Las minas de oro de Sudáfrica pierden la batalla del Sida
La explotación aurífera, principal motor de la economía sudafricana, atraviesa una profunda crisis derivada de la pandemia del Sida que afecta al país. Se calcula que la tercera parte de los empleados del sector son seropositivos o han comenzado a desarrollar la enfermedad, lo cual ha comenzado a hacer estragos en la actividad. Las empresas estiman que de cada tres empleados sólo uno alcanzará la edad de la jubilación.
Por Chavo Renouf
JOHANNESBURGO.- Las explotaciones auríferas han sido tradicionalmente el motor del desarrollo de Sudáfrica y durante mucho tiempo fueron el orgullo de sus habitantes, pero, según los expertos, ya han perdido la batalla contra el Sida.
Según la dirección del principal consorcio del sector, AngloGold, más de un tercio de sus empleados son seropositivos o han comenzado a desarrollar la enfermedad, cuyos estragos amenazan el futuro de una industria que es vital para el desarrollo del país. La gravedad de la situación ha obligado a la empresa a anunciar que distribuirá gratuitamente fármacos retrovirales a su personal infectado por el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) y, posiblemente, también a sus esposas.
Los cientos de miles de trabajadores de los grandes consorcios sudafricanos -cuyas minas de oro se concentran en la provincia de Gauteng, región centro del país-, residen en albergues mineros alejados de sus familias, según una estructura productiva heredada del apartheid o (régimen de segregación racial).
Tras horas de permanencia en galerías subterráneas, los mineros, que proceden en su mayor parte de Zululandia, en el este sudafricano, o de países vecinos como Mozambique, Zimbabwe y Malawi, buscan alicientes que los compense del duro trabajo realizado a kilómetros de profundidad y sometidos a un calor húmedo y sofocante. El alcohol y la industria del sexo tienen así raíces muy profundas en torno de los complejos mineros sudafricanos y, a pesar de la amenaza mortal que representa la enfermedad, el contagio del Sida no es aún un elemento de disuasión suficiente para “animar” a prostitutas y mineros a utilizar condones.
La situación, además, se complica cuando, al menos dos veces al año, esos trabajadores retornan a sus hogares y las consecuencias, según estudios médicos recientes, son desastrosas, ya que los portadores del VIH los transmitirán a sus esposas y, en la misma cadena, a sus hijos.
Mark Lurie, miembro del Consejo Médico de Investigación (CMI, prestigioso instituto de investigación científica que depende del gobierno), dio a conocer en un estudio reciente que los inmigrantes tienen dos veces y media más posibilidades de contraer el VIH que los trabajadores que tienen sus hogares próximos a sus empleos.
“Si quieres propagar las enfermedades que se transmiten por vía sexual no hay mejor método que alejar de sus familias a miles de jóvenes trabajadores, aislarlos en residencias donde viven apiñados y proporcionarles un acceso fácil al alcohol y el sexo”, señaló Lurie.
A pesar de que en la actualidad dos terceras partes de las camas de los hospitales gubernamentales están ocupadas por infectados del Sida -cuyo índice en Sudáfrica, uno de los países mas azotados por la epidemia, es de un 20 por ciento de los adultos menores de 50 años-, el gobierno se niega a distribuir gratuitamente medicamentos retrovirales debido al alto costo de los fármacos.
Según los expertos, la expansión de la enfermedad y la imposibilidad por ahora de mejorar la calidad de vida de millones de contagiados podrían desembocar en un “caos social”, que no sólo afectaría a la industria minera.
Las previsiones más pesimistas vaticinan que las empresas de cada vez más sectores se verán pronto obligadas a “entrenar” a tres aspirantes por cada puesto de trabajo, en previsión a que solamente uno de ellos alcanzará la edad de su jubilación.
La fuente: agencia de noticias EFE (www.efe.es).