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lunes, mayo 20, 2024

Nos quieren espantar

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Nos quieren espantar

Los medios norteamericanos insisten en que en cualquier momento, en cualquier lugar, a cualquier hora puede realizarse un atentado terrorista. Es como si Estados Unidos fuera la víctima de la guerra y no Irak. El presidente Bush confirma que la guerra a miles de kilómetros es para defender a este país. La gente, mientras tanto, entra y sale de las tiendas, teatros, malls, sigue tomando café y comiendo en restaurantes, acude a sus trabajos y hace planes para mañana. A miles de kilómetros, niños y sus padres aterrorizados, enfrentan una de las campañas de bombardeo aéreo más grandes de la historia.

Por Jim Cason y David Brooks

Operación Escudo de Libertad para proteger a la “patria”, Operación Atlas para proteger a Nueva York. Dicen que Washington y Nueva York son los principales objetivos de los “terroristas”, que sigamos la vida normalmente, pero nos aconsejan: compren cinta adhesiva y mantas de plástico, armen un cuarto sellado en cada casa, compren su equipo (máscara y traje) contra ataques biológicos y químicos.

Hay más policía con rifles de alta potencia en la terminal de trenes Grand Central Station en Nueva York, y más patrullas y vehículos de control de materiales peligrosos en Times Square. Wall Street y toda la zona financiera está bajo intensa vigilancia.

Los medios insisten en que en cualquier momento, en cualquier lugar, a cualquier hora puede realizarse un atentado terrorista. Es como si Estados Unidos fuera la víctima de la guerra y no Irak. El presidente George W. Bush confirma que la guerra a miles de kilómetros es para defender a este país.

La gente en cuyo nombre dice el jefe de la Casa Blanca se está haciendo la guerra, entra y sale de las tiendas, teatros, malls. Sigue tomando café y comiendo en restaurantes, acude a sus trabajos y hace planes para mañana. A miles de kilómetros, niños y sus padres aterrorizados esperan lo que el Pentágono dice será una de las campañas de bombardeo aéreo más grandes de su historia, una estrategia denominada “choque y pavor”. Hay gente que grita contra la guerra, que está dedicada a protestar, a denunciar, a condenar esta hazaña, a insistir que esto no se realiza “en su nombre”.

Pero hay una abrumadora sensación de que “no se puede hacer mucho” contra lo que ya decidió el comandante en jefe y su equipo. A pesar de que esto es una llamada “democracia”, la sensación de que no hay forma de hacer mucho para detener a un gobierno que dice ser del pueblo, para el pueblo y por el pueblo, es angustiante. Pero tal vez lo peor es vivir en un país que ha decidido invadir a otro y matar a su gente. Aquí, la sangre está en manos de todos. Al mismo tiempo, enfrentar el hecho de que tal vez una mayoría opina que, ni modo, hay que hacer esto por el bien del mundo, deja a uno con una combinación de admiración por el brillante y efectivo manejo de propaganda oficial, y un desprecio por amplios sectores de este país, sólo por tragarse la historia oficial.

Es más que obvio que el uso y manejo del temor es la clave para mantener a la población en un estado de irrealidad y subordinado a las versiones oficiales de esta coyuntura. El hecho de que algunas encuestas registren que hasta 40 por ciento tiene la idea confusa de que Saddam Hussein tuvo algo que ver con los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington, que a pesar de que no exista prueba, crean las declaraciones de que Irak representa una amenaza bélica inmediata contra Estados Unidos, y que, como dijo Bush, “no hicimos nada para concitar esta amenaza” y es sólo porque “nos odian”, son algunas de las pruebas de que esta estrategia interna es efectiva.

Ha llegado al punto, particularmente al comenzar la guerra, en que la disidencia ya es interpretada como un acto antipatriótico -no lo dice el gobierno, aunque lo nutre- por vecinos y amigos y contra quienes se atreven a criticar y protestar por esta situación.

Pero si todos los días las primeras planas y los noticiarios locales anuncian que hay alguien que viene a envenenar tu aire o tu agua, que desea tumbar tu torre, cuya única misión es matarte sin aviso, y que esas fuerzas del “mal” están en todas partes, y que por eso hay que librar la guerra por donde quiera que se sospeche esté la amenaza, tanto aquí en casa como en toda esquina del planeta, después de un tiempo -con pruebas o sin ellas- uno no aguanta más y se rinde ante el temor.

Nos cuentan que hay algunos niños pequeños que tienen miedo de salir a la calle, y que tal vez esto sea por tanto escuchar y ver la palabra “guerra” sin poder entender dónde y de qué se trata.

Hay otros que tal vez por ser pequeños y más sabios, aún no se tragan la mentira a la que sus padres son tan susceptibles. En una escuela en Brooklyn, cuenta una maestra, aparecieron en los cielos unos 10 helicópteros, aparentemente parte de las medidas de seguridad implementadas. Los niños -todos de entre seis y siete años- dejaron de jugar en el patio de la escuela, miraron hacia arriba y empezaron a corear “no a la guerra”.

La fuente: Diario La Jornada (México). http://www.jornada.unam.mx

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