El aumento de la deuda externa y la presión de los programas de ajuste impuestos por las organizaciones financieras internacionales, sumados a las convulsiones políticas y los conflictos bélicos, ha llevado a muchos gobiernos africanos a dilapidar su riqueza forestal para obtener con rapidez fondos para paliar sus crisis. En esa vorágine depredadora, cada año se pierden más de 4 millones de hectáreas de bosques.
Por Lila López
La organización ecologista Greenpeace ha logrado frustrar en parte la comercialización en Europa de madera extraída ilegalmente de bosques tropicales africanos, merced a una vigorosa campaña pública, centrada fundamentalmente en España, el primer mercado europeo de madera aserrada procedente del continente negro.Las importaciones españolas de madera tropical desde Africa suponen el 85% del total de las importaciones de este tipo de madera. Entre ellas se destaca especialmente el sapelli, una madera muy utilizada en carpintería de interior. España importa el 86% de la madera tropical que consume, fundamentalmente de Camerún, Costa de Marfil, Guinea Ecuatorial, República Centroafricana, República del Congo, Ghana, Liberia y Nigeria. Estos países gestionan sus recursos forestales de manera nada sostenible para, además, pagar una deuda externa cuyo origen está en la compra de armamento o en el enriquecimiento personal de sus líderes. Estos estados se encuentran entre los 50 países más pobres del planeta, naciones cuyo servicio de la deuda externa supera sus ingresos y PBI. Cada año se pierden más de 4 millones de hectáreasEntre 1990 y 1995, Africa perdía 3,7 millones de hectáreas de bosques anualmente, una cifra que lejos de disminuir ha estado aumentando en el último quinquenio. Recientemente la organización ecologista WWF ha establecido una pérdida anual de 4,1 millones de hectáreas deforestadas en este continente. La segunda región de bosque tropical más grande del mundo, la Cuenca del Congo, se deforesta a razón del 0,7% de su superficie por año. La mayoría de los países de Africa Occidental (Liberia, Costa de Marfil, Ghana y Nigeria) estaban cubiertos por una selva que se extendía de la costa hacia el interior, pero ahora sólo quedan vestigios de esas selvas. En 1990 se estimaba que sólo quedaba el 12% de la selva original de África Occidental, pero ahora se calcula que esa cifra bajó al 10%. En el periodo 1990-1995 esta región ha perdido 2,5 millones de hectáreas. Las tasas anuales de deforestación en Africa Occidental están entre las más altas del mundo, aunque el ritmo de este fenómeno se ha visto frenado. Desde la década de los 80 la tasa de deforestación ha pasado del 2,1% al 1%. Actualmente Africa sólo produce el 8% del total de madera tropical mundial, aunque posee aproximadamente la quinta parte de las selvas tropicales que quedan en el mundo. Esta situación ha convertido al continente africano en un objetivo prioritario para las empresas e importadores de madera tropical durante la década de los 90.Una de las amenazas más evidentes para las selvas tropicales de Africa es la proliferación de la agricultura y la necesidad de nuevos terrenos agrícolas por parte de la población. El argumento es verídico, pero es a menudo utilizado por el sector forestal industrial para ocultar su responsabilidad en la deforestación. Tradicionalmente, la explotación selectiva de la selva se centraba en pocas especies y con una intensidad que podía ser de un tronco por hectárea. Este sistema selectivo de tala implica también la apertura de zonas inmensas de la selva para una producción bastante pequeña de madera. Con la entrada de las grandes empresas asiáticas, la utilización de toda la madera, incluidos los troncos pequeños, para la fabricación de tableros de aglomerado, se ha dado un salto cualitativo y cuantitativo en la destrucción de las selvas.La mayoría de la explotación forestal se ha realizado hasta hace pocos años por los grandes grupos económicos europeos. Las firmas más importantes son los consorcios Rougier, Thanry y Bolloré (todos de Francia), Danzer (Alemania) y Wyjma (Países Bajos). La mayoría tienen concesiones en varios países africanos. Una vez que han talado las especies requeridas, las empresas se trasladan a zonas intactas. Lejos de una buena gestión forestalDesgraciadamente no hay condiciones para una buena gestión forestal en la región. No existe casi ninguna explotación forestal sostenible en Africa. Un estudio realizado por el Environmental Strategies Europe (ESE) reveló que en menos de 1 millón de hectáreas de las selvas africanas se está desarrollando un sistema de gestión forestal sostenible. Esta zona es muy pequeña en comparación con las más de 60 millones de hectáreas que han sido explotadas hasta ahora por la industria maderera en Africa (y de las cuales una gran parte ha desaparecido). Debido a la convulsión política, los conflictos bélicos, la mala situación económica y la falta de políticas a largo plazo, los gobiernos africanos suelen tratar sus bosques tropicales únicamente como una rápida fuente de ingresos y divisas extranjeras. Las potencias coloniales tampoco han ayudado a la generación de alternativas, colaborando con el aumento de la deuda externa y la presión de los programas de ajuste estructural impuestos por organizaciones financieras internacionales.Los gobiernos africanos han fracasado también en el momento de obtener un porcentaje razonable de los beneficios económicos recibidos de las producciones de madera, aunque seguramente insuficientes para compensar los costos sociales, ecológicos y económicos de la explotación. Greenpeace denunció recientemente a la firma de origen libanés SFH (Société Forestieré Hazim), a la que acusó de extraer madera ilegalmente. La campaña de la organización logró frustrar acuerdos comerciales de la firma con madereras españolas y belgas.Greenpeace sostiene que una certificación forestal se presenta como la herramienta adecuada para garantizar al consumidor que no está comprando destrucción. El único sello operativo actualmente es el denominado FSC (Forest Stewardship Council/Consejo de Administración Forestal) que ya ha certificado cerca de 18 millones de hectáreas de bosques en todo el mundo. Una madera con el sello FSC garantiza que ese producto ha sido extraído de manera sostenible desde el punto de vista social, ambiental y económico. La fuente: la autora integra la redacción de El Corresponsal. Su trabajo está basado en un informe de Greenpeace (www.greenpeace.org)