La agonía de la paz es la agonía del sueño sionista y del sueño palestino
La sangría que representa la Intifada no ha hecho más que alejar día a día el sueño de un Estado palestino y ha brindado una justificación a los políticos israelíes opuestos a las concesiones que implica toda negociación. Al mismo tiempo, la postergación del Estado palestino podría convertir a Israel, por imperio de la guerra demográfica, en un Estado donde los judíos terminen siendo minoría.
Por Jorge Paulo Botta
El sueño del sionismo, un estado judío en Palestina, está en peligro y puede ser destruido por los líderes israelíes. El sueño del pueblo palestino, un estado árabe en Palestina, está en peligro y puede ser destruido por los lideres palestinos.
La política israelí de continuar con la construcción de asentamientos en los territorios ocupados en la guerra de 1967, en violación a los esquemas del proceso de paz, es uno de los obstáculos más importantes para el entendimiento final entre las partes, junto con el tema de los refugiados, el status final del futuro Estado palestino, sus fronteras y Jerusalén. Los asentamientos israelíes se han convertido en un problema interno, ya que un completo retiro israelí de Cisjordania conllevará el desmantelamiento de una buena parte de estas poblaciones. Fácil es comprender el costo político que deberán afrontar los dirigentes israelíes que tomen la decisión.
A la vez, constituyen un problema externo, ya que su construcción contradice lo establecido en los acuerdos de paz, viola el derecho internacional y representa una humillación para las aspiraciones palestinas.
La publicación del informe de la Comisión Mitchell sobre el estallido de la violencia en los territorios ocupados llama a israelíes y palestinos a poner fin a la violencia en forma inmediata e incondicional. Otra de las principales recomendaciones de este informe es el llamamiento a Israel a congelar la expansión de estos asentamientos, algo rechazado por el gobierno de Ariel Sharon.
De continuar esta política, y según las tendencias demográficas, en el futuro encontraremos una minoría israelí dominadora rodeada por una mayoría palestina dominada y hostil. Nada más alejado de los ideales sionistas de un Estado judío, no de un estado de minoría judía. La realización del ideario sionista exige, en este contexto, la creación de un Estado palestino.
En la presente situación también los lideres palestinos tienen su cuota de responsabilidad al permitir que las demandas populares ante el estancamiento del proceso de paz hayan resultado en un estallido de violencia. La sangría que representa este levantamiento no ha hecho más que alejar día a día el sueño de un Estado palestino y ha brindado una justificación a los políticos israelíes opuestos a las concesiones que implica toda negociación.
En el ámbito internacional, el durísimo comunicado de la Unión Europea condenando los asentamientos se suma a la derrota israelí en la guerra mediática, donde los papeles de David y de Goliat parecen haber cambiado.
Si bien un cese de fuego total, tal como exige el informe Mitchell, es difícil que se dé, tampoco parece factible una escalada de violencia que desencadene un enfrentamiento de grandes magnitudes entre israelíes y palestinos y conduzca a una eventual nueva ocupación de las zonas de la Autoridad Nacional Palestina, así como tampoco a un enfrentamiento a nivel regional, ya que esta posibilidad no está dentro de los intereses de los países del área. Particularmente los de Egipto y Siria. El apoyo árabe a la causa palestina no pasará de simple retórica, la histórica respuesta a las demandas palestinas.
La posibilidad más probable, de no detenerse la violencia, es un largo período de continuos enfrentamientos, de escasas consecuencias en el ámbito militar, pero de gravísimas consecuencias en cuanto a la pérdida de confianza entre las partes y el costo en vidas.
La historia del conflicto árabe-israelí ha demostrado que cada vez que las partes se han sentado a negociar con la voluntad de hacer concesiones han llegado a acuerdos, que es importante el papel de la comunidad internacional, especialmente de los Estados Unidos, pero que la sola presión externa no alcanza, como sucedió durante las conversaciones sirio-israelíes en Shepherstown. Con respecto a este tema la inacción de la administración Bush en los comienzos de esta nueva “intifada” tratando de mantener un perfil bajo difiere de los esfuerzos realizados por el ex presidente Clinton para lograr un acuerdo de paz.
El nombramiento del embajador de los Estados Unidos en Jordania, William Burns, como enviado especial al Medio Oriente, el Informe Mitchell y los viajes del secretario de Estado, Collin Powell, a la zona han señalado el regreso de una política norteamericana activa en el proceso de paz. El futuro del proceso de paz esta más atado a la situación política interna israelí y palestina que al papel, necesario pero no suficiente, de los actores externos.
En cuanto a Israel, el gran problema es la gran fragmentación de su sistema político. La continuidad del primer ministro depende del voto de confianza de la mayoría del poder legislativo unicameral de 120 miembros, donde 15 partidos políticos tienen representación. Esto influye en la capacidad de decisión del poder ejecutivo, ya que debe contar con dicho apoyo; en caso contrario, su gobierno caería. Con una buena parte de las bancas en manos de partidos religiosos que se oponen a cualquier retirada de los territorios ocupados, las decisiones de este tipo que exigirá el arreglo definitivo entre israelíes y palestinos son de difícil implementación.
No debemos olvidar la importancia del valor seguridad para los israelíes, la paz es importante, pero paz sin seguridad no vale de nada. Por lo tanto, mientras no se logren avances en cuanto a la seguridad, y los atentados de estas semanas no ayudan, el gobierno israelí no podrá contar con el apoyo total de su población para avanzar hacia la paz.
En cuanto a los palestinos, estos últimos meses han puesto en duda la capacidad del presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Yasser Arafat, para ejercer una efectiva influencia sobre la totalidad de la población palestina. Esto debido a la existencia de otros grupos que no responden al viejo líder, grupos que han visto aumentar su influencia a medida que se estancaba el proceso de paz.
Cincuenta años de enfrentamientos han demostrado que a través de la violencia las aspiraciones de las partes no pueden materializarse. Tanto israelíes como palestinos deben aprender las lecciones de la historia y no tirar por la borda una década de esfuerzos por la paz.
Como alguien dijo: “Nadie piensa que una mancha de café se puede limpiar derramando más café, pero muchos piensan que una mancha de sangre se puede limpiar derramando más sangre”. Lamentablemente algunos israelíes y palestinos son partidarios de esta idea.
El principal peligro de la presente situación es que la paz deje de ser una opción valida para ambos pueblos.
La fuente: el autor es licenciado en Relaciones Internacionales y analista de temas de Medio Oriente.