refugiado”, consigna injusta y poco realista? Uno espera un cambio lógico en la opinión de los moderados que, para mejor, se han vuelto cada vez más heterogéneos.

El reconocimiento de que Israel debe hacer su parte para terminar con el sufrimiento de los refugiados palestinos sería una actitud bienvenida para recuperar la salud del cuerpo político israelí.

La fuente: Reuven Kaminer es autor de “Políticas de Protesta: el movimiento de paz israelí y la Intifada” (1995).

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