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jueves, mayo 9, 2024

Bouteflika, Abdelaziz

BiografíasBouteflika, Abdelaziz

Abdelaziz Bouteflika, perteneciente a una familia emigrada de la región argelina de Tlemcen, en 1955 concluyó sus estudios de secundaria con una titulación en francés y un diploma de la escuela coránica. En mayo de 1956 se unió al Ejército de Liberación Nacional (ALN), la rama militar del Frente de Liberación Nacional (FLN) que en noviembre de 1954, bajo la dirección de Ahmed Ben Bella y otros líderes independentistas, se había lanzado a la lucha armada contra el Ejército francés. En estos años Bouteflika se hacía conocer con el nombre de guerra de Abdelkader.

Ante sus especiales aptitudes se le encomendaron desde el principio tareas de responsabilidad; hasta 1957 fue inspector general de la 5ª wilaya (provincia), en el Oranesado, y luego ascendió a comandante de operaciones militares y a miembro del Estado Mayor General del ALN. En 1960 le fue confiado el control de las fronteras con Malí para asegurar la soberanía argelina sobre el territorio con vistas a la independencia, y en 1961 fue enviado clandestinamente a Francia para contactar con los dirigentes civiles del FLN en prisión.

Tras la independencia en julio de 1962, Bouteflika figuró, en representación de Tlemcen, como uno de los diputados de la Asamblea Nacional Constituyente que hizo la función de Parlamento provisional, y en septiembre Ben Bella le incluyó en su Gobierno como ministro de Juventud, Turismo y Deportes. Situado entre las elites del FLN, en 1963 Bouteflika renovó su escaño en la Asamblea Legislativa y el 4 de septiembre se convirtió en un jovencísimo ministro de Asuntos Exteriores. El 23 de abril de 1964 entró en el Comité Central y el Buró Político del FLN.

Su fulgurante trayectoria le convirtió en virtual número dos del régimen y mano derecha del coronel Houari Bumedián, su inmediato superior durante la guerra y de cuyo Consejo Revolucionario de junio de 1965 fue miembro. Precisamente, Ben Bella se disponía en vísperas de su remoción a apartar a Bouteflika del primer plano, como a otros destacados miembros del círculo de Bumedián. En este contexto de luchas por el poder en el seno de un FLN dividido en facciones, Bouteflika jugó un papel principal en la conspiración contra Ben Bella, a la sazón su vecino en la avenida residencial Franklin Roosevelt de Argel.

Hombre refinado y cultivado, de modos típicamente occidentales, Bouteflika dirigió con brillantez la diplomacia argelina durante los trece años del bumedianismo, caracterizados por el desarrollismo económico, las rentas del petróleo y el prestigio exterior, una imagen prestigiosa que, con su enérgico y no pocas veces arrogante estilo personal, el popularmente conocido como Boutef ayudó a construir. En la segunda mitad de los años sesenta negoció los aspectos económicos de las nuevas relaciones franco-argelinas y en 1971 intervino directamente en la nacionalización de la industria de los hidrocarburos.

También diseñó la estrategia del liderazgo argelino, ambicionado por Bumedián, del Movimiento de Países No Alineados y del mundo árabe, así como la reivindicación de un nuevo orden económico internacional, convirtiendo a Argel en sede insustituible para cumbres y conferencias. En septiembre de 1974 fue elegido presidente de la 29ª sesión anual de la Asamblea General de Naciones Unidas, una de cuyas primeras decisiones fue reconocer a la OLP de Yasser Arafat como el representante legítimo del pueblo palestino.

La prematura muerte de su mentor en diciembre de 1978 dejó debilitado a Bouteflika en la lucha por una sucesión a la que hasta entonces estaba virtualmente destinado. La presión del Ejército, y en particular los servicios de seguridad militar, el núcleo duro del régimen, sobre las deliberaciones del FLN fue decisiva para la elección de un uniformado, el coronel Chadli Bendjedid, que en febrero de 1979 asumió la Presidencia. Chadli rebajó a Bouteflika al más que simbólico puesto de ministro de Estado, con funciones de asesoría al presidente.

El 13 de enero de 1980 cesó en el ejecutivo y desapareció del primer plano político. Su progresiva marginación culminó en 1983 cuando el Tribunal de Cuentas del Estado le imputó un delito de malversación de fondos del Ministerio de Exteriores por un importe de tres millones de francos franceses. Aunque no recibió condena y los cargos terminaron siendo levantados, Bouteflika fue expulsado de los órganos de dirección del FLN e incluso hubo de abandonar su lujosa residencia oficial en Argel. Antes de acabar el año emprendió el camino de un autoexilio que le llevaría a Emiratos Árabes Unidos, Francia y Suiza.

Rehabilitado en 1987, tras la rebelión social de octubre de 1988, que conmovió las estructuras del régimen, fue uno de los signatarios de la denominada “Carta de los 18” en contra de las reformas emprendidas por el presidente Bendjedid. En 1989 regresó definitivamente a Argelia para participar en el congreso extraordinario del FLN y fue readmitido en el Comité Central. En los años siguientes Bouteflika fue un discreto observador de las convulsiones políticas argelinas.

Rechazó los puestos de ministro-consejero y representante permanente en Naciones Unidas que le propuso el Alto Consejo de Estado, el supremo órgano de poder desde el autogolpe antiislamista de enero de 1992, y en enero de 1994 declinó el ofrecimiento de sectores del Ejército de postularse para la Presidencia de la República. En aquella ocasión se apuntó que los militares no habrían aceptado su disposición a iniciar una vía de diálogo con el Frente Islámico de Salvación (FIS), declarado ilegal tras vencer en las elecciones libres de diciembre de 1991.

Con motivo del final adelantado de la presidencia de Liamín Zéroual, Bouteflika anunció en diciembre de 1998 su intención de competir como candidato independiente a las elecciones del 15 de abril de 1999. Con las suspicacias de los denominados erradicadores de la cúpula militar, representados por el general Mohammed Lamari, jefe del Estado Mayor, y partidarios del combate sin tregua contra las bandas armadas islamistas, Bouteflika centró sus propuestas electorales en la reconciliación nacional, la supresión de la violencia y la restauración de la paz.

También admitió que la situación económica era preocupante. Las promesas de Bouteflika prendieron en una población exhausta tras siete años de una guerra civil no declarada entre el Ejército y las diversas guerrillas islamistas, que había costado alrededor de 100.000 muertos y un millón de damnificados entre heridos y desplazados por los combates (en cifras reveladas por la propia radio oficial el 27 de junio de 1999). La profusión de matanzas indiscriminadas y atrocidades de toda laya, particularmente dramáticas en el trienio 1996-1998, habían creado una sensación de desamparo tanto por su carácter irracional como por las extendidas sospechas de connivencia, cuando no de responsabilidad, de los servicios de inteligencia del Ejército.

Bouteflika, apoyado por el FLN y el Reagrupamiento Nacional Democrático (RND), creado en 1997 por el entorno de Zéroual como fuerza oficialista, obtuvo el 73,8% de los votos con una participación del 60,3%. Todos los demás candidatos se habían retirado en la víspera por considerar que no se ofrecían las mínimas garantías y que Bouteflika, pese a su etiqueta de independiente, era el candidato del régimen surgido del golpe de 1992. El 27 de abril Bouteflika prestó juramento como presidente para los próximos cinco años, lo que vino a constituir, por la vía más inopinada, una revancha de lo sucedido en 1979.

La voluntad pacificadora del nuevo mandatario produjo pronto signos alentadores. El 3 de junio el Gobierno hizo una oferta de paz al Ejército Islámico de Salvación (AIS), brazo armado del FIS que en octubre de 1997 decretó una tregua unilateral a la que Bouteflika había prometido conceder cobertura legal. Tres días después, el 6 de junio, el AIS respondió con el anuncio del cese definitivo de sus acciones armadas. El 4 de julio Bouteflika concedió un indulto masivo de presos (entre 5.000 y 15.000 beneficiados), muchos de los cuáles estaban vinculados a partidos religiosos ilegales pero no implicados en delitos de sangre.

La audaz medida formaba parte de un denominado Plan de Concordia Nacional que se completaba con un proyecto de ley para la integración social de los insurgentes y la concesión de nuevas medidas de gracia a prisioneros. Luego de su aprobación parlamentaria, el paquete legal fue sancionado en referéndum el 16 de septiembre con un 98,6% de votos favorables y una participación masiva del 85%. Bouteflika había amenazado con dimitir si fracasaba en la consulta.

El 4 de enero de 2000 el AIS firmó con el Gobierno su disolución y siete días después Bouteflika firmó una amnistía para todos sus miembros. El plazo legal para la entrega de las armas por todos los maquis expiró el día 13 con sólo millar y medio de acogidos. Tanto el Grupo Islámico Armado (GIA), responsables de los peores atentados y asesinatos de civiles, como el Grupo Salafista de la Predicación y el Combate (GSPC) no se adhirieron a la Ley de Concordia Civil, aunque sí lo hicieron algunos militantes a título individual. Bouteflika advirtió que perseguiría “sin piedad” a los islamistas armados que rechazaran el perdón.

Por otro lado, en 1999 la remoción de dos obstáculos decisivos para la pacificación y la democratización de la vida pública hubo de esperar mejores tiempos. El asesinato el 22 de noviembre de Abdelkader Hachani, considerado el líder del ala más posibilista del FIS, se interpretó como un sabotaje casi definitivo a un eventual retorno de la organización a la legalidad, señalándose al fallecido como interlocutor en unas supuestas conversaciones secretas que ya estarían teniendo lugar.

En segundo lugar, el 8 de julio, cinco días antes de la promulgación de la Ley de Concordia Civil, las expectativas populares del levantamiento del estado de excepción vigente desde 1992, que había amparado la durísima represión militar, fueron cortadas en seco por el propio Bouteflika con una declaración sobre el particular. Todo ello, junto con la prolongación de la violencia islamista -si bien con mucha menos intensidad-, vino a templar el optimismo general y a suscitar dudas sobre el margen de maniobra del mandatario.

Desde que accedió a la presidencia, Bouteflika ha destacado extraordinariamente en la política exterior, con viajes para la normalización de las relaciones de Argelia con países clave e iniciativas privadas de mediación ante terceros. Su estreno en este terreno fue el 25 de julio de 1999 con motivo de los funerales del rey Hasan II en Rabat, donde aprovechó para reunirse con el nuevo rey Muhammad VI, el presidente estadounidense Bill Clinton, el francés Jacques Chirac y, en un encuentro histórico, con el primer ministro israelí Ehud Barak.

La reunión con Muhammad VI, primera de ese nivel en una década, apuntó a la reconciliación definitiva con Marruecos, con el que las relaciones, siempre azarosas, estaban congeladas de hecho desde 1994. En esa dirección, Bouteflika declararía que la cuestión del Sáhara, tradicional foco de tensiones mutuas, era “estrictamente un problema de la ONU”.

Bouteflika ofreció al Gobierno francés la superación definitiva de los estigmas de la guerra de liberación y el inicio de una nueva era de relaciones basada en la no injerencia en los asuntos internos y en la colaboración francesa en la recuperación económica argelina, para lo que solicitó la condonación de al menos una parte de la deuda contraída. Bouteflika realizó del 14 al 17 de junio de 2000 una visita a Francia, segunda de un presidente argelino desde 1962 y primera al continente europeo desde el inicio de la guerra civil en 1992, que selló la reconciliación.

El dirigente argelino ha sido instrumental en la terminación de la guerra entre Eritrea y Etiopía, que desde su inicio en 1998 causó la muerte a más de 100.000 soldados de los dos ejércitos. En calidad de presidente de turno de la Organización para la Unidad Africana para el año 1999-2000 (Argel fue el escenario de su 35º cumbre anual del 12 a al 14 de julio de 1999), Bouteflika viajó en mayo de 2000 a Asmara y Addis Abeba para concertar un arreglo. El 30 de mayo comenzaron en Argel negociaciones directas y el 18 de junio los ministros de Exteriores suscribieron ante Bouteflika un acuerdo de paz. Ésta fue ratificada en el mismo escenario bajo la égida del mandatario argelino por los respectivos presidentes, Issayas Afeworki y Meles Zenawi, el 12 de diciembre siguiente.

La fuente: Fundación Cidob (www.cidob.org)

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