Por David Gistau
Al llegar a Zaire, donde iba a combatir contra Alí, George Foreman bajó del avión con un pastor alemán sujeto por una correa. Todo Zaire le odió de inmediato. Y, por culpa del perro, encumbró como favorito a Alí. Porque lo que George Foreman no sabía es que, en los tiempos de la dominación belga, el pastor alemán había sido el perro del opresor: el que era azuzado durante las sesiones de tortura para morder carne humana en la oscuridad de las celdas.
Desde ahora, el perro de la democracia será el rotweiler. Porque eso creo que era, un rotweiler, el perro que en las fotografías aparece dispuesto a morder carne humana en la oscuridad de una celda iraquí, azuzado por unos nuevos dominadores que se ungieron a sí mismos como evangelizadores de la democracia en cumplimiento de una misión sagrada susurrada como orden por Dios a su interlocutor George W. Bush. Fanático religioso y cruzado paranoide hecho de la misma materia que Ben Laden con el que acaba lo que hizo grande a Occidente sobre el Islam: la supremacía de la Inteligencia por encima de la Superstición. Todo para acabar teniendo, en el puente de mando, a un tarado que dice obedecer a Dios. Como Ben Laden. Y así nos va, que uno de los dos tarados ha de helarnos el corazón.
Supongo que, en Irak, ya nadie podrá volver a ver un rotweiler sin recordar al animal humano que lo llevaba sujeto por una correa. Sin recordar al torturador, heraldo de una evangelización que al final, como mucho, sólo cambió la raza del perro: en la oscuridad de la celda seguía ocurriendo lo de siempre. No es la primera vez que al Gringo, a lo largo de la historia, le sucede esto mismo. Pero el caso es que esas fotografías de las torturas no sólo constituyen la pérdida de la razón moral, si es que alguna vez la tuvieron para justificar esa infamia de piratas e iluminados que fue el ataque sobre Bagdad. Además, esas fotografías suponen la pérdida de la inocencia. Esa América de las fábulas cinematográficas de James Stewart, que se sentía un «Caballero sin Espada» saliendo de Cruzada para «desfacer entuertos». Esa América azuza a los perros para que muerdan carne humana. No es mejor, por tanto, que los vampiros a los que salen a clavar estacas. Nos quedamos sin héroes.
La fuente: el autor es columnista del diario español La Razón.