La trayectoria política de Luisa Hanun, dirigente del Partido de los Trabajadores (PT), y la única mujer que concurrió a las elecciones presidenciales del 8 de abril de 2004, es atípica para un país de cultura musulmana y tradicionalmente patriarcal.
Luisa Hanun hizo su bautismo de fuego político en el movimiento sindical alternativo a la poderosa central única de trabajadores UGTA a finales de los años 70 y comienzos de los 80. Militó en uno de los varios grupos trotskystas existentes en la Argelia de la Independencia, semitolerados por el régimen de Huari Bumedián y de su sucesor el coronel Chadli Benyedid. Con la llegada de la «primavera política» de 1988, el Partido de los Trabajadores fue legalizado.
Pero sería durante los años de la guerra contra el terrorismo en los 90, cuando Luisa Hanun mostró un talante aperturista y de diálogo como única vía para salir de la cruenta crisis que dejó cerca de 200 mil muertos en Argelia. Hanun participó en las negociaciones de San Egidio apadrinadas por el Vaticano y que tuvieron como escenario la ciudad de Roma. Junto a dirigentes históricos como Ait Ahmed y Ahmed Ben Bella, y a islamistas moderados como Abdala Yebala, Luisa Hanun se reunió con dirigentes del Frente Islámico de Salvación, ilegalizado y perseguido en Argelia.
Su talante abierto y modernista la ha empujado a erigirse en adalid del movimiento antimundialización en Argelia. En su campaña electoral no ha cesado de recordar su oposición frontal a la «internacionalización impuesta por el capital». Llegando incluso a mostrarse hostil a la penetración en el país de compañías extranjeras, sobre todo en el sector petrolífero y gasista, a las que imputa «ansias de depredación» de las riquezas argelinas.