Suha Arafat, la esposa del histórico dirigente palestino, ha tenido siempre a los ojos de la sociedad palestina una imagen controvertida. Durante la agonía de Arafat ha vuelto a quedar de manifiesto con sus duras críticas hacia el equipo de Gobierno del ‘rais’.
“Madame Susu”, como la conocen los palestinos, nació en el seno de una rica familia cristiana hace 41 años y recibió una educación francesa. Su madre, Raymonda Tawil, era íntima amiga del líder palestino mientras estudiaba en la Sorbona y Suha se reencontró con él, ya bastante envejecido, hace 20 años.
Entonces, Yasser Arafat le pidió que se ocupara de las relaciones públicas de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) mientras se encontraba en el exilio en Túnez. Poco después se convirtió en su asesora económica y en 1990 se casaron en secreto.
Su única hija, Zahwa, de nueve años, nació en una clínica de París, pero a partir de entonces su vida conyugal fue prácticamente nula. Pero su separación, ella en París, entre algodones, él en la Muqata, entre miserias, no se veía con malos ojos. Se ha escrito que parte del secreto para que el matrimonio Arafat haya funcionado es que se ven poco.
Sus hábitos de vida establecen diferencias abismales entre ambos: la pasión por los vestidos de marca de Suha, los coches caros y los viajes frente al eterno uniforme militar de su marido, su modo de vida austera y su obsesión por la política.
La esposa de Arafat adora el lujo y no tuvo reparos en confesarlo hace un tiempo a un diario egipcio, donde se quejó abiertamente de que su marido no le había regalado jamás una joya y que llevaba un vida de soltera. “Cuando me quejaba de que me tenía descuidada, me ofrecía símbolos de la revolución palestina”, contaba Suha en una de sus escasas entrevistas.
Por no perjudicar la imagen de su marido, después matizó estas declaraciones ensalzando su figura como padre y marido. “Siempre cantaba ‘Frère Jacques’, la única canción francesa que conocía, a nuestra hija”, relataba. Consciente de que se había casado con un mito, Suha, convertida al islam, siempre se mantuvo fiel al sueño de Yaser Arafat de construir un Estado palestino. Incluso llegó a afirmar, respaldando los atentados suicidas, que su ‘máximo honor’ habría sido ‘sacrificar’ un hijo a la causa palestina.
La esposa de Arafat es una gran desconocida para el pueblo palestino. Desde que comenzó la última Intifada, en 2000, Suha, residente en Francia, no ha vuelto a pisar su territorio, lo que ha sido objeto de críticas y más aún cuando su marido ha estado recluido durante dos años en la Muqata, lo que agravó su estado de salud.
El ‘rais,’ siempre ha salido en su defensa afirmado que en cuanto se lo pidiese, su esposa regresaría a su lado. Y eso a pesar de que Suha le ha hecho sentirse avergonzado en numerosas ocasiones. Es el caso del día que delante de Hillary Clinton acusó a Israel de haber aumentado la tasa de cáncer en los territorios palestinos, lo que obligó a Arafat a enviar a un funcionario para presentar disculpas ante Washington.
Ahora, Suha vuelve al ojo del huracán con declaraciones aún más graves atacando a los máximos dirigentes palestinos que se proponían a visitar a su marido agonizante en París. Su esposa, que se encuentra al lado de su marido desde su llegada al hospital militar de Percy, los ha acusado de “querer enterrarlo vivo” para “heredar el poder”.
Algunas fuentes suponen que detrás de este inusitado ataque en defensa de su marido, al que no ha visto en los últimos cuatro años, está la aspiración de Suha para rescatar de depósitos bancarios a nombre de Arafat una cantidad de 900 millones de dólares.
La fuente: Diario El Mundo (España)