La ratonera afgana
Los militares rusos que lucharon contra los mujahidines en los ochenta previenen a los norteamericanos contra un nuevo Vietnam. Nikolai Kovaliov, antiguo responsable del Servicio Federal de Seguridad ruso, advirtió que quizá no haya otro escenario bélico en el mundo con una geografía tan accidentada y agreste como la afgana. A su juicio, los bombardeos masivos no sirven para terminar con el terrorismo en un país como el gobernado por los talibanes, y que la alternativa de tropas de infantería tropezará con ingentes dificultades.
Rafael M. Mañueco
Los rusos, buenos conocedores de lo que es luchar en suelo afgano, se preguntan si los norteamericanos serán capaces de evitar la humillación que sufrió la extinta Unión Soviética tras una sangrienta y sucia guerra que duró diez años y provocó más de un millón de víctimas.
En el bando soviético, según fuentes oficiales, hubo 14.000 muertos y 50.000 heridos. Las tropas del Ejército Rojo entraron en Afganistán en diciembre de 1979 y salieron derrotadas en febrero de 1989.
Los ingleses, en el siglo XIX, tampoco pudieron resistir el desgaste de una contienda con ataques constantes sobre la retaguardia.
Nikolái Kovaliov, ex jefe del FSB (antiguo KGB) y uno de los responsables de la inteligencia soviética durante la guerra afgana, explicó en una entrevista concedida la semana pasada que “con bombardeos masivos no se acaba con el terrorismo ni se gana una guerra en un sitio como Afganistán”.
A juicio de Kovaliov, haría falta emplear fuerzas de infantería y ello comporta un alto riesgo de empantanarse en una larga campaña militar y sufrir numerosas bajas en las propias filas.
Un país agreste
El antiguo responsable del Servicio Federal de Seguridad ruso advirtió que quizá no hay otro escenario bélico en el mundo con una geografía tan accidentada y agreste como la afgana. Casi todo el país está cubierto de montañas y colinas horadadas por miles de cuevas y galerías. En esos escondrijos, recordó Kovaliov, “los mujahidines se ocultaban durante el día, y por la noche lanzaban ataques contra nuestras tropas”. Debido a la superioridad del Ejercito Rojo, los barbudos combatientes afganos no tenían más salida que recurrir a la guerra de guerrillas aprovechando los numerosos desfiladeros y gargantas que les ofrece el terreno.
Según Vladímir Kostiuchenko, presidente de una asociación de veteranos de Afganistán, los famélicos, pero feroces, mujahidines utilizaban una táctica de combate muy parecida a la que emplean hoy los separatistas chechenos.
Dotados nada más que con armas automáticas, lanzagranadas y morteros, y amparándose en el factor sorpresa, “los afganos nos golpeaban una y otra vez en nuestros campamentos o cuando nos trasladábamos de un lugar a otro a través de precarias carreteras”, relató Kostiuchenko.
Kovaliov pronosticó que, una vez que las tropas de infantería norteamericanas se encuentren en suelo afgano, “no van a tener contra qué o quién disparar”.
El antiguo jefe de los servicios secretos rusos asegura que “Afganistán, tras más de veinte años de guerra, tiene sus infraestructuras completamente destrozadas. No hay grandes bases militares, ni fábricas, ni puentes contra los que dirigir las bombas”.
Los centros de población son villorrios de adobe de aspecto medieval, y los talibanes han dejado vacías las bases de entrenamiento y los depósitos de municiones.
Viejos tanques
El único material pesado con el que cuentan son viejos tanques soviéticos T-55 y T-59 y unas cuantas piezas de artillería que han puesto ya a buen recaudo. También han escondido los pocos aviones de combate Mig y Sujói que abandonaron los soviéticos en su atropellada retirada, aunque saben que será lo primero que las fuerzas norteamericanas tratarán de destruir.
Lo más temible del arsenal de los talibanes, que cuentan con una fuerza de, aproximadamente, 50.000 hombres, son los misiles soviéticos Scud. Poseen también algún que otro cohete Stinger de fabricación norteamericana.
El ejército de los Estados Unidos tampoco podrá disponer de ninguna fuente local de provisiones, ni siquiera de agua, en la mayor parte del árido territorio de Afganistán, que viene sufriendo una sequía interminable y donde la inmensa mayoría de sus habitantes están subalimentados. Una gran superficie del país está, además, plagada de minas. De hecho, Afganistán es uno de los estados del mundo con mayor concentración de este tipo de armas en su territorio.
Kostiuchenko cree que, debido a que los afganos llevan décadas sin saber lo que es vivir en paz, están ya acostumbrados a soportar las calamidades que comporta una guerra, mientras que los soldados norteamericanos, bien alimentados y acostumbrados a las condiciones que ofrece el mundo civilizado, no lo están.
El veterano ruso insistió en su aviso a los norteamericanos y auguró que Afganistán puede representar para ellos un batacazo militar peor aún que el sufrido en Vietnam. La fuente: este artículo fue publicado previamente por El Diario Vasco (www.diariovasco.com).