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lunes, mayo 6, 2024

El extraordinario patrimonio arquitectónico de la vieja Trípoli

CulturaEl extraordinario patrimonio arquitectónico de la vieja Trípoli

El extraordinario patrimonio arquitectónico de la vieja Trípoli

La ciudad libanesa de Trípoli, construida en el siglo XI y todavía habitada, es un verdadero museo urbano viviente. La mayoría de los edificios están dotados de espectaculares inscripciones integradas a la arquitectura, con las que los mamelucos, esclavos extranjeros que habían accedido al poder, demostraban su vinculación con la lengua árabe y la cultura islámica. Las inscripciones, que van de la breve cita coránica al largo texto jurídico, aportan preciados datos socieconómicos y religiosos sobre la época.

BEIRUT._ Era tiempo de interesarse en el extraordinario patrimonio arquitectónico y artístico de Trípoli, ciudad creada por el sultán Qalawûn después de su victoria en 1289 sobre los cruzados, quien hizo demoler la ciudad costera y prefirió construir una nueva Trípoli, “Trablus al-Moustahdassa”, en el interior, sobre la costa del río Qadisha. Las dos partes de la nueva instalación, “mina” (puerto) y “madina” (ciudad), situada al pie de la ciudadela de Saint-Gilles, preservada de la destrucción, estaban separadas por vergeles plantados sobre la ciudad aniquilada.

Funciones múltiples

Esta nueva ciudad, que se transformó en el asiento de un vicesultanato, subsiste en gran parte y representa un verdadero museo urbano viviente que se extiende sobre más de 30 hectáreas.

Se trata de un conjunto coherente de monumentos, de los cuales muchos funcionan todavía: nueve mezquitas, 16 madrassas (escuelas coránicas), un mausoleo, una fuente, una mawlawiya (centro sufí), un edificio militar en ruinas. Algunos han desaparecido, pero la mayoría perdura y están dotados de inscripciones espectaculares integradas en la arquitectura bajo la forma de paneles, bandas, a lo largo de los muros, en los dinteles de las puertas, debajo de las ventanas, en suma, en entornos de visibilidad máxima, ya que estos textos, grabados en la piedra o cincelados en el mármol, estaban destinados a la lectura y no solamente a la ostentación.

La más habitual es la caligrafía “naskhi”, a veces mezclada con la “thuluth”, más raramente la “kufi” geométrica, florida, foliada o trenzada. Estas debían ser fácilmente descifrables, contrariamente a las inscripciones ornamentales de los edificios musulmanes de otras épocas y de otras regiones.

Parece que las inscripciones hubieran tenido funciones múltiples: resaltar los nombres de los fundadores, las fechas de construcción y renovación, las firmas de los arquitectos, los edictos y decretos oficiales, extractos de las “wakfiyas”, textos que establecían las herencias, “wakfs”, que precisaban a menudo los presupuestos asignados a una escuela, por ejemplo, las modalidades de gestión, los emolumentos de los sabios, la remuneración de los guardias, donaciones y versos del Corán.

Las maldiciones, que también las hay, para los que podrían atentar contra los edificios, tal vez hayan contribuido a preservar estos monumentos durante siete siglos, ya que la edad de oro de los mamelucos de Trípoli no duró más que 225 años.

Hay, además, una función implícita más general: los mamelucos, esclavos extranjeros que habían accedido al poder, demostraban con este lujo de inscripciones monumentales su relación con la lengua árabe y con la civilización islámica a la cual ellos han contribuido poderosamente, entre otras cosas con la multiplicación de instituciones pedagógicas, el desarrollo sin precedente de la ornamentación geométrica poligonal (“khayt”), del damasquinaje, etcétera.

Por su contenido y su forma, estas inscripciones, que van de la cita breve coránica al largo texto jurídico, aportan preciados datos socioeconómicos y religiosos sobre la época.

El tejido urbano original

Más allá de las inscripciones y de los monumentos que las llevan, es interesante el tejido urbano original (calles, callejuelas, plazas, casas, negocios, etcétera) que se perpetúa de la vieja Trípoli y que es raramente estudiado, ya que los grandes monumentos están a menudo en un estado de negligencia calamitoso.

La degradación actual de edificios magníficos, verdaderas joyas de la arquitectura, a veces los ha reducido a grandes basureros: la hierba cubre sus muros; en los patios, delante de soberbios portales, se amontonan objetos de descarte; los afiches electorales o religiosos desfiguran las fachadas; inmuebles recientes se apoyan sobre las cúpulas.

Una rápida mirada sobre el mapa de la ciudad antigua muestra hasta qué punto ella ha sido atravesada en todos los sentidos por vías de circulación. Sin embargo, un verdadero circuito de calles peatonales permite enlazar y unir la mayor parte de los monumentos a través de un verdadero tejido urbano extremadamente denso, cada vez más amenazado en su coherencia y lógica originales (la ciudad estaba dividida en varios barrios dotados cada uno de una mezquita, una madrassa y otras edificaciones) por la proliferación actual de viviendas.

Una nueva conciencia

Hay un patrimonio arquitectónico y urbano de un valor histórico, cultural y estético inestimable. Sin embargo, es desconocido, ignorado, inclusive a veces despreciado (puede ser debido a que durante mucho tiempo se denigró a los mamelucos y sus aportes), en suma, tratado sin gran cuidado por los mismos habitantes de Trípoli.

Estos últimos años, una nueva conciencia parece estar apareciendo sobre la importancia, no solamente local y nacional sino también internacional, de esta herencia que hace de Trípoli (cuya primera fundación se remonta al siglo VII antes de nuestra era) una ciudad única en su género, ya que no existe actualmente ninguna otra ciudad árabe creada de esta manera, después de haber sido totalmente destruida la precedente, una ciudad susceptible de ser inscripta un día en la lista de patrimonio de la humanidad si los esfuerzos de las agrupaciones vinculadas con la conservación terminan por dar sus frutos.

Todavía hace falta que se tomen medidas apropiadas para preservar de la ruina y de la degradación este conjunto excepcional. La comparación entre el estado de los lugares en 1909 y 1983, fechas de estudios importantes, y en 1999 prueba que un cierto número de edificios ha sido destruido sobre todo en el curso del reencauzamiento del río Abou Alí en 1955, después de unas inundaciones catastróficas.

La aberración de la limpieza de los muros

Paradójicamente, una de las amenazas más serias para los monumentos antiguos, a menudo denunciada por arquitectos, restauradores y arqueólogos, es la limpieza de los muros exteriores e interiores de sus enduidos originales, hechos con una lechada de cal, con el pretexto de restituir la “verdad” de la piedra y resaltar el valor de las estructuras arquitectónicas, pero sobre todo con la absurda y falsa convicción de que los edificios antiguos han sido desfigurados por los enduidos y que es necesario sacarlos para reencontrar el estado histórico original. De hecho, es todo lo contrario. Esta “limpieza” es un contrasentido histórico.

La apariencia de los muros en piedra a la vista halaga el gusto actual de “lo auténtico”, pero son los muros enduidos a la cal que hoy nos parecen banales y sin interés los que eran originales.

La piedra utilizada en los edificios limpiados, en Trípoli como en otras partes, no es la piedra dura de las ciudades y las casas llamadas “libanesas”, sino una piedra porosa, vulnerable a la intemperie, a la humedad, al moho: muchos de los muros limpiados hace tiempo presentan ahora huecos importantes y la piedra aparece como roída.

Esto presenta el problema de su supervivencia: de hecho, si no hubieran sido enduidas en su origen, ellas se hubieran desmoronado hace siglos. En el interior, el reflejo del color blanco era primordial para asegurar una iluminación conveniente antes de la introducción de la luz eléctrica, que apenas puede iluminar la piedra desnuda que la absorbe.

Algunas casas beirutianas del siglo XIX están actualmente sometidas a este tratamiento aberrante por razones estéticas contemporáneas que nada tienen que ver con la tradición arquitectónica.

La “Bien Guardada”

Estas consideraciones reflejan mal la riqueza de informaciones y de análisis de los artículos, cortos pero densos, redactados por especialistas reputados, de esta obra trilingüe que aparece en un momento en que la arquitectura libanesa, tanto vernácula como ciudadana, antigua, moderna y contemporánea, suscita interés y estudios.

A través del tema aparentemente pequeño de las inscripciones de los monumentos se evoca una de las páginas culturales más brillantes de la historia de este país y se pone luz, ubicándolo en su justo lugar, sobre el fenómeno absolutamente único por su naturaleza, su amplitud y su calidad, de la urbanización mameluca de Trípoli “al-Mahroussa” (“La Bien Guardada”).

En la esperanza de que ella termine por merecer, gracias a iniciativas de salvaguarda y de restauración adecuadas, los atributos que merece.

La fuente: L’Orient-le jour, diario libanés cercano a las preocupaciones de los cristianos. Fue producto de la fusión de dos grandes periódicos francófonos de Beirut. Tira 18.000 ejemplares. (www.lorient-lejour.com.lb)

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