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lunes, mayo 6, 2024

Mi padre, el coronel

PolíticaMi padre, el coronel

El hijo de Khadafy creció bajo las bombas y las sanciones de Occidente. En una entrevista, en Londres, adonde quiere ir a estudiar un doctorado en política, Saif al-Islam cuenta que, hasta hace muy poco, las grandes universidades le negaban la posibilidad de ingresar sólo por “ser el hijo del coronel Khadafy” y que no podrá olvidar esta suerte de “discriminación”. También describe a la sociedad libia y la compara a la suiza y, como líder político, elige, después de su padre, a Yasser Arafat. Por Emma Brockes

Saif al-Islam Khadafy.

La gente observa curiosa. Saif al-Islam Khadafy, hijo del coronel, está posando para las fotografías en el lobby de un hotel londinense. Parece un playboy. Con su traje impecable y su sonrisa blanquísima podría estar lanzando una colección de ropa sport o una nueva loción para después de afeitarse, salvo por algo vagamente imperial en su porte. Y cuando sonríe, es un verdadero político. El día anterior, mi pedido de entrevista a Khadafy fue sometido a una condición inesperada. Podría verlo, dice un ayudante, si acepto una visita preliminar a su hotel en Park Lane y respondo algunas preguntas. Un pedido singular. Mi colega y yo nos presentamos a la cita y esperamos de pie. El lobby está lleno de relojes antiguos y feos óleos y el personal de la recepción suspira burlonamente cuando pregunto si tienen registrado a un “señor Khadafy”. Apenas entramos, nos detiene un hombre que pregunta si somos las chicas que le ha enviado la agencia. Después de la confusión, se pone en claro que nos ha confundido con las acompañantes. Sin embargo, el ayudante de Khadafy sí nos está esperando. Es un hombre mediooriental con un gran bigote y que mira nervioso a su alrededor. “¿Qué preguntas le hará usted?”, me pregunta escrutando febrilmente el cuarto. Preguntaré sobre la vida de Khadafy, digo. Escribe cuidadosamente en un cuaderno y dice que le contará a Khadafy y luego regresará. Parece que la vida es uno de los temas aceptables y conseguimos una cita para la tarde siguiente, en el mismo lugar. Saif al-Islam Khadafy aparece espléndido. Ha logrado una disculpa del Sunday Telegraph que lo describió como “un Maverick poco fiable”. Sonríe ampliamente. “Los presionamos para que se rectificaran”, y sube la escalera, seguido de cerca por su nervioso ayudante. A los 30 años, Khadafy vino por primera vez a Gran Bretaña, lo que lo incomoda considerablemente. Los occidentales han sido muy injustos con él, dice. Era un niño cuando fue bombardeada Trípoli, un adolescente durante los peores años de las sanciones a Libia. La injusticia que Khadafy siente agudamente es el rechazo de las grandes universidades occidentales. “Sí, los odié por eso -dice-. Occidente me hizo muy difícil estudiar. Francia, Canadá, Suiza, Australia y casi todos países occidentales me negaron el permiso. Por nada, simplemente porque soy hijo del coronel Khadafy. Es una forma de discriminación. Soy una persona amistosa, pero no puedo olvidarme de cómo me trataron. Esos países me hicieron sufrir, y yo lo recordaré siempre”. Este es el discurso más largo que logro sacar de él en 40 minutos. Khadafy es el hijo perfecto de un político, cortés y discreto. Estudió arquitectura en Libia y es responsable de “muchos monumentos, centros deportivos y bibliotecas”. Le gusta estar en familia. Le gustan “mucho” los deportes -no sin insistencia se logra que enumere “buceo, tenis y fútbol”. Le gustan los climas cálidos y los filósofos alemanes. Quiere hacer un doctorado en política en la Escuela de Economía de Londres. Después de eso, podría ejercer como profesor. “Preferiría escribir libros sobre política más que practicarla -explica-. Escribir un libro sobre los problemas internacionales es mejor que gritar en un Parlamento. Más útil.” La política es parte de su vida. “No la practico, pero crecí rodeado por ella. Está en mi sangre”. Su infancia, en la casa de Khadafy de los años ochenta, dejó los recuerdos más fuertes. Como hijo mayor del segundo matrimonio de su padre (tiene cinco hermanos, entre ellos, un médico, un abogado y un futbolista), le pregunto si el menor de los Khadafy fue el más consentido. “No. Consentido no.” ¿Cuándo comprendió que su padre era importante? “No puedo recordarlo. Hace mucho tiempo.” ¿Creció en un palacio? “Realmente, nosotros tenemos una casa muy modesta, además de la tienda. Somos diferentes de otras familias reales, porque Libia es un país muy revolucionario, muy socialista y muy de izquierda. El sistema entero está en favor de la igualdad, la madurez y los valores socialistas”. Así caracteriza Khadafy el régimen de su padre. “Dictador” es una palabra que no tolera. Al pedirle que describa la sociedad de Libia, la compara con Suiza. “Los libios son, en primer lugar, muy serios, diferentes de los libaneses. Somos muy conservadores. No nos reímos demasiado. Excepto yo.” Enciende su sonrisa de neón. “También somos una sociedad muy cerrada. Como los suizos. Pero amistosos. No es fácil penetrar en la sociedad, pero si usted consigue conocer bien a un libio, entonces puede decir que tiene un buen amigo.” Khadafy cree que la relación de Libia con Occidente está mejorando. “Estábamos en peligro -dice-. Nosotros pasamos momentos duros, debido a nuestra posición. Tuvimos que combatir a varios adversarios y acumulamos un pesado pasivo. Nos enfrentamos a superpotencias, e inclusive a nuestros vecinos. Confrontación en el norte y el sur, el este y el oeste. No fue fácil para nosotros.” Pero -dice- “ha progresado. Va hacia la dirección correcta. Los países occidentales y Libia están cooperando. Incluso los canadienses y los norteamericanos están deseosos de empezar una nueva relación. Vamos a lograr una etapa muy buena. Estamos construyendo nuevos lazos.” La atmósfera entre Libia y Occidente se aclaró en parte por la condena de Abdel Baset al-Megrahi por el atentado de Lockerbie. Khadafy está a favor del veredicto porque permitió una apertura con Occidente. “Antes del proceso, no había ninguna relación. Había embajada holandesa en Trípoli, pero no embajada de Libia en La Haya. Ahora tenemos relaciones diplomáticas con Gran Bretaña, Francia y los Estados Unidos”. Ultimamente, pudo estudiar en Austria y debería poder hacerlo también en Londres. Con fluida diplomacia, Khadafy dice que su educación política británica es demasiado primitiva para hacer una crítica de Tony Blair. “Es joven -dice-. Es un reformador”. Sus ideas sobre Medio Oriente están más avanzadas. Aparte de su padre, el héroe político de Khadafy es Yasser Arafat. “Vino a nuestra casa muchas veces cuando yo era chico. Es muy amistoso. La lucha es desigual. Los palestinos son muy débiles. Arafat está sitiado. Pero estoy convencido de que con el tiempo van a conseguir un acuerdo, como yo con el Daily Telegraph”. Khadafy dice que no tiene nada en contra de los israelíes individualmente, así como tampoco considera que los occidentales sean individualmente responsables de las acciones de sus gobiernos. Pero de Israel como nación, dice: “Son extranjeros, fueron de Rusia, Alemania y Polonia para hacer un Estado artificial basado en la separación, la discriminación y un sistema de clases. Y nosotros no aceptamos un Estado así. De ninguna manera.” Khadafy reservó un día en Londres para el turismo. Piensa también visitar amigos. Cuenta que si viene aquí para estudiar, será un estudiante modesto. Me recuerda que es musulmán y no bebe. Además -dice-, disfrutar de Occidente está siempre atemperado por la certeza de que sus movimientos están siendo vigilados. “Es parte del juego”. Sonríe vivamente en señal de despedida, y se retira hacia los ascensores, con un aire un poco arrogante.

La fuente: The Guardian, diario británico fundado en 1921. Se destaca por su independencia y su calidad (www.guardian.co.uk)

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