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jueves, mayo 16, 2024

La memoria cauterizada

Opinion/IdeasLa memoria cauterizada

Ahora, cuando las vacaciones de Pesaj y la primavera florece, y también el miedo de atentados de venganza por el asesinato del líder de Hamas, es más fácil ver lo que resulta muy difícil argumentar a oídos de los israelíes todos los días del año, debido a la sacralización del ejército, debido a la costumbre de adjudicarle “a ellos” la culpa, sea cual fuese el orden de los acontecimientos, sea cual fuese la lógica que está detrás de ellos: los que determinan la política y los altos mandos del ejército no tienen interés, ni el más mínimo, en nuestra vida cotidiana. Son completamente ciegos no sólo ante el sufrimiento de los palestinos, sino también ante los intereses de la vida cotidiana, la vida sencilla y dura de los israelíes.

Por Ytzhak Laor

La memoria israelí tiene cualidades maravillosas. Puede portar la tumba bastante vieja de un jeque y denominarla la tumba de Otniel Ben Knaz (el primer juez de Israel tras la muerte de Joshúa), e incluso transformarla en una parcela de dispusta entre pueblos. Pero la misma memoria tiende a olvidar lo que ocurrió en Purim hace sólo diez años, y también lo que hubo hasta ese mismo Purim, es decir la tradición de Purim de Israel, en la que salían a las calles niños disfrazados, y a veces también se realizaban procesiones a las que llamaban Adelaida.

El carnaval ha sido cercenado. A la tradición de la fiesta de Purim nacida en los años ´30 en la Tel-Aviv laica la mató un norteamericano llamado Baruj Goldstein (1). La memoria israelí olvidó su relación con nuestro nuevo Purim, que incluye la “preparación especial de las fuerzas de seguridad”. Por un lado, estamos obligados a recordar que “total, ellos empezaron” y que la intromisión en “sus causas” es una “rendición ante el terrorismo”. Así ha sido olvidado Goldstein como responsable de la destrucción de la festividad que abre nuestra primavera.

Aún más, ese último Purim fue también el comienzo de la “tradición de los atentados masivos”. Y también esto estamos obligados a olvidar, como parte de la cultura de la memoria selectiva. Mediante ella debemos recordar que “hay extremistas en ambos lados”, pero “el ejército de Israel (Tzahal) no pertenece a ninguno de ellos”. Todos esos imperativos de la memoria, junto con otros, componen el sistema de argumentación del que el israelí se autoabastece para relacionarse con las penurias de la vida, que tal vez son pocas comparadas con las de los palestinos y, sin embargo, en lo que a los muertos concierne, los porcentajes de muerte siempre son cien.

Ahora, cuando las vacaciones de Pesaj y la primavera candente que florecen a lo largo del país se transforman en un cierre voluntario debido al miedo de atentados de venganza por el asesinato del líder del Hamas, es más fácil ver lo que resulta muy difícil argumentar a oídos de los israelíes todos los días del año, debido a la sacralización del ejército, debido a la costumbre de adjudicarle “a ellos” la culpa, sea cual fuese el orden de los acontecimientos, sea cual fuese la lógica que está detrás de ellos: los que determinan la política y los altos mandos del ejército no tienen interés, ni el más mínimo, en nuestra vida cotidiana. Son completamente ciegos no sólo ante el sufrimiento de los palestinos, sino también ante los intereses de la vida cotidiana, la vida sencilla y dura de los israelíes.

Horas antes del asesinato de Ahmed Yassin se nos anunció por parte de una fuente oficial que es recomendable no viajar a Estambul o a Eilat en Pesaj. Tanto si fue una preparación ante el asesinato de Yassin como si fue una coincidencia, ahora sabemos que también es peligroso salir a disfrutar del contacto con la naturaleza, como lo hace la gente sencilla. Y quizás también lo sea en el futuro, el día del aniversario del asesinato de Yassin. Porque el común denominador entre la derecha colonizadora y el ejército es la creencia en el “destino judío”: total, todo será lo mismo, siempre, y qué importa si lo matamos ahora o después, y qué importa si lo matamos a él o a otro, y qué importa si su asesinato no tiene beneficio militar alguno. Aquí reside el común denominador entre los colonos y el ejército: una vida de enrolamiento diario de cuyo servicio libera sólo la muerte. Total, no hay vida privada.

De todos modos, es un error pensar que no hay ninguna lógica militar detrás de este asesinato. Yassin es un símbolo. Por el asesinato de un símbolo reaccionan (en ambos bandos) con el asesinato masivo. De manera que, como respuesta a la respuesta, vendrá otra respuesta. Como respuesta al terrorismo, que será una respuesta al asesinato de Yassin, será posible atacar en la Franja de Gaza de una forma que antes no era posible, no porque Yassin estaba vivo, sino debido a que la operación rodante (2) aún no ha rodado lo suficientemente profundo al interior de la sangre. Y ya se ha comprobado que, bajo la tutela de las imágenes de horror de los atentados contra nosotros -es decir, de los que viajan en ómnibus o van al mercado o al trabajo-, el ejército puede realizar más asaltos sangrientos. La desconexión de Gaza, cualquiera fuese su naturaleza real, significa de hecho más y más muerte. Ninguna dirección de alguna institución económica que dirige sus asuntos de la forma en que el sistema de seguridad dirige nuestros asuntos habría quedado en pie. Pero el ejército queda fuera del terreno de la crítica. La cauterización de los cerebros de los palestinos, la misma famosa estrategia formulada por el comandante en jefe del ejército, borra también algo de nuestros propios cerebros.

Notas del traductor: (1) Baruj Goldstein: colono de un asentamiento judío en Cisjordania que realizó la matanza de fieles musulmanes en la mezquita de Hebrón, en 1994. (2) Nombre con que se llama en el lenguaje militar a la actual fase del accionar del ejército en Gaza y Cisjordania.

La fuente: El autor es poeta y escritor. Esta columna fue publicada en el diario Haaretz el 25 de marzo del 2004. La traducción del hebreo pertenece a Sergio Rotbart para elcorresponsal.com.

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