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jueves, mayo 9, 2024

La vida es technicolor

CulturaLa vida es technicolor

EL ADIOS A LEOPOLD SEDAR SENGHOR, POETA DE LA NEGRITUD

La vida es technicolor

“Dios, cuida a Francia y hazle ser justa con sus súbditos”. Léopold Sedan Senghor.

Por Silvina Silva Aras

El 20 de diciembre último una noticia pasó de largo por sobre los avatares económicos y políticos del mundo. Fue el fallecimiento de Léopold Sedar Senghor, intelectual y político senegalés de 95 años. La prensa internacional llamó la atención sobre la actitud de los franceses, tanto políticos como intelectuales, respecto de la muerte de dicho personaje. Ni siquiera el presidente, Jacques Chirac, estuvo presente en sus exequias.

Pero ¿Por qué un africano negro y afrancesado debía ser considerado a la hora de su muerte? Léopold Sedar Senghor fue el primer presidente de Senegal como país independiente y se mantuvo firmemente en el poder hasta 1980, año en el que decidió renunciar dando lugar a un nuevo período de elecciones democráticas aunque discutidas. En 1984 había sido galardonado como miembro de la Academia Francesa de Letras, convirtiéndose en el primer africano negro en recibir tal honor.

El día en que Senghor nació en Joal, un árbol baobab se quebró. Para la familia, esto no fue un buen augurio y por lo tanto -y para contrarrestar toda posible desgracia en su vida-, su madre le agregó el nombre “Sédar”, el impúdico, o el desubicado en lengua serere. Lejos de cumplir la sospecha de una vida llena de adversidades, Senghor tuvo una educación privilegiada, graduándose en Literatura en la Sorbona y residiendo posteriormente en Francia hasta entrados los años cuarenta. Senegal y Francia, una historia de amor

La política francesa con respecto a sus ex colonias le debe más de lo pensado a la experiencia senegalesa y a la participación política creciente de Senghor. Senegal siempre mantuvo un trato especial con la metrópoli, desde la creación de las “Cuatro Comunas” (Saint Louis, Dakar, Rufisque y la Isla de Gorea) como ciudades costeras bajo la autoridad francesa desde antes de la llamada era del imperialismo. En los comienzos de la Primera Guerra Mundial los habitantes de esas cuatro ciudades se vieron favorecidos con la ciudadanía francesa. Hasta 1947, las ventajas de esos habitantes en relación a los del interior senegalés marcaron diferencias importantes de clase y status colonial.

Senghor se acercó a la política a través de otro político, Lamine Gueye, participando de las discusiones iniciales entre colonia y metrópoli. Pero en algún momento algo produjo un quiebre en una carrera que parecía ser de perfil bajo. Senghor fue criticado por los senegaleses de no conocer la realidad africana de cerca, reproche al cual prestó dedicada atención. No solamente podía ser criticado por su larga estancia en Francia sino que además Senghor no seguía los preceptos de la religión más popular de Senegal, la musulmana, ya que era cristiano. Sin apoyo de las ciudades costeras y decepcionado de la Sección senegalesa del SFIO (Sección Francesa de la Internacional Obrera) emprendió una arriesgada carrera política, acercándose más a los sujets, y a las ciudades del interior. La diferencia entre sujets (habitantes del interior) y originaires (habitantes de las Cuatro Comunas) mostraba una clara oposición en relación a los derechos cívicos de los habitantes de ambas regiones de Senegal. El interior, más ruralizado y empobrecido se hallaba en flagrante desventaja frente a las Comunas a la hora de discutir con la metrópoli. La négritude en blanco y negro

Si hay algo que hace aún más destacable la figura de político es su paralela concentración en la profesión intelectual. Desde los años treinta y junto a Aimée Cesaire forjó los principios de la filosofía de la negritud.

Tanto Senghor como Aimée Cesaire defendieron esta impronta principalmente desde el bastión de los intelectuales africanos francófonos, la revista Presence Africaine, con un mayor apogeo desde mediados de los años cincuenta.

La primera aparición del término “negritud” se halla en Retour au pays natal del mismo Cesaire, a partir de una experiencia del autor en el tren de París. El estaba sentado y a su lado observó a un negro también sentado, mal vestido, feo -en palabras de Cesaire-. De pronto vio que detrás había un grupo de mujeres riéndose del negro. En ese momento él esbozó una sonrisa “cómplice” y ahí, encontrándose con su propia cobardía, su propio racismo… ahí mismo comenzó a hablar de négritude. En 1956 organizó junto a Senghor el Primer Congreso de Intelectuales y Artistas Negros y en ese mismo año apareció la definición de “negritud” en boca de Cesaire.

La idea que dominaba este concepto era el de cultura colonizada. Se trata de una reversión de la cultura, donde los elementos africanos son reivindicados de frente y en oposición a la cultura del colonizador. Esta reivindicación sufre distintas etapas a modo dialéctico: presentación o tesis, oposición o antítesis y finalmente la reconciliación o síntesis entre la cultura del blanco y del africano.

La négritude defendía la naturaleza como una entidad (esto sería parte de la discusión posterior sobre modernidad versus tradición, propia de los momentos de la descolonización). Establecía la supremacía del orden natural (ligado a los valores de la cultura africana) opuesto al orden occidental “tecnificado” y a la historicidad, vista como producto del orden occidental. Exacerbaba una valoración del ritmo, opuesto a la racionalidad y al intelectualismo occidental, sobrevaluando el papel de los instintos en la creación de una cultura propia y africana.

La propuesta de la négritude frente al colonialismo fue presentarse como una ideología que unificaba. Todas esas valoraciones se hallaban en busca de la recuperación del pasado africano. Se navegaba hacia atrás buscando aquel paisaje donde la imagen del colonizador no existía, negando en cierta forma cualquier tipo de realismo histórico. La imagen del continente africano aparecía sin tiempo y sin espacio.

Esta visión, si bien retomaba la psicología del colonizado disolvía de alguna manera cualquier connotación política acerca de las discusiones entre metrópoli y colonias. Ser intelectual y ser político

¿Cómo articular esa mirada filosófica con una práctica política? Este es el punto donde la carrera de Senghor dio sus mayores frutos. Su visión de la política africana y su creciente participación hasta los momentos de negociación por la independencia estuvieron marcados por el sentimiento compartido entre la labor intelectual y política

Hacia fines de los años cincuenta Senghor reflexionaba: “(…) Yo quiero que tu me sientas dice el elector senegalés, que desea que su diputado lo conozca bien y lo distinga de los demás. Saludar en wolof se dice Nôyi y la etimología de la palabra es respirar. Significaría “respirar para sí”, sentir. Descartes dice Pienso luego existo. “Siento, danzo en el otro, soy”, podría decir el negro africano”.

Si bien Sartre veía de manera positiva el estadio de oposición en esa espiral dialéctica de la que hablaba en el prólogo a la Antología de poesía africana realizada por Senghor se hacía evidente la contradicción subyacente de la teoría. En primer lugar la figura más contradictoria era Senghor mismo. ¿Cómo resolver la contradicción entre la imagen poética del Africa del ritmo y la naturaleza desbordada y su realidad social, política y económica, es decir, lo más tangible?

En este punto, la resolución total del aparente conflicto entre blancos y africanos implicaba la negación a la posibilidad de ser francés, o a la francización, situación precisamente a la cual no estaban muy dispuestos muchos de los habitantes africanos de las colonias francesas.

Al mismo tiempo, Senghor amaba Francia y quería ser francés a medida que crecía su actividad política. Así, parecía ser que Senghor derivaba una teoría social de la négritude, donde Africa era un ideal en la compleja teoría del Socialismo Africano. Su relación con el marxismo marcó también su carrera intelectual y política. Cuando Senghor habla de los objetivos de su partido (Bloque Democrático Senegalés – BDS), dice: “(…) (El marxismo) no es una piedra preciosa para admirar. (…) Es necesario entender que la noción de capitalismo aplicada a Africa debe hacerse sólo en la medida en que este continente fue colonizado por Occidente”. Sosteniendo que el capitalismo tuvo origen en Occidente y como tal es difícil que se reproduzca de la misma manera en otros lugares.

No es fácil definir el pensamiento de un intelectual con carrera política como Senghor. La complejidad de sus principios en relación a la diversidad de Africa frente a la defensa de una única e indivisible cultura africana, hacen que en más de un momento de su creciente producción intelectual y práctica política nos encontremos frente a grandes contradicciones dignas de debatir interminablemente.

Senghor intentó superar la alienación misma que él encuentra en las teorías marxistas del momento donde la ideología representa más una doctrina que un momento dialéctico.

Entonces propone el socialismo africano como un patrón que podría traspasar esa segunda alienación doctrinaria. Intentó unir marxismo al valor de la cultura, citando incansablemente al Marx de “La ideología alemana” : “No alcanza con interpretar al mundo es necesario cambiarlo”.

Tanto la négritude como el socialismo africano implican dos movimientos que plantean por vez primera la cuestión de la identidad de las colonias africanas a partir del concepto de diferencia de color, de cultura y de experiencia.

Durante los veinte años de presidencia en Senegal, Senghor conservó la política partidaria dominada por su propio partido, enfrentándose ferozmente a una oposición casi silenciada. Mantuvo relaciones estrechas con Francia, no sólo de tipo cultural sino principalmente económicas.

¿Cómo -se preguntaron muchos de los cronistas internacionales?, ¿será que Francia olvidó los valores de la civilización francesa tan defendidos por Senghor? ¿Será que la nueva realidad, tanto francesa como europea, dejó olvidada en un rincón aquellos territorios de los que libremente se sirvieron durante décadas de colonialismo incluso de independencia? ¿O será, finalmente, que primó la impudicia y el desatino de un africano negro en morir en territorio francés, lejos de la exhuberante naturaleza del trópico que lo vio nacer?

La fuente: la autora es docente de la cátedra de Historia de la colonización y la descolonización en la Universidad de Buenos Aires (UBA).

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