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sábado, mayo 18, 2024

Más allá de Al Qaeda

Opinion/IdeasMás allá de Al Qaeda

Más allá de Al Qaeda Hay que identificar con claridad al enemigo, comprender que Al Qaeda es la más peligrosa manifestación de la terrorífica y violenta ideología del islamismo radical. Al mismo tiempo, hay que entender que el islamismo radical no es el Islam sino su máxima perversión. Los musulmanes son las primeras víctimas del islamismo. Por Gustavo de Arístegui  El problema al que nos enfrentamos no es tan sólo el terrorismo y sus atentados. Es, sobre todo, la ideología que le sirve de motor, justificación y combustible: el islamismo radical. El islamismo radical no es Islam; de hecho, es la máxima perversión del Islam y no nos cansamos de repetir que el Islam y los musulmanes son las primeras víctimas del islamismo. El carácter expansivo, violento y despiadado del islamismo radical lo convierte en uno de los enemigos más preocupantes a los que se han enfrentado la democracia y la libertad en toda su existencia. No obstante lo anterior, no conviene olvidar que los países y sociedades que han promovido, protegido o fomentado las formas más ultraconservadoras, ultrarrigoristas y ortodoxas del Islam han impulsado, plantado y cosechado -¿sin quererlo?- el crecimiento y la expansión del islamismo.

En esos ambientes resulta extraordinariamente fácil el reclutamiento de militantes islamistas radicales dispuestos a casi todo. La educación en escuelas coránicas ultrarrigoristas, los sermones de los viernes por parte de imanes o muftis ultraconservadores o incluso ya islamistas está plantando la semilla del odio y la confrontación que dará como fruto el fanatismo, la intolerancia y el terrorismo.

Las fronteras entre el Islam conservador y el Islam radical son cada vez más difusas, y los límites entre éstos y el islamismo empiezan a desaparecer, lo que favorece de manera preocupante el crecimiento del fanatismo islamista. Corresponde a los gobiernos y a los poderes públicos de los países afectados, de las autoridades religiosas, ministerios de asuntos religiosos, consejos superiores islámicos, a la emblemática Universidad de Al Azar de El Cairo (única relevante reconocida en el mundo musulmán sunnita), tomar las medidas necesarias para que los profesores e imanes, los libros de texto y las escuelas coránicas enseñen con rigor y con solidez la religión islámica, puesto que, según dice el presidente de la universidad islámica del Reino Unido, el profesor Badawi, hay una relación directa entre falta de formación teológica y religiosa y el fanatismo islamista.

Por otra parte está la terrible e inminente realidad de Al Qaeda, así como, lamentablemente, la incapacidad de Occidente de ir más allá de un nombre o de unas siglas. En nuestras sociedades hay que identificar con claridad al enemigo, olvidando que en la II Guerra Mundial tan terrible era Hitler como la ideología nazi y que, mientras Hitler desapareció, el nazismo desgraciadamente le ha sobrevivido. Nos encontramos ante una situación parecida, y tenemos que comprender que Al Qaeda es la más peligrosa y conocida manifestación de la terrorífica y violenta ideología del islamismo radical.

Este es, por lo tanto, un problema a largo plazo que supera en el espacio y en el tiempo a Al Qaeda y a cualquier otra organización islamista conocida. El enemigo que hay que derrotar es el islamismo, y no sólo a sus manifestaciones terroristas. El día, esperemos que cercano, en que se haya podido derrotar a Al Qaeda, el islamismo servirá de combustible al terrorismo que adoptará, seguramente, otras siglas, manifestaciones y otras estructuras.

El terrorismo islamista de Al Qaeda utiliza, que sepamos, tres redes bien distintas, a saber. La primera, la suya propia, que con sus militantes, simpatizantes y terroristas perpetró los atentados de Nueva York y Washington el año pasado. La segunda, una sanguinaria red de grupos terroristas que ha creado ad hoc en los países en los que consideraban que los grupos terroristas existentes eran desviacionistas o blandos.

Este es exactamente el caso del grupo terrorista Abu Sayyaf de Filipinas, fundado por el protegido y amigo de Osama ben Laden Abu Bakar Yan Yalani, o del Grupo Salafista de Predicación y Combate, fundado por el también alqaedista Hassan Attab y que es una escisión más sanguinaria si cabe del GIA, Grupo Islámico Armado de Argelia, del que procedía y cuya peligrosidad y violencia, por cierto, fue señalada de forma lúcida y previsora por las fuerzas de Seguridad de España a las pocas semanas de su nacimiento, en 1998.

Y la tercera red, que algunos han denominado el frente islámico mundial, es una especie de club al que Al Qaeda trata de asociar el mayor número posible de grupos terroristas más antiguos que Al Qaeda, pero con limitaciones tácticas, estratégicas u operativas, o simplemente que comparten los fines y la ideología de Al Qaeda.

Además de éstos, existe una variedad indefinida e indeterminada de grupos terroristas islamistas que no están en la órbita o bajo la coordinación de Al Qaeda y que son tan sanguinarios y peligrosos en sus ámbitos como el peor de los grupos terroristas de la red, todo ello sin contar a emuladores o imitadores.

Ante estos complejos y peligrosísimos fenómenos y los movimientos que de ellos surgen, la estrategia que se debe seguir ha de ser multidimensional en los medios y en su diseño, así como flexible y previsora a medio y largo plazo.

Desde el punto de vista táctico, a corto plazo, se deben adoptar todas las medidas de seguridad que sean necesarias para la detención y desarticulación de los activistas, de sus comandos y de sus redes mediante la potenciación de los servicios de información e inteligencia, la cooperación y colaboración entre servicios dentro y fuera de cada país.

Hay que potenciar la circulación, entre países aliados, del análisis y no sólo de la información en crudo.

Desde el punto de vista estratégico, a medio plazo, hay que reforzar la prevención por medio de la cooperación, la investigación y el análisis tratando con ello de evitar futuros atentados, así como el establecimiento de comandos o de redes de células, activas o durmientes, entre nosotros.

A largo plazo tenemos que adoptar medidas aún más estratégicas si cabe. Por ejemplo, darnos cuenta, por fin, de que este tipo de terrorismo está jugando en el tablero de la geopolítica y de la desestabilización, lo que obliga a que nuestras medidas y estrategias sean sólidas y estén bien diseñadas y que incluyan, como mínimo, entre otras, la consolidación de la democracia y la libertad en los países en los que los procesos de evolución política no se han iniciado.

Fomentar la culminación de los procesos donde se hayan iniciado, adoptar las medidas necesarias para favorecer la estabilidad en los países más delicados y/o importantes para la región y, en consecuencia, para el mundo, aunque en algunas ocasiones sus regímenes disten mucho de ser los ideales.

Hay que tener en cuenta que las alternativas en muchos casos podrían ser peores y que algunos de estos países -como Egipto, Jordania, Siria o Arabia Saudita, por no mencionar los más cercanos a nosotros- en manos de un régimen islamista supondrían una amenaza muy grave para la paz y la estabilidad mundiales.

Es igualmente indispensable fomentar el progreso económico, el desarrollo social y la apertura de nuevos horizontes en esos países, puesto que no es infrecuente que la falta de perspectivas, de horizontes o de esperanza sean también uno de los mejores caldos de cultivo para el crecimiento del fanatismo.

Entre los retos más importantes a los que se va a enfrentar nuestro continente, y probablemente el resto del mundo, en el siglo XXI estará la correcta comprensión del Islam, ser capaces de separar la paja del grano, no confundirnos de enemigo y, sin dejar de señalar lo que a nuestro juicio son defectos e imperfecciones, evitar la inútil y contraproducente demonización de toda una civilización y de toda una religión cooperando juntos para la derrota del enemigo común, el terrorismo y su ideología: el islamismo radical.

La fuente: El autor es diputado del Partido Popular, diplomático y analista de política internacional español, autor del libro El Islamismo contra el Islam. Su artículo fue extraído de su blog en Periodista Digital.

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