La inmunidad de Israel El apoyo incondicional de Washington a Israel y el impulso a la democracia en Oriente Próximo está agitando al mundo musulmán y que pone en peligro la seguridad no sólo de Estados Unidos, sino la del resto del mundo.
Por Carlos Miguélez
“La conclusión que Israel puede sacar es que no será eternamente inmune”, publicó el diario israelí Haaretz después de conocer el informe de la Kennedy School of Government de la Universidad de Harvard: El lobby israelí y la política exterior de EEUU.
El estudio concluye que el apoyo incondicional de Washington a Israel y el impulso a la democracia en Medio Oriente está agitando al mundo musulmán y que pone en peligro la seguridad no sólo de Estados Unidos, sino la del resto del mundo.
Irak y Afganistán no conocen movimientos democráticos ni la democracia en sí. Europa siguió por inercia la ofensiva estadounidense contra los talibanes en Afganistán en un momento de convulsión internacional. El paso del tiempo ha dado lugar al regreso de los señores de la guerra y la proliferación de la producción de opio. La invasión militar comandada por EEUU, junto a la ocupación de Irak en 2003, iniciaron los ataques preventivos. Mientras se defiende de “posibles amenazas”, Washington ha intentado imponer una democracia endeble en puntos geoestratégicos convenientes.
El informe de Harvard sugiere que la política de Estados Unidos hacia los países de Medio Oriente está marcada por grupos de presión judíos. Egipto calla y reprime a los grupos islamistas porque después de Israel es el país que recibe más dinero de Estados Unidos en concepto de ayuda. En cambio, Irán e Irak fueron primero enemigos de Israel que de Estados Unidos. En los ochenta, Israel bombardeó una central nuclear iraquí, en violación de la ley internacional.
El miedo, el odio y la postura blanco-negro en Estados Unidos tras los atentados de las Torres Gemelas comienzan a disiparse. Sin ese velo y sin el temor de ser acusados de antipatrióticos, los think tanks y algunas elites intelectuales estadounidenses comienzan a cuestionar la política exterior de su país.
La inmunidad de Israel no consiste sólo en su capacidad militar y nuclear, sino también en el apoyo incondicional que ha recibido hasta el día de hoy de Estados Unidos. La inmunidad suele llevar a la impunidad. Para evitar genocidios y juicios posteriores en La Haya, sería prudente moderar ese apoyo desmedido a Israel en lugar de seguir recomendaciones como la del ex presidente del gobierno español, José María Aznar. Pide que el Estado hebreo forme parte, junto con Australia y Japón, de la OTAN para contener “la marea del Islam radical” y la amenaza que ésta representa para Occidente. Por el artículo 5 del Tratado de Washington de 1949, los países miembro de la OTAN tendrían que defender a Israel en caso de ser atacado. Una de las más cruentas guerras en la historia de la humanidad comenzó con la muerte de un archiduque en Serbia.
La inclusión de Israel en la Alianza Atlántica puede radicalizar a los musulmanes más moderados y convertir en realidad las teorías catastrofistas de Huntington. Quienes defienden más a ultranza un “único” mundo Occidental no se dan cuenta de que pisar demasiado el acelerador podría dar el apoyo de nuevos aliados a los países musulmanes. La inclusión de Australia y de Japón pondría en vilo a dos grandes dragones: Indonesia, el país musulmán más poblado del planeta, a pocos kilómetros de Australia, y China, con el ejército más grande del mundo.
A Estados Unidos ya le falló una vez la estrategia de dar y quitar. Tal fue el caso de Saddam Hussein que, durante muchos años, fue aliado de Washington para terminar con la “marea” islamista de los ayatollahs en Irán. Le dieron armamento y fomentaron sus ambiciones militares hasta que cayeron en la cuenta de que se había convertido en una amenaza para los kurdos, para los shiitas, para su siempre aliada Arabia Saudita y, lo más importante, para Israel. ¿Qué nos dice que alimentar incondicionalmente a Israel no traerá los mismos resultados? A ver quién detiene a un Israel que cuenta con armamento nuclear y armas de destrucción masiva.
La comunidad internacional está aún a tiempo para sentar las bases de unas relaciones más justas en Oriente Próximo y evitar una escalada de la violencia. Por eso conviene escuchar a Mahmud Abbas, presidente de la Autoridad Palestina, que pidió al primer ministro israelí, Ehud Olmert, negociar un acuerdo de paz en lugar de dibujar unilateralmente los límites entre dos Estados.
La fuente: el autor es periodista. Su artículo se publica por gentileza del Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS).