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domingo, mayo 19, 2024

Cambiar las armas por la tolerancia y las ideas…

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Cambiar las armas por la tolerancia y las ideas… Para el autor, Hezbollah, por su fanatismo y radicalismo, es tan responsable como las bombas israelíes por el asesinato cobarde y salvaje de los libaneses.

Por George K. Chaya

Los actores en la realidad política libanesa entre 1974 y lo que va de 2006 han sido variados y diversos; a saber: grupos palestinos favorables a Siria -que incluso planificaron varios intentos de asesinato contra el presidente Yasser Arafat a pedido del régimen que los patrocinó siempre-; Hezbollah, que condicionó a todos los gobiernos de los últimos años particularmente a los de Karame y Siniora; Siria, ejerciendo presión sobre los demás países y financiando la “resistencia”, junto con otros “países árabes hermanos”.

Irán y Siria conforman hoy el mayor dilema “extranjero” que atiza el fuego en El Líbano y en Palestina y arrastra a ambos a su destruccion. La desestabilización es dirigida a cualquier estado o régimen árabe que no acompañe los planes de estos dos últimos países o sus políticas, son y fueron siempre el fundamentalismo desestabilizador de la región con el pretexto de apoyar y lograr la democracia y la liberación de cualquier ocupación extranjera y las Granjas de Shebaa también es un inventado pretexto y una vergonsoza mentira que instrumentaron los enemigos del Líbano para su propia supervivencia en la ilegalidad.

A todo esto, la comunidad internacional condena, publica resoluciones, envía a los observadores de la ONU, lo de siempre. Pero hoy, nuevamente como hace ya mas de 30 años, es la gente común la que continua haciendo el papel “de ovejas que marchan al sacrificio”, ya se cuentan en más de 400 muertos libaneses desde que comenzó el ataque israelí en venganza por las acciones terroristas de ese grupo radical.

¿Qué genera este comportamiento masoquista y desconcertantemente psicopático? ¿Hay alguna diferencia importante hoy, en 2006, respecto del pasado?

Hoy no había presiones de los árabes o boicots hacia el Líbano para forzarlo a desempeñar el papel del país débil y útil de la región. No había ocupaciones a las que resistir: los israelíes se habian ido del Sur (a menos que uno todavía desee creer la comedia de Shebaa), los sirios habían retirado sus tropas en abril de 2005, el mundo entero finalmente ha conocido la farsa y la mentira del Sur y se han publicado las correspondientes Resoluciones de Naciones Unidas para poner fin a esta falacia. Incluso el gobierno palestino ha enviado emisarios a Beirut para negociar el desarme de los refugiados de los campos de acuerdo con la Resolución 1559 del Consejo de Seguridad y el presidente palestino Mahmmud Abbas ha dicho públicamente en su estancia en el Líbano meses atrás, que aceptara lo que resuelva el gobierno libanés.

¿Por qué entonces el gobierno de Siniora fue tan persistente en defender lo indefendible y apañar a Hezbollah?

¿Por qué el gobierno de Siniora en 2006 continúa con “el mismo extemporáneo y ridículo discurso” que el gobierno de Karame en 1973? Y ahora lo hace sin que se haya secado aun la sangre de los ciudadanos inocentes que fueron masacrados por las bombas israelies y la locura de la posición de Hezbollah que desencadenó este genocido y llevó a la pulverización del país en escasos días.

Siniora se hace llamar “anti-sirio” y adopta la posición de “libertador” incluso mientras que él y su jefe de antaño Rafik Al Hariri (hoy mártir), trabajaron a las órdenes de la ocupación Siria por 15 años antes de que sus amigos del pasado se atrevieran a asesinar al ex primer ministro el 14 de febrero de 2005.

Había una necesidad imperiosa “de liberar” a los detenidos libaneses que aun continúan arbitrariamente privados de su libertad en cárceles sirias e israelíes y a los desplazados por la guerra de los últimos 30 años, incluyendo a los que permanecían dentro del país y no podían volver a sus aldeas, pueblos y ciudades, a los que estaban refugiados de manera indigna en Israel, los que continuaban viviendo en el exilio forzado, “marcados” por la justicia libanesa a instancias de Hezbollah, tal y como en la época de la represión de las distintas ocupaciones. La lista de las cuestiones con urgentes necesidades de solución era larga; “pero no”. Todo se focalizó en el tema central de las granjas de Shebaa para permitir absurdamente la supervivencia de ese grupo de coerción y mafia que encarna el Hezbollah, la clase política libanesa se dejó arrastrar por la esquizofrenia de Nasrallah y sus vándalos que manejaron la totalidad de las reuniones del fracasado Acuerdo Nacional. El foco en las granjas de Shebaa y las alucinaciones de Hezbollah fueron herencias que el gobierno de Siniora no pudo evitar en Líbano, esto es real; pero el país tenía muchas necesidades verdaderas y tangibles de qué preocuparse antes que de un ideólogo islámico que alucinaba y alucina, tal y como lo que hace Nasrallah.

Ocuparse de Nasrallah y Hezbollah en los términos en que se ocupó hasta estos días el gobierno de Siniora, fue no sólo traicionarse a sí mismo y sostener al país como rehén de esta ideología que agonizaba; fue un incomprensible “suicidio”.

En última instancia, el gobierno deberá decir la verdad y pronunciarse si es que está de acuerdo en establecer un estado islámico basado en el modelo del régimen iraní en El Líbano. De no ser así: ¿Cuál fue la verdadera razón de la existencia de Hezbollah? ¿Para qué propósitos, razones, causas o circunstancias se permitió que se mantuviera armado Hezbollah? ¿Qué sentido tuvieron los pretextos de la “liberación”? ¿Como responderá Nasrallah una vez que un gobierno legítimo del Líbano envíe su ejército regular y sus servicios sociales nuevamente al territorio sur que aun hoy está secuestrado por Hezbollah? ¿Por qué Siniora y los parlamentarios libaneses no pidieron hace un año atrás lo que hoy están “rogando” hasta la humillación a la comunidad internacional para que le ayude al Líbano a desarmar a Hezbollah? ¿Por qué usaron siempre las lentes miopes de la soberbia cuando desde ultramar lo solicitamos por los últimos 2 años desde la firma de la Resolución 1559 de Naciones Unidas? ¿Por qué…?

Las respuestas a estas preguntas según la dirección actual del gobierno de Siniora siguen siendo “un interrogante”, el mismo que viene sucediéndose en El Líbano desde 1974. La diferencia es que hoy fue Hezbollah y su fanatismo teológico-fascista el que llevó a que nuevamente incendiaran nuestra tierra, nuestros valles, montañas y ríos… los actores del 1974 están exculpados parcialmente en este tiempo.

Si el gobierno de Siniora hubiera emitido señales claras a Hezbollah para que estos comprendieran que su sueño de un estado islámico en el Líbano no era acogido por la mayoría de la población libanesa, si hubiera quitado a Hezbollah su explotación deshonesta de la causa palestina para alcanzar ese propósito, y bloqueado su accionar hipócrita de proporcionar servicios sociales a la población en el sur del país (cuando le impidió al verdadero y único responsable abastecer esos servicios -que debió ser el propio y legítimo Estado libanés-) Hezbollah “se hubiera descompuesto irremediablemente en la nada”. Y muchos niños, mujeres, ancianos y libaneses que hoy conforman esa horrible lista de 370 muertos aun conservarian sus sueños, sus proyectos y sus vidas..

Hemos tenido bastante hipocresía sobre todas las formas de nacionalismo que Hezbollah utilizó. Es tiempo de decir no al autoritarismo, al fanatismo sectario, a la irracionalidad y a lo que dio el necesario argumento a Israel para destruir el Líbano.

Podemos preguntarnos ¿por qué esta amenaza era real y nada habia cambiado en los últimos años?

Encontraríamos la respuesta sencillamente a través de la reflexión diaria sobre varios problemas convergentes en una misma dirección y que eran por demás conocidos. El velo, las mezquitas, el terrorismo interior, etc. todo ello me incitó tiempo atrás a hacerme esta pregunta: ¿Y si se tratase de una misma amenaza, multiforme, que pudiera culminar con la destrucción del modelo de integración libanés que se buscaba consolidar?

Durante los últimos quince años, el repliegue comunitarista y multiculturalista, había comenzado a minar los fundamentos de la República y sus instituciones a través de muchos procesos convergentes, entre otros, la visibilidad creciente del yihadismo, las distintas inquietudes sociales hacia su reconocimiento, la ascensión y radicalización de las organizaciones islámicas, el recuerdo del pasado colonial, etc. Desde hace varios meses, tuve la impresión de encontrarme ante un proyecto de destrucción del Líbano, precisamente por ese comunitarismo y multiculturalismo que nunca fue tal y que acarreaba otros fines de forma encubierta. Precisamente por todo esto Beirut fue derretida, partida en pedazos en escasos días por las bombas de Israel. No existía duda alguna de que Hezbollah llevaba al país al borde del acantilado, y allí estaba el Líbano todo este tiempo… hasta que las llamas y las bombas lo desplomaron en ese mismo y profundo acantilado que Hezbollah, cual regalo envenenado, ofrendó al Líbano para que desde su funcionalidad a Israel, juntos, ambos, Nasrallah y Olmert, se esmeren y continuen perfeccionando su destrucción.

Ahora bien, ¿por qué eran peligrosas las manifestaciones de identidades culturales, étnicas o religiosas que pretendia encarnar Hezbollah?, ¿cuál era y es el peligro del islamismo que pretende instaurar Hassan Nasrallah en el Líbano?

– El radicalismo religioso que encarna Nasrallah puede llegar a ser mucho más peligroso que el terrorismo. Hezbollah aspiró y aspira a crear una sociedad paralela –de hecho, lleva años en ese trabajo con algunos éxitos concretos, principalmente en el sur del país-, dentro de la comunidad nacional. La sociedad islámica lo engloba todo -así piensan ellos-, esto es: la vida social, la economía y la política, aspirando a controlarlo todo a través de los valores propios a su religión. El Islam no es “soluble” en la posición de Nasrallah: El líder shiita aspira a imponer sus propios valores. Por lo contrario, los musulmanes, en tanto que individuos, sí son perfectamente “solubles”. La inmensa mayoría viven su fe en paz particularmente las comunidades emigradas a Francia, España y a varios otros países de Europa.

– El radicalismo y sectarismo que pregonaba y aun sostiene y encarna Hezbollah era y es aún más peligroso que el terrorismo materialmente hablando. El terrorismo reclama un tratamiento policial, militar y judicial. El radicalismo sectario de Nasrallah se sirve de la retórica, es engañosamente populista y coquetea con la demagogia. Y, con tales elementos, construye sociedades paralelas, que minan las sociedades libres despojando al Estado de sus derechos y por ende de asumir sus obligaciones y ejercitar la legalidad en toda la extensión del territorio libanés. Era y lo es tan peligroso como el fascismo, el nazismo o el estalinismo, porque considera ilegal todo aquello que no es parte de su concepción ideológica-confesional, sectaria y radical.

Mientras tanto, varios gobiernos europeos, entre ellos el gobierno español, por citar uno a modo de ejemplo, intentó promover como proyecto diplomático una Alianza de Civilizaciones. ¿A qué se habrá referido Zapatero y su gente con ello tiempo atrás? ¿Estará avergonzado Zapatero esta última semana de que nuestros hermanos son masacrados por la locura fanática de Hezbollah y las bombas asesinas de Israel? ¿O seguirá coqueteando con sus otros amigos, los terroristas europeos de la ETA?

Deberían saber que desde la otra orilla del Mediterráneo, Europa no existe, existe Alemania, Italia y Francia en tanto actores individuales. Pero a nivel continente, Europa en su contexto y para el pensamiento de gente como Nasrallah, es una simple oficina de subsidios. En Damasco o Teherán utilizan la ideología progresista europea para sus propios fines y ríen cuando escuchan a la diplomacia del viejo continente hablar de Alianza de Civilizaciones.

La manifestación de identidades culturales, étnicas o religiosas está tan lejos de ser comprendida por Europa y es tan notorio ello, que al observar cómo abordan esta materia, a menudo muestran tal desconocimiento que infunde un sentimiento de profunda pena y tristeza escuchar a sus diplomáticos e intelectuales.

Vengo de un país donde un ciudadano no tiene existencia legal antes de ser bautizado y reconocido por los dignatarios y religiosos musulmanes si el individuo profesa esa religión. Recuerdo, no sin tristeza, cuando acompañé -hace varios años ya- a un compañero de la Universidad que había sido padre a inscribir a su hija en un registro civil en el Líbano. El funcionario que nos atendió, nos decía inquieto: “…le falta un papel y la recién nacida es mujer, no puedo registrarla..”. Yo pregunté, ante el lógico nerviosismo de mi amigo ¿qué papel? Y él, molesto, me decía: “un papel del Sheikh que certifique que ambos padres son musulmanes”. La esposa de mi amigo procedía de una familia no islámica; conclusión, era un matrimonio mixto y aunque mi amigo sí era musulmán la niña no fue inscripta sino hasta luego de 2 años en un registro civil de Chipre, aunque con ciudadanía chipriota y no libanesa. ¡Una verdadera locura!

A través de la ciudadanía y los principios cívicos, los hombres son iguales ante la ley, puesto que somos ciudadanos y solidarios en la aceptación de los principios comunes es que disponemos de derechos y asumimos obligaciones. Nasrallah deberá entender esa cuestión y despojarse de sus ideas propias de la edad media, Hezbollah tiene que saber que no todos los libaneses, shiitas y no shiitas, musulmanes y no musulmanes, están de acuerdo con sus postulados y que todos los libaneses le exigirán que asuma sus responsabilidades democráticas emergentes de la pasada elección que dio a Hezbollah un importante numero de diputados en el Parlamento. Nasrallah debe comprender que en la lucha política lo realmente verdadero, valiente y patriótico es el aporte de ideas y el intercambio de ellas aun con quienes discrepen con las suyas. Sólo ello dará al Líbano la salida a un futuro en paz, sin violencia y en democracia. No las armas de su grupo que hoy lo posiciona en la ilegalidad más absoluta y repudiable. Y ha sido el detonante de la destrucción más absoluta de nuestro Líbano.

Nada que no sea una revolución en los “corazones y las mentes” del pueblo libanés y de la diáspora sacara al Líbano del acantilado profundo y oscuro al cual fue perversamente arrastrado y en el que ha vuelto a caer después de décadas. Sólo entonces habrá un cambio pensando en los ciudadanos por parte de la dirigencia política, un cambio, del que estoy persuadido“no se encuentra en la boca de los fusiles de Hezbollah”, sino en el diálogo sincero, donde las ideas y las acciones honestas estén direccionadas a la gente para hacer del Líbano un país serio que demuestre al mundo que hemos aprendido de nuestra tragedia pasada. Contrario sensu, se estará repitiendo la historia como tragedia potenciada.

Hezbollah es responsable por su fanatismo y radicalismo tanto como las bombas israelies por el asesinato cobarde y salvaje de nuestra gente. Hezbollah no defiende ni representa al todo del pueblo del Líbano, Hezbollah mintió y miente cuando se dice resistente; ellos son meros vándalos, sin corazon ni alma, sin espíritu ni sentimiento de patria y en su estrecha capacidad de pensamiento “cree que la sangre Libanesa se seca pronto”. Contó con la oportunidad y la posibilidad de operar como banda mafiosa por todos estos años infundiendo temor en la población y en la dirigencia política, desde su intolerancia, cada libanés que levantó la voz en la verdad y pidió por la legalidad institucional fue sindicado como traidor al Islam o agente sionista y descalificado por ellos, hoy la verdad emerge y muestra realmente el verdadero rostro de los postulados sangrientos de Hezbollah.

Hoy el telón de la verdad de lo que realmente es esta banda terorista que operó y opera en favor de sus empleadores regionales ha caído, la comedia de Hezbollah acabó.

Dolorosamente, Hezbollah es respondable que esa “comedia” que esmeradamente delineó se conviertiera en “tragedia”.

La actual crisis en el Líbano es una crisis del Estado libanés. Si se pretende poner fin a la violencia, lo que hay que abordar es esta crisis estructural. Para lograr cualquier reafirmación de una soberanía libanesa efectiva en el Sur y en todo el territorio del país, se requiere un firme esfuerzo internacional, más allá de los apretones de manos y la retórica actuales. Los principales elementos de una solución internacional de ese tipo deberían ser los siguientes:

– Israel debe poner fin a sus ataques y operaciones militares en el Líbano y replegar sus fuerzas a sus fronteras originales al 12 de julio de 2006.

– Hezbollah debe liberar a los dos soldados israelíes prisioneros.

– El gobierno libanés debe solicitar y obtener ayuda internacional para aplicar la resolución 1559 de la ONU.

– Con este fin, debe instaurarse una fuerza internacional de aplicación sólida y armada de manera adecuada.

Para conseguirlo, esta fuerza debe actuar de un modo muy distinto a las anteriores iniciativas fallidas de la ONU en el Líbano. La actual fuerza de la ONU en el sur del Líbano, UNIFIL, es una broma de mal gusto y ha dado mala fama a la ONU: nunca impidió ni detuvo la invasión israelí del Líbano en 1982. Ni que los guerrilleros atacaran a Israel. Lo que se necesita es una delegación militar que tenga una autoridad clara para emplear la fuerza. Esa delegación debería ser internacional y contar con el visto bueno de la ONU, pero no ser una fuerza de la ONU. Podría basarse en las capacidades de la OTAN, con un fuerte ingrediente europeo. La misión de esa fuerza consistiría en ayudar a desplegar -por la fuerza, si fuese necesario- al Ejército libanés en el sur de Líbano, participar en el desarme de Hezbollah y patrullar la frontera entre Israel y Líbano para garantizar que no se produzcan incursiones desde ningún lado.

Y, por último, pero no menos importante: apenas se conoce el hecho de una anomalía que conspira contra la condición soberana e independiente del Líbano, y es que Siria no ha reconocido hasta hoy plenamente su existencia como nación soberana (en los libros de texto sirios, el Líbano figura como parte de la Gran Siria). En consecuencia, no existen relaciones diplomáticas normales entre los dos países: no hay Embajada siria en Beirut ni Embajada libanesa en Damasco. Esto es absurdo y peligroso, y la desventurada Liga Árabe nunca lo ha abordado verdaderamente. Para reforzar la independencia y la seguridad libanesas, y de acuerdo con la resolución 1559 de la ONU, que provocó la retirada de las fuerzas sirias del Líbano, debería presionarse a Siria para que reconozca la soberanía y la independencia del Líbano.

La existencia de Hezbollah como un mini-Estado en el sur de Líbano es una violación flagrante de la soberanía libanesa. Ese vacío de autoridad legítima ha generado la crisis actual y debe ser corregido. El Líbano no puede establecer su soberanía en el sur del país por sí mismo, y la fuerza militar israelí es incapaz de hacerlo. Unas palabras vanas desde San Petersburgo, Bruselas o la sede de la ONU no serán suficientes, ni tampoco un mero alto el fuego, ya que eso, sencillamente, devolvería a la zona al punto de partida. Por lo contrario, se requiere un cambio esencial. Sólo una fuerza militar efectiva y con legitimidad internacional puede proporcionarlo. De lo contrario, estamos todos condenados a la prolongación de los actuales ciclos de violencia.

La fuente: el autor es periodista, bachiller en Derecho por la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires y es director del Bureau de Informaciones Libanesas para América latina.

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