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martes, mayo 7, 2024

“La salida de Israel de los territorios ocupados es un imperativo moral”

Política"La salida de Israel de los territorios ocupados es un imperativo moral"

“La salida de Israel de los territorios ocupados es un imperativo moral”

El secretario general de la Organización Sionista Argentina y presidente de Meretz Argentina, Roberto Faur, sostiene en esta entrevista que la restitución de los territorios árabes ocupados no sólo hay que hacerla “por justicia hacia los palestinos sino por los propios israelíes” y considera que “una persona que va con explosivos y se ‘bombea’ en un lugar público no es un mártir, como tampoco es un héroe un soldado israelí que no permite que una mujer embarazada sea atendida o que acepte demoler casas de civiles”. Ninguno de los dos -dice- “merece respeto. Son el paradigma de la estupidez humana”.

Por Ricardo López Dusil

Renuncia

Al momento de publicarse esta entrevista (el 21 de abril, en La Nación) Faur, que habló a título personal y no en representación de ninguna organización, era el secretario general de la Organización Sionista Argentina.

Por conflictos internos surgidos en el seno de la entidad tras sus declaraciones, Faur (robertofaur@hotmail.com) ha presentado su renuncia indeclinable al cargo.

-La ofensiva de Sharon ¿tiene algún punto de contacto con la cacería de Ben Laden dispuesta por Bush?

-Yo creo que hay una cuestión clave en común: confundir la lucha contra el terrorismo con la lucha contra el pueblo. Es, por otro lado, una confusión deliberada, que tiene que ver con una política determinada.

-¿Quiere decir que hoy el gobierno de Israel lucha contra el pueblo palestino?

-Lamentablemente, sí. Hoy se lucha contra el pueblo palestino, cuando en realidad hay que hacerlo contra los terroristas.

-Sospecho que estas declaraciones le traerán problemas…

-No tengo ninguna duda.

* * *

Se llama Isaac Roberto Faur, pero casi nadie lo conoce por su primer nombre. Faur es judío sefaradí (judíos procedentes de España y del Medio Oriente) y ocupa un cargo relevante en la comunidad local: es el secretario general de la Organización Sionista Argentina, puesto en el que acaba de ser reelegido. En un momento extremadamente crítico como el que se vive en el Medio Oriente, el lenguaje de Faur no evidencia ni dobleces ni ocultamientos ni transita por vericuetos edulcorados. Aunque dirá en más de una oportunidad que su relación con el judaísmo y el Estado de Israel es indisoluble, también deja en claro que ese vínculo, cultural y afectivo, no lo compromete con el comportamiento clásico del judío “guético”, al que define como aquél que aprueba todo lo que hacen los judíos por el sólo hecho de serlo.

Sereno, apacible, extremadamente cordial, Faur recibe al cronista en su oficina de Barrio Norte. Durante la prolongada charla, en la que apenas toma un café, no rehuye ningún tema: la situación de violencia en Medio Oriente, obviamente, ocupa un lugar central, pero también se refiere al sionismo, muchas veces observado con prejuicio y desconocimiento; la situación de la comunidad judía argentina, con gran cantidad de integrantes expulsados por la pobreza hacia Israel, y a la eventualidad de que la espiral de violencia palestino-israelí genere otro coletazo nefasto en la Argentina. “Lo cierto es que estamos en estado de alerta rojo”, asegura.

-En general, el término sionismo tiene una asociación inmediata con religión y posiciones políticas de derecha. Para decirlo de una manera brutal, con los sectores más retrógados del judaísmo.

-Quiero aclararle que yo soy un hombre secular. Elegí el camino de la libertad, el camino del humanismo, el camino del pluralismo… y ésa es mi ideología, pero respeto a quienes tienen creencias religiosas, en la medida en que esas creencias no sean coercitivas sobre aquellos que no piensan como ellos. Hasta el día de hoy se discute en torno del sionismo. El sionismo nació como respuesta a la necesidad de establecer un hogar nacional para un pueblo perseguido y masacrado a lo largo de los siglos. Obviamente, dentro de ese paraguas que llamamos sionismo, había una gama de vertientes del pensamiento, pero fundamentalmente los impulsores iniciales del sionismo provinieron del judaísmo libre, humanista, secular. En ese paraguas del sionismo coexisten sectores que sueñan con el Eretz Israel -la tierra grande, la histórica- hasta sectores que sostienen que es preferible tener un hogar nacional y asumir que hay otros pueblos en la región que tienen derecho a vivir en paz. Es una mirada estratégica de largo plazo que rechaza la idea de entablar una lucha inútil y que no sabemos para qué lado podría dispararse.

-¿Se siente identificado con las políticas de Estado de Israel?

-Yo soy judío, argentino y sionista, pero no por eso tengo que apoyar las políticas del gobierno israelí de turno. Ser sionista es profesar amor al pueblo y al Estado de Israel, mantener una identificación con los valores morales que le dieron sustento a la creación del Estado. Ese concepto del sionismo, en la vertiente más progresista, es el que sostenemos muchos grupos pacifistas de la diáspora. No queremos un Estado judío y nada más que eso. No bregamos solamente por la existencia. De hecho, hoy Israel es un Estado fuerte, tiene su ejército, tiene cinco millones de personas, tiene industrias desarrolladas… Queremos un Estado de Israel justo, con una distribución equitativa de la riqueza, con un modelo que tenga que ver con una inserción en la zona que permita que ese modelo no solamente beneficie a Israel sino que beneficie a la región y que no se base en la ecuación ganar-perder, sino en un ganar-ganar para todas las partes.

– El sionismo, ¿es expansionista?

-Hay corrientes del sionismo que sí lo son. Están representadas sin ninguna duda por el gobierno de Sharon. La política del gobierno de Sharon demuestra el fracaso de seguir permaneciendo en los territorios pensando que de esa manera se va a negociar mejor. Nosotros creemos que eso es pernicioso, absolutamente equivocado, para el Estado de Israel y para la diáspora.

-¿En qué podría afectar a la diáspora?

-Hoy la comunidad judía argentina está en estado de alerta rojo, porque se presume que puede haber atentados, como consecuencia de la situación imperante en Medio Oriente.

-¿Tiene presunciones o datos reales de la posibilidad de atentados?

-Hay indicios y el país es lo suficientemente permeable e inseguro como para que algún nuevo bombazo vuelva a ocurrir. Además, hoy gran parte de las fuerzas de seguridad están ocupadas en otro tipo de fenómenos sociales, como son los saqueos, los piquetes… No sé si están preparados para una demanda como la que hace la comunidad judía.

-¿Por qué durante tanto tiempo existió la asociación de sionismo con el racismo?

-Hay sectores minoritarios, tanto en la Argentina como en Israel, que son racistas, como en cualquier país del mundo. ¿Por qué exigirle al judaísmo que no tenga sectores minoritarios racistas? ¿Acaso el cristianismo no los tiene? ¿Acaso no los tienen los musulmanes? Yo llevo en mí la vergüenza de que un judío mató la esperanza de la paz, que se llamó Yitzhak Rabin. Y generó una tragedia que no permitió que la región se apaciguara y facilitó que ahora sea una caldera terrible.

-Siguiendo esta línea de pensamiento, Sharon ¿es tan perjudicial para la paz como lo fue Yigal Amir cuando mató a Rabin?

– Diría que son dos males complementarios. Los dos coadyuvaron a que no se encuentre la paz. La salida de Israel de los territorios ocupados es un imperativo moral, tanto para el pueblo como para el Estado de Israel. No sólo hay que hacerlo por justicia hacia los palestinos sino por los propios israelíes. La actividad terrorista tiene que acabarse y el Estado de Israel tiene el derecho de hacer políticas activas para solucionar este tema. Pero son dos situaciones que tienen que estar claramente diferenciadas: no puede sostenerse como una política de Estado el invadir y seguir ocupando territorios en represalia porque un terrorista se “bombea”. Por otro lado, hay diferencias de apreciación muy notorias sobre el papel de Arafat en todo esto. Yo no tengo una opinión claramente formada. Arafat sin ninguna duda es el líder elegido por el pueblo palestino. ¿Donde vienen mis dudas? Si bien no hay pruebas de que el fenómeno de “bombearse” haya sido alimentado por Arafat, es cierto que él no condenó esos ataques en todos los casos. No existe por parte de la ANP una condena explícita a esto que llaman los mártires. Una persona que va con explosivos y se “bombea” en un lugar público y mata indiscriminadamente no es un mártir. Como tampoco es un héroe un soldado israelí que invade una zona y que no permite que una mujer embarazada sea atendida y que pierda a su bebe o muera en el camino o que acepte demoler casas de civiles. Ninguno de los dos merece respeto. Es el paradigma de la estupidez humana.

-Después de llegar a esta espiral de violencia, ¿cómo se recupera la confianza? En los papeles, el problema palestino-israelí tiene soluciones, hay instrumentos y puntos de acuerdo. Pero ¿cómo se reconstruye el tejido social?

-El tema es muy profundo. Pero creo que cuando uno tiene un líder que trabaja para la paz, su mensaje se derrama sobre la población y ese mensaje lo hace suyo. Si usted tiene un líder que trabaja para la guerra, para la conquista, como es el caso de Sharon, o que trabaja para la destrucción y el “bombeo”, como es el caso de Arafat, es muy difícil que ambas poblaciones puedan sentarse a dialogar.

-La visita de Sharon a la Explanada de las Mezquitas, que dio origen a la Intifada, ¿fue un acto de provocación?

-Sin ninguna duda. Lo que nadie dice es que no fue la visita en sí lo que encendió la mecha, sino lo que dijo Sharon cuando estaba ahí. Dijo “esta tierra es mía”. ¿Y sabe dónde estaba parado? En un sector claramente palestino. Eso encendió la mecha.

-¿Cómo cree que se soluciona esta crisis tan prolongada?

-Para mí hay una primera condición que deben cumplir los palestinos: renunciar al derecho al retorno de los refugiados y que el Estado de Israel indemnice a aquellos que han sido perjudicados, en vidas o en bienes. Quiero que quede claro: me estoy refiriendo al retorno al territorio israelí, el territorio demarcado y reconocido. Insisto en algo: cuando sostengo que los palestinos deben renunciar a la pretensión del retorno de los refugiados, no estoy pidiendo que resignen Jerusalén Este ni los territorios ocupados (Gaza y Cisjordania); tienen sobre ellos el derecho adquirido.

-En estos 18 meses quedó claro que no hubo o voluntad o capacidad para llegar a la paz. ¿Cuál es entonces el camino? ¿Hay que imponer la paz?

-Yo no tengo ninguna duda de que las dos partes actúan porque tienen las manos libres. Si Sharon no tuviera el consenso de Estados Unidos y Arafat no tuviera el apoyo de los líderes de la Unión Europea, no se hubiera llegado a este punto. Creo que es necesario mucho mayor compromiso por parte de Estados Unidos y la UE para parar esta ola de violencia.

-A propósito de los argentinos que emigran a Israel, ¿ha habido mayor emigración por la crisis económica argentina?

-Se calcula que la gente que va a emigrar a Israel este año estará entre las 4.000 y las 5.000 personas, prácticamente el doble de los valores que se venían registrando.

-¿La gente emigra expulsada por la pobreza en la Argentina o por una concepción nacionalista, por ideología?

-Ahora, una gran parte de la gente que se va tiene como fundamento el económico. Es la gente que tiene un gran grado de desesperanza, que no ve futuro para sus hijos, y se va.

-¿Hay antisemitismo en la Argentina?

-Yo creo que si hay antisemitismo, es en lugares muy marginales. No veo que haya un antisemitismo larvado en la sociedad argentina. Lo que sí creo es que de sostenerse el conflicto en Medio Oriente en las condiciones en que está, va a haber grupos antisemitas dispuestos a aprovechar esta situación. Por eso el alerta rojo del que le hablaba. Pero el odio no va a ser algo que va a nacer espontáneamente, sino que puede ser alimentado por algunos sectores.

-¿Hay contradicción en el hecho de ser sionista y no querer ir a vivir a Israel?

-Yo no la tengo. Y confieso que tengo mis serias dudas de ir a vivir a Israel.

-Usted tiene afecto y un compromiso militante con Israel. ¿Por qué ese compromiso no se manifiesta viviendo allá? ¿Cómo funciona esa cuasi doble fidelidad a dos patrias: la argentina y la israelí?

-Primero, yo no tengo fidelidad a la patria israelí, ya que no soy ciudadano israelí. Segundo, no tengo doble lealtad: tengo un profundo amor por el Estado de Israel, pero también tengo un profundo amor por la tierra que recibió a mis abuelos, que vinieron perseguidos, que permitió la movilidad social de mi padre, que permitió que mi padre me educara, que permitió que yo pudiera educar a mis hijos. Yo no tengo dobles lealtades. Soy un argentino de cultura, historia y raigambre judías. Nada más.

-¿Qué peso político tiene en Israel la opinión de la diáspora? ¿Cómo se valora la voz de la comunidad judía argentina, si se pudiera resumir en una voz?

-Yo creo que hay una suerte de ida y vuelta, algo que trasciende las fronteras, una idea de que el pueblo judío es uno y debe ayudarse. ¿Por qué? Porque tiene que ver con la historia del Holocausto, con la seguridad del pueblo judío. Yo no estoy identificado con la condición israelí, pero sí lo estoy con la de judío y me interesa que en cada lugar donde esté viviendo un judío haya justicia, haya igualdad…

-Estas opiniones que expresa, ¿son compartidas por las instituciones a las que pertenece?

-No necesariamente. La mía es una de las voces disidentes. Si bien cuando discutimos hay enormes disidencias respecto de las políticas de Sharon, cuando hay que elaborar un comunicado hacia afuera, el discurso es de cohesión, de identificación plena.

-¿Por qué se da eso?

-Creo que tiene que ver con el complejo del judío “guético”. Tiene que ver con una confusión entre Estado y gobierno. Yo creo que, con esta posición crítica, amo más al Estado y al pueblo de Israel que aquel que sostiene una identificación plena con el gobierno y apoya cualquier política, de cualquier naturaleza, por el solo hecho de ser judía.

Un humanista

Roberto Faur.

Los 54 años lo encuentran hiperactivo a Isaac Roberto Faur (tal su nombre completo, aunque para quienes lo conocen Isaac ha pasado al olvido). Transita su segundo matrimonio, se desvela con mucho trabajo (es contador y licenciado en administración de empresas) y sigue enfrascado en un fuerte compromiso militante: es el secretario general de la Organización Sionista Argentina, cargo para el que fue reelegido recientemente, preside Meretz Argentina (referente del partido político Meretz, una coalición pacifista opositora a Sharon, heredera del Mapam, el partido socialista israelí) y se entusiasma con múltiples proyectos vinculados con la cultura, la educación, el intercambio.

Cuando se le piden definiciones, Faur rehuye de las etiquetas, tal vez porque la división maniquea de izquierda o derecha no terminan de contenerlo. Prefiere, en cambio, definirse como un humanista, que reivindica valores tales como la solidaridad, el trabajo comunitario, el rescate de principios muy fuertes, muchos de ellos abrevados de esas sólidas concepciones morales aportadas por el judaísmo.

Nació en el barrio porteño de Flores, en el seno de una familia judía sefaradí (sus abuelos proceden de Damasco, la capital siria). Aunque considera su compromiso con la cultura judía indisoluble, rechaza de plano lo que define como el “síndrome del judío guético”, encerrado en la propia cultura, de espíritu clánico, incapaz de cuestionar, por ejemplo, ciertos comportamientos de autoridades judías por el sólo hecho de serlas.

Como muchos otros porteños, de chico ha sido un entusiasta del fútbol, que practicaba en las calles de Flores con sus amigos, muchos de ellos de origen árabe.

La entrevista transcurrió en su oficina, un departamento pequeño y cálido, en el que nada parece fuera de lugar. De aspecto formal (anteojos, corbata siempre bien anudada, pulcro), es vehemente, pero manso: parecería que nunca se alterará al expresarse y que el tono de su voz no se levantará ni siquiera cuando toca temas que claramente lo indignan.

Tiene dos hijos: un varón que acaba de emigrar a España y una mujer a punto de terminar la facultad.

La fuente: El autor es director periodístico de El Corresponsal (www.elcorresponsal.com). El artículo fue publicado previamente por el diario argentino La Nación (www.lanacion.com.ar).

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