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sábado, mayo 18, 2024

Irán y el conflicto de Medio Oriente

PolíticaIrán y el conflicto de Medio Oriente

Las relaciones entre Irán e Israel y la posición iraní con respecto al conflicto palestino-israelí han sido objeto de numerosas controversias e interpretaciones. A partir de 1979, el gobierno surgido de la Revolución Islámica tomó la causa palestina como una de sus banderas políticas por excelencia, dejando de lado el comportamiento ambiguo que el Sha Reza Pahlevi había demostrado a lo largo de su mandato. Durante los últimos veinte años el discurso iraní ha sido el de apoyo al establecimiento del Estado Palestino en los territorios ocupados por Israel, a quien nunca se ha reconocido como Estado. Por Luciano Zaccara

En los primeros años de la República, Irán utilizó la política exterior como instrumento de exportación de la Revolución, ayudando, entre otras cosas, a la creación y sostenimiento de Hezbollah en el sur del Líbano, en el contexto de la invasión israelí de 1982. Por el contrario, la relación entre la OLP de Arafat y el gobierno iraní solo existió hasta 1983, momento desde el cual los sucesivos gobiernos iraníes le retiraron su apoyo, sobre todo a partir de los acuerdos de Oslo. En los primeros años de la guerra Irán-Iraq (1980-88), Israel actuó como intermediario en la venta de armas que Estados Unidos hizo al gobierno iraní, escándalo conocido como “Irangate”. Ante la coincidencia de intereses y de percepciones de amenaza frente a los Estados árabes, Israel -al igual que Estados Unidos- eligió mantener contactos con algunos militares y miembros del gobierno, esperando un posible golpe contra-revolucionario que restituyera a Irán en la alianza que mantenían en el ámbito regional. La muerte de Khomeini, en 1989, no cambió el discurso iraní con respecto a Israel. Cuando se inició el proceso de paz árabe-israelí (1993), las críticas más duras partieron del gobierno de Rafsanjani y Khamenei, presidente y líder espiritual iraníes, respectivamente. El respaldo a los acuerdos de paz por parte de la mayoría de los Estados árabes, incluyendo a Arabia Saudita, dejó a Irán como el adalid de la oposición a Oslo en el ámbito de los países musulmanes. La elección de Khatamí como presidente en 1997 inició una etapa de distensión iraní con los países de la región, principalmente con Arabia Saudita. El estancamiento en la resolución del conflicto de Medio Oriente, a partir de la llegada al gobierno israelí de Netanyahu, creó el ambiente necesario para que, en la Conferencia Islámica de Teherán (diciembre de 1997), la postura dialoguista de Khatamí, sin abandonar por ello el apoyo a la causa palestina, lograra unificar las críticas a Israel y favoreciera un resurgimiento del liderazgo regional de Irán, en detrimento de aquellos Estados que habían dado su visto bueno a Oslo. La reciente campaña de Afganistán vino a agregar nuevos elementos a esta controvertida relación. El supuesto cargamento de armas del “Karine A”, capturado en el Mar Rojo por los israelíes en enero último, habría ido destinado directamente al gobierno de la Autoridad Palestina, y embarcado en un puerto iraní por la Guardia Revolucionaria. Esta acusación israelí, junto a la referente al supuesto desarrollo iraní de un programa nuclear y misilístico, se agregó a la sospecha -sostenida asimismo por la inteligencia israelí- de que Irán habría permitido a miembros de Al Qaeda escapar de Afganistán a través de la frontera iraní. Los desmentidos iraníes se multiplicaron a todos los niveles, pero no alcanzaron para evitar que el presidente Bush ubicara a Irán dentro del “eje del mal”, retrasando de esta manera un posible acercamiento de Irán y Estados Unidos. El cierre de filas en contra de estas acusaciones fue promovido tanto por el ala reformista representada por Khatamí, como por los sectores conservadores de Khamenei y Rafsanjani. De tal forma que lo que, en un primer momento, se pensó podía desestabilizar al gobierno sirvió, en cambio, al aparente establecimiento de una nueva agenda de tolerancia política entre las diversas facciones en pugna. Fruto de ello, y a pesar del intento de diferentes ministros y del propio Khamenei por establecer un boicot petrolero contra Israel, el gobierno iraní habría respaldado la iniciativa de paz de Arabia Saudita hecha en la cumbre de la Liga Árabe de Beirut. Con esto se eliminaba el pretexto de la hostilidad norteamericana, a la vez que no obligaba a reconocer a Israel porque el compromiso sería tomado por los Estados árabes de la Liga. A pesar de la aparente agresividad del discurso, lo cierto es que Israel no es vista por Irán como una amenaza militar. Sus preocupaciones inmediatas están centradas alrededor de sus fronteras, el Golfo Pérsico, Irak, Afganistán y el Mar Caspio. Irán no teme un ataque por parte de Israel, por lo que no tiene previsto un programa militar en contra de ese país. Cabría suponer, en consecuencia, que la posición con respecto a la causa palestina ha sido desde 1979, y sigue siéndolo, una cuestión ideológica destinada a obtener un liderazgo regional en un mundo étnico y religiosamente diferente (mayoritariamente árabe y sunnita, frente al Irán persa y shiíta), utilizando una causa que moviliza a las masas a lo largo del mundo musulmán.

La fuente: el autor es politólogo y colaborador del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH, Madrid). Este artículo ha sido publicado previamente en el sitio web de Radio Nederland (www.mw.nl).

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