14.5 C
Buenos Aires
jueves, mayo 2, 2024

Sarmiento y los árabes: historia de una contradicción

CulturaSarmiento y los árabes: historia de una contradicción

Sarmiento y los árabes: historia de una contradicción

“En los siglos de la mayor ignorancia de Europa y cuando en ella sólo sabían leer los obispos y los abades, eran doctos los árabes, así en Oriente como en Africa y en España”. D. F. Sarmiento

Por Pablo Tornielli

Domingo Faustino Sarmiento (San Juan 1811 – Asunción del Paraguay 1888) es una de las personalidades más influyentes de la historia argentina y regional. Fue entre muchas otras cosas gobernador de su provincia, embajador ante los Estados Unidos, presidente de la Nación (1868-1874), senador, ministro de gobierno. Obsesionado por la educación casi desde su niñez, luego de su paso por la presidencia desempeñó cargos como Director General de Escuelas de la Provincia de Buenos Aires (1875) o Superintendente General de Escuelas (1881).

La obra del sanjuanino consiste en su mayor parte en una enorme cantidad de artículos periodísticos y ensayos de carácter político, a veces incursos en los más virulentos exabruptos. Para dar una noción de sus monumentales proporciones basta decir que la última edición de sus obras completas comprende cincuenta y tres tomos y supera las quince mil páginas. (1)

Gauchos, árabes y albarracines

“A mediados del siglo XII, un jeque sarraceno, Al Ben Razín, conquistó y dio nombre a una ciudad y a una familia que después fue cristiana. M. Beauvais, el célebre sericicultor francés, ignorando mi apellido materno, y sin haberme visto en el bornoz, me hacía notar que tenía la fisonomía completamente árabe; y como le observase que los Albarracines tenían, en despecho del apellido, los ojos verdes o azules, replicaba en abono de su idea que, en la larga serie de retratos de los Montmorency, aparecía cada cuatro o cinco generaciones el tipo normal de la familia. En Argel me ha sorprendido la semejanza de fisonomía del gaucho argentino del árabe, y mi ‘chauss’ me lisonjeaba diciéndome que al verme, todos me tomarían por un creyente. Mentéle mi apellido materno que sonó grato a sus oídos, por cuanto era común entre ellos este nombre de familia; y digo la verdad, que me halaga y sonríe esta genealogía que me hace presunto deudo de Mahoma”. (2)

El pequeño municipio de Albarracín, en Aragón, provincia de Teruel, España, que una vez fue capital de una taifa, ha sido declarado monumento nacional. La ortografía del nombre de la familia fundadora varía según la fuente, pero no hay dudas sobre su filiación árabe, que halaga y sonríe al lejano descendiente de los moriscos. Sarmiento se muestra aquí orgulloso de las huellas del pasado árabe de su familia materna y complacido por el hecho de ser confundido con un moro debido a sus facciones.

Sarmiento en Argelia

El paso de Sarmiento por Argelia data de 1847. En Orán, el 2 de enero de 1847, escribió a Juan Thompson una carta que formó parte de la colección publicada en Santiago de Chile, en 1849, bajo el título de “Viajes en Europa, Africa y América”, por la Imprenta de Julio Belín y Cía. (3) En esta epístola africana, da muestras el autor de haber sido ganado por el más crudo de los orientalismos: la mezcla de horror y admiración, la representación de aquello que ve como exótico, pintoresco, a veces brutal y el ensayo de explicaciones generalizadoras y estereotípicas así lo revelan.

El escrito es interesantísimo para analizar la visión y representación de lo árabe por ojos americanos a través de la intermediación del orientalismo europeo, pues, como se sincera el cronista, “nuestro Oriente es la Europa, y si alguna luz brilla más allá, nuestros ojos no están preparados para recibirla, sino al través del prisma europeo”. (4)

Llega Sarmiento a Argelia cargado de nociones históricas, preconceptos que se verán conmovidos por la observación de la realidad. Aquello que es presentado como lo más genuino de la población argelina es una muchedumbre de individuos indescifrables, supersticiosos, fanáticos, irracionales, “un pueblo original, un idioma primitivo y una religión intolerante y feroz por su esencia”. (5) El autor no oculta sus sentimientos acerca de aquello que ve y no comprende: “No sé qué sentimiento mezclado de pavor y admiración me causa la vista de este pueblo árabe, sobre cuyo cerebro granítico no han podido hacer mella cuarenta siglos; el mismo hoy que cuando Jacob separaba sus tiendas y sus rebaños para ir a formar una nación aparte; pueblo anterior a los tiempos históricos, y que no obstante los grandes acontecimientos en que se ha mezclado, las naciones poderosas que ha destruido, las civilizaciones que ha acarreado de un lugar a otro, conserva hoy el vestido talar de los patriarcas, la organización primitiva de la tribu, la vida nómade de la tienda y el espíritu eminentemente religioso que ha debido de caracterizar las primeras sociedades humanas, cuyos abuelos habían presenciado el diluvio o sido testigos de alguna grande manifestación de la presencia de Dios sobre la tierra aún despoblada. Porque para comprender los acontecimientos actuales del África no basta, a mi juicio, abrir el Corán, que no daría sino una imperfecta idea del carácter, creencias y preocupaciones árabes. En la Biblia sólo puede encontrarse el tipo imperecedero de esta imperecedera raza patriarcal. Árabe era Abraham, y por más que los descendientes de Ismael odien y desprecien a sus primos los judíos, una es la fuente de donde parten estos dos grandes raudales religiosos que han trastornado la faz del mundo; del mismo tronco han salido el Evangelio y el Corán; el primero preparando los progresos de la especie humana y continuando las puras tradiciones primitivas; el segundo, como una protesta de las razas pastoras, inmovilizando la inteligencia y estereotipando las costumbres bárbaras de las primeras edades del mundo”. (6)

Como él mismo reconoce, Sarmiento está mirando Argelia con anteojos europeos. Ignora el contenido del Corán y las circunstancias de su revelación, no a un pueblo de pastores, sino a pueblos urbanos: el Islam ganará las ciudades mucho antes de ser plenamente adoptado por las tribus nómades. Resulta que los anteojos europeos tienen incorporadas deformaciones de las que debería liberarse un americano, un individuo perteneciente a una nación que, estrictamente hablando, nunca ha sido ni metrópoli ni colonia. La llamada época colonial, en la Argentina y otros países americanos, no se vincula con el dominio de una etnia oprimida por una nación opresora, ni la emancipación consiste en la liberación de una raza sojuzgada. Razones políticas llevaron a los administradores criollos de las posesiones españolas a luchar contra la burocracia central y generar las nuevas naciones que hoy son América. Esta particular característica debería dar origen a una forma diferente de observar y representar el mundo, que aún hoy no ha cicatrizado las heridas de la colonización y descolonización de Oriente.

Pero Sarmiento elige sin vacilar el prisma colonial, intacto, con toda su rémora de prejuicios tendientes a justificar el dominio de las potencias europeas en tierras de ultramar. Al nativo se le atribuirán cualidades a veces brutales, a veces excelsas: los prejuicios son un arma de doble filo. Las fanáticas masas brutales que creen porque no son capaces de pensar, comprenden también personajes análogos a los baqueanos de las pampas argentinas, de habilidad extraordinaria para orientarse en el terreno, valiéndose de la asombrosa agudeza de sus sentidos. Sin embargo, no cabe más que pedir a Dios que afiance la dominación europea en esta tierra de bandidos devotos (7), prestos a la insurrección y a la venganza.

Sólo tres años después, superado el descubrimiento traumático de Argel, se enorgullecerá Sarmiento de su apellido materno Albarracín, de sus orígenes moriscos y de su fisonomía árabe. (8)

La Europa bárbara frente a la civilización árabe

En los últimos años de su vida, Sarmiento expone sus puntos de vista sobre la Inquisición y las persecuciones religiosas en la España de la Edad Moderna. La civilización está, ahora, del lado de los árabes y sus primos los judíos, mientras que la barbarie es ejercida por quienes los preceden en el dominio de la Península Ibérica. En 1882 Sarmiento dedica su obra “Conflicto y armonías de las razas en América” a la viuda de Horace Mann, el gran educador norteamericano al que había conocido personalmente.

Bajo el título de “Educar al soberano”, repleto de resonancias sarmientinas, se concluye: “La incorporación de un pueblo conquistado al que lo subyuga se hace tan lentamente que el gobierno de España, en el siglo XV, pudo todavía apartar de la sociedad católica a las razas hebrea y árabe, que se habían impuesto por el comercio y la usura la primera, por la invasión y la conquista la otra, desde ocho siglos antes. Cuando el pueblo conquistado es superior en civilización e inteligencia a los conquistadores acaba, como en la China con los tártaros, y en Europa con los bárbaros del norte, por asimilárselos, siendo al cabo de algunos siglos la civilización chinesca o romana lo que prevalece, absorbiendo a los conquistadores mismos. Cuando razas inferiores en civilización, como era la que poblaba la España desde los Pirineos hasta Castilla, sacude el yugo de otra raza más civilizada, como lo era la hebrea y la árabe en el siglo XVI, tiene que hacerse a sí misma las más dolorosas amputaciones, a fin de borrar los vestigios del antiguo poder. Por poco no sepulta en la barbarie a su país el pueblo francés, con el andar de la revolución, extrañando o exterminando a sus nobles, reputándolos extraños en nombre de la democracia ignorante pero francesa. Peor sucede si creencias religiosas triunfan con el pueblo emancipado. La expulsión de los árabes y de los judíos de España presenta el más terrible ejemplo. No sanó jamás de las heridas que se infirió por depurar su sangre.” (9)

En otra recopilación de escritos, con el mismo título de Conflicto y armonías, pero de contenido sustancialmente diverso, se lee: “En los siglos de la mayor ignorancia de Europa y cuando en ella sólo sabían leer los obispos y los abades, eran doctos los árabes, así en Oriente como en Africa y en España” (10).

¿Son estas afirmaciones una contradicción total de lo expresado tan categóricamente en la carta de Orán, cuarenta años antes? Literalmente, sí. Pero el orientalismo es ante todo un sistema de imágenes y representaciones. Las imágenes que evoca la lectura de Averroes son diferentes de las que se suscitan al ver unas tiendas de beduinos en la Argelia del siglo XIX, ocupada por los franceses. Sarmiento había cosechado estas imágenes en la misma huerta orientalista: es su liberalismo europeísta lo que lo motiva a criticar a la Inquisición y las persecuciones religiosas en España, como también a apoyar la presencia colonial de Francia en el norte de África. Los estereotipos no han sido inventados, sino recibidos, por Sarmiento, y no creemos que él haya advertido la contradicción, pese a lo evidente que ésta hoy nos parece.

Por otra parte, Sarmiento convivía con sus propias contradicciones, que eran, más bien, las de su tiempo. A poco que leamos “Facundo, o civilización y barbarie en las pampas argentinas”, notaremos que ambos extremos confluyen a veces, incluso desde el punto de vista del autor, en el mismo país, el mismo partido y la misma persona. Lavalle, jefe unitario, encarna muchos valores caros a la Argentina bárbara, como la caballería y la temeridad, puesto que era de un arrojo proverbial, y Sarmiento lo pone de relieve en la obra; los federales “lomos negros” o “apostólicos” forman parte, a diferencia de los federales “netos”, del partido de la civilización. El mismo Sarmiento es hombre de a caballo, se jacta de serlo incluso en la carta de Orán, y en su momento culpará a Alberdi (11), durante una polémica, de no saber montar. La creencia vulgar según la cual Facundo defiende la antítesis entre la ciudad, unitaria y civilizada, y el campo, bárbaro y federal, es totalmente falsa y fácil de refutar con la simple lectura del libro. Es sugestivo que para el título se utilice la conjunción “y”: no se trata de civilización “o” barbarie, sino de civilización “y” barbarie; ambas ideas conviven en desgarrante simultaneidad. Si los argentinos eran civilizados y bárbaros al mismo tiempo, ¿qué tendría de sorprendente que los árabes también lo fueran?

Pasados unos ciento cincuenta años de la publicación de Facundo, muchas de sus conclusiones continúan teniendo una vigencia preocupante. Un lapso similar ha transcurrido desde el viaje a Argelia que Sarmiento narró, y hoy la palabra Argelia evoca los hechos más tristes que hayan sucedido en el norte africano en toda su historia. Más que una toma de partido a favor o en contra, los trabajos de Sarmiento exigen de nosotros la reflexión rigurosa y desapasionada para alcanzar conclusiones útiles.

Notas: (1) Universidad Nacional de la Matanza, Provincia de Buenos Aires, 2001, distribución a cargo del Fondo de Cultura Económica. Dicha edición no fue tenida a la vista para la redacción del presente artículo. (2) Recuerdos de provincia. Biblioteca Argentina, Librería y Editorial La Facultad, de Bernabé y Cía., Buenos Aires 1938, pág. 82. La ortografía fue adaptada para esta cita, pues el original está editado tal como lo escribió el autor, con su peculiar posición fonetista: “Arjel”, por “Argel”; “i”, por “y”, etc. (3) La edición que utilizamos en el presente trabajo se titula Viajes, Editorial de Belgrano, Buenos Aires 1981, págs. 235 a 274. (4) Op. cit., pág. 239. (5) Op. cit., pág. 242. (6) Op. cit., pág. 244. (7) Op. cit., pág. 252. (8) Recuerdos de Provincia data de 1850. (9) Obras completas de Sarmiento. Segunda parte póstuma. Tomo XXXVIII. Editorial Luz del Día. Buenos Aires 1953, pág. 239. (10) Obras de D. F. Sarmiento, publicadas bajo los auspicios del Gobierno Argentino. Tomo XXXVII. Imprenta y litografía Mariano Moreno. Buenos Aires, 1900. Pág. 161. (11) Juan Bautista Alberdi (San Miguel de Tucumán 1810 – París 1884). Abogado y jurista, sus escritos tuvieron influencia en la organización constitucional argentina. Fue embajador ante distintos estados europeos y se opuso tenazmente a la guerra contra el Paraguay.

La fuente: El autor es un abogado argentino, graduado en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y aspirante a Magister en Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de La Plata. Alcanzó al Upper Intermediate Level en árabe clásico en el Yemen Language Center de Sanaa, República del Yemen. También realizó estudios persa. E-mail: vyt@sinectis.com.ar.

Más

Archaeologists make plea to spare Iraq’s treasures

Archaeologists make plea to spare...

El último viaje de Noémia de Sousa, poeta de Mozambique

Noémia de Sousa, muerta recientemente en Portugal, es un caso único en la literatura: apenas escribió de manera regular durante tres años y no necesitó publicar un solo libro para ejercer una influencia indiscutible en numerosos intelectuales africanos. Tres años de producción literaria le han sido suficientes a esta mujer para incendiar el alma adormecida de generaciones, para forjar todo un concepto de identidad nacional anticolonialista con una obra tan breve como intensa. Escribe Ricardo López Dusil.

¿Akhenaton anuncia el gran retorno?

El regreso de la base del sarcófago de Akhenaton a Egipto luego de 80 años de exilio lanza la esperanza de la restitución de varias otras piezas valiosas. La piedra de Roseta, expuesta en el British Museum de Londres, está a la cabeza de las piezas que Egipto pretende que regresen a su lugar de origen. El ministro de Cultura egipcio, Faruk Hosni, lanzó un llamado en ese sentido: "Deseamos que todos los países sigan el ejemplo de Alemania y restituyan las piezas egipcias robadas y sacadas de contrabando". El ministro puso el acento en el carácter legal de las reivindicaciones egipcias y recordó que la Unesco confirmó el derecho de Egipto de recuperar todas las piezas sacadas ilegalmente de Egipto. Mientras tanto, en Nueva York, una cabeza de Amenophis III, faraón muerto en 1375 antes de Cristo, es el centro de un proceso judicial contra Frederik Schultz, traficante norteamericano que llegó a ser consejero del ex presidente Clinton para temas de antigüedades. Escriben Hala Fares y Ahmed Loutfi

Un cineasta llegado del horror

Amos Gitai presenta en Barcelona 'News from house', el documental que cierra su trilogía sobre la historia de una casa de Jerusalén. Muchos de sus documentales incomodaron a los poderes públicos por su tono crítico, y, en la década de 1980, se vio obligado a exiliarse a París tras dirigir Yoman Sade (Diario de campaña). De regreso en Israel continuó con su labor de intentar demostrar que hay "espacios" en los que es posible "el trabajo conjunto" y la coexistencia entre israelíes y palestinos. Escribe Teresa Cendrós.