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lunes, mayo 6, 2024

Extraña pareja

PolíticaExtraña pareja

Extraña pareja

Las perversas relaciones de palestinos e israelíes a lo largo del último siglo han hecho evidente la incapacidad de ambos para vivir juntos y en paz, o separados y con seguridad. Contra la fracasada opción de la violencia, la reciente iniciativa del príncipe heredero de la corona saudita (retirada total a cambio de la paz total) representa la mejor solución a largo plazo para el actual callejón sin salida en que quedó atrapada la crisis.

Por Marwan Bishara

Palestinos en un control militar.

Palestinos e israelíes han dado muestras a lo largo del último siglo de no poder vivir juntos y en paz, ni de poder vivir el uno sin el otro -de manera segura- en la misma tierra natal, lo que los convierte en una anciana y gruñona pareja. Hace mucho tiempo vivieron en paz y dignidad, juntos o separados.

La reciente iniciativa saudita -retirada total por paz total- representa la mejor solución a largo plazo para el actual callejón sin salida. Aunque propone pocas novedades sustanciales, su excelente calendario y su claridad de propósito son la mejor alternativa ante el uso de la fuerza que ha resultado un fracaso. Ahora bien, para que triunfe la nueva iniciativa, ha de aplicarse al mismo tiempo. Los árabes proponen un atajo hacia la paz. Diez años de negociaciones sin límites prefijados de antemano han revertido en numerosos cambios, pero apenas han registrado progresos. El proceso de paz de Oslo fracasó principalmente porque se convirtió en mucho procedimiento y muy poca paz.

En realidad la nueva iniciativa árabe se basa en la misma resolución 242 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que hace un llamamiento en favor del intercambio de territorios por paz. Se produce también en el espíritu de la conferencia internacional sobre en Medio Oriente de Madrid, que se reunió en la línea de la misma resolución de las Naciones Unidas y cuenta con la participación de la mayoría de los países árabes interesados, incluido un representante de Arabia Saudita, el embajador Bandar Ibn Sultan.

Ni un solo primer ministro israelí ha terminado su mandato desde entonces. Los israelíes trataron de alcanzar una paz por separado con la OLP basada en los acuerdos provisionales de Oslo que les permitiera negociar aunque manteniendo la ocupación y aumentando los asentamientos. Pero el tiro salió por la culata cuando los asentamientos y la paz no pudieron coexistir. Frente al problema, se comprobó que no podían guisarlo y comérselo a continuación. Los israelíes cambiaron cinco primeros ministros porque no podían solucionar la contradicción entre la ocupación y la paz. Los dos primeros, Rabin y Peres, prometieron la paz sólo para hallar el asesinato y el rechazo electoral, respectivamente. Los dos segundos, Netanyahu y Barak, prometieron “paz y seguridad” y perdieron también las elecciones. El último, el primer ministro Sharon, como su mentor Yitzhak Shamir, prometió seguridad con o sin paz, y he aquí el resultado: una inseguridad israelí sin precedentes.

Sharon ha fallado a todos los niveles en cuestión de seguridad: disuasión, prevención y proyección militar y, por lo tanto, ha fracasado en dotar de protección al pueblo israelí. En ausencia de un programa de paz basado en acabar con la ocupación militar, el uso de la fuerza no ha aportado ni seguridad ni paz.

También ha sido un fracaso palestino. Los palestinos han tenido un líder, Yasser Arafat, que les prometió la liberación de la ocupación, así como un Estado con Jerusalén como su capital. Pero, treinta años después, se ven a sí mismos enjaulados en sus campamentos y ciudades, rodeados de asentamientos judíos con un líder que ha estado sometido a arresto domiciliario. Se trata, también, de un fracaso de Estados Unidos y de la comunidad internacional. El concepto de “dejar la cuestión en manos de las partes interesadas” a fin de alcanzar un acuerdo -de forma pacífica o por la fuerza- se ha demostrado no sólo injusto en el contexto de la superioridad israelí, sino además equivocado. La extraña pareja israelí-palestina no logró solucionar sus diferencias, que requieren que Europa y Estados Unidos tengan un nuevo papel en apoyo de la propuesta saudita.

La nueva iniciativa árabe cuenta con el apoyo de los partidarios de la paz en el lado israelí porque cumple el largamente acariciado sueño del sionismo tradicional: seguridad regional garantizada acompañada de relaciones normales de paz con sus vecinos, incluidos los palestinos. Sin embargo, la coalición de Sharon, integrada por fundamentalistas religiosos y nacionalistas radicales, ya la ha rechazado. Insisten en que la ocupación y la paz no son incompatibles aun si su fantasía de un Israel más grande se convierte en la pesadilla de los israelíes.

La suerte de una nueva iniciativa de paz se decidirá principalmente de acuerdo con la decisión de la Administración Bush. Una vez adoptada oficialmente por la cumbre de líderes árabes este mes de marzo, la Administración Bush está en disposición de preparar el terreno a efectos de su adopción por parte de Israel.

El gobierno de Sharon caerá si el Partido Laborista lo abandona bajo la presión norteamericana. Pero Peres no puede permitirse ser considerado menos patriota israelí que Bush. Mientras Bush apoye la política violenta de Sharon, el Partido Laborista no hallará forma de marcharse en apoyo de la paz.

En 1992, la elección de Yitzhak Rabin sólo fue posible cuando Bush padre criticó el gobierno de Shamir y ejerció presión. De modo que, actualmente, la clave del cambio en la política israelí hacia la senda de la paz depende de la clara determinación de Washington en favor de la paz que libere a la región de la ocupación, el motor de la violencia y el odio durante mucho tiempo.

En ausencia de esfuerzos diplomáticos para proteger a los palestinos, su resistencia a la ocupación israelí entra en una fase sin retorno. Además, están devolviendo la pelota a la maquinaria de guerra israelí utilizada habitualmente para imponer los dictados políticos sobre los palestinos. En las últimas semanas los palestinos responden dentro de la línea verde, después de los bombardeos israelíes de sus poblaciones o el asesinato de sus líderes. Los palestinos están ganando cada día más la batalla de las voluntades contra la ocupación.

Durante mucho tiempo Israel ha dividido sus guerras en guerras por la existencia y guerras por elección. Sharon ha presentado la guerra actual contra la “intifada” como una prolongación de la guerra “por la existencia”, guerra de independencia, de 1948. Sin embargo, dado que los palestinos adoptan la iniciativa sauditay declaran su disposición a vivir en paz con Israel en sus fronteras anteriores a 1967, es evidente que ahora se trata de una guerra de elección, que no se diferencia de la guerra de Sharon en el Líbano.

Y ésta es la razón por la que, quizá de forma inconsciente, la popularidad de Sharon continúa cayendo a plomo entre los israelíes mientras el apoyo a Arafat crece entre su pueblo. En ausencia de un objetivo político, la opción militar de Sharon ha perdido su lógica al haber fracasado en aportar seguridad. El equilibrio de conducta ética entre ocupado y ocupador está sobrepasando el equilibrio de poder israelí en favor de los sitiados palestinos.

El juego israelí de suma cero se ha acabado dado que los israelíes no pueden seguir ganando a costa de la derrota palestina. Actualmente ambas partes están perdiendo. El elocuente apoyo norteamericqano a la iniciativa saudita es de suma importancia para la paz en la medida en que una paz integral es indispensable para el muy necesario reacercamiento entre Occidente y el mundo árabe.

Es la hora de la verdad para Israel. La fragmentación de la población palestina en un suelo patrio común hace necesaria su aceptación de la iniciativa árabe. De lo contrario, la integración territorial mediante los asentamientos pero llevada a cabo de tal forma que suponga la separación de su gente comporta -ya se constata- la constitución de un nuevo tipo de apartheid de facto; con una solución, en último extremo, en forma de un Estado binacional. Quizá hemos de prepararnos interiormente para la inevitable integración de una nueva generación de palestinos y judíos en Palestina/Israel. Si ésta constituye la elección de preferencia de Israel, es también la elección original de los palestinos. Es mejor decirlo ahora y de esta manera salvar vidas.

La fuente: Marwan Bishara es investigador de la Escuela de Ciencias Sociales de París. La traducción de este artícula pertenece a José Maqría Puig de la Bellacasa, para El País, de Madrid (www.elpais.es).

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