En los últimos tramos del gobierno de Clinton, la diplomacia norteamericana viene fortaleciendo su acercamiento a países que había puesto en la lista de los indeseables. Es el caso de Siria, Irán, Libia y hasta Sudán. En estos días un legislador norteamericano viajó a Bagdad para interesarse por la crisis humanitaria provocada por el bloqueo. ¿Comienza a resquebrajarse la intransigencia hacia Saddam?
Por Ghassan Al Attiya
La actual apertura política entre Estados Unidos y los países que antes Washington calificaba como terroristas o poco fiables trajo nuevamente la cuestión sobre si el Irak de Saddam Hussein se unirá a la fiesta o sólo pagará la cuenta.
La apertura norteamericana hacia Irán, hecha pública por la secretaria de Estado norteamericana, Madeleine Albright, el 17 de marzo, es un paso adelante. Llegó en respuesta al mensaje a los norteamericanos enviado por el presidente Mohammed Khatami durante una entrevista que le concedió a la CNN. Esta apertura no habría sido posible sin un cambio político interior en Irán hacia la reforma y la democracia. Irán dejó de ser un país exportador de la revolución para comenzar a jugar un papel estabilizador en el Golfo y las repúblicas islámicas ex soviéticas.
El acercamiento de los Estados Unidos e Irán fue precedido por un acercamiento entre Estados Unidos y Siria durante la Segunda Guerra del Golfo. Otro paso adelante fue la reciente reunión entre los presidentes sirio y norteamericano en Ginebra. La apertura podría ser más abarcadora si Siria e Israel logran un acuerdo de paz.
Al mismo tiempo, se está construyendo cuidadosamente una apertura entre los Estados Unidos y Libia, luego de 18 años de relaciones políticas estancadas.
El reciente viaje a Trípoli de una comisión norteamericana que supuestamente debía examinar las condiciones de seguridad de los ciudadanos norteamericanos que viajaran a Libia, en realidad sirvió para reestablecer lazos diplomáticos entre Washington y Tripoli. El deshielo en las relaciones parece adquirir mayor sustento después de los comentarios del asistente del secretario de Estado norteamericano para los Asuntos de Medio Oriente el 21 de marzo, cuando reconoció los esfuerzos de Libia por expulsar a los guerrilleros palestinos de Abu Nidal y minimizó la responsabilidad atribuida al gobierno libio en apoyo del terrorismo.
Inclusive Sudán, que está atravesando un renacimiento político, podría terminar teniendo su propia apertura política hacia los Estados Unidos si las reformas del presidente Omar Al Bashir para una reconciliación nacional y la adopción de un sistema político multipartidario terminan con la hegemonía del fundamentalismo islámico en la vida política del país.
Tales cambios indudablemente alarman al régimen de Bagdad, que no tiene mucha confianza en Irán, Siria y Libia. A pesar de haber sido agredidos por el régimen iraquí varias veces, estos países mantuvieron buenas relaciones con él en gran medida porque consideraban a los Estados Unidos un enemigo común y temían sufrir un aislamiento internacional mayor si Saddam era reemplazado por un régimen leal a los norteamericanos.
Además, la perspectiva de un acuerdo de paz sirio-israelí eliminará uno de los mayores focos de tensión regional, que en el pasado sirvió a los intereses de Irak. Siria siempre ha temido quedar cercada por un régimen iraquí leal a Washington, que podría empujar a Damasco a un acuerdo más beneficioso para los intereses israelíes. Un acuerdo de paz sirio-israelí serviría entonces para aumentar el aislamiento de Irak.
Todos estos factores subyacen en el fondo de un posible levantamiento social en Irak, que no sería ventajoso para sus vecinos árabes. Por consiguiente, es necesario llegar a una nueva comprensión regional y aceptar a Irak. Arabia Saudita, Irán y Turquía, países que no tienen interés en dividir a Irak, deben tomar la iniciativa para cesar cualquier esfuerzo que estimule la fractura del país o el juego de la carta étnica. (N.de la R: para debilitar a Saddam Hussein, en varias ocasiones se estudió desde Occidente la posibilidad de estimular el desmembramiento de Irak, para dar lugar a dos nuevos Estados: uno kurdo, en el Norte, y uno musulmán shiita, en el Sur)
En 1992, Arabia Saudita, Irán y Siria intentaron coordinar esfuerzos para formar un comité común de apoyo a la oposición iraquí. Pero el deseo norteamericano de controlar la situación, así como la falta de confianza entre Irán y Arabia Saudita, abortó el proyecto y fue reemplazado por una iniciativa norteamericano-británica conocida como el Congreso Nacional Iraquí, que tampoco prosperó.
El fracaso de ambos proyectos afirma la necesidad de una cooperación internacional y regional que apunte a un cambio drástico en Irak que garantice la estabilidad y la seguridad de la región.
La fuente: Al Attiya es un autor iraquí. Su artículo apareció el 28 de marzo último en el diario árabe Al Hayat, que se edita en el Reino Unido. El periódico, libanés de origen, fue comprado en 1990 por el príncipe y mariscal saudita Khaled ibn Sultan. www.alhayat.com