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lunes, mayo 20, 2024

Presiones en torno del proyecto norteamericano en el golfo

Opinion/IdeasPresiones en torno del proyecto norteamericano en el golfo

Presiones en torno del proyecto norteamericano en el golfo

La región del Medio Oriente despierta un marcado interés en los planes geostratégicos que proyecta Estados Unidos para el logro de la supremacía global como principal potencia económica y militar. En este sentido, tal región desempeña un papel predominante en el marco de las relaciones internacionales de la posguerra fría. Si en medio de la Guerra Fría el Medio Oriente estuvo sujeto a los designios políticos de las principales potencias, hoy, a dos años de los acontecimientos del 11 de septiembre, alcanza una dimensión mucho más profunda.

Por Jaile Maleta Antigua

Una resistencia inesperada.

Si bien se destaca como una de las prioridades de la seguridad nacional de los Estados Unidos el control de las fuentes de hidrocarburos, de las cuales la subregión del Golfo Pérsico conserva su preeminencia, la cuestión no descansa sólo en ese aspecto. El objetivo a largo plazo que defienden los intereses de las grandes transnacionales norteamericanas, de los cuales el poder ejecutivo se hace eco, está dirigido al logro de la superioridad en el control de las principales fuentes de recursos naturales -no sólo petróleo y gas natural- a escala mundial. Este fin no solo excluye al Medio Oriente, sino que forma parte de un proyecto mucho más ambicioso que engloba al continente africano, a América latina e incluso al Sudeste asiático y Europa en su conjunto.

La particularidad del presente escenario internacional radica en el impulso que a este objetivo le da un grupo de corte neofascista que utilizó el pretexto de los sucesos del 11 de septiembre, y que además llegó precariamente al poder, el cual representa lo más conservador, reaccionario y extremista en los círculos políticos norteamericanos. Dicha facción, que conforma la tendencia dura del establishment de Estados Unidos, defiende como uno de sus pilares básicos el derecho a la intervención armada contra todo Estado que consideren terrorista o refugio de terroristas.Hay que señalar que dicha estrategia antiterrorista va más allá de una simple agresión contra todo Estado que sea considerado como tal.

La lucha contra el terrorismo contribuyó a que Washington rediseñara su política exterior casi extensivamente. Asumiendo tal fenómeno como un reto constante a la seguridad nacional, presenta esa campaña como una prioridad vital que enmascara sus reales intenciones de dominio global. Por otro lado, le garantiza establecer una serie de medidas severas al interior de la sociedad, que en otra coyuntura serían difíciles de justificar.

Como se dijo, el fin supremo, en última instancia, responde a intereses económicos ya preestablecidos, incluso desde que Estados Unidos emergió como superpotencia al finalizar la Segunda Guerra Mundial bajo la égida de Harry Truman. En un principio, tales intereses respondieron a la cuestión petrolera. En la actualidad, la cuestión de los energéticos encierra una connotación mayor, dada la utilidad que guarda este recurso tanto para el redespliegue industrial que pretende la economía norteamericana, como por su aprovechamiento para los planes bélicos que podrían sucederse en un futuro no muy lejano.

Esta cruda realidad nos señala que hoy en día es muy difícil separar la política del petróleo. Aunque Afganistán no ofrece garantías en este sentido -a pesar de tener grandes reservas de gas natural, no así de petróleo- en el caso de Irak esta razón fue más obvia. No quiere decirse con esto que la agresión contra este último país fue únicamente por el control de sus reservas. Manejar esta idea nos confabula con algunos autores y periodistas que sólo analizan este factor de forma simplista. Una visión más objetiva nos señala que el control de Irak contribuye, además, en asegurar una posición geoestratégica envidiable en el seno del mundo árabe e islámico (Irán), factor que puede ser aprovechado como clavija de presión sistemática contra Estados que observan la presencia militar de Estados Unidos como un gran desafío a su propia seguridad e incluso existencia.

En este sentido, el caso de Irán salta a la vista. Nación catalogada por el Departamento de Estado como uno de los principales peligros potenciales al diseño estratégico que establece Washington en la zona. De hecho, la situación para Irán, independientemente de los factores que inhiben por ahora una agresión contra su territorio, se ha tornado sumamente delicada.

Sin embargo, el escenario territorial que a todos los círculos académicos más llama la atención es el iraquí, debido en parte a la invasión de noticias por los medios masivos de información, que han desfavorecido la cuestión israelo-palestina, una de las piedras angulares históricas del conflicto en la región.

La implicación de los acontecimientos que ocurren a diario en Irak serán de algún modo determinantes en la estrategia de seguridad regional que Estados Unidos defiende hasta ahora. Por este motivo, el panorama iraquí guarda gran relevancia para los estudiosos del tema, por la constante incertidumbre que despierta la existencia de un Irak inestable en medio de una región de por sí compleja en muchos sentidos.

Una de las mayores complejidades en este sentido que incide en Irak es la cuestión de los grupos étnicos y religiosos.

Factor etnoreligioso presente en el escenario iraquí

Irak, como todo Estado medioriental, se caracteriza por presentar una nutrida amalgama de comunidades étnicas y religiosas que se remontan a las base asiria de su población original. En este sentido, hablar de nación iraquí, teniendo en cuenta todos los elementos cualitativos que conforman este concepto, está en dependencia del nivel de subjetividad con que se aborde esta cuestión. El amplio y complejo mosaico cultural que caracteriza a su población conspira en gran medida a la hora de establecer de plano a Irak como una nación.

Desde la presencia de dominaciones extranjeras en suelo mesopotámico, a partir del imperio otomano hasta la presente ocupación de la coalición liderada por los Estados Unidos y el Reino Unido, el factor confesional ha representado un problema difícil de dilucidar en su real dimensión.

Por ejemplo, el Islam como religión oficial del imperio otomano contribuyó a fragmentar el ya atomizado espectro étnico y religioso en el territorio que en la época contemporánea conforma Irak.

El colapso de este imperio y la implantación de mandatos occidentales, finalizada la Primera Guerra Mundial, consolidó en mayor grado la división entre las diversas comunidades, de acuerdo con sus intereses imperialistas basados en la fórmula conocida como “divide y vencerás”.

A finales del siglo pasado, la composición de las diversas poblaciones podría estimarse de la siguiente forma: los musulmanes, como mayoría religiosa, representaban el 95% de la población (60% de shiitas y 35% de sunnitas). Por su parte, la población cristiana conformaba el 5%. Independientemente de estas comunidades religiosas, existían otras etnias, que profesan el Islam como doctrina religiosa, en su mayoría sunnita. Se destacan los kurdos (15-20%), los turcomanos (4-5%) y los asirios (3-5%).

Hay que destacar que existen otras comunidades, como los yazidíes y los judíos, aunque estos últimos no son tan numerosos en Irak.

La incomprensión de este factor etnoreligioso indujo a los estrategas militares y políticos de Washington a cometer errores tácticos durante la preparación de la campaña bélica contra Irak.

En este sentido, con anticipación a la campaña bélica, en esos círculos se insistió en la complejidad del mosaico iraquí. Se elaboraron conjeturas sobre las posibles reacciones de las principales comunidades del país ante una eventual agresión. En aras de lograr una masiva respuesta satisfactoria entre estos grupos, Washington encaminó una campaña durante meses para tratar de aislar al régimen iraquí haciendo énfasis en sus principales debilidades, por ejemplo, las represiones sobre las poblaciones kurda y shiita ocurridas en años anteriores.

Lejos de buscar una solución favorable a esta cuestión, las autoridades militares de Estados Unidos clasificaron la población como grupos nacionales, con el fin de malograr el sentimiento nacional del pueblo iraquí.

Frente a las exigencias de las comunidades a favor de lograr la soberanía partiendo del establecimiento de un gobierno nacional, la autoridad norteamericana acude al pretexto de asegurar el orden y pacificar al país, en aras de lograr una nación democrática que inspire procesos análogos en la zona. Por esta razón, existe un clima cargante de inseguridad alimentado por la hostilidad de gran parte de la población contraria a la ocupación de su territorio.

En este sentido cabe añadir que el proceso de intervención perpetrado por la coalición contribuye a fomentar como nunca antes un sentimiento nacionalista, que salte por encima de las barreras étnicas y confesionales.

Algunas consideraciones finales

La permanencia en territorio iraquí les concede a Estados Unidos y Gran Bretaña el control directo de la totalidad del territorio, sus zonas de explotación petrolífera y de gas natural. Al mismo tiempo, esta presencia actúa como medio disuasivo contra sus vecinos, en especial Irán.

Esta estrategia nos confirma una vez más que la presencia militar de Estados Unidos no sólo está dirigida al control del país y sus recursos petroleros, sino que pretende convertir a este país en una base de operaciones dentro del marco de los planes de Washington de extender su dominio sobre el Medio Oriente. De este modo, Irak se convierte en la práctica en una pieza clave de un esquema más amplio que tiene como objetivo esencial contrarrestar los intereses económicos y estratégicos de sus principales rivales de Europa y Asia en la zona. Un hecho sí es patente: mientras Estados Unidos continúe siendo una fuerza de ocupación es improbable que Irak adquiera estabilidad política. Es posible que llegue a recuperarse económicamente en el plazo de unos años, siempre y cuando el proceso de reconstrucción no sólo se base en la asistencia financiera, sino que incluya en primer término un arreglo político, que en las actuales circunstancias resulta impredecible.

La fuente: El autor es investigador del Centro de Estudios sobre África y Medio Oriente (La Habana, Cuba).

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