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sábado, mayo 18, 2024

¿Una hoja de rutas moral?

Opinion/Ideas¿Una hoja de rutas moral?

¿Una hoja de rutas moral?

El encumbramiento en el Laborismo de Amir Peretz y el abandono por parte de Sharon del partido que él mismo ayudó a fundar marcan un nuevo panorama político en Israel. Para el autor, director del Centro de Estudios Políticos Maqdis, de Gaza, la elección del nuevo liderazgo laborista tal vez sea un indicio de que los israelíes están empezando abandonar la idea que les forjó Sharon acerca de que no hay ningún interlocutor palestino con el que avanzar hacia la paz. Por Samir Ghattas

Partido Bancas actuales Bancas s/encuesta Likud (con Netanyahu, Mofaz o Shalom) 40 18-22 Kadima (Sharon) 28-32 Laborismo (Peretz) 22 28 Shinui 15 6 Shas 11 9 Unión Nacional 6 6 Yisrael Beitenu 3 5 Mafdal 4 4 Yajad – Meretz 6 6 Judaísmo Unido de la Torah 5 5 Partidos árabes 8 8

Con las recientes elecciones internas del Laborismo, Israel ha entrado en un verdadero cisma político. Aunque los comicios fueron internos, es previsible que sus repercusiones vayan más allá de la política doméstica israelí. Los comicios concluyeron con la salida del laborismo del veterano dirigente Shimon Peres, quien fue reemplazado en su conducción por Amir Peretz, líder de la Histradut (la central obrera israelí). Peretz, que nació en Marruecos, es el primer judío sefaradí que asume la dirección del Partido Laborista. El Laborismo, una prolongación del Mapai, fundado en 1930, tuvo el monopolio del poder en las posiciones centrales del ejecutivo, la legislatura y la agencia judía desde la creación del Estado hasta su derrota por el Likud, en 1977. Desde entonces ha podido volver al poder en dos oportunidades: una con Yitzhak Rabin en 1992 y luego con la conducción de Ehud Barak, en 1999. Ambos gobiernos resultaron efímeros. En 1994, el candidato laborista, Shimon Peres, fue derrotado por Benjamin Netanyahu, y en 2001 Barak fue derrotado por Ariel Sharon. El Laborismo sufrió otra derrota cuando el general Amram Mitsna perdió las elecciones frente a Sharon, en 2003. Actualmente, el laborismo sólo conserva 19 asientos en la Knesset (Parlamento unicameral, de 120 escaños), el número más bajo en la historia del partido. La estrategia de Peres desde el acceso de Sharon al poder y hasta las elecciones recientes fue instalar su partido en el gobierno como socio menor del Likud. Muchos en Israel creen que siguiendo esta política de Peres de aferrarse al furgón de cola del Likud no ha hecho otra cosa que llevar el partido a la bancarrota política. Éste fue uno de los factores primarios que facilitaron el meteórico ascenso interno de Peretz, que basó su desafío contra el jefe del Laborismo en tres puntos: la necesidad de romper la unión con el Likud y reestablecer el partido como una alternativa a la derecha israelí, la necesidad de promover una política social y económica más favorable a los sectores menos favorecidos y la necesidad de trabajar con los palestinos para ponerle punto final a la ocupación y alcanzar una paz permanente. La dirección del Laborismo, que ha sido descripta en la prensa israelí como un nido de serpientes, no tomó en serio la amenaza creciente que se avecinaba. Ciertamente, la élite del partido debe de haber sentido que nunca podría ser desalojada por un sindicalista árabe sin estudios universitarios, que nunca en su vida escribió un artículo para la prensa y que ni siquiera tenía pasado militar. Amir Peretz, para su parte, nunca intentó ocultar sus orígenes humildes. Él evoca que cuando llegó en Israel con su familia a los 4 años funcionarios de la aduana los rociaron con DDT. Como muchas otras familias sefaradíes, la suya se estableció en Sderot, un remoto pueblo de inmigrantes cercano a la frontera con Gaza. Peretz entró en la política local en 1983, a los 31 años, cuando fue elegido alcalde de Sderot. En la Histadrut, tuvo una destacada carrera que le permitió presidir la federación en 1995. Elegido diputado en 1988 por el Laborismo, muy pronto formó una facción disidente -Una Nación- que logró tres bancas en la Knésset. Este año regresó al regazo del Laborismo dispuesto a confrontar con Peres y, sorpresivamente, ganó la dirección del partido que alguna vez tuvieron políticos de la talla de David Ben-Gurion, Levi Eshkol, Golda Meir y Yitzhak Rabin. El ascenso de Peretz revela un gran cambio en el humor político de Israel. Sugiere que el electorado israelí ha recobrado parte de su confianza perdida en el Partido Laborista. Este cambio se evidencia por una reciente encuesta de opinión. Según el estudio, el Laborismo en manos de Peretz ganaría cinco bancas adicionales en la Knésset si las elecciones parlamentarias hubieran ocurrido cuando el Likud todavía estaba bajo la dirección de Sharon. Un resultado más sorprendente de la encuesta indica que si el Likud queda en manos de Netanyahu ambos partidos recibirían igual cantidad de parlamentarios. Pero no sólo habría un Partido Laborista más fuerte con Peretz, en desmedro del Likud, sino que también recibiría apoyo de votantes del Shinui, conducido por Tommy Labid, y del Shas, que representa a los judíos sefaradíes religiosos. Envalentonado por el desencanto con el que la elite laborista recibió su victoria, Peretz no vaciló en resolver la salida del Laborismo de su alianza de gobierno con el Likud. Con igual determinación exigió a Sharon el adelantamiento de las elecciones generales a fines de febrero o principios de marzo, que Sharon, por su parte, aceptó de buena gana. Por consiguiente, esta próxima primavera (boreal) debe traer un cambio profundo en el mapa político israelí. Al respeto, se preveían en principio tres escenarios. Si el Likud se unía detrás de Sharon en las elecciones venideras, podía haber retenido alrededor de los 40 asientos que conserva en el Parlamento. No era esperable que Sharon estuviera absolutamente cómodo en este escenario. De la mano de su victoria,también habría encumbrado en el poder a sus rivales y antagonistas dentro del Likud, los mismos que obstruyeron y minaron su actual gestión y quecontinuarían haciéndole la vida imposible en su gestión futura. Por otro lado, encontraría casi imposible formar un gobierno de unidad. Con el Laborismo sin voluntad de formar parte de él, debería atraer al Shinui y al Shas, con los que conserva una larga animosidad. Alternativamente, si él buscara apoyo en sectores más extremos como los partidos religiosos Unión Nacional, Mifdal y Judaísmo Unido de la Torah, tendría las manos atadas para determinadas políticas centrales. Quizás la única esperanza que tendría en este escenario sería que el Laborismo no ganara más de 20 bancas parlamentarias, en cuyo caso Peretz correría la misma suerte que Mitzna en las elecciones del 2003: sería expulsado. El segundo escenario hubiera sido que el Likud expulsara de sus filas a Sharon y eligiera a un nuevo líder, como Netanyahu o Silvan Shalom, y formara una coalición con otros partidos de la derecha. Este escenario presumía que Sharon no formaría un partido propio y entonces el número de asientos parlamentarios controlados por los otras partidos de derecha subiría de 18 a 23. El tercer, y más creíble, escenario era que Sharon dejara el Likud y formara un nuevo partido político, tomando algunas figuras de Likud y atrayendo a dirigentes de otros partidos. La oficina de Sharon regateó la información a los efectos de que no trascendieran los procedimientos legales para el establecimiento de ese partido, que ya estaban en marcha el 19 octubre. Ciertamente, como partido centrista barrería en las elecciones, sobre todo considerando el desorden en que el Likud quedaría tras su salida. De hecho, en un gesto absolutamente inesperado, Sharon contestó al golpe de Amir Peretz con el propio: la creación de su propio. El lunes 21 de noviembre, Sharon renunció al Likud que él había ayudado fundar en 1973, y declaró su intención de disputar la próxima elección, prevista para marzo de 2006, a la cabeza de un nuevo partido político que quedaría a la izquierda de Likud y a la derecha del Laborismo. En una semana, Israel ha dado testimonio de dos fuertes golpes políticos, y el país está sosteniendo su respiración para la próxima confrontación entre Sharon y Peretz. Aunque es demasiado temprano para hablar de una plataforma concreta, el manifiesto del nuevo líder del Laborismo indica que quiere reunir al electorado detrás de dos políticas claras: un programa socioeconómico que atienda las preocupaciones de los menos favorecidos y el retorno al proceso de paz. Él reveló su pensamiento sobre el último tema en un discurso ante una muchedumbre de 200.000 personas durante una reunión conmemorativa del 10 aniversario del asesinato de Rabin. Él dijo: “Si nosotros hubiéramos salido de los territorios ocupados y detenido la violencia que venía de allí, habríamos tenido la violencia entre nosotros. La ocupación continuada en los territorios es una receta por ahogarse en el fango de los valores perdidos de Israel. Nosotros necesitamos una hoja de rutas moral. Terminar la ocupación y alcanzar un acuerdo definitivo es sinónimo de proteger los valores humanos”. Él expresó su convicción de que “el camino de Oslo está vivo” y que en ese proceso reside el futuro de “Israel y la esperanza”. “Yo sueño – continuó- con que un día entre Sderot en Israel y Beit Haroun en Gaza habrá una zona industrial, recursos y patios de recreo donde nuestros niños y los niños palestinos pueden jugar juntos y puedan construir un futuro común. En ese día, yo podré decirle a Rabin que “puede descansar en paz. Usted fue asesinado, pero ganó” Aunque los críticos se burlaron del tono quijotesco de su discurso, Peretz subió la apuesta. Cuando se le preguntó cómo él pensaba expresar a Bush sus ideas con un inglés sencillo para que lo entendiera, contestó que él se ahorraría el precio de un boleto a Washington dado que no tenía que encontrarse con Bush para hablar sobre la paz sino con Abu Mazen. Peretz llegó más allá al sorprender a su público con el anuncio de que si resultaba elegido como primer ministro incluiría en su gobierno a representantes del algún partido árabe representativo de los palestinos de 1948. Ningún otro líder israelí ha hecho explícita una posición semejante. La derecha israelí ya está juntando munición gruesa contra Peretz. Lo están describiendo como el último exponente de las ideas bolcheviques y asegurando que pondrá la seguridad de Israel en riesgo al ofrecer concesiones territoriales con la ilusión de alcanzar un acuerdo de paz con los palestinos. Aunque esta campaña es vehemente, es difícil de predecir cómo reaccionará la opinión pública israelí. Quizás la elección de Peretz como jefe del Laborismo sea un indicio de que los israelíes están empezando a abandonar la idea que les forjó Sharon acerca de que no hay ningún interlocutor palestino con quien tratar. Las perspectivas de Peretz también estarán determinadas por cómo se manejen los palestinos. Si recurren a los atentados suicidas, jugarán en favor de Sharon y convertirán el sueño de Peretz en una pesadilla. La fuente: el autor es director del Centro Maqdis de Estudios Políticos de Gaza. Su artículo fue publicado en el diario egipcio Al Ahram. La traducción del inglés pertenece a Ayelén López paraelcorresponsal.com

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