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domingo, mayo 19, 2024

Mahfuz, Naguib

BiografíasMahfuz, Naguib

El escritor Naguib Mahfuz, único en lengua árabe que ganó el Premio Nobel de Literatura, retrató en su obra la convivencia entre tradición y modernidad en el convulsionado Egipto del siglo XX.

Uno de los intelectuales más destacados del mundo árabe, considerado “la conciencia literaria de Egipto”, Mahfuz fue un escritor prolífico, cuya obra abarcó unas 40 novelas, cuentos, ensayos, artículos periodísticos, guiones cinematográficos y obras de teatro, que continuó produciendo hasta sus últimos días. Casi ciego, en 2005 publicó su última obra, “El séptimo cielo” -una colección de relatos-, y continuaba escribiendo sus columnas sobre temas políticos y literarios en el periódico Al Ahram, que dictaba a su colaborador Mohammed Salmawi.

En 1988, cuando Mahfuz llevaba ya décadas de trabajo reconocido en su país, la Academia Sueca le otorgó el máximo galardón de las letras “por haber elaborado un arte novelístico árabe con validez universal”. El Premio Nobel abrió las puertas de Occidente a la difusión en mayor escala de su literatura, que sin embargo se publicó desordenadamente, con títulos diversos en muchas lenguas y en distintas versiones.

En sus libros, que recorrieron sucesivamente la novela histórica, el realismo social y el tono existencialista, ambientadas mayormente en la cotidianidad de los barrios de El Cairo, Mahfuz supo describir las consecuencias cotidianas de la modernización de Egipto, a la vez que reflejó los vaivenes políticos e históricos que la acompañaron y los combinó con la reflexión universal sobre el paso del tiempo, el amor y la muerte.

Mahfuz, que casi no dejó su país mientras vivió, pasó sus últimos años recluido, tras sobrevivir a un atentado en 1994, cuando un joven integrista lo apuñaló “por sus blasfemias”. Las heridas afectaron su brazo derecho y dañaron seriamente su posibilidad de escribir. “Están intentando extinguir la luz de la razón y el pensamiento”, señaló el escritor poco después del ataque.

Comprometido políticamente, Mahfuz abogó siempre por la tolerancia religiosa y la moderación. Entre 1949 y 1956 dejó de escribir mientras observaba los cambios en el país: la caída de la monarquía, el fin del régimen británico y el alzamiento militar de Nasser, cuyo régimen criticó abiertamente cuando pocos se animaban a mostrarse en desacuerdo.

En 1959, la aparición por entregas en un periódico de su novela “Los niños de Medina” -una alegoría de varios profetas que, según el islam, incluyen a Jesús, Moisés y Mahoma- hizo que las autoridades religiosas prohibieran su publicación como libro. La obra apareció finalmente en el Líbano.

Fue uno de los pocos intelectuales egipcios que aprobaron los acuerdos de paz con Israel en 1979, al tiempo que se declaró solidario con los palestinos, a cuya causa entregó un cuarto del dinero que recibió como ganador del Nobel. Por sus posiciones sobre Israel, sin embargo, su obra fue prohibida en muchos países árabes. Estaba casado y tenía dos hijos.

Proyectos literarios

Mahfuz nació en 1911 en El Cairo, el séptimo hijo de una familia de la pequeña burguesía. Su padre era funcionario estatal y él siguió ese camino, que corrió por años paralelo al de la literatura: entre 1939 y 1971 se desempeñó en el Ministerio de Asuntos Islámicos, la Fundación de Apoyo a la Cinematografía y el Ministerio de Cultura, entre otras dependencias.

Tras estudiar filosofía en la universidad y graduarse a los 23 años, Mahfuz publicó su primera novela en 1939, a la que siguieron diez novelas históricas. Su proyecto literario original era cubrir la historia entera de Egipto en una serie de libros. Sin embargo, lo abandonó para dedicarse a retratar el impacto psicológico del cambio social en la vida cotidiana de la gente de su país. Durante los años 50 y 60 produjo su obra más reconocida, en particular su “Trilogía de El Cairo”, de unas 1500 páginas, escrita entre 1956 y 1957. “Camino al palacio”, “El palacio del deseo” y “Calles de azúcar” recorren la vida de una familia burguesa de El Cairo entre 1917 y 1944.

En sus páginas, como en las de “Charla por el Nilo” (1966) y “Miramar” (1967), circulan la cotidianidad de los cairotas, el escenario político que los rodea y los cuestionamientos religiosos que impregnan sus vidas. Otras de sus obras fueron “El amor bajo la lluvia” (1973), “Noches y días árabes” (1981) y “Akhenatón, el rey hereje” (1985).

A partir de los años 60 y 70, Mahfuz comenzó a construir sus novelas apelando a recursos nuevos, como el monólogo interior, la variación de los puntos de vista y los subtextos inspirados en la narrativa árabe tradicional.

Casi la mitad de su producción fue llevada al cine, en películas que circularon sobre todo en el mundo árabe. Sobre una novela suya, por ejemplo, se realizó el guión de “El callejón de los milagros”, adoptada a la cotidianidad de México y filmada en 1995.

Unión con Occidente

La aparición de cada una de sus obras se vivía como un acontecimiento en Egipto, donde su palabra de intelectual era buscada y reconocida. “Es el último de los pioneros, el último egipcio que hizo coincidir a Orienta y Occidente”, dijo ayer su amigo y biógrafo Raymond Stock. “Luego de la Trilogía, muchos críticos literarios consideraron que su estilo se asemejaba al de los novelistas del siglo XIX, pero creo que superó a muchos novelistas occidentales”, opinó.

Por su parte, el presidente egipcio, Hosni Mubarak, lo elogió como un gran escritor que siempre apostó por la tolerancia y subrayó que “hizo reconocer a la cultura y la literatura árabes en el mundo”.

“Vino al mundo únicamente para escribir. Tenía una capacidad increíble para crear, y creó toda su vida”, dijo el escritor egipcio Yusef al Quaid.

Pero fue el escritor y crítico Edward Said quien, en 2001, mejor sintetizó el poder de la prosa del egipcio: “Como sus personajes, que se describen siempre en cuanto aparecen, Mahfuz viene directo al lector, lo sumerge en un flujo narrativo denso y lo deja nadar en él mientras dirige las corrientes y las olas de las vidas de sus personajes, la historia egipcia, los líderes políticos y las vidas familiares con extraordinaria habilidad. Realismo, sí, pero algo más también: una visión que aspira a una mirada totalizadora”.

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