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miércoles, mayo 15, 2024

El Museo Nacional de Afganistán, otra víctima de las guerras y la política talibán

CulturaEl Museo Nacional de Afganistán, otra víctima de las guerras y la política talibán

El Museo Nacional de Afganistán, otra víctima de las guerras y la política talibán En el extremo sur de Kabul se levantan, como testigo mudo de la destrucción causada por las guerras y la política retrógrada del régimen talibán, los restos del Museo Nacional afgano, una entidad que albergaba una valiosísima colección de piezas antiguas, en gran parte destruida y saqueada. El proceso de destrucción del museo “me dejó con el corazón partido”, explica Muhamad Yahiyá, director de la institución desde 1983. Martin Hadlow, vocero de la Unesco que visitó el lugar, se declaró “pasmado por la enormidad de la pérdida”.

Por William Myers

Una de las piezas del museo.

KABUL.- El Museo Nacional de Afganistán, medio destruido y casi vacío, queda como testigo mudo de la destrucción causada por las guerras y por la política de los talibanes de erradicar la herencia cultural no islámica. “Siento un dolor profundo cada vez que vuelvo aquí”, dice el director del museo, Muhamad Yahiyá, mientras abre un candado en la puerta para enseñar lo que queda del recinto, en el extremo sur de Kabul, donde durante el decenio de los 90 hubo fuertes combates. Según una guía del año 1974, el museo alberga “una colección que se remonta a 50 milenios y se erige como uno de los testimonios más importantes de la antigüedad que ha heredado el mundo”.

En una colina en frente del museo, a pocos cientos metros, están las ruinas de un palacio del estilo europeo construido en los años 20 por el rey Amanulá como sede del Parlamento, pero que fue aprovechado por el Ministerio de Defensa de los mujahidines y por lo tanto fue objetivo importante en las guerras civiles de los 90.

El museo soportó muchos proyectiles de mortero o de artillería que presuntamente iban dirigidos contra su vecino y como consecuencia de ello, quedó sin techo y sin gran parte de sus paedes. Al lado del museo están estacionadas tres locomotoras muy oxidadas de principios del siglo XX, que no forman parte de ninguna exhibición sino que fueron abandonadas en el lugar cuando dejó de funcionar el servicio de trenes que estableció el rey Amanulá. “Mientras que el resto del mundo ha avanzado, nosotros hemos estado yendo hacia atrás”, lamentó un taxista de 49 años, Zabiulá.

La puerta de entrada está flanqueada por dos leones de piedra del siglo II mutiladas por los mazazos de los talibanes y con una pancarta que dice: ‘Una nación vive sólo mientras viva su cultura’. Al entrar, se confirma plenamente la impresión de destrucción y abandono que se recibe desde fuera. De las estatuas de la época de Alejandro Magno y antes, y de los budas de la primera mitad del primer milenio de la era cristiana, quedan poco más que migas.

Según la guía, nada más entrar en el museo el visitante se encuentra con una estatua del siglo II, “posiblemente del rey Kanishka”. Según se ve en la foto publicada en la guía, al posible rey ya le faltaba la cabeza, pero ahora no le quedan ni las puntas de sus zapatillas.

En un trastero, se encuentran pedazos de algunos de los budas, de 1.500 años o más de antigüedad, que antes abundaban en la colección. Algunos aún se pueden identificar con la ayuda de las fotos en la guía, pero en gran medida se trata sólo de trozos anónimos de barro o piedra.

La colección, como la estructura que alojaba, ya había sufrido mucho antes de que los talibanes se hicieran con Kabul, en 1996. Según el director Yahiyá, que lleva trabajando en el museo desde 1983, después de que en 1992 los mujahidines llegasen al poder muchos de sus dirigentes se llevaron algunos objetos, para sus despachos, sus casas o simplemente para vender. Durante las guerras intestinas posteriores, el museo quedó en una zona controlada por los milicianos de la minoría hazara, que también se aprovecharon para llevarse cosas de valor que fueran fácilmente transportables, sobre todo monedas y joyas.

Sin ninguna atención desde hace años

Los talibanes, en cambio, dejaron el museo en el olvido, hasta el año pasado. “Un día me avisaron de que iban a llegar varios personajes del régimen, el ministro de Información y Cultura, el director del Departamento para la Virtud y la Lucha contra el Vicio, y otros, y me alegré, porque pensaba que por fin iban a prestar atención al museo”, relata Yahiyá. “Cuál fue mi decepción cuando no hicieron más que preguntarme: ¿y por qué tenemos esta estatua aquí? y cosas por el estilo”, cuenta.

“Después, llegaron unos milicianos con mazos. Me quedé de piedra. No lo pude creer. Se pusieron a romper las estatuas y los relieves y paneles, uno tras otro,” recuerda Yahiyá. El proceso de destrucción continuó día tras día, para borrar culturas enteras y milenios enteros de la historia de Afganistán. “Me dejaron con el corazón partido”, dice el director. “Durante mucho tiempo tenía pesadillas”. Ahora, con el cambio de régimen y la llegada de la comunidad internacional, se abre la posibilidad de que Afganistán vuelva a contar con museo que muestre las culturas del pasado.

Recientemente, un representante de la Organización de la ONU para la Educación y la Cultura (Unesco), Martin Hadlow, hizo una visita al museo y se declaró “pasmado por la enormidad de la pérdida del patrimonio cultural de la humanidad”, según la vocera de la ONU en Afganistán, Stephanie Bunker. Pero esto supone poco consuelo para Yahiyá, que señala, con toda la razón, que “nunca se podrá recuperar lo que hemos perdido”. La fuente: Estrella Digital (www.estrelladigital.es).

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