Una escritora desencantada con el relato sionista
La activista israelí Susan Nathan, quien fue una ferviente defensora del hogar nacional judío, ahora vive en una aldea árabe y defiende con el mismo entusiasmo la causa palestina. En esta entrevista que le concedió al diario irlandés Irish Times explica las razones de ese cambio radical. Por Deaglan de Breadun La más ajustada descripción de Susan Nathan viene de ella misma: “soy coherente entre lo que digo y lo que hago.” Ella es la única judía entre 25.000 árabes en el pueblo israelí de Tamra (en el Norte) y ha hecho propia la causa de los palestinos que decidieron permanecer dentro de las fronteras de Israel después de que el estado fue creado, en 1948. Aún sus críticos más severos no podrían decir que ella ha escogido un camino sencillo. Muchos amigos e inclusive familiares se oponen a sus ideas -dice-, pero ella está firme en su controvertida afirmación de que los palestinos en Israel son víctimas de discriminación y maltrato al estilo del apartheid (el régimen de segregación racial en Sudáfrica). Acaba de escribir un libro para contar su historia y defender sus principios, The Other Side of Israel: My Journey Across the Jewish-Arab Divide (El otro lado de Israel: mi recorrido judío-árabe). El estilo de la escritura es directo y simple: ella quiso evitar que el hombre común pudiera leerlo y decir que no lo había entendido. Personalmente, Nathan también es directa. Para ella, el problema es simple: judíos como ella tomaron la tierra de los palestinos, que desde entonces han estado siendo oprimidos duramente y tratados como ciudadadanos de segunda clase. Ella llegó a esa conclusión cuando ya tenía 50 años, habiendo sido hasta entonces una ardiente sionista de toda la vida. Le tomó un largo tiempo llegar a esa conclusión, pero ahora no tiene vacilaciones. Nathan dice que inicialmente a ella le lavaron el cerebro y la enamoraron de la narrativa sionista. Muy pocas personas no judías entendieron el poder de la propaganda sionista. “Uno está educado para creer que está fuera de la sociedad, que será perseguido por siempre y que Israel es su asilo seguro… Es como ser parte de un culto.” La reivindicación sionista de que Israel existe para la salvación de los judíos en caso de otro Holocausto fue “un uso muy cínico de los miedos de la gente y del Holocausto.” Ella es la hija de un médico de la calle Harley. Su padre, Samuel Levy, estudió en Sudáfrica y en el Trinity College de Dublín a fines de los años 20 y comienzos del 30. “Él se pasaba el viernes por la noche y todo el sábado con la familia de Chaim Herzog [el futuro presidente de Israel, cuyo padre era el rabino jefe de Irlanda].” La familia llegó a Irlanda desde el Báltico. Huyendo de los pogroms antisemitas, la familia escapó de Odessa por el Mar Negro. Los relatos familiares afirman que ellos querían ir a Hamburgo, pero las naves estaban atestadas y entonces decidieron tomar rumbo a Sudáfrica. “Y así es como escapamos del Holocausto.” Nacida en 1949, creció entre Sudáfrica e Inglaterra. Se casó, crió a una familia y se divorció cuando tenía 50 años. Inicialmente ella era una partidaria ferviente del estado de Israel. Habiendo trabajado como maestra y terapeuta de portadores de HIV, Nathan decidió concretar su sueño sionista de toda la vida y emigrar a Israel. “Pude hacerlo por la ley de Derecho de Retorno”, dice. Bajo la ley israelí, cualquiera con un abuelo judío puede emigrar a Israel y obtener la ciudadanía. “Fue un maravilloso regreso al hogar. Creía en los postulados sionistas. Realmente creía que ésta era una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra. Los palestinos no estaban en el mapa para mí.” Ella obtuvo un “muy buen trabajo” para enseñar inglés de negocios en Tel Aviv. Al poco tiempo de su llegada, a fines del 2000, irrumpió la última Intifada. Ella vio “los logros maravillosos de nuestras fuerzas” que fueron exaltados por la televisión israelí. “Yo realmente compartía ese entusiasmo”, dice. Pero entonces cayó muy enferma y tuvo que ser hospitalizada y esto la puso en contacto cotidiano con palestinos. Ella empezó a preguntarse cuál era su lugar en esa sociedad. Se involucró con una ONG palestino-israelí que trabaja con sectores desposeídos y se sumó a un proyecto en Tamra. “Empecé a entender allí las enormes similitudes entre la comunidad árabe-israelita y la comunidad negra durante los años del apartheid en Sudáfrica”. No es que Israel haya adoptado medidas tales como establecer retretes separados para árabes e israelíes a la manera en que existían en Sudáfrica para negros y blancos. “En Israel es más sofisticado que esto, porque la segregación está disimulada. Es muy importante para Israel ser visto como un país democrático, occidental, aceptado por los Estados Unidos y Europa”. Pero ella sostiene que “la sociedad israelí en su situación actual realmente se asemeja a una media democracia, una democracia sólo para los judíos.”
La versión que da Nathan de ls historia de Israel no encontraría adeptos en los círculos sionistas: “La mayor forma de discriminación proviene de la confiscación y apropiación de tierra árabe. Todo el Estado de Israel está construido en tierra palestina. Entre 480 y 500 pueblos fueron totalmente destruidos durante la guerra de independencia israelí en 1948. Y esta discriminación y desposeimiento siguen.
“Israel es el único país en el mundo donde uno puede ser un eterno refugiado, donde uno puede estar presente pero ausente al mismo tiempo por la ley de propiedad, privándose del derecho de retorno a su propiedad y su tierra, aunque posea los documentos de esa propiedad y esa tierra, y no haya sido compensado. Es espantoso. “Una vez que yo vi las similitudes con Sudáfrica, decidí que no podía permanecer callada”. Nathan, entonces, resolvió ir a vivir entre los árabes de Israel y “ayudar a activar el cambio.”
Ella rechaza vigorosamente las acusaciones de antisemita o de profesar el autoodio al judío. “Uno no se convierte en anti-británico si critica las políticas del gobierno británico”. Este tipo de acusaciones es “simplemente una táctica política bastante sucia”. Pero ella sabe que debe pagar un precio por haber tomado esta posición. “Todo en la vida lo tiene.” Recordando una frase del desaparecido Edward Said, dice: Lo que yo hago con mi vida es la política del compromiso.” Con la percepción de que pronto habrá otra Intifada, agrega: “Israel debería haber sido el lugar más seguro en el mundo para los judíos… Ahora, irónicamente, ha resultado ser el más peligroso.” El “sueño personal” de Nathan es que Israel sea finalmente un estado binacional.
Su simpatía para los palestinos es categórica y ella reprende con disgusto a un miembro del público en Dublín que le preguntó sobre los derechos de homosexuales y lesbianas en los Territorios Palestinos. La pregunta es “increíblemente ofensiva”, dijo, y descalificó la presunta “superioridad moral de Occidente.” “Hasta donde yo sé, usted no es musulmán, ni vive en el mundo musulmán. El mundo árabe es absolutamente capaz de tratar estos temas en su propio tiempo y a su manera.” Después, yo sostuve que mucha gente considera los derechos de los homosexuales como derechos humanos universales. Por qué, entonces, un extranjero no puede reivindicarlos. “Yo pienso que las personas de otras culturas no deben interferir.”
En cuanto a los atacantes suicidas, ella dice: “No loo perdono. No digo que tengan razón. Pero creo que debemos preguntarnos por qué ocurre, por qué se da este fenómeno”. Cuando yo le repliqué que los irlandeses estuvieron oprimidos y no apelaron a los atentados suicidas, ella respondió: “Sí, ¿pero usted tenía todo el ejército en su contra? ¿Usted tenía aviones de combate bombardeando su casa? ¿A usted le demolieron su casa con su familia adentro? ¿Usted sufrió 40 años de ocupación brutal para que luego le ofrecieran un proceso de paz artificial? ¿A usted le pasaba esto?
La fuente: Irish Times (Irlanda). La traducción del inglés pertenece a Sam More para elcorresponsal.com.