Abdul Haq, corpulento líder pastún nacido en 1958, fue uno de los más aguerridos combatientes en la lucha afgana contra la ocupación soviética. Amistoso y con cuerpo atlético y barba gris, era considerado un musulmán moderado.
Interrumpía sus palabras con risas, pero rápidamente se volvía serio cuando discutía el futuro del país por el que había luchado desde su adolescencia.
Vivía en la ciudad fronteriza paquistaní de Peshawar y se hizo famoso por sus ataques con cohetes contra los arsenales de armas ligeras del gobierno pro soviético y por los sabotajes contra plantas y tendidos eléctricos, que con frecuencia sumieron a la capital afgana en la oscuridad.
Tras los atentados del 11 de septiembre contra Estados Unidos, Haq lideró un intentó de persuadir a los pashtún, principal grupo étnico de Afganistán, para que retiraran su apoyo a los talibanes y respaldasen a los exiliados que propiciaban el regreso del depuesto rey.
Tras la retirada de las tropas soviéticas, se ganó el respeto al rechazar unirse a la corrupción y las riñas que caracterizaron el gobierno mujahidín.
Su prestigio y compromiso con la patria lo llevaron a regresar a Peshawar, un pueblo con dolorosos recuerdos para él, pues su esposa, su hijo de 11 años y uno de sus escoltas fueron asesinados allí en 1999, presuntamente por agentes talibanes.
Cuando los talibanes tomaron el poder, en 1996, Haq se exilió en Londres. Allí dirigió hasta un mes antes de su muerte una empresa de importación y exportación.
El 21 de octubre de 2001, regresó a Afganistán, al parecer para recabar apoyo contra el régimen de Kabul. Viajaba con siete acompañantes cuando fue capturado en Azra, en la provincia de Logar, unos 30 kilómetros al oeste de la frontera noroeste de Pakistán. Fue ejecutado por los talibanes el 25 de octubre de 2001.