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lunes, mayo 20, 2024

Injusticia infinita: la nueva guerra contra el terror

Opinion/IdeasInjusticia infinita: la nueva guerra contra el terror

Injusticia Infinita: la nueva guerra contra el terror (I)

La evidencia sobre la culpabilidad de Osama ben Laden no interesa a Estados Unidos; su objetivo es establecer su derecho a actuar como y cuando le dé la gana y fijar con claridad su credibilidad como matón global, sostiene el semiólogo Noam Chomsky, quien repasa con irrebatible dureza la política exterior norteamericana y su histórica complicidad con el terrorismo. El autor sostiene que si Estados Unidos quiere reducir el nivel del terror, “un camino fácil para lograrlo es dejar de participar en el terror”. Este artículo es una versión editada del discurso pronunciado por el prestigioso intelectual en el Massachusetts Institute of Technology (MIT) el 18 de octubre de 2001.

Por Noam Chomsky

Misil disparado sobre Afganistán.

Asumo dos condiciones para esta conferencia. La primera, presumo, un reconocimiento de los hechos: los eventos del 11 de septiembre fueron una atrocidad horrenda, que causaron, fuera de una guerra, el mayor número de muertes súbitas en toda la historia. La segunda tiene que ver con los objetivos. Estamos interesados en reducir la probabilidad de que crímenes como éste se repitan, sean contra nosotros o contra otros. Si ustedes aceptan estas dos presunciones, surge una cantidad de preguntas, estrechamente relacionadas, que merecen una reflexión.

La pregunta más importante es ¿qué está sucediendo ahora mismo y qué podemos hacer al respecto? La segunda tiene que ver con la suposición de que lo ocurrido el 11 de septiembre es un acontecimiento histórico. Pienso que es cierto, y debemos preguntarnos ¿exactamente por qué? La tercera se relaciona con el título de esta charla, La guerra contra el terrorismo: ¿qué es exactamente esta guerra y qué es el terrorismo? La cuarta tiene que ver con los orígenes de los crímenes del 11 de septiembre, y la quinta con ¿qué opciones políticas existen en el combate de esta guerra contra el terrorismo, y en el trato de las situaciones que la provocaron?

¿Qué está sucediendo en este momento?

Hablaré sobre la situación en Afganistán. De acuerdo con The New York Times hay entre 7 y 8 millones de personas en ese país al borde de la inanición. Esto, en realidad, era cierto antes del 11 de septiembre; sobrevivían gracias a la ayuda internacional. El 16 de septiembre el Times informó que Estados Unidos exigía de Pakistán la eliminación de los convoyes de camiones que suministraban gran parte de los alimentos y otras provisiones a la población civil de Afganistán. Esta información se transmitió por las radios nacionales en toda Europa el día siguiente y no hubo ninguna reacción ante la exigencia de que se impusiera la muerte por hambre a millones de personas.

La amenaza de ataques aéreos después del 11 de septiembre obligó a desalojar de ese país a los trabajadores que prestaban ayuda internacional, lo que fracturó los programas en la materia. Los refugiados que llegaron a Pakistán, después de duros viajes desde Afganistán, describieron escenas de desesperación y temor en el país, cuando la amenaza de los ataques dirigidos por Estados Unidos convirtió la prolongada miseria diaria en una catástrofe potencial. El país colgaba de una cuerda de salvamento y acabábamos de cortarla, dijo un cooperante al New York Times Magazine.

El Programa Mundial de Alimentos de la ONU comenzó a funcionar nuevamente hasta principios de octubre. Se empezó a enviar alimentos, pero a niveles más reducidos. Como la ONU no tiene personal en Afganistán, el sistema de distribución fue obstaculizado y se suspendió en cuanto comenzaron los bombardeos. Así, mientras la entrega de ayuda fluía de nuevo, las agencias humanitarias criticaban con dureza que Estados Unidos lanzara alimentos vía aérea, y condenaban estos actos al considerarlos instrumentos de propaganda que probablemente hacían más daño que bien. Ahora estoy citando al Financial Times de Londres, pero es fácil continuar.

Después de la primera semana de bombardeos, el NYT informó que de acuerdo con la ONU pronto habrían 7.5 millones de afganos necesitando desesperadamente un pedazo de pan, y sólo quedaban unas cuantas semanas antes de que comenzara el duro invierno, lo cual imposibilitará el aprovisionamiento de muchas áreas. Y reiteraba que con los bombardeos el nivel de suministros se había reducido a la mitad de lo que se necesitaba. El mismo día, Washington rechazó una vez más, con desdén, las ofertas de negociación para la entrega de Osama ben Laden, así como la solicitud de que diera evidencias para sustanciar la exigencia de una capitulación total. Un informador especial de la ONU del programa de alimentos solicitó a Estados Unidos que suspendiera los bombardeos para salvar a millones de víctimas. El lunes siguiente, las principales agencias de ayuda (Oxfam y Christian Aid) se unieron a ese ruego. No fue posible encontrar información al respecto en el NYT. Sólo hubo una línea en el Boston Globe, escondida en una historia sobre otro tópico: Cachemira.

Todo esto nos indica que está ocurriendo una especie de genocidio silencioso, y nos brinda la oportunidad de ver lo que es la cultura de la elite, de la que formamos parte. Los planes y los programas que se están poniendo en marcha se basan en la suposición de que pueden llevar a la muerte a varios millones de personas en las próximas semanas con toda tranquilidad, sin comentarios, como si fuera algo normal, aquí y en buena parte de Europa. No son en el resto del mundo. En realidad, ni siquiera en gran parte de Europa. Si uno lee la prensa irlandesa o la de Escocia las reacciones son muy diferentes. Lo que está sucediendo ahora está ciertamente bajo nuestro control. Podemos hacer mucho para influir en lo que está sucediendo. Y de eso se trata.

¿Por qué fue un evento histórico? Un ataque al territorio nacional

Ahora bien, consideremos esta pregunta un poco más en abstracto, olvidando por el momento que al parecer estamos en medio de un intento de asesinato de 3 a 4 millones de personas, no talibanes, sino sus víctimas. Volvamos a la pregunta sobre los históricos acontecimientos que ocurrieron el 11 de septiembre. Cierto, fue un evento histórico. No por su dimensión, de la que duele hablar, porque en esos términos no es tan extraordinario. Dije que probablemente se trata del atentado que produjo el peor número de víctimas súbitas de cualquier crimen. Y puede ser cierto. Pero por desgracia hay crímenes terroristas con efectos más prolongados, que son más extremos. Sin embargo, es un evento histórico porque hubo un cambio. Una situación radicalmente nueva.

La última vez que el territorio nacional de Estados Unidos fue atacado e incluso amenazado fue en 1814, cuando los británicos incendiaron Washington. Ha habido otros casos y es común presentar el de Pearl Harbor, pero no es una analogía válida. Los japoneses bombardearon bases militares en dos colonias de Estados Unidos, no el territorio nacional; colonias que habían sido arrebatadas a sus habitantes. Ahora es el territorio nacional el que ha sido atacado en gran escala. Se pueden encontrar varios ejemplos marginales, pero éste es único.

Durante cerca de 200 años, Estados Unidos expulsó y exterminó a la población indígena, a millones de personas; conquistó la mitad de México; realizó depredaciones en toda la región, en el Caribe, América Central, y algunas veces más allá. Conquistó Hawaii y Filipinas, y para lograrlo mató a cientos de miles de filipinos. Desde la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos ha extendido su alcance a todo el mundo utilizando métodos que no precisan descripción, pero siempre matando a otros, desarrollando batallas en otros lugares. Las masacres siempre fueron en otros países, no aquí, dentro del territorio nacional.

En el caso de Europa el cambio es aún más dramático porque su historia es más horrenda que la nuestra. Somos, básicamente, un vástago de Europa. Durante cientos de años Europa masacró gente en todo el planeta. Fue así como conquistó el mundo. Durante este período Europa sufrió guerras asesinas, pero eran asesinos europeos matándose mutuamente. La única razón por la que terminó la Segunda Guerra Mundial en 1945 fue porque todos comprendieron que la próxima vez que practicaran ese jueguito sería el fin del mundo. Porque los europeos, incluyéndonos nosotros, han desarrollado tales armas de destrucción masiva que ese juego debe acabar. En el siglo XVII, aproximadamente el 40 por ciento de toda la población de Alemania fue eliminada en una sola guerra.

Durante ese período de sangrientas matanzas los europeos se mataron unos a otros, y mataron gente en otras partes. Congo no atacó a Bélgica; India no atacó a Inglaterra; Argelia no atacó a Francia. Hubo algunas excepciones, muy pequeñas en escala, casi invisibles en la escala de lo que Europa y nosotros le hacíamos al resto del mundo.

El ataque del 11 de septiembre es el primer cambio de esta situación. Es la primera vez que se apunta en la dirección contraria, y probablemente es el motivo por el cual se ven reacciones tan diferentes. El mundo se ve muy distinto, dependiendo de si uno tiene el látigo en sus manos o si ha estado recibiendo latigazos durante siglos. Así, pienso que el choque y la sorpresa en Europa y en sus vástagos son muy comprensibles. Es un evento histórico pero, por desgracia, no en escala, y es una razón por la que la mayor parte del resto del mundo lo ve de manera muy diferente. Por qué lo consideran desde una perspectiva diferente, es algo que debiéramos tratar de comprender.

¿Qué es la guerra contra el terrorismo?

Ahora veamos ¿qué es la guerra contra el terrorismo?, y una pregunta adicional: ¿qué es el terrorismo? La guerra contra el terrorismo ha sido descrita en las altas esferas como una lucha contra una plaga, contra un cáncer que es propagado por bárbaros, por “oponentes depravados de la civilización misma”. Es un sentimiento que comparto. Pero sucede que estas palabras son de hace 20 años. Son del presidente Reagan y de su secretario de Estado. La administración Reagan llegó al poder hace 20 años declarando que la guerra contra el terrorismo internacional se hallaría en el centro de nuestra política… y la describió en los términos que mencioné antes. El gobierno de Reagan reaccionó a esa plaga propagada por oponentes depravados a la civilización creando una red terrorista internacional extraordinaria, sin precedente, que realizó masivas atrocidades en todo el mundo.

La guerra contra Nicaragua

Sólo mencionaré un caso, que no es el más extremo pero sí es incontrovertible gracias a los fallos de las principales autoridades internacionales: la Corte Internacional de Justicia, la Corte Mundial y el Consejo de Seguridad de la ONU.

Este caso es particularmente relevante porque ofrece un precedente sobre cómo un Estado que respeta el derecho reaccionó ante el terrorismo internacional. Y fue aún más extremo que los eventos del 11 de septiembre. Estoy hablando de la guerra de Reagan-EU contra Nicaragua, que causó decenas de miles de muertos y arruinó al país, tal vez irreparablemente.

Nicaragua reaccionó, pero no lanzando bombas contra Washington sino llevando el caso a la Corte Mundial, y no tuvo problemas para reunir las evidencias.

La Corte Mundial aceptó el caso, decidió a su favor, condenó lo que consideró el “uso ilegal de la fuerza” (que sólo es otra palabra para denominar al terrorismo internacional) por parte de EU, y ordenó a Washington que detuviera el crimen y pagara masivas reparaciones. Estados Unidos rechazó el fallo y anunció que en lo futuro no aceptaría la jurisdicción de la Corte.

Entonces Nicaragua acudió al Consejo de Seguridad de la ONU, el cual adoptó una resolución e hizo un llamado a todos los Estados a respetar el derecho internacional. No se mencionó a nadie, pero todos comprendieron. Estados Unidos vetó la resolución.

En la actualidad, Estados Unidos es el único Estado que ha sido condenado por la Corte Mundial por terrorismo internacional y ha vetado la resolución del Consejo de Seguridad.

Nicaragua acudió a la Asamblea General de la ONU, donde técnicamente no existe el derecho a veto pero en el que un voto negativo de Estados Unidos equivale a un veto. La asamblea aprobó una resolución similar y sólo se opusieron Estados Unidos, Israel y El Salvador. Lo mismo ocurrió el año siguiente, pero esa vez Washington sólo pudo conseguir el apoyo de Israel.

Llegado ese punto, a Nicaragua no le quedó ningún recurso legal. Había intentado todas las medidas posibles, pero es claro que no funcionan en un mundo regido por la fuerza.

Sólo fue el comienzo. Estados Unidos respondió a las resoluciones de la Corte Mundial y del Consejo de Seguridad con una escalada inmediata de la guerra, decisión compartida, casualmente, por los partidos Demócrata y Republicano, y los términos de la guerra también fueron alterados. Por primera vez hubo órdenes oficiales al ejército terrorista de atacar los denominados “objetivos blandos”, es decir, objetivos civiles indefensos, y mantenerse lejos del ejército nicaragüense.

Los “contras” pudieron hacerlo porque Estados Unidos controlaba totalmente el espacio aéreo de Nicaragua y suministró al ejército mercenario modernos equipos de comunicación. No se trataba de una guerrilla en el sentido normal. Recibía instrucciones sobre los desplazamientos de las fuerzas del ejército nicaragüense, de manera que podía atacar impúnemente cooperativas agrícolas, clínicas sanitarias, etcétera, es decir, objetivos blandos. Esas eran las órdenes oficiales.

Todo era conocido. Hubo una reacción. La política utilizada fue considerada como sensata por la opinión liberal de izquierda. Así, Michael Kinsley, quien representa a la izquierda en la discusión en los medios oficiales, escribió un artículo en el que dijo que no debiéramos apresurarnos demasiado en la crítica de esa política, como lo había hecho Human Rights Watch. Una “política sensata” debe “pasar el test del análisis de costos y beneficios”, es decir, el análisis de “la cantidad de sangre y miseria que habrá que introducir, y la probabilidad de que la democracia emerja por el otro extremo”. La democracia, tal como Estados Unidos comprende la expresión, ilustrada gráficamente por los países vecinos (a Nicaragua).

Nótese que es axiomático que las elites de Estados Unidos tienen el derecho de realizar el análisis y el proyecto si pasa sus tests. Y los pasó. Cuando Nicaragua terminó por sucumbir ante el ataque de la superpotencia, los comentaristas elogiaron pública y alegremente el éxito de los métodos utilizados, y los describieron en detalle.

El Time Magazine, por ejemplo, alabó el éxito de los métodos escogidos “para arruinar la economía y proseguir una larga y mortífera guerra por encargo, hasta que los nativos exhaustos derribaron por sí mismos el gobierno indeseado”, con un costo “mínimo” para nosotros, dejando a las víctimas con “puentes destruidos, estaciones eléctricas saboteadas y granjas arruinadas”, dándole así al candidato de Estados Unidos un “tema ganador”: “terminar con el empobrecimiento del pueblo de Nicaragua”.

The New York Times, a su vez, publicó una primera plana que, ante los resultados de esa política, decía: “Norteamericanos unidos en la alegría”.

El terrorismo no es arma de los débiles

La cultura en que vivimos revela varios hechos. Uno es que el terrorismo funciona. No fracasa. La violencia funciona generalmente. Es la historia del mundo. En segundo lugar, es un error analítico muy serio decir, como se hace comúnmente, que el terrorismo es el arma de los débiles. Como otros medios de violencia, constituye sobre todo un arma de los fuertes. El terrorismo es considerado arma de los débiles porque los fuertes también controlan los sistemas doctrinarios y su terror no cuenta como terror.

Esto es casi universal. No se me ocurre ninguna excepción histórica. Incluso los peores asesinos en masa ven el mundo de esa manera. Tomemos como ejemplo a los nazis. No imponían el terror en la Europa ocupada. Estaban protegiendo a la población local contra el terrorismo de los partisanos. Y como en el caso de otros movimientos de resistencia, hubo terrorismo. Los nazis realizaban contraterrorismo. Además, Estados Unidos estuvo esencialmente de acuerdo con eso.

Después de la guerra, el ejército norteameriano realizó profundos estudios de las operaciones de contraterrorismo de los nazis en Europa. Aprendió de ellos y comenzó a realizar operaciones similares, a menudo contra los mismos objetivos: la antigua resistencia. Pero los militares que estudiaron los métodos nazis también publicaron interesantes estudios, criticando tales métodos, a veces, por su ineficiencia: “¡Ustedes no hicieron esto bien, pero lo otro sí!” Pero esos métodos fueron importados a este país con los consejos de los oficiales de la Wehrmacht y se convirtieron en los manuales de la contrainsurgencia, del contraterrorismo, de la guerra de baja intensidad, y son los procedimientos que se están utilizando. Así que los nazis no fueron los únicos que lo hicieron. Los dirigentes de la civilización occidental consideraron que eran acciones correctas y procedieron a hacer lo mismo. El terrorismo no es arma de los débiles, es el arma de los que están contra “nosotros”, sin importar quiénes sean esos “nosotros”.

Cómo vemos el terrorismo

Una indicación interesante sobre la naturaleza de nuestra cultura, es la forma en la que se considera todo esto. Una forma es simplemente ocultándolo. Así que casi nadie ha oído hablar del asunto. Y el poder de la propaganda y la doctrina norteamericanas es tan fuerte que hasta las víctimas apenas lo saben. Quiero decir, por ejemplo, que cuando se habla de este asunto con ciudadanos de la Argentina, hay que recordárselo. El tema es ocultado profundamente, y las consecuencias absolutas del monopolio de la violencia pueden ser muy poderosas en términos ideológicos.

Un aspecto esclarecedor de nuestra propia actitud hacia el terrorismo es la reacción a la idea de que Nicaragua pudiera haber tenido el derecho de defenderse. Estudié esto en detalle buscando en bancos de datos. La idea de que Nicaragua pudiera haber tenido el derecho de defenderse fue considerada escandalosa. Prácticamente no existe nada en los comentarios de los medios de comunicación oficiales que indique que Nicaragua podría haber tenido ese derecho. Y ese hecho fue aprovechado por la administración Reagan y su propaganda de una manera interesante.

Aquellos que vivieron esa época recordarán que periódicamente se lanzaban rumores de que los nicaragüenses recibían jets MIG de Rusia. Al llegar ese punto, los halcones y las palomas se dividían. Los halcones decían: “Está bien, hay que bombardearlos.” Las palomas decían: “Esperemos, hay que ver si los rumores son ciertos. Y si los rumores son ciertos, hay que bombardearlos porque constituyen un peligro para Estados Unidos.”

¿Por qué iban a obtenerr aviones MIG? Trataron de conseguir aviones de los países europeos, pero Estados Unidos presionó a sus aliados para que no les enviaran medios de defensa, porque quería que recurrieran a los rusos. Recuerden, estaban a sólo dos días de la marcha de Harlingen, Texas.

En 1985 declaramos una emergencia nacional para proteger el país contra la amenaza de Nicaragua. Y siguió en vigor. Así que más valía que consiguieran armas de los rusos. ¿Por qué iban a querer aviones jet? Por las razones que ya he mencionado. Estados Unidos tenía un control total sobre su espacio aéreo, volaba sobre éste y lo utilizaba para dar instrucciones al ejército terrorista con el fin de que pudiera atacar objetivos blandos sin encontrarse con las tropas nicaragüenses que podrían defenderlos.

Todo el mundo sabía que éste era el motivo. No iban a utilizar sus jets para otra cosa. Pero la idea de que se pudiera permitir a Nicaragua defender su espacio aéreo contra el ataque de una superpotencia que dirigía a fuerzas terroristas era considerada en Estados Unidos como escandaloso y era una opinión general. El caso Honduras

Otro ejemplo de cómo vemos el terrorismo ocurre ahora mismo. Hace dos semanas Estados Unidos designó un embajador ante Naciones Unidos para conducir la guerra contra el terrorismo. ¿Quién es? Su nombre es John Negroponte. Fue embajador de Estados Unidos en el feudo de Honduras a principios de los años 80. Hubo cierto alboroto por el hecho de que debe haber sabido, y sabía, de los asesinatos en gran escala y de otras atrocidades que estaban cometiendo las fuerzas de seguridad de Honduras, a las que apoyábamos. Pero eso es sólo una pequeña parte del asunto.

Como procónsul en Honduras, Negroponte fue el supervisor local de la guerra terrorista conducida en ese país, por la que su gobierno fue condenado por la Corte Mundial y por el Consejo de Seguridad, en una resolución vetada. Y acaba de ser nombrado embajador ante la ONU para conducir la guerra contra el terror.

Después de que Estados Unidos volvió a apoderarse de Nicaragua bajo condiciones que fueron gráficamente descritas por la prensa, el país quedó destruido en los años 80. Desde entonces se ha desmoronado totalmente en casi todos los sectores. Ahora es el segundo país más pobre del hemisferio.

Lo mismo ocurría en otras partes del mundo. Tomemos por ejemplo Africa. Sólo durante los años de Reagan, los ataques de Sudáfrica contra los países vecinos, respaldados por Estados Unidos y Gran Bretaña, causaron cerca de un millón y medio de víctimas, daños por 60.000 millones de dólares y la destrucción de países enteros.

Esa fue la primera guerra contra el terror, sobre la que he dado un pequeño ejemplo. ¿Y se supone que le prestemos atención? ¿O hay algún motivo para pensar que podría ser relevante? Después de todo no se trata exactamente de historia antigua. Evidentemente no es así, como se puede deducir al considerar la actual discusión sobre la guerra contra el terror que ha constituido el tópico principal del mes pasado. Haití, Guatemala y Nicaragua

Mencioné que Nicaragua se ha convertido en el segundo país más pobre del hemisferio. ¿Cuál es el más pobre?, Haití, que es también víctima de la mayor cantidad de intervenciones norteamericanas en el siglo XX. Lo dejamos totalmente devastado. Nicaragua está en segundo lugar en el grado de intervención norteamericana en el siglo XX, y es el segundo más pobre. En realidad, compite con Guatemala. Se alternan cada uno o dos años como el segundo país en el nivel de pobreza, y también en cuál es el objetivo principal de las intervenciones militares de Estados Unidos.

El peor violador de los derechos humanos en los años 90 fue Colombia, y fue también el principal receptor de ayuda militar de Estados Unidos para mantener el terror y las violaciones de derechos. En 1999, Colombia remplazó a Turquía como el principal receptor de armas norteamericanas en todo el mundo, excluyendo a Israel y Egipto, que están en una categoría especial. Y eso nos dice mucho más sobre la guerra contra el terror.

¿Por qué recibía Turquía un flujo tan grande de armas de Estados Unidos? Porque está ubicada estratégicamente, es miembro de la OTAN, etcétera.

El flujo de armas a Turquía aumentó radicalmente en 1984 y este hecho nada tuvo que ver con la Guerra Fría. Rusia se estaba desmoronando. Y continuó al mismo nivel de 1984 a 1999, cuando se redujo y Colombia pasó a primer término. ¿Qué sucedió entre 1984 y 1999? En 1984 los turcos lanzaron una gran guerra terrorista contra los kurdos en el sudeste de Turquía. Entonces aumentó la ayuda militar de Estados Unidos. Y no se trataba de pistolas, sino de aviones jet, tanques, entrenamiento militar. Esa ayuda permaneció y se incrementó a la par que aumentaban las atrocidades durante los años 90. El año cumbre fue 1997, cuando la ayuda militar de Estados Unidos a Turquía fue superior a la de todo el período entre 1950 y 1983, es decir, durante la Guerra Fría, lo que es una indicación de la medida en la que la guerra fría afectó la política. Los resultados fueron impresionantes. Produjo entre 2 y 3 millones de refugiados, parte de la peor limpieza étnica de fines de los 90; decenas de miles de muertos, y 3.500 ciudades y aldeas destruidas, mucho más que en Kosovo, a pesar de las bombas de la OTAN. Estados Unidos suministró el 80 por ciento de las armas. Dejó de hacerlo en 1999 porque, una vez más, el terror funcionó, como lo hace usualmente cuando es llevado a cabo por sus principales agentes, sobre todo los poderosos.

En 1999, el terror turco, llamado contraterror, funcionó. Por eso Turquía fue remplazada por Colombia, que no había tenido éxito en su guerra terrorista. Y por eso tuvo que alcanzar el primer lugar como receptor de armas de Estados Unidos.

Lo que hace esto tanto más pasmoso es que todo sucedía justo en medio de un inmenso autobombo de los intelectuales occidentales, que probablemente no tiene parangón en la historia. La masiva autoadulación sobre cómo por primera vez en la historia somos tan magníficos, cómo defendemos principios y valores, cómo estamos dedicados a terminar la falta de humanidad por doquier en esta nueva era. Evidentemente no podemos tolerar atrocidades cerca de las fronteras de la OTAN. Esto se repitió una y otra vez. Sólo que dentro de las fronteras de la OTAN no nos limitamos a tolerar atrocidades, sino que contribuimos a ellas. Otra oportunidad de ver lo que es la civilización occidental y la nuestra, es preguntarse: ¿cuántas veces se discute este tema? Es un hecho impresionante que un sistema de propaganda se salga con la suya en una sociedad libre. No creo que se pudiera lograr en un Estado totalitario.

Y Turquía está muy agradecida. Hace algunos días, el primer ministro Ecevit anunció que Turquía se unirá a la coalición contra el terror con mucho entusiasmo. En realidad, dijo que contribuiría con tropas, lo que otros no están dispuestos a hacer, y explicó por qué: “Tenemos una deuda de gratitud con Estados Unidos porque fue el único país que estuvo dispuesto a contribuir de manera tan masiva a nuestra propia guerra contraterrorista”, es decir, a nuestra propia limpieza étnica y nuestras atrocidades y nuestro terror. Otros países ayudaron un poco, pero se contuvieron.

Estados Unidos, por su parte, contribuyó con entusiasmo y decisión y pudo hacerlo por el silencio y el servilismo de las clases educadas que podían averiguar fácilmente lo que sucedía. Después de todo, somos un país libre. Se pueden leer los informes sobre derechos humanos. Pero preferimos contribuir a las atrocidades y Turquía está muy contenta, tiene con nosotros una deuda de gratitud y por eso contribuirá con tropas, al igual que lo hizo durante la guerra en Serbia.

Turquía fue muy elogiada por utilizar los F16 que le suministramos para bombardear Serbia, exactamente como lo hizo con los mismos aviones contra su propia población, hasta el momento en que finalmente logró aplastar el terror interno. Y como de costumbre, la resistencia incluye terror. Vale también para la revolución norteamericana. Vale para todos los casos que conozco. Igual que es verdad que aquellos que tienen un monopolio de la violencia hablan de sí mismos como si realizaran contraterror. La coalición

Todo esto es impresionante y tiene que ver con la coalición que se ha organizado para librar la guerra contra el terror. Es muy interesante ver cómo se está describiendo dicha coalición. Echemos una mirada al Christian Science Monitor, uno de los mejores periódicos internacionales, con verdadera cobertura mundial. Su principal artículo es sobre cómo Estados Unidos está conduciendo la guerra contra el terror. El primer ejemplo, en realidad el único, es Argelia. Resulta que Argelia siente mucho entusiasmo por la guerra de Estados Unidos contra el terror. La persona que escribió el artículo es un experto en Africa. Debe saber que Argelia es uno de los Estados terroristas más sanguinarios del mundo, y que ha estado aplicando un terror horrendo contra su propia población durante los últimos años.

Durante un tiempo, el hecho fue mantenido en secreto. Pero finalmente fue denunciado en Francia por desertores del ejército argelino. Lo saben en Francia, Inglaterra y en otros países. Pero aquí estamos muy orgullosos porque uno de los peores Estados terroristas del mundo saluda con entusiasmo la guerra de Estados Unidos contra el terror, y en realidad está alentando a Washington para que dirija la guerra. Lo cual muestra hasta qué punto estamos haciéndonos populares.

Y si se considera la coalición que se está formando contra el terror, vemos mucho más. Un miembro destacado de la coalición es Rusia, deleitada de que Estados Unidos apoye su guerra terrorista asesina en Chechenia en lugar de criticarla de vez en cuando tras bambalinas. China se une con entusiasmo. Está deleitada de conseguir apoyo para las atrocidades que está cometiendo en China occidental contra lo que califica de secesionistas musulmanes. Turquía está feliz con la guerra contra el terror. Son expertos en ella. Argelia e Indonesia también están deleitados de tener aún más apoyo norteamericano para las atrocidades que realizan. Podemos repasar toda la lista de los Estados que se han unido a la coalición y es bastante impresionante. Tienen una característica común: están, ciertamente, entre los principales Estados terroristas del mundo y son dirigidos por el campeón mundial. ¿Qué es el terrorismo?

Esto nos hace retornar a la pregunta ¿qué es el terrorismo? Hay algunas respuestas fáciles y una definición oficial. Se puede encontrar en el código de Estados Unidos o en los manuales del ejército norteamericano: terror es el uso calculado de la violencia o de la amenaza de violencia para lograr objetivos políticos o religiosos a través de la intimidación, la coerción o la provocación de miedo. Eso es terrorismo. Es una definición bastante justa y creo que es razonable aceptarla. El problema es que no puede ser aceptada, porque si es aceptada, vienen todas las consecuencias erróneas. Por ejemplo, las que acabo de mencionar.

Hay ahora mismo un importante esfuerzo en la ONU para tratar de desarrollar un tratado exhaustivo sobre el terrorismo. Cuando Kofi Annan recibió el premio Nobel se informó que había dicho que deberíamos de dejar de perder el tiempo con el tema y poner manos a la obra.

Pero existe un problema. Si se utiliza la definición oficial de terrorismo, se llegará a resultados desacertados. No se puede proceder así. Si se lanza un vistazo a la definición de guerra de baja intensidad, que es una política oficial de Estados Unidos, se ve que es una paráfrasis muy próxima de lo que acabo de leer. En realidad, una guerra de baja intensidad es simplemente otro nombre para el terrorismo. Es el motivo por el cual todos los países denominan todo acto horrendo que cometen contraterrorismo. Sucede que nosotros lo llamamos contrainsurgencia o guerra de baja intensidad. No podemos utilizar la verdadera definición. Tenemos que encontrar cuidadosamente una definición que no lleve a consecuencias indeseadas.

Hay varios problemas adicionales. Algunos se presentaron en diciembre de 1987. La Asamblea General de Naciones Unidas aprobó una resolución muy enérgica contra el terrorismo, condenando la plaga en términos muy firmes, llamando a todos los Estados a combatirla por todos los medios. Fue aprobada por unanimidad. Un país, Honduras, se abstuvo. Dos naciones, las de costumbre, votaron en contra: Estados Unidos e Israel. ¿Por qué iban a votar Estados Unidos e Israel contra una importante resolución condenando enérgicamente el terrorismo, en realidad utilizando en gran parte los mismos términos que estaban siendo usados por la administración Reagan? Hay una razón. Existe un párrafo que dice que nada en esa resolución infringe los derechos de los pueblos que luchan contra regímenes racistas y colonialistas o contra la ocupación militar extranjera, a continuar con su resistencia con la ayuda de otros Estados extranjeros, en su justa causa. Estados Unidos e Israel no pueden aceptar algo semejante. La razón principal por la que no lo podían permitir en esa época era Sudáfrica, un país calificado oficialmente de aliado. Había una fuerza terrorista en Sudáfrica. Se llamaba Congreso Nacional Africano. Oficialmente, constituía una fuerza terrorista. Sudáfrica, al contrario, era un aliado y, evidentemente no se podía apoyar las acciones de un grupo terrorista que luchaba contra un régimen racista. Sería algo imposible.

Hay otro caso. El de los territorios ocupados por Israel desde hace 35 años. Apoyado sobre todo por Estados Unidos para impedir una solución diplomática desde hace 30 años. En esa época había otro motivo. Israel estaba ocupando el sur de Líbano y encontraba la resistencia de lo que Estados Unidos llama una fuerza terrorista, Hezbollah, que finalmente logró expulsar a Israel de Líbano. Y no podemos permitirle a nadie que luche contra una ocupación militar, cuando la apoyamos. Por eso Estados Unidos e Israel tuvieron que votar contra la principal resolución de la ONU contra el terrorismo. Como dije antes, un voto de Estados Unidos en contra es esencialmente un veto.

Así que nada de todo esto fue publicado, y nada de esto ha aparecido en los anales del terrorismo. Si uno mira los trabajos de gran erudición sobre el terrorismo, no se ve nada de lo que acabo de mencionar. La razón es que los que tienen los fusiles no son los que quisiéramos. Hay que afinar cuidadosamente las definiciones y la erudición para llegar a las conclusiones correctas; de otra manera no constituye una erudición respetable y un periodismo honorable. Los problemas de este tipo son los que obstaculizan los esfuerzos por desarrollar un tratado exhaustivo contra el terrorismo. Tal vez debemos convocar a una conferencia académica o algo parecido para tratar de ver si podemos descubrir una manera de definir el terrorismo, que produzca exactamente las respuestas que nos gusten, no las otras. No será fácil.

Nota: por razones de espacio hemos dividido esta nota en dos partes. Consulte: Injusticia Infitia: la nueva guerra contra el terror (II)

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