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lunes, abril 29, 2024

Guerra contra Irak: el desastre por venir

PolíticaGuerra contra Irak: el desastre por venir

Guerra contra Irak: el desastre por venir

Parece probable que una acción militar de Estados Unidos contra Irak ya no es un asunto de “si se hace” sino de “cuándo se hace”. Bush insiste en que la acción es necesaria porque Irak ha estado desafiando las resoluciones de las Naciones Unidas y representa un inminente peligro para el mundo, una explicación tan endeble que no puede ser tomada en serio. El desafío de las resoluciones de la ONU y otras prohibiciones se ha convertido en un lugar común en los últimos 50 años. No es necesario recordar a nadie que Estados Unidos se negó a respetar una decisión del Tribunal Mundial de 1986 condenando las acciones norteamericanas en Nicaragua. Y que el presidente Bush ha dejado bien en claro que no respetará ningún tratado si considera que es peligroso para los intereses de Estados Unidos. Para el autor, a los otros dirigentes árabes no les gusta ni un poco Saddam Hussein, pero sus poblaciones no aceptarán lo que considerarán inevitablemente como un ataque no provocado contra un Estado hermano, dejando a los dirigentes con pocas alternativas fuera de alinearse con la agitación o arruinarse.

Por Immanuel Wallerstein

Mujeres y niños iraquíes en un local de racionamiento de alimentos.

George W. Bush es un geopolítico incompetente. Ha permitido que una camarilla de halcones lo induzca a adoptar una posición sobre una invasión de Irak de la que no puede zafar, una posición que sólo tendrá consecuencias negativas para Estados Unidos y el resto del mundo. Se verá profundamente afectado políticamente, tal vez fatalmente. Y disminuirá rápidamente el poder de Estados Unidos en el mundo, que ya está declinando. Una guerra contra Irak destruirá de inmediato numerosas vidas tanto iraquíes como norteamericanas, porque parece claro que ataques aéreos a gran altura, del tipo de golpes quirúrgicos, no bastarán en términos militares. Una invasión de Irak llevará a un grado de agitación en el mundo árabe-islámico inimaginable hasta ahora. A los otros dirigentes árabes no les gusta ni un poco Saddam Hussein, pero sus poblaciones no aceptarán lo que considerarán inevitablemente como un ataque no provocado contra un Estado árabe, dejando a los dirigentes con pocas alternativas fuera de alinearse con la agitación o arruinarse. Y un ataque contra Irak podría provocar en última instancia el uso de armas nucleares, las que, si son utilizadas ahora, serán difíciles de ilegalizar más tarde. Tal vez Irak aún no posea semejantes armas, pero no podemos estar seguros. Pero incluso si no las tuviera, ¿no podría atacar a Israel con misiles convencionales, lo que llevaría a Israel a responder con las armas nucleares que sabemos que posee? Y, en realidad, ¿estamos realmente seguros de que, si los combates se vuelven duros, Estados Unidos no esté dispuesto a utilizar armas nucleares tácticas?

¿Cómo nos hemos metido en un semejante desastre sin salida?

Parece probable que una acción militar de Estados Unidos contra Irak ya no es un asunto de “si se hace” sino de “cuándo se hace”. El gobierno de Estados Unidos insiste en que la acción es necesaria porque Irak ha estado desafiando las resoluciones de las Naciones Unidas y representa un inminente peligro para el mundo en general, y para Estados Unidos en particular.

Esta explicación de la futura acción militar es tan endeble que no puede ser tomada en serio. El desafío de las resoluciones de la ONU y otras prohibiciones se ha convertido en un lugar común en los últimos 50 años. Creo que no necesito recordarle a nadie que Estados Unidos se negó a respetar una decisión del Tribunal Mundial de 1986 condenando las acciones norteamericanas en Nicaragua. Y que el presidente Bush ha dejado bien en claro que no respetará ningún tratado si considera que es peligroso para los intereses de Estados Unidos. Israel, desde luego, ha estado desafiando resoluciones de la ONU durante más de 30 años, y lo está haciendo de nuevo mientras escribo este comentario. Y el historial de otros miembros de la ONU no es mucho mejor. Así que Hussein ha estado desafiando resoluciones muy explícitas de la ONU. ¿Qué hay de nuevo?

¿Representa Hussein una amenaza inminente para alguien? En agosto de 1990, Irak invadió a Kuwait. Esa acción, por lo menos, fue una amenaza inminente. La reacción de Estados Unidos fue la Guerra del Golfo Pérsico, en la que expulsamos a los iraquíes de Kuwait y luego decidimos detenernos ahí -por buenas razones militares y políticas. Pero eso dejó a Hussein en el poder.

La ONU aprobó varias resoluciones exigiendo que Irak abandonara las armas nucleares, químicas y bacteriológicas, y dio mandato a equipos de inspección para que verificaran si lo había hecho. La ONU también decidió una variedad de embargos contra Irak. Como sabemos, durante la década transcurrida desde entonces, el sistema de restricciones contra Irak establecido por esas resoluciones de la ONU se ha debilitado considerablemente, pero de ninguna manera en su totalidad.

Hace algunas semanas, Irak y Kuwait firmaron un acuerdo por el cual Irak se comprometió a respetar la soberanía de Kuwait. El ministro de Relaciones Exteriores de Kuwait, el jeque Sabah al Ahmed al Jabbar al Sabah, dijo que su país está ahora “satisfecho en un 100%”, agregando que había escrito el acuerdo personalmente. Sin embargo un vocero norteamericano se mostró escéptico. Estados Unidos no va a ser disuadido simplemente porque Kuwait está “satisfecho”.¿Quién es Kuwait, para permitirse participar en una decisión semejante?

Los halcones de Estados Unidos creen que sólo el uso de la fuerza -de una fuerza muy importante- restaurará nuestra indiscutida hegemonía en el mundo. Sin duda es verdad que el uso de una fuerza abrumadora puede establecer la hegemonía, como sucedió con Estados Unidos en 1945. Pero la hegemonía de Estados Unidos no es lo que solía ser. La superioridad económica del país en el mundo entre 1945 y 1965 ha sido reemplazada por una situación en la que la posición económica de Estados Unidos no es significativamente mejor que la de la Unión Europea o la de Japón. Por este relativo deterioro económico Estados Unidos perdió la aquiescencia política sin discusión de sus aliados más cercanos. Todo lo que queda es la superioridad militar. Y, como nos enseñara Maquiavelo hace siglos, la fuerza no basta: Si es todo lo que tienes, entonces su uso es un signo de debilidad más bien que de fuerza y debilita al que la utiliza.

Está claro, en este momento, que casi nadie apoya una invasión de Estados Unidos a Irak: ni un solo Estado árabe, ni Turquía o Irán o Pakistán, ni Rusia ni la mayor parte de Europa. Hay, por cierto, dos notables excepciones: Israel, que aguijonea a Bush, y Gran Bretaña -o mejor dicho, su primer ministro, Tony Blair, que declaró recientemente en Texas que “hacer nada… no es una opción” respecto a Irak. Y sin embargo, un artículo en The Observer informó que “los dirigentes militares británicos presentaron una severa advertencia a Tony Blair de que toda guerra contra Irak está condenada al fracaso y llevaría a la pérdida de vidas a cambio de la obtención de muy poco beneficio político.”

No puedo creer que los dirigentes militares de Estados Unidos hayan llegado a una conclusión diferente, aunque podrían ser más cautelosos en la presentación de esa desagradable verdad al presidente Bush. Kenneth M. Pollack, antes de la CIA y especialista en Irak en el Consejo Nacional de Seguridad de Clinton, dice que una acción militar en Irak requeriría el envío de entre 200.000 y 300.000 soldados norteamericanos, presumiblemente desde bases en Arabia Saudita o Kuwait, así como de tropas adicionales para defender a los kurdos en el Irak septentrional.

Estados Unidos parece contar con la intimidación de sus aliados para que participen. Pero después de la ocupación de ciudades cisjordanas por Israel, la remota esperanza de que las bases sauditas (o incluso kuwaitíes) puedan estar a disposición de las tropas de Estados Unidos, se ha desvanecido. Está claro que Turquía no tiene interés en defender a los kurdos iraquíes, ya que una acción semejante fortalecería con seguridad el movimiento kurdo en Turquía, contra el que el gobierno turco combate con toda su energía. En lo que respecta a Israel, el primer ministro Ariel Sharon -con fuerte apoyo de Bush- está destruyendo lo más rápido posible la Autoridad Palestina- lo que con seguridad no ayudará a Bush en su formación de una coalición anti-iraquí.

Pero, a pesar de todo, habrá una invasión, que será difícil si no imposible de ganar. La acción podría convertirse en otro Vietnam. Igual que en Vietnam, la guerra se prolongará y costará muchas vidas norteamericanas. Y los efectos políticos serán tan negativos para Estados Unidos que llegado el momento Bush (o su sucesor) se retirará. Un síndrome de Vietnam renovado y amplificado será el resultado en Estados Unidos.

¿No hay nadie en la administración de Bush que sea capaz de ver esto? Unos pocos, sin duda, pero están siendo ignorados, porque Bush se encuentra en un dilema que se ha impuesto él mismo. Si sigue adelante con la invasión de Irak, arriesga su futuro político, como Lyndon Johnson. Y un fracaso de Estados Unidos terminaría por dar a los europeos el coraje de ser europeos y no atlánticos. Pero esas consecuencias negativas para Bush son futuras, mientras que los aspectos negativos de no invadir se encuentran en el presente.

Bush le prometió al pueblo de Estados Unidos una “guerra contra el terrorismo” que “ganaremos con certeza”. Hasta ahora, todo lo que ha logrado es la caída de los débiles y empobrecidos talibanes. No ha capturado a Ben Laden. Pakistán tambalea. Arabia Saudita se aparta. Si no invade Irak, quedará mal puesto ante lo que le importa más -los votantes norteamericanos-. Y es eso lo que le están diciendo, sin edulcorarlo, sus consejeros de política interior. Los niveles increíblemente altos de aprobación reflejan que es un “presidente de guerra”. El minuto en que se convierta en un presidente de tiempos de paz, se encontrará frente a graves problemas -tanto más por las promesas incumplidas de tiempo de guerra.

Así que Bush no tiene alternativa. Invadirá Irak. Ha dejado bien claro que la actual crisis de Medio Oriente no lo disuadirá de hacerlo. Al contrario. Y todos tendremos que vivir con las consecuencias.

La fuente: Immanuel Wallerstein es investigador adjunto en la Universidad Yale y autor de “The End of the World as We Know It.” [El fin del mundo tal como lo conocemos].

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