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jueves, mayo 9, 2024

FINUL: quintaesencia de malabarismos diplomáticos

Opinion/IdeasFINUL: quintaesencia de malabarismos diplomáticos

FINUL: quintaesencia de malabarismos diplomáticos

La nueva FINUL tendrá que sentar las bases de un mandato que no se limite a meros operativos de mantenimiento del orden. Además de vigilar la franja de seguridad de 20 kilómetros que va desde la frontera israelí hasta el cauce del río Litani, los “cascos azules” podrían auspiciar las negociaciones para la liberación de militares capturados por Hezbollah o de presos árabes detenidos en Israel, delimitar los confines permanentes de Líbano, Siria e Israel y obstaculizar cualquier nuevo preparativo destinado a facilitar una intervención militar israelo-norteamericana contra la República Islámica de Irán.

Por Adrián Mac Liman

Recuerdo que en el verano de 1982, cuando el entonces ministro de Defensa israelí, Ariel Sharon, decidió poner en marcha el operativo “Paz en Galilea” (léase, guerra del Líbano), un intrépido oficial de la FINUL trató de impedir la entrada de una compañía de blindados hebreos en suelo libanés, alegando la inviolabilidad del territorio de un Estado soberano y la ilegalidad de las acciones bélicas. Pero el “casco azul” de la ONU, desarmado y falto de recursos más contundentes que la retórica, tuvo que renunciar a su misión pacificadora cuando el conductor del primer carro blindado decidió apretar el acelerador. El militar de las Islas Fidji encontró refugio en la cuneta; los tanques israelíes finalizaron su recorrido en los suburbios de Beirut.

Hace unas semanas, cuando el presidente francés, Jacques Chirac, reveló el deseo de su país de liderar la fuerza multinacional de interposición auspiciada por las Naciones Unidas, los estrategas parisinos tuvieron que recordarle algunos de los rocambolescos episodios de la dilatada historia de los observadores de la FINUL, llamados a desempeñar, durante décadas, la desagradable tarea de meros agentes de tráfico en una de las fronteras más conflictivas de Medio Oriente.

La cúpula del Estado Mayor estaba dispuesta a asumir el mando de la nueva fuerza multinacional, siempre y cuando ésta estuviese dotada de más poderes que la misión acantonada en los confines israelo libaneses desde los años 70. “Más poderes” significa, concretamente, el derecho de recurrir al uso de las armas tanto para repeler los ataques procedente de los contrincantes –ejército israelí o milicias de Hezbollah– como para defender a la población civil que se halla bajo su protección. Aunque los militares galos exigieron la aplicación del artículo 7 de la normativa “onusiana”, que autoriza acciones militares de toda índole, el mandato de la nueva FINUL deriva de un compromiso entre las exigencias de París y la oferta, un tanto menos generosa, de las potencias que integran el Consejo de Seguridad. Aun así, París optó por asumir su “responsabilidad histórica” frente al Estado cristiano diseñado artificialmente en 1918, a finales de la Primera Guerra Mundial. Una decisión ésta que no gustó en los despachos oficiales de Tel Aviv, cuyo establishment político apostaba por una fuerza internacional encabezada por un general italiano, supuestamente más “ingenuo” (o más dúctil) que un oficial francés.

¿En qué consiste la misión de la FINUL? ¿Cuáles serán sus limitaciones? Es obvio que ninguno de los cuatro grandes países mediterráneos que integran la fuerza de la ONU –Francia, Italia, España y Turquía– tiene interés en involucrarse directamente en el desarme de las milicias de Hezbollah, exigido por la resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU. Cabe suponer que, de producirse, éste será fruto de una sofisticada, aunque por ahora improbable, negociación entre la jefatura del Partido de Dios y el ejército libanés. ¿Fórmulas? Todas, desde una entrega simbólica (ficticia) de las armas, hasta la integración de Hezbollah en el seno de las Fuerzas Armadas del país de los cedros.

La nueva FINUL tendrá que sentar las bases de un mandato que no se limite a meros operativos de mantenimiento del orden. Además de vigilar la franja de seguridad de 20 kilómetros que va desde la frontera israelí hasta el cauce del río Litani, los “cascos azules” podrían auspiciar las negociaciones para la liberación de militares capturados por Hezbollah o de presos árabes detenidos en Israel, delimitar los confines permanentes de Líbano, Siria e Israel, obstaculizar cualquier nuevo preparativo destinado a facilitar una intervención militar israelo-norteamericana contra la República Islámica de Irán. Un proyecto que, al parecer, el gabinete de Olmert se dedica a preparar con exquisito cuidado.

La fuente: el autor es escritor y periodista, miembro del Grupo de Estudios Mediterráneos de la Universidad de La Sorbona (París). Su artículo se publica por gentileza del Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS).

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