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jueves, mayo 16, 2024

Los kurdos, un pueblo sumergido en el olvido

Opinion/IdeasLos kurdos, un pueblo sumergido en el olvido

Los kurdos, un pueblo sumergido en el olvido

La falta de un estado para esta importante comunidad étnica, a expensas de la repartición de las tierras que habitaron desde antaño entre Turquía, Irán e Irak, los ha convertido, al igual que a los palestinos, en una especie de pueblo extranjero en su propio territorio. En 1920, el tratado de Sèvres dispuso la creación del Kurdistán, acuerdo que nunca pudo ser puesto en práctica, en gran parte por los intereses económicos de los países que los controlan, que no están dispuestos a resignar las riquezas de la región, principalmente sus reservas de petróleo y recursos acuíferos.

Por Jaile Maleta Antigua

Refugiados kurdos en España.

Uno de los pueblos más desarraigados en la historia de la Humanidad ha sido el kurdo. La falta de un estado para esta importante comunidad étnica (1), a expensas de la repartición de los territorios habitados antaño por su población, los ha convertido, al igual que los palestinos, en una especie de pueblo extranjero en su propio territorio.

Los kurdos son descendientes de los antiguos medos (hacia el 2400 a.C.), habitantes junto a los persas de una extensa área que abarcaba la mayor parte del conocido Medio Oriente. Es notable el grado de parentesco étnico existente entre la comunidad kurda y la iraní, aunque guardan sus respectivas distancias identitarias.

Su lengua, el kurdish, es, asimismo, una variante noroccidental del farsí iraní. Por otro lado, practicaban como religión en unos inicios el zoroastrianismo. Luego de la expansión de la cultura árabe por la región, se islamizaron, adoptando la corriente sunnita, aunque una minoría continúa practicando la variante confesional zoroastriana, Yezidi.

En cuanto a su organización social, en un inicio consistía en una especie de tribalismo nómada. Actualmente, el sistema tribal ha desaparecido como resultado del control directo de los gobiernos que mantienen cautivas a las distintas comunidades kurdas en el Medio Oriente.

Es a partir del propio control gubernamental que sufre esta población, que la cuestión kurda va a adquirir una connotación especial para la propia estabilidad política de la región, a pesar de que muchos autores quieran capitalizar la crisis medioriental con el conflicto árabe-israelí. Lo que sucede, a mi entender es, que en medio de este problema están albergados intereses económicos que trascienden las propias fronteras nacionales, puesto que los territorios del Kurdistán son muy ricos en recursos naturales.

Para ilustrar esto se puede apuntar que la parte que corresponde a Turquía contiene yacimientos de fosfato, lignito, cobre, hierro y cromo. En el caso del Kurdistán iraquí, además de contar con recursos como el hierro y el cromo, tiene yacimientos petrolíferos en la región de Kirkouk. Por su parte, el petróleo que se extrae de los territorios kurdos de Irán representan el 20 % de la producción nacional.

Esto nos ofrece una real panorámica de los móviles que impulsan a estos gobiernos a no permitir la existencia de un Estado kurdo unificado e independiente, limitando las protestas de las poblaciones kurdas cautivas en sus respectivos territorios hacia la existencia de cierta autonomía en el plano nacional, aunque en territorios como Turquía ese principio no se corresponde con la tensa situación que vive esa comunidad, la mayor del Medio Oriente.

En ese país, al igual que en los restantes, anteriormente mencionados, los kurdos no son reconocidos oficialmente como minorías nacionales, a diferencia de otras poblaciones mucho menores cuantitativamente, que albergan estos países. Es el caso de colonias judías, armenias, griegas, entre otras, que disfrutan de ese status político. A los kurdos se les impide el derecho a concertar alianzas políticas entre ellos e incluso a recibir enseñanza en su propia lengua.

En el caso iraní, especialmente con la propuesta de otorgar una mayor tolerancia a los derechos de las comunidades étnicas no persas, por parte del presidente Khatami, la cuestión kurda es admitida con preocupación dentro de la estrategia política del gobierno, permitiendo el uso del idioma. No obstante, las autoridades iraníes, fundamentalmente las religiosas, están reaccias a reconocer cualquier tipo de gestión autónoma por los kurdos iraníes, que trate de romper con el modelo religioso unitario shiíta establecido desde 1979.

Los gobiernos turco, iraquí, sirio e iraní han utilizado con gran eficacia métodos inteligentes para provocar la propia división interna en el seno mismo de las distintas agrupaciones y partidos kurdos. En la actualidad este ha sido uno de los aspectos más vulnerables para la propia creación de un frente único a favor de su autodeterminación como pueblo.

El caso turco es especial en este sentido. En 1985, el gobierno introdujo como estrategia de combate contra la lucha armada emprendida por el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), la pacificación rural del país, como parte de las aspiraciones de las autoridades, apoyadas especialmente por los Estados Unidos.

Así, entre la propia población kurda del campo, se crearon “aldeas guardianas” para combatir a sus propios hermanos atrincherados en las montañas. Esta decisión permitió que los integrantes de este frente voluntario pudiesen conservar sus casas y fuesen respetadas sus propiedades por los agentes del gobierno. El Estado les proveyó de armamentos y un salario equivalente a los 250 dólares mensuales, suma aceptable de acuerdo con el nivel de vida operado en el campo turco.

Es por ello que, en la actualidad, los partidos kurdos de gran arraigo social, no sólo en Turquía, sino en el Medio Oriente, presentan como reivindicación primera, sin abandonar el proyecto de la creación futura del Kurdistán unificado, la búsqueda de una esfera autónoma en los marcos de su actuación local. Esto se expresa en el derecho a la toma de decisiones colectivas, lo que se pudiera traducir, a pesar de la política de asimilación cultural a que los obligan estos gobiernos, en el mantenimiento de su cultura ancestral.

Lo que hace más inquietante esta situación, y he ahí el elemento causante de las frustraciones de este pueblo, es el factor económico. A los gobiernos de Turquía, Irak, Siria e Irán, el surgimiento del Kurdistán como unidad territorial, traería consecuencias negativas para sus propios intereses económicos, pues se verían privados de sus principales fuentes de riquezas naturales, destacables entre ellas las grandes reservas de petróleo y recursos acuíferos, reportados en el territorio habitado por los kurdos.

Por ello, su región coincide “accidentalmente” con los planes energéticos de los Estados Unidos y las principales potencias europeas, que consisten en los corredores del crudo que compañías de esos países intentan construir, sobre la base de su extracción en estos territorios, además de contar con la cercanía de las casi inexplotadas reservas petrolíferas y de gas natural que guarda la región cáspica. Para cumplimentar estos planes es necesario, en primer lugar, tal como se está manteniendo la estrategia norteamericana en Afganistán, pacificar toda esa región. En este caso, eliminando el peligro potencial de las guerrillas kurdas que en más de una oportunidad han hecho estallar tramos del oleoducto iraquí, en respuesta al proyecto norteamericano que intenta limitar aún más su actuación como identidad poblacional.

Por otro lado, desde el punto de vista estratégico, el territorio kurdo presenta condiciones especiales, para el avance, si hipotéticamente es creado el Estado de Kurdistán, de grupos extremistas islámicos que podrían, según lo planteado por las autoridades de los gobiernos turco, árabes y persa, desestabilizar, políticamente hablando, la ya caldeada atmósfera reinante, en medio de la actual campaña antiterrorista.

Con esta insostenible situación que tiene que enfrentar el pueblo kurdo, más adversa por las condiciones internacionales actuales, es evidente que sus problemas socioeconómicos y sus reclamos de emancipación identitaria, no encajan en la propia dinámica geopolítica que prevén en un futuro los intereses de las trasnacionales petroleras, amparadas por políticas de protección legal en la región medioriental, destacándose el caso de Turquía. En su afán de lucro desmedido, se olvidan de la desgracia de los kurdos, predestinados por estos intereses, a vagar como el mayor pueblo sin Estado propio del mundo.

Notas: (1) A comienzos de la década de 1990 el Kurdistán tenía una población estimada de 26 millones de personas. De ellos, unos 13,7 millones vivían en Turquía, unos 6,6 en Irán, unos 4,4 millones en Irak, aproximadamente 1,2 millones en Siria y un número inferior en Armenia y Azerbaiján.

La fuente: el autor es investigador del Centro de Estudios de Africa y Medio Oriente (CEAMO), de La Habana, Cuba.

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