7.4 C
Buenos Aires
domingo, mayo 19, 2024

Una pequeña guerra espléndida

Opinion/IdeasUna pequeña guerra espléndida

Una pequeña guerra espléndida

El largo siglo norteamericano empezó con una guerra pequeña, en 1898, y termina con otra, en 2003. Ambas tienen en común su fealdad, sordidez y planificación descarada. Una puso a la república norteamericana en el camino del imperio; la otra está diseñada para proclamar la absoluta, irrevocable e incuestionada supremacía global de ese imperio. ¿Pero este siglo quedará en la historia simplemente como el único siglo norteamericano o como el primero de otros? ¿Hemos visto el florecimiento del imperio para asistir ahora a su caída o estamos frente al comienzo de un Reich norteamericano de mil años? Por Hani Shukrallah Es probable que el vigésimo siglo acabe tardíamente, algún día de marzo o abril de 2003, con el establecimiento de un régimen militar norteamericano en Irak. Un siglo XX corto (como lo definió el historiador británico Eric Hobsbawm) había finalizado en el otoño de 1989 con la caída del Muro de Berlín. Y mientras la “edad de los extremos” comienza con la Primera Guerra Mundial, el inicio de nuestro siglo XX largo es menos impactante, si no menos obvio: la guerra entre España y los Estados Unidos de 1898, la “pequeña guerra espléndida” que le dio a los norteamericanos el dominio sobre Guam, Puerto Rico y las Filipinas. Eso lanzó el mundo, irrevocablemente a la edad del imperio norteamericano. Por los años cuarenta, Henry Luce, editor de Time y Life, se refería al “siglo norteamericano”. Más de medio siglo después, en todo el mundo, amigos o enemigos de la hegemonía global norteamericana discutirían su aserción.

Y esto no carece de méritos; yo espero ver la inminente guerra contra Irak como una especie de cierre del primer siglo americano, una suerte de culminación del largo e inevitable proceso histórico que ubicó a Bush hijo y a su banda de mafiosos globales como los amos del mundo. Los puntos en común entre los dos acontecimientos que marcaron el comienzo y el fin del siglo norteamericano son notables: pretextos débiles (el hundimiento del Maine y las armas de destrucción masiva de Saddam Hussein y sus vínculos con Al-Qaeda); medios masivos de comunicación poderosos (de la prensa amarilla de Hearst a la televisión satelital) que tuvieron la habilidad de crear una realidad ficticia acorde con los intereses económicos norteamericanos, y el absurdo “cowboy” sin ideas, cuya flagrante estupidez está sostenida por la arrogancia (“Dios está de nuestro lado”). Y, por supuesto, la propensión para librar “pequeñas guerras espléndidas”, eso que, según Noam Chomsky, el establishment militar norteamericano denomina actualmente “conflictos con enemigos mucho más débiles.” Por supuesto, ni Teddy Roosevelt ni William Randolph Hearst podrían haber soñado con la asombrosa prestidigitación que un siglo de imperio e innovaciones tecnológicas les dieron a los gobernantes norteamericanos y a los dóciles y cómplices medios de prensa. Ahora usted puede ver la fabulosa audacia que sale de la galera del mago: el “muy débil enemigo” se transformó en una amenaza que horroriza a la humanidad y que debe confrontarse a cualquier precio, exorcizando imágenes de Hitler, Stalin y, mucho más pertinente, de las películas de desastre de Hollywood. Pero con un pase de la varita mágica el monstruo volverá a ser un conejo. Luchar contra este terrible enemigo costará muy poco en vidas, requerirá muy poco sacrificio y habrá terminado en un abrir y cerrar de ojos. Será “una pequeña guerra espléndida”. El costo en vidas humanas está calculado, naturalmente, en términos de “nuestros muchachos”; las pérdidas enemigas no cuentan desde que los medios de comunicación, corporativos y cooperativos, ha hecho posible culpar de estas muertes al mismo enemigo. El siglo empezó con una guerra pequeña y termina con otra, ambas feas, sórdidas y descaradamente planificadas. Una puso a la república norteamericana en el camino del imperio; la otra está diseñada para proclamar la absoluta, irevocable e incuestionada supremacía global de ese imperio. ¿Pero este siglo quedará en la historia simplemente como el siglo norteamericano o como el primero de otros? ¿Hemos visto el florecimiento del imperio para asistir ahora a su caída o estamos frente al comienzo de un Reich norteamericano de mil años? Una respuesta fue proporcionada recientemente por el periodista Bill Emmott, en un largo artículo publicado por The Sunday Times el 12 de enero. Con el título retórico: “¿Se rendirá América”? Emmot hace una elegía del último siglo del imperialismo norteamericano y, parecería, también de los futuros, revelando un grado penoso de adulación que sólo ciertos señores británicos parecen capaces de sostener. (La mejor explicación para esa propensión adulatoria que yo puedo proponer puede resumirse en un popular refrán egipcio: “La calva hace ondear el pelo de su sobrina”.) El artículo no es más que el extracto de un libro titulado: “20:21 Vision: Twentieth Century Lessons for the Twenty-First Century (“Lecciones del Siglo XX para el Siglo XXI”), que fue editado por Penguin a fines de enero. Habiendo aparentemente estudiado la historia del último siglo, el periodista concluye que todo se resume en dos proguntas: “Una es si el capitalismo sobrevivirá, crecerá y retendrá esta inusual alianza que le permite comandar el mundo. La otra es si los Estados Unidos continuarán custodiando la paz, haciendo un mundo seguro para que el capitalismo se propague, reteniendo su clara preeminencia política, militar, económica y cultural y manteniendo el deseo de ejercer su poder como una fuerza para la paz y el progreso.” ¿Son las respuestas de Emmot tan simples como las preguntas? Muy pronto descubriremos que las respuestas no son sólo simples sino tontas. Emmot no tiene ninguna duda de que el capitalismo es lo mejor del mundo, y tampoco tiene dudas de que la hegemonía norteamericana es la única manera de ahorrarle al mundo el caos absoluto y la decadencia. Sin embargo, hay algunos problemas con el capitalismo (como el hecho de que más de la mitad de la población mundial vive con menos de 2 dólares por día) y con la Pax Americana (¿recuerdan Vietnam?), pero esto, hasta donde yo sé, para él es un tema incidental a su única premisa: la primera y segunda guerras mundiales fueron el resultado del hecho de que los Estados Unidos apenas comenzaba a sustituir a Gran Bretaña como el amo indiscutible del planeta. ¿Quién necesita a Hobsbawm y estudiar duramente cuando hay periodistas del American-style como Emmot que pueden hacer tan fácil la historia? Pero cuando el libro de Emmot se estaba colocando en los estantes a comienzos de febrero y el autor, quizás, ubicándose junto a otros paradigmas de la historia alegre como Huntington y Fukuyama, la escena fue muy diferente. Irónicamente, tanto en Davos, donde se reunieron 1.000 líderes del capitalismo global y sus camaradas burocráticos, como en Porto Alegre, donde se congregaron más de 100.000 miembros de diversos movimientos sociales de todo el mundo, la “hegemonía” norteamericana estuvo bajo ataque. Las perspectivas de un sistema mundial capitalista regido por los norteamericanos recibieron cuestionamientos en Davos y una fuerte oposición en Porto Alegre. El largo siglo norteamericano habrá de terminar pronto. ¿Cuál será el siguiente? ¿Será la próxima guerra en Irak el comienzo de un nuevo, brutal, invariable e indiscutible orden imperial o, por lo contrario, el principio del fin del imperio? No lo sé. Sin embargo, dudo mucho de que pueda haber un segundo siglo norteamericano. Simplemente porque (y aquí le pido prestado a Chomsky algo de lo que dijo en Porto Alegre) es muy difícil que la especie humana pueda sobrevivir otro siglo “bajo las instituciones capitalistas existentes”, gobernando una “democracia por la fuerza” impuesta por las armas norteamericanas. La fuente: Al-Ahram Weekly. 60.000 ejemplares, Egipto, semanario. Lo que no se puede publicar en árabe en el periódico del mismo nombre aparece en el semanario de lengua inglesa, dicen las malas lenguas. Más seriamente, el Weekly, título independiente del grupo, se dirige a un público culto. Sus páginas culturales son de buena hechura y es un medio de mucho valor sobre el Africa oriental. La traducción del artículo pertenece a Lila López para El Corresponsal.

Más

Noam Chomsky: “Matar a Osama ben Laden lo haría mártir, y su voz seguiría siendo escuchada por miles”

Para el reconocido lingüista, la reacción del gobierno de Estados Unidos ante los atentados contra el World Trade Center, en Nueva York, y contra el Pentágono, en Washington, es sólo una versión subrayada de las actitudes que han provocado odio y resentimiento en el resto del mundo, y que implica una disyuntiva lanzada al resto del planeta: "Unanse a nosotros o enfréntense a la posibilidad de morir".

La democracia bien entendida

Los politólogos estadounidenses y los servicios de inteligencia israelíes fueron incapaces de vaticinar la victoria del movimiento islámico. Y ello, por la sencilla razón de hacer caso omiso de las realidades impuestas por la evolución reciente del mundo árabe-islámico, de unas sociedades cansadas de la inoperancia de los partidos políticos tradicionales, incapaces de llevar a cabo auténticas reformas sociales o de abandonar el papel de guardianes de los intereses de una oligarquía autoritaria y corrupta, que se mantiene en el poder merced a sus óptimas relaciones con Washington, Londres u otras capitales occidentales. Escribe Adrián Mac Liman.

¿Podemos seguir siendo judíos?

Los judíos israelíes, por ser los más fuertes en poder armado, son los que también en mejores condiciones se hallan para dar término al enfrentamiento con justicia: tienen todos los medios para lograrlo. Su existencia, por ahora, no corre peligro. La paz que termine con el enfrentamiento armado y un entendimiento político está sobre todo -y casi diríamos totalmente- en sus manos: sólo tienen que declinar sus ambiciones sobre territorios que no les corresponden y reivindicar el valor de la vida sobre la muerte. Escribe León Rozitchner.

La maldición de la clase media negra en Sudáfrica

El fin del apartheid ha dado lugar a un fenómeno singular en Sudáfrica: el advenimiento de una burguesía negra que reniega de las luchas que anteriormente la tuvo de protagonista; para el autor, este sector cumple una necesidad estratégica para asegurar la estabilidad del régimen, que ya no se sustenta en la discriminación racial, y sirve de "franja de seguridad" entre las masas negras, cada vez más combativas, y el gobierno.

¿A qué le llamamos antisemitismo?

El autor -profesor de filosofía en la Universidad de Trent, en Ontario- critica la utilización que se hace del término antisemitismo para descalificar cualquier condena de las acciones del gobierno y el ejército israelíes y analiza qué hechos o actitudes cabe considerar como antisemíticas y cuáles no. Considera que la amenaza del antisemitismo es menor de lo que pueda parecer. Escribe Michael Neumann

No permaneceremos callados

El siguiente es el mensaje leído por el profesor israelí David Shulman durante la visita de solidaridad por parte de Paz Ahora y otras organizaciones pacifistas al campus de la Universidad Al-Quds, el 19 de septiembre pasado. Sobre la casa de estudios palestina pesa la amenaza de la expropiación de tierras para la construcción del muro de separación que lleva adelante el gobierno israelí.