La limpieza étnica de Rafah
El mundo ha visto expectante demasiadas veces cómo tales crímenes han sucedido en el pasado, reaccionando únicamente cuando ya era demasiado tarde. Ahora corre el riesgo de no reaccionar en absoluto cuando la administración Sharon, ya entrada en sangre, zambulle a la población civil de Rafah en otra matanza.
Por Mustafá Barghouthi
El ciclo desastroso de violencia que absorbe a Israel y Palestina recibe una abundante cobertura de noticias. Sin embargo, no se informa de los aspectos más insidiosos del conflicto. Israel ha cometido una letanía de atrocidades durante su ocupación de Palestina, pero los crímenes infringidos a diario sobre los inocentes civiles de Rafah están entre los más atroces. Aún en el más amplio contexto de la ocupación como una totalidad, la situación de Rafah es particularmente trágica, y las condiciones impuestas a sus ciudadanos cada vez más desesperadas. No puede haber duda alguna de que la política israelí en Rafah es igual a un proceso de limpieza étnica y, como ha sido un caso tan frecuente a lo largo de la historia, una catástrofe humanitaria que está siendo permitida que continúe sin impedimentos mientras el mundo permanece ociosamente sentado.
A lo largo de la Intifada, la persecución israelí de la población de Rafah ha sido implacable. El más poblado distrito de una de las más densamente atestadas regiones sobre la tierra, la población de Rafah continúa viendo cómo la tierra bajo sus pies tiembla cuando las repetidas incursiones israelíes sistemáticamente los dejan sin hogar, medios de subsistencia y dignidad.
Formalmente, la ciudad completa, Rafah, se dividió en dos tras el Acuerdo de Camp David en 1978, con una mitad actualmente en Egipto. Desde entonces, los asentamientos israelíes se han establecido a lo largo de la costa, cortando adicionalmente la ya dividida ciudad.
Hoy, la mitad palestina de Rafah es una disparatada colección de sórdidos campamentos, cercados por un anillo de acero, sus infraestructuras efectivamente destruidas y su gente desvalida. El desempleo en el área está en una tasa del 80%. Israel tiene notoriamente en el punto de mira la infraestructura de la ciudad, y ha dejado las condiciones sanitarias de los campamentos en una condición deplorable.
En las faldas de la ciudad, unas filas de casas tras otras han sido borradas, la destrucción israelí se mueve a una marcha que la destrozada infraestructura local no puede esperar contender. La Agencia de Ayuda y Trabajo de las Naciones Unidas (UNRWA) ha ayudado a reconstruir 200 casas en Rafah, y el Ministerio Palestino de la Vivienda ha dirigido 34, pero estas cantidades palidecen en comparación con los 1.643 edificios demolidos y los 16.000 palestinos que han quedado sin hogar por los israelíes.
La semana pasada, las tropas ocupantes israelíes marcharon sobre los límites de la ciudad, en otro indiscriminado ataque destructivo, demoliendo más viviendas. Una mezquita del barrio también fue destruida en la invasión, otro claro símbolo del desprecio despreocupado al que son sometidos los palestinos.
Lógica atroz
Tanto como la demolición de propiedades, el estrangulamiento militar israelí sobre Rafah también ha sido de utilidad constante para un efecto desastroso.
Debido a su posición sobre la frontera con Egipto, Rafah es de una importancia estratégica vital para la empobrecida economía de la Franja de Gaza. Como tal, en la atroz lógica del gobierno Israelí, ha sido un objetivo natural para la fragante intención de Israel de aplastar cualquier apariencia de autogobierno económico en los Territorios Ocupados. A los trabajadores locales que buscan acceso a sus trabajos en Egipto se les deniega repetidamente el paso por la frontera, o se les rechaza el retorno a la ciudad por la noche.
Asimismo, el acceso a otros pueblos y ciudades en Gaza se restringe frecuentemente, desorganizando la economía local tanto como es posible.
Con el terreno cultivable disponible desapareciendo rápidamente, la producción local es cada vez más escasa, y los palestinos paulatinamente se ven forzados a confiar en las importaciones israelíes. Mientras tanto, Rafah tiene unas tasas de pobreza, calculadas por el Banco Mundial para aquellos que sobreviven con menos de 2 dólares al día, que alcanza al 75% de su población.
Predilección por la violencia
Como de costumbre, el condimento del ejército israelí para la justificación ante la comunidad internacional de la degradación sistemática de Rafah, ha sido la búsqueda de túneles usados por militantes y contrabandistas que se extienden desde la ciudad a la frontera egipcia. El hecho de que Israel posea un amplio equipo para descubrir y desenterrar esos túneles sin recurrir a la violencia y destrucción generalizada, se ignora convenientemente.
También es ignorada la particular predilección por la destrucción y la violencia del gobierno de Sharon y su tácito compromiso con el total hostigamiento al pueblo palestino. Como quiera que los ciudadanos de Rafah se atestan en una pequeña porción de tierra, despojados de sus hogares, y esclavizados a roer su pobreza, la falacia de objetivos constatables israelíes es clara. Las incursiones en Rafah como en otras partes de los Territorios Ocupados, son meramente un proceso de arrebatar tierra disfrazados como una operación de seguridad justificable. El nuevo terreno para la expansión de asentamientos está siendo preparado y el control israelí de la frontera se estrecha. En algunos puntos de Rafah, las incursiones han tomado hasta 150 metros del territorio palestino, ampliando la zona de amortiguación a lo largo de la frontera sin ningún costo para Israel pero con desastroso efecto para la desvalida población local. Reacciones Internacionales
La justificación israelí para las acciones del ejército en Rafah sería irrisoria si esas acciones no tuvieran tan criminales y trágicas consecuencias.
Las muertes en Rafah el año pasado de los activistas internacionales por la paz Rachel Corrie y Tom Hurndall, así como también del camarógrafo de la BBC James Miller, han ocasionado olas de interés en la comunidad internacional y ha levantado el perfil de los medios de comunicación sobre la situación en Rafah y en los Territorios Ocupados como una totalidad. Sin embargo, permanece una triste denuncia de las actitudes extranjeras por las que el gobierno de Sharon es llamado únicamente a dar explicaciones cuando un trabajador extranjero sufre el mismo trágico destino que los millares de palestinos inocentes muertos en los últimos tres años.
La familia de Tom Hurndall ha tenido la desgracia, la honradez y la dignidad de saberlo, aún en un tiempo de insufrible pena.
Los soldados que mataron a Hurndall y a Miller habían matado con toda probabilidad antes. Es indicador de la cultura de impunidad que se ha desarrollado dentro de las fuerzas armadas israelíes para que un francotirador pudiera disparar a un joven inglés portador de un chaleco fluorescente que acompañaba a dos aterrorizados niños a un lugar seguro, y entonces afirmara que este último había esgrimido una pistola. Sin embargo, aun cuando se haga justicia finalmente en este único caso, la cultura de impunidad persiste. Las tropas deberán ser más precavidas cuando se encaren con grupos en los que haya internacionales, pero esto no salvará al próximo palestino de caer bajo el punto de mira de las armas.
Las acciones Israelíes en Rafah son un crimen; un reino de terror sobre civiles inocentes. El mundo ha visto expectante demasiadas veces cómo tales crímenes han sucedido en el pasado, reaccionando únicamente cuando ya era demasiado tarde. Ahora corre el riesgo de no reaccionar en absoluto cuando la administración Sharon, ya entrada en sangre, zambulle a la población civil de Rafah en otra matanza.
La alerta a la creciente “amenaza demográfica” planteada por una creciente población palestina, en forma de limpieza étnica ha comenzado ya. Insatisfecho con reducir la ciudad a aterrorizada penuria, Rafah parece ser onstantemente eliminada. El mundo debe responder.
La fuente: Mustafá Barghouthi es el secretario general de Iniciativa Nacional Palestina. La traducción pertenece a Carlos Sanchís.