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lunes, mayo 20, 2024

¿Una nueva iniciativa?

Opinion/Ideas¿Una nueva iniciativa?

¿Una nueva iniciativa?

El plan de Bush para Medio Oriente no hace más que retomar el mecanismo de un modelo que ya fracasó, el de los Acuerdos de Oslo, tal vez para garantizar el mismo fracaso, cuyo germen pudiera estar asociado al desequilibrio que provocarían la falta de mediación externa imparcial, la ausencia de mecanismos reales para ejecutar los compromisos que se adopten y la inexistencia de verdaderas garantías para el cumplimiento de los acuerdos por el aliado estratégico de Estados Unidos.

Por Idalmis Brooks Beltrán

La iniciativa que se conoce bajo el nombre de “Hoja de la Ruta” pudiera formar parte de la estrategia de la actual administración norteamericana: la práctica de dejar hacer a los israelíes para que así se creen una serie de hechos consumados imposibles de revertir a la hora de la negociación final, y que con ello se viera favorecido el gobierno de Israel.

El propósito de la “Hoja de la Ruta” es esencialmente la creación de un clima de confianza que permita la reanudación del proceso de paz y, en último término, alcanzar la independencia palestina con la proclamación de un Estado independiente. Para ello se establecen tres fases claramente delimitadas:

a) Hasta mediados de 2003. Final del terrorismo y la violencia, normalización de la vida de los palestinos, reforma de las instituciones palestinas, congelación de la colonización israelí de los territorios palestinos (incluido el “crecimiento natural de los asentamientos”).

b) De mediados a finales de 2003. Aprobación de una Constitución palestina y creación de un Estado con “fronteras provisionales en el marco de una Conferencia Internacional como paso intermedio a una solución definitiva.

c) 2004-2005. Solución permanente de las cuestiones pendientes (refugiados, Jerusalén, asentamientos y fronteras) y celebración de una segunda Conferencia Internacional que ponga punto final al conflicto israelo-palestino y normalice las relaciones entre Israel y el mundo árabe.

¿Cuál es el elemento novedoso en la nueva iniciativa que ha sido presentada por el Cuarteto? Como en los fracasados Acuerdos de Oslo, la “Hoja de la Ruta” reclama un proceso de paz por etapas basado en el principio de ‘tierra a cambio de paz’ de las Resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad”, pero, y aquí está la novedad, también en la resolución 1.397, así como en los acuerdos previamente alcanzados por las partes, y en la iniciativa árabe propuesta por el príncipe heredero saudita Abdullah y respaldada por la Cumbre Árabe de Beirut.

Lo que se pretende es reabrir un proceso que ofrezca a los palestinos un Estado independiente en un contexto de plena normalización de relaciones entre Israel y el mundo árabe. Es imprescindible que el emergente Estado sea viable y no un “Estado difuso” como pretende imponer Israel: es decir un Estado sin unas fronteras claras y con una soberanía limitada.

Sin embargo, la “Hoja” contiene en sí los elementos que podrán incidir en el futuro para que la balanza continúe inclinada hacia el lado israelí. Veamos:

Sin embargo, la primera fase, que llama al cese del terror de la violencia por ambos lados, a la “normalización” de la vida palestina y a la reconstrucción de las instituciones palestinas, se supone que se haga efectiva inmediatamente, para lo cual los palestinos deben manifestar públicamente el deseo de convivencia en paz y seguridad con el pueblo israelí, y con ello llamar para un alto el fuego inmediato e incondicional; rechazar la violencia y el terrorismo y llevar a cabo esfuerzos visibles para arrestar, interrumpir y refrenar a quienes incumplan esto; iniciar la reforma política, incluyendo el bosquejo de una constitución palestina, y preparar las elecciones; y la reconstrucción del aparato de seguridad.

Los israelíes, por su parte, deben encaminar sus esfuerzos hacia la normalización de la vida palestina, la retirada de las áreas palestinas ocupadas el 28 de septiembre de 2000, de acuerdo con lo que expone el informe de Mitchell, y la publicación de una declaración clara que afirme la visión bipartita de un Estado palestino independiente, viable y soberano.

Ahora bien, interesante y paradójico resulta el hecho de que si bien a la parte palestina se le exige la manifestación pública de desear la paz y seguridad con el pueblo israelí, no se le exige lo mismo a la parte israelí, lo que viene a situar a los primeros, de víctimas, a generadores de la violencia; a la vez que tampoco se le exige a Israel que manifieste públicamente su aceptación de la fórmula de dos Estados.

Un elemento controversial y que mueve a la formulación de interrogantes es lo relativo a la retirada israelí de las áreas palestinas ocupadas desde septiembre de 2000, de acuerdo con lo que expone el “Informe Mitchell”; ¿realmente los partidos de ultraderecha, con fuerte representación en el actual gobierno de Israel, permitirán que esto ocurra? ¿si los colonos se oponen a desmontar sus asentamientos, empleará Israel la fuerza contra ellos? Creo que llegado a este punto, sobran los comentarios.

La fase II, funcionando a partir de junio a diciembre de 2003, será la etapa que retome lo relativo a la reanudación de las negociaciones sobre el agua, el ambiente, el control de armamentos, los refugiados y el desarrollo económico. En esta etapa también se analizará la “opción” de crear un estado palestino independiente con “un máximo de continuidad territorial.” Esto sugiere que, si el Cuarteto determina que no hay grandes avances en el desarrollo, por ejemplo, de los órganos de gobierno, entonces se vería afectada la formación de un Estado palestino “con las fronteras provisionales y las cualidades de la soberanía” y se pospondría hasta una nueva etapa.

¿Cuáles son, entonces, la limitaciones a mediano plazo de esta iniciativa que se prevé solucione la violencia entre palestinos e israelíes? En primer lugar, la metodología adoptada para reanudar las negociaciones continuará siendo, al parecer, la misma que la utilizada en el marco del Esquema de Oslo. Por lo tanto, de aquí debe inferirse que la gradualidad es un elemento que continuará primando en esta iniciativa, con el objetivo de que las partes ganen “confianza mutua”. De igual modo, continúan sin implementarse mecanismos que regulen y controlen el proceso. De igual manera, las conversaciones para solucionar el conflicto continuarán siendo entre partes muy desiguales: un Israel que continúa con el apoyo de los Estados Unidos, e incluso con su parcializada mediación, y un Cuarteto que está relegado a un segundo plano.

Todo parece indicar también que las diferencias en cuanto a lo que se espera del proceso se mantendrán, o sea, Israel tratará en lo posible de mantener la mayor parte de las ventajas adquiridas y tratará de limitar en lo posible los costes de cualquier repliegue.

Por lo tanto, a partir de esta iniciativa, en la que se retoman tantos puntos parecidos a los adoptados en un modelo que ya fracasó, el de los Acuerdos de Oslo, quizás se repitan, a partir de las contradicciones que emanan de un primer análisis, también los elementos que lo harán fracasar de implementarse. En este sentido, el germen del fracaso pudiera estar asociado al desequilibrio que provocarían la falta de mediación externa imparcial, la ausencia de mecanismos reales para ejecutar los compromisos que se adopten y la inexistencia de verdaderas garantías el cumplimiento de los acuerdos por el aliado estratégico de Estados Unidos.

Todos estos elementos no son nuevos, sólo que pudiéramos estar nuevamente ante un nuevo ciclo de esperanza-decepción, el que pudiera estar presente de desarrollarse cualquier iniciativa que no tenga en cuenta el deseo de solucionar realmente la problemática palestina, sino el objetivo de reacomodar geoestratégicamente la zona para el logro del disfrute de los recursos de la región por parte de la superpotencia hegemónica y sus aliados incondicionales.

La fuente: la autora es investigadora del Centro de Estudios de Medio Oriente y Africa (CEAMO), de La Habana, Cuba.

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