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domingo, mayo 19, 2024

Cómo los Estados Unidos destruyeron deliberadamente el servicio de aguas iraquí

PolíticaCómo los Estados Unidos destruyeron deliberadamente el servicio de aguas iraquí

Cómo los Estados Unidos destruyeron deliberadamente el servicio de aguas iraquí

Por Thomas Nagy

Thomas Nagy, docente en la Universidad George Washington, revela en este artículo algunos documentos de la inteligencia militar norteamericana que prueban, sin lugar a dudas, el propósito de la Casa Blanca de degradar el servicio de distribución de agua potable de Irak, pese a que no se ignoraban las consecuencias: el aumento de los brotes de enfermedades y el aumento de las tasas de mortalidad infantil. En los informes que cita el investigador se destaca que al gobierno norteamericano le preocupaba más la pesadilla que podían representar las sanciones para las relaciones públicas de Washington que el drama real que las sanciones provocaban entre los iraquíes inocentes. La convención de Ginebra es absolutamente clara. En el protocolo de 1979 referido a la protección de las víctimas de los conflictos armados internacionales, el artículo 54 prohibe, taxtativamente “atacar, destruir, eliminar o inutilizar los objetos indispensables para la supervivencia de la población civil, como cosechas, alimentos, ganado, instalaciones de agua potable y su distribución”.

Por Thomas J. Nagy

Durante los últimos dos años he descubierto documentos de la DIA, los servicios de inteligencia militar, que prueban sin ninguna duda que, en contra de la Convención de Ginebra, el gobierno Estados Unidos ha utilizado las sanciones contra Irak para degradar el servicio de distribución de aguas del país después de la guerra del golfo. Los Estados Unidos conocían lo que eso implicaba para la población civil, especialmente los niños, pero igualmente siguieron adelante.

El primer documento, titulado “Vulnerabilidad del tratamiento de aguas de Irak” está fechado el 22 de junio de 1991. Explica cómo las sanciones pueden interferir en la distribución de agua potable a la ciudadanía.

“Irak depende de la importación de equipos especializados y determinados productos químicos para potabilizar el agua, en gran parte muy mineralizada y con frecuencia casi salina”, indica el documento. Sin recursos propios de agua ni de repuestos para su potabilización ni productos químicos, Irak va a tener que intentar esquivar las sanciones de las Naciones Unidad para importar estos elementos vitales. Con los problemas de distribución va a haber falta de agua potable para una gran parte de la población. Ello podría llevar a un aumento de problemas, entre ellas epidemias.

El documento trata técnicamente y con detalle sobre las fuentes y la calidad del agua potable de Irak. La calidad del agua no tratada es “generalmente baja” y beberla sin tratamiento puede “dar lugar a diarreas”, dice el documento. Hace constar que los ríos iraquíes “contienen restos biológicos, están contaminados y repletos de bacterias. A no ser que se purifique el agua con cloro, podrían producirse epidemias de enfermedades tales como cólera, hepatitis y tifus”. El documento hace notar que la importación de cloro está sujeta a embargo por las sanciones. “Informes recientes indican que el abastecimiento de cloro es mínimo”

La comida y los medicamentos también se verán afectados, dice el documento. “Las fábricas de electrónica, alimentación y en especial las farmacéuticas, requieren de agua extremadamente pura y libre de contaminantes biológicos”, dice. El documento indica posibles contramedidas iraquíes para conseguir agua potable a pesar de las sanciones. “Irak posiblemente pudiera llevar agua desde los depósitos de las montañas a las zonas urbanas. Pero la posibilidad de que sean cantidades importantes es muy limitada”, dice el documento.

La cantidad de tuberías de que disponen y la falta de bombas impiden tender conductos desde esos depósitos. Es más, sin la purificación con cloro, el agua aún contendría contaminantes biológicos. Algunos iraquíes con recursos podrían conseguir mínimas cantidades de agua de buena calidad de las fuentes del norte de Irak. Si se la hierve, el agua puede consumirse sin problemas. Los iraquíes más pobres y las industrias que requieren mayores cantidades de agua potable no estarían en condiciones de satisfacer sus necesidades.

El documento también descarta la posibilidad de que los iraquíes utilicen agua de lluvia. “Las precipitaciones en Irak se suceden durante el invierno y la primavera, pero cae sobre todo en las montañas del norte”, indica. “Hay lluvias esporádicas, algunas veces intensas, sobre las llanuras del sur. Pero Irak no puede confiar en la lluvia para el suministro de agua potable.”

Como alternativa, “Irak podría, por razones humanitarias, tratar de convencer a las Naciones Unidas o individualmente a algún país, para que excluyeran los productos del tratamiento del agua de la lista de sanciones. Posiblemente también intentará adquirir esos materiales a través de países más receptivos. Si este intento falla, las alternativas que tiene Irak no pueden satisfacer la demanda interna.”

Con un lenguaje frío, el documento detalla: “Irak va a sufrir cada vez mayor escasez de agua potable debido a la falta de productos químicos y de membranas de desalinización. Pueden darse casos de enfermedades, incluyendo brotes epidémicos, a no ser que la población tenga la precaución de hervir el agua.”

Este documento, que fue parcialmente desclasificado, pero que no se había publicado en 1995, puede encontrarse en la página web del Pentágono. Otros documentos de la DIA, que confirman la responsabilidad del Pentágono sobre el proceso de degradación de las aguas potables iraquíes, no publicados hasta ahora, son los siguientes.

El primero de esta tanda se titula “Información sobre enfermedades” y también está fechado el 22 de junio de 1991. En el encabezamiento dice: “Referencia: Aparición de enfermedades tras los bombardeos de Bagdad.” El análisis es contundente: “La creciente aparición de enfermedades debe atribuirse a la degradación de la medicina preventiva habitual, de la recogida de basuras, la purificación/distribución de agua, electricidad y la disminución de recursos para controlar la aparición de enfermedades. Todas las zonas urbanas de Irak que han sufrido daños en su infraestructura tendrán problemas similares.”

El documento procede a describir los posibles brotes. Menciona la “diarrea aguda” provocada por bacterias como la E. Coli, la shigela y la salmonela o por protozoos como las giardias, que afectarán “especialmente a los niños” o por retrovirus, que también afectan “especialmente a los niños”, una frase que escribe entre paréntesis. Y cita la posibilidad de brotes de tifus y cólera. El documento advierte que el gobierno iraquí puede “culpar a los Estados Unidos de los problemas de salud pública creados por el conflicto militar.”

El segundo documento de la DIA, “Brotes de enfermedades en Irak”, lleva fecha del 21 de febrero de 1990, pero está claro que el año es una errata y debería ser 1991. Indica: “Hay condiciones favorables para la aparición de brotes de enfermedades contagiosas, especialmente en las zonas urbanas afectadas por el bombardeo de los aliados.” Y añade: “Indudablemente, el grado de difusión de las enfermedades infecciosas en las zonas urbanas bombardeadas (Bagdad, Basora) se ha incrementado desde el comienzo de la operación Tormenta del Desierto. Los actuales problemas de salud pública son atribuibles a la casi desaparición de la medicina preventiva, el vertido de residuos, la potabilización y distribución del agua y a la disminución de recursos para controlar los brotes de enfermedades.”

Este documento relaciona “las enfermedades más corrientes durante los próximos 60-90 días (de mayor a menor): diarreas (especialmente entre los niños); enfermedades respiratorias agudas (resfríos y gripe), Tifus, Hepatitis A (especialmente entre niños); sarampión, difteria, meningitis (particularmente entre niños), cólera (posible, pero en menor medida).” Como en el documento anterior, este advierte que el gobierno iraquí podría “hacer propaganda con el aumento de las enfermedades”.

El tercer documento de esta serie, “Problemas médicos de Irak”, lleva fecha del 15 de marzo de 1991. Dice: “Las enfermedades infecciosas en Bagdad están más extendidas de lo habitual en esta época del año y están ligadas a la falta de condiciones sanitarias apropiadas (agua contaminada y vertidos de aguas residuales) provocadas por la guerra. De acuerdo con un informe de la Unicef y la Organización Mundial de la Salud, la cantidad de agua potable es inferior al 5% de lo habitual, no hay agua corriente ni depuradoras de aguas residuales, así que la incidencia de las diarreas multiplica por cuatro los niveles habituales. Además, las infecciones respiratorias siguen aumentando. Los que se han visto afectados han sido sobre todo niños.”

El cuarto documento, “Situación sanitaria en los campos de refugiados”, está fechado en mayo de 1991. El resumen indica: “El cólera y el sarampión han aparecido en los campos de refugiados. Habrá más enfermedades infecciosas debido a los deficientes sistemas de tratamiento de aguas y condiciones de salubridad.” La razón de estos brotes se indica claramente otra vez. “Las causas principales de las enfermedades infecciosas, en especial las diarreas, la disentería y problemas del aparato respiratorio, son la falta de condiciones higiénicas apropiadas y la falta de agua potable. Estas enfermedades afectan en primer lugar a los viejos y a los niños.”

El quinto documento, “Condiciones sanitarias en Irak en Junio de 1991”, todavía está muy censurado. Todo lo que he podido sacar en limpio es que la DIA envió a un informador para “asesorar sobre cuestiones de salud y precisar las necesidades médicas más apremiantes de Irak. El informador constató que el sistema médico iraquí estaba considerablemente desorganizado, que la mayoría de los servicios médicos habían sido saqueados y que casi todas las medicinas escaseaban”.

El documento final es “Irak: evaluación de los actuales problemas sanitarios y su competencia”, y está fechado el 15 de Noviembre de 1991. Este tiene un nítido aspecto de control de daños. Empieza así: “El restablecimiento del servicio público de salud iraquí y la escasez de material médico y sanitario son cuestiones que siguen siendo responsabilidad internacional. Ambos aspectos están aparentemente siendo explotados por Saddam Hussein en su esfuerzo de ganarse la opinión pública en contra de los intereses de Estados Unidos y sus aliados y para librar de responsabilidades al gobierno iraquí”. Luego minimiza la importancia de los daños. “Aunque la incidencia actual de las infecciones que afectan a todo el Irak es mayor de lo que era antes de la Guerra del Golfo, no llega a estar en los niveles catastróficos que algunos preveían. El régimen iraquí continuará utilizando los datos de la incidencia de las enfermedades en beneficio propio.”

Como se aprecia en estos documentos, Estados Unidos sabía que las sanciones tenían la capacidad de destruir el sistema de tratamiento de aguas de Irak. Sabía cuáles iban a ser las consecuencias: un aumento de los brotes de enfermedades y altas tasas de mortalidad infantil. Y estaban más preocupados por la pesadilla que representaba para las relaciones públicas de Washington que por el drama real que las sanciones provocaban entre los iraquíes inocentes.

La convención de Ginebra es absolutamente clara. En un protocolo de 1979 referido a la “protección de las víctimas de los conflictos armados internacionales”, el artículo 54 dice: “Está prohibido atacar, destruir, eliminar o inutilizar los objetos indispensables para la supervivencia de la población civil, como cosechas, alimentos, ganado, instalaciones de agua potable y su distribución, y canales de irrigación, con el propósito específico de impedir el sustento de la población civil o del contrario, sea cual sea el motivo, sea para causar inanición a civiles, para obligarlos a desplazarse o por cualquier otro motivo”.

Y eso es precisamente lo que hizo el gobierno de Estados Unidos con premeditación. “Destruyó, eliminó o inutilizó las instalaciones de distribución de agua” de Irak.” Las sanciones, impuestas durante una década gracias a la insistencia de Estados Unidos, constituyen una violación de la Convención de Ginebra. Se dedicaron sistemáticamente a, en palabras de la DIA, a “degradar completamente” los recursos hídricos de Irak.

En la audiencia de la cámara de representantes de Estados Unidos el 7 de junio, Cyinthia McKinney, representante demócrata por Georgia, se refirió al documento “Vulnerabilidad del tratamiento de aguas de Irak” y dijo: “Atacar la distribución de agua iraquí convierte en objetivos a los civiles y es una violación de la Convención de Ginebra y de las leyes fundamentales de las naciones civilizadas”. Durante la pasada década, Washington continuó con su negativa a aprobar la importación por Irak de productos químicos y material necesario para higienizar las aguas potables.

El pasado verano, Tony Hall, representante demócrata por Ohio, escribió a la entonces secretario de estado Madeleine Albright refiriéndose a “los graves efectos del deterioro del suministro de agua y los servicios sanitarios de Irak en la salud de los niños”. Hall escribía: “La causa principal de defunción entre los niños menores de 5 años, las diarreas, han alcanzado proporciones de epidemia y son 4 veces más frecuentes que en 1990. Las prohibiciones de compras referentes al agua y las condiciones sanitarias son la razón principal del incremento de las enfermedades y del número de muertes. De 18 contratos, todos menos uno están retenidos por el gobierno de Estados Unidos. Son de productos de depuración de aguas, cloro, bombas dosificadoras de productos químicos, buques cisterna y otros. Le ruego sopese su decisión teniendo en cuenta las muertes y las enfermedades inevitables que se producirán en el caso de que no puedan disponer de agua potable en condiciones y de unos niveles sanitarios mínimos”.

Durante más de diez años, Estados Unidos han seguido deliberadamente una política de destrucción de los sistemas de tratamiento de aguas iraquí, conociendo perfectamente el coste en vidas que representaba. Las Naciones Unidas han estimado en más de 500.000 los niños fallecidos a consecuencia de las sanciones y que 5000 niños siguen muriendo mensualmente por el mismo motivo. Nadie puede decir que Estados Unidos no sabían lo que estaban haciendo.

Véalo usted mismo

Todos los documentos de la DIA mencionados en este artículo se encuentran en la página web del Departamento de Defensa. Para ver o imprimir documentos, siga estos pasos:

(1) Vaya a la web www.gulflink.osd.mil. (2) Haga clic en “Declassified Documents” en el lado izquierdo de la página principal. (3) La página siguiente se titula: “Browse Recently Declassified Documents”. (4) Haga clic en “search” bajo “Declassifed Documents” en el lado izquierdo de esa página. (5) La página siguiente se titula “Search Recently Declassified Documents”. (6) Escriba frases como “disease information effects of bombing”. (7) Haga clic en el botón de búsqueda (search). (8) La página siguiente se titula “Data Sources”. (9) Haga clic en DIA. (10) Haga clic en uno de los títulos. No es la página web más fácil y mejor organizada de internet, pero he visto que los de Gulflink son receptivos y amables.

La fuente: Thomas J. Nagy es profesor de la School of Business and Public Management de la Universidad George Washington. Su investigación fue publicada The Progressive Magazine (www.progressive.org). La traducción al español pertenece a Víctor Cassi, para la ONG Solidaridad para el Desarrollo y la Paz (Sodepaz – www.sodepaz.org).

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