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jueves, mayo 16, 2024

Malí debe salir de la dependencia

PolíticaMalí debe salir de la dependencia

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Por su estabilidad política, sus recursos naturales y su historia imperial milenaria, Malí goza de un aura de prestigio entre los países de Africa. Una reputación que oculta a menudo la indigencia extrema del pueblo malí -el país está ubicado en el tercer lugar entre los países más pobres del mundo-. General del ejército golpista en 1991, Amadou Toumani Touré podría ser el único candidato a la presidencia capaz de afrontar los problemas de desarrollo. Por Arnaud Robert

DATOS DEL PAIS

“La mano que da está siempre por encima de la que recibe.”El proverbio malí vuelve a menudo a la boca del general Amadou Toumani Touré, líder del golpe contra el dictador Moussa Traoré en 1991. Al utilizar esta fórmula, el militar encara la ayuda internacional, el Fondo Monetario y la Banca Mundial. Pero esa mañana, en el patio de su Fundación por la Infancia en Bamako, es él quien distribuye a las asociaciones de mujeres del país máquinas de coser y cheques.

Desde hace algunas semanas, el tema ocupa regularmente la tapa de la prensa nacional de Malí: en abril, para las próximas elecciones, Amadou Toumani Touré ¿será candidato? Todo lo hace pensar. Un reciente número del semanario Jeune Afrique/L’Intelligent, a menudo bien informado sobre la realidad política del continente, hace de ATT el favorito de las presidenciales. Sin embargo, desde hace diez años, desde su golpe militar, ATT se mantenía cuidadosamente alejado del juego político malí. La tarde del 26 de marzo de 1991, día de la revolución, el general había prometido dejar el poder luego de un año de transición democrática. Y, caso prácticamente único para un militar africano, había respetado su palabra. ATT, jefe de Estado jubilado, dedica desde entonces sus mayores esfuerzos a la lucha contra la pobreza, desde el seno de su fundación. Entre los candidatos potenciales a la elección, él aparece como el que conoce mejor, desde el interior, los problemas de desarrollo. Para él, la solución reside en un cambio profundo de mentalidad: “Muchos malíes piensan que todas los defectos están del lado del FMI y del Banco Mundial. Hay, en Africa, una postura de dependencia y un complejo enorme que produce odio hacia los que nos dan. Si hay sanciones de las instituciones financieras, es a menudo porque nos las merecemos. Debemos ser irreprochables. Las ONG van a asistir todavía durante mucho tiempo a Malí, me doy cuenta de que, cada vez más, algunos de mis compatriotas intentan pensar el desarrollo como un proyecto colectivo.” Sentado en la oficina de Bamako de su fundación, rodeado de retratos -el general y Ronald Reagan, el general y Khadafi, el general en retrato oficial con uniforme y boina roja-, con 53 años, ATT se presenta como un salvador in extremis para la futura elección: “Si veo que no hay candidatos suficientemente competentes, me presento. Esta espera no es más que una estrategia. Durante el año de transición, mientras yo era presidente, me salieron muchas canas. Conducir un país como Malí no es un paseo en coche y yo no soy ambicioso.” Si ATT se presenta, deberá afrontar una situación nacional radicalmente distinta desde el golpe de 1991. Malí es uno de los cinco países más pobres del mundo, la administración permanece pletórica y corrupta y las riquezas del país (algodón, oro) no son suficientes para devolver una deuda colosal. Para ser elegido, ATT esgrimirá sin duda su conocimiento del país -recorre Malí de norte a sur desde hace diez años-, su legitimidad frente a los capitalistas de fondos internacionales y sus actividades en el seno de las ONG para convencer a la opinión pública: “Ustedes saben, aun cuando yo era presidente, no visitaba los pueblos para escuchar el sonido de las flautas y los tambores. Desde que yo voy y vengo por las regiones en el marco de la Fundación por la infancia, pude constatar los verdaderos desafíos para el futuro del país. Primero vi que existe un orgullo malí. Aquí, la gente no aceptaría jamás ver desarrollarse los suburbios que yo vi en Johannesburgo.”

Sin ingenuidad sobre el margen de maniobra de un presidente africano frente a las exigencias de los capitalistas de fondos occidentales, ATT estima sin embargo que él sería más eficiente a la cabeza del Estado: “Ser presidente es estratégico. Se está al comienzo de la decisión y, sobre todo, al final. Me di cuenta a través de los años de que el desarrollo no es una lección de altruismo. Hay, en Europa, intereses políticos enormes al plantear las condiciones del desarrollo africano. Es necesario ahora, en nuestro continente, interlocutores válidos para las organizaciones internacionales.”

En un país cuyo sistema educativo está hecho jirones, el problema de los recursos humanos se plantea casi cotidianamente. El desafío, para ATT, no está en principio ligado a la importancia de la transferencia de fondos, sino a la capacidad de los malíes de absorberlos y movilizarlos: “Nosotros sufrimos nuestra falta de experiencia. Somos incapaces de utilizar más del 40% de los fondos que nos asignan para el desarrollo. Y la fuga de cerebros no arregla nada.”Con un futuro promisorio de mediador internacional, ATT rechazó una beca de la Universidad de Harvard: “Hubiera tenido la impresión de desertar.”

Regularmente comisionado para las misiones de las Naciones Unidas en la región de los Grandes Lagos, amigo de los presidentes de Africa con los que se reúne habitualmente, consejero oficial del presidente malí Alpha Oumar Konaré, ATT cultiva su imagen de africanista discreto -es, con Khadafi, un partidario ferviente de la Organización de la Unidad Africana- sin arriesgar su imagen en la tormenta política malí. Sin embargo, convoca a un foro nacional en cuanto al problema de la educación: “Ya no podemos abandonar la política a los políticos. Me rehúso por otra parte a pertenecer a un partido. Para luchar, los malíes deben sentirse implicados en el proceso democrático. ¿Qué clase de educación para el nuevo siglo? ¿Qué esperan nuestros hijos de nosotros? Son preguntas que deben hacerse. No se puede continuar infantilizando al pueblo y dejarlo afuera de los desafíos que le conciernen”. El presidente Konaré apostó a un proyecto de descentralización que numerosas ONG han seguido. Para ATT, este proyecto es prematuro: “Evidentemente, si se le dice a un representante de una ONG europea que los Estados africanos quieren iniciar una decentralización, esto suena bien porque los países del Norte conocen actualmente el mismo proceso. No hay que engañarse: la referencia única de los países cooperantes son ellos mismos. La descentralización se vende entonces bien, pero nosotros percibimos que no tenemos capacidad para concretar esta ambición. En algunos meses, el país pasó de 19 a 701 municipios, sin una capacitación previa. Es absurdo.” Por supuesto, ATT preconiza la anulación de la deuda, recomienda la unidad de los países africanos (“La solución será regional o no será. Soy partidario de este sueño africanista. A pesar de las risas de los países industrializados”), sabe también que un presidente en Africa es un equilibrista, que el desafío para este siglo es mantenerse independiente sin perder el respaldo indispensable de los países del Norte. “Las organizaciones internacionales inventaron una bonita palabra: condicionalidad”, afirma Gaoussou Drabo, analista político del periódico L’Essor. Si ATT es elegido, deberá primero resolver sus dudas en relación a las condiciones de ayuda que son, para él, “secuelas del paternalismo colonial. Es ahora nuestra decisión. Sabemos lo que queremos y los países occidentales nos dan lo que ellos quieren.” Pero entre la declaración de intenciones y la toma de una posición firme, hay todavía una brecha. Tan grande como la que separa al Norte del Sur.

La fuente: Le Temps, periódico suizo que edita 100.000 ejemplares. Nació, en 1998, de la fusión del Nouveau Quotidien y del Journal de Genève et Gazette de Lausanne (www.letemps.ch).

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