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jueves, mayo 2, 2024

¿Algún día Africa podrá recuperar su patrimonio cultural?

Cultura¿Algún día Africa podrá recuperar su patrimonio cultural?

¿Algún día Africa podrá recuperar su patrimonio cultural?

Desde hace 150 años, el Africa negra es despojada constantemente de sus objetos culturales y, si bien la mayoría de los países centrales donde se encuentran estas piezas aceptan que muchas de ellas llegaron de forma ilícita, a la hora de devolverlas las opiniones se dividen. En Suiza, donde este patrimonio cultural es uno de los más ricos del mundo, el debate ya está abierto y se enfrentan los que quieren inciar un proceso para reintegrar estas obras y quienes sostienen que el continente no está preparado para hacerse cargo de esta piezas y que, además, no las valora como en Occidente.

Por Claude Chuard

Cabeza de rey del pueblo Edo (Nigeria). Museo de Arte de Cleveland.

Terracotas nok, máscaras fang, relicarios de Benín y bronces sao: entre instituciones públicas y colecciones privadas, Suiza posee más de una centena de miles de obras y objetos etnográficos provenientes del Africa negra. Ciertamente no es el país más rico del mundo en arte africano y sus colecciones no tienen todas el mismo interés científico, cultural y artístico. Pero su posición es muy importante dentro del mercado de arte. Sin embargo, desde hace varios años, una nube ensombrece el cielo de los marchands y galeristas, coleccionistas privados e inclusive museos. Según los especialistas, dos convenciones internacionales iniciadas por la Unesco podrían, si Suiza las ratifica un día, vaciar las estanterías de las galerías y amputar los museos de la mitad de sus depósitos para darles estos miles de objetos a los países de Africa de donde provienen. Al ver estos avances, algunos coleccionistas se ponen a la defensiva mientras que los más ricos de ellos no compran más que piezas de pedigree, cuya documentación atestigua que están desde hace mucho en Europa, por lo menos desde hace 75 años, límite fatídico para evitar ser un día investigado. Sin embargo, en Berna, los juristas juran por todos sus grandes dioses que estas convenciones no tendrán nunca retroactividad. La duda sigue del lado de los coleccionistas.

150 años de pilaje

En Europa y en otras partes, nadie responde por el pillaje general al patrimonio cultural al que el Africa negra ha sido sometida desde hace 150 años. La colonización, la miseria, las guerras, la corrupción, todo esto sumado condujo a la actual situación, catastrófica para Africa. Un solo ejemplo: en Costa de Marfil, es imposible mostrarles a los escolares las máscaras más significativas de su patrimonio. Están todas en el exterior y el estudiante deberá contentarse con malas fotos por Internet.

Queda decir que no es suficiente reconocer este pillaje para volver al punto de partida. Y, además, los mismos africanos no les dan igual valor a estos objetos que los coleccionistas europeos. Esto no es una cuestión de gusto o de educación, sino de cultura.

En Ginebra, el doctor Martin Sigam, camerunés de origen y atento coleccionista, patrocina una asociación que se propone hacer conocer mejor la significación de los objetos africanos al gran público (APA). “Inicialmente -dice él- estos objetos no se hacen para ser contemplados. Su poder ritual y el servicio que da el objeto son prioritarios. Yo no digo que los africanos ignoren lo que es bello. Muy por lo contrario, en su vida cotidiana, el africano cuida la decoración de su casa, los objetos y su noción de belleza se extiende a su cuerpo: los tatuajes en la piel indican una búsqueda de belleza hasta en la intimidad de la carne. En Africa -continúa-, un objeto es elaborado por una etnia y sólo ella comprende todos sus detalles. Desde que un objeto deja Africa, se ve privado de su valor simbólico y de un abanico de significaciones.”

El museo caníbal

Más grave es que muchos de estos objetos, sobre todo los más usuales, corresponden a un modo de vida que, inclusive en Africa, ha desaparecido. Es aquí que la etnología occidental pierde pie. El objeto no está sólo fuera de contexto, sino también fuera de tiempo. En Neuchâtel, Jacques Hainard, importante conservador y etnólogo, lo reconoce: “Los etnólogos han paralizado poco a poco sus colecciones.” Hainard, que prepara para esta primavera una exposición sobre “el museo caníbal”, reconoce este deslizamiento de la etnografía a la estética. Claude Savary, un ex colega de Ginebra, se queja:”Los críticos de arte invadieron el campo etnográfico para vaciarlo de contenido.”

Todas las personas bien intencionadas acuerdan sobre la legitimidad de la restitución. Pero desde el momento que se aborda esta restitución y cómo hacerla, las divisiones estallan. Los más extremos subrayan que la noción de museo escapa a Africa. Claude Savary, ex alumno del profesor Gabus, relativiza esto. Según él, el Museo de Niamey, con sus colecciones, pero también los talleres donde los artesanos trabajan frente al público, constituían un bello intento de museo de otra clase. Pero…, el edificio fue destruido por un incendio y todas sus colecciones con él.

Robado, devuelto y nuevamente robado

Nigeria disponía de los más bellos museos de Africa. Un dictador y las guerras los redujeron a esqueletos. Las piezas arqueológicas más famosas, cerámicas ifé del siglo XI, fueron robadas con la complicidad de los más altos niveles. El escándalo estalló en Francia recientemente, cuando se descubrió que un futuro museo había adquirido algunas de estas piezas. Cólera en la Unesco, malestar en el Eliseo, el asunto acaba de concluir con un acuerdo que autoriza a Francia a conservar estas piezas en su museo por 25 años.

En Zurich, el galerista y marchand A. Fiacco conoce bien Africa, por la que ha viajado bastante. Cuenta anécdotas y ejemplos, uno más desesperante que el otro. Todas las leyes del mundo no impedirán el tráfico mientras Africa esté sumergida en semejante pobreza, asegura. En Camerún, por ejemplo, los jefes bamileke no tienen el derecho de vender las piezas de su antiguo tesoro. Esto no impide nunca que un cercano al jefe tome la pieza y se la venda al turista que pasa. Fiacco hizo la prueba y cuando volvió, acompañado de testigos, a devolver el objeto robado, el jefe no lo recibió con los brazos abiertos. Había perdido un negocio.

Ridha Fraoua, jurista, jefe de la división 1 de la legislación en la administración federal en Berna, confirma este triste estado de la situación. Conoce bien las convenciones de la Unesco sobre tráfico de obras del patrimonio y es a menudo enviado como experto internacional. Pero, él considera neocolonialista esta actitud que consiste en decir que Africa no es capaz de proteger su patrimonio. “Hay que dejarle hacer sus experiencias”, dice. Ciertamente -acepta-, la Unesco asume una parte de responsabilidad. Ella no hizo nunca un aporte sustancial al principio de ingerencia en materia cultural y de protección del patrimonio. En Afganistán, por ejemplo, la destrucción de los budas de Bamiyan lo prueba. Además, la inscripción de ciertos sitios como patrimonio de la humanidad no hace más que agravar el pillaje. Las convenciones de la Unesco no facilitan una visión nacionalista del patrimonio. Al mismo tiempo, R. Fraoua lamenta que en materia arqueológica, los europeos no se interesan más que por las excavaciones espectáculares o de prestigio, dejando a los ladrones territorios enteros.

En la cuenca de Níger, por ejemplo, no es raro que un agricultor o un pastor encuentren una cerámica nok del siglo XII. Al venderlo a un intermediario, él podrá comprar mijo, su alimento básico, para nutrir a su numerosa familia durante un mes. En el mercado de arte europeo, esta pieza se revenderá entre 8.000 y 60.000 francos, según el tamaño, la época y la calidad. Esta es la ecuación entre Norte y Sur.

Barbier-Müller: “No es cuestión de restituir estas obras a Africa hoy”

Por Claude Chuard

En el plano internacional, el ginebrino Jean-Paul Barbier-Müller es un enamorado del arte tribal africano. Su museo, sus colecciones (2.000 piezas africanas) viajan por los grandes museos. Se hizo también marchand. Así vendió 300 piezas de Nigeria a un museo parisiense. Para él, no es cuestión de restituir los objetos y explica por qué. -Usted se opone fuertemente a toda restitución ¿Por qué? -En lo que concierne a Africa, no hace falta más que abrir un diario para leer sobre las hambrunas, las guerras tribales, los golpes de Estado y los problemas económicos de estos países, a los se les ha ordenado organizarse democráticamente.

-¿No le choca que el patrimonio de un continente sea pillado?

-Es cierto que el hecho de que las obras más importantes de las culturas tribales africanas estén en Occidente puede parecer chocante. Pero dan a sus obras un valor que los africanos no le atribuyen. Cuando una máscara es comida por las termitas, se esculpe otra. La noción de “museo” está ligada a la cultura grecorromana. Los templos de Roma eran museos donde se exponían las esculturas de Fidias arrasadas de Grecia. Esto no nos da virtudes o cualidades particulares. Es un hecho.

-¿Cuáles son sus razones?

-Toda obra de arte devuelta a Africa hoy estaría en peligro, y sería inútil. Todos los museos fueron fundados por europeos o por africanos educados por nosotros. No responden a ninguna necesidad de la población. La preservación del patrimonio cultural de Africa por Europa no es un escándalo. Somos nosotros los que la bautizamos así, ya que los africanos ponen la perennidad de algunos valores en otras partes: en los mitos transmitidos oralmente, en las reglas que fijan el comportamiento de los integrantes de una comunidad.

-¿La restitución le parece entonces imposible?

-Saber a quién restituir una obra es un problema. Las fronteras de los Estados africanos son las de las antiguas colonias. De esto resulta que por todos lados, las etnias quedaron cortadas en dos. Para más, el museo está generalmente situado en la capital. O bien, ubicado en una región étnica a menudo poco apreciada por las otras etnias. Estos son algunos ejemplos: a los senoufos, que están a caballo entre Malí y Costa de Marfil, no les gustaría para nada que sus “tesoros ancestrales” estén depositados en Bamako, en lo de los bambara, o en Abidjan, donde están los akan, parientes de los baoulé. Sería necesario fundar un museo en Korhogo, en la región senoufo. ¿Quién lo aprovecharía?

-¿Usted no cree entonces en el regreso de estas piezas?

-Los problemas permanentes de numerosos países ponen en peligro los museos. En el Zaire, el Museo de Kinshasa recibió como restitución muy bellas piezas desde Bélgica. Una buena parte fue vendida o donada por Mobutu. El resto fue robado o quemado durante los disturbios que acompañaron la toma del poder por Kabila. En Chad, las investigaciones conducidas por la pareja de etnólogos Lebeuf desembocó en una feliz división entre el Museo del Hombre de París y el Museo de Fort-Lamy. Este último fue enteramente destruido durante los innumerables golpes que sufrió este país. Lo mismo en Brazzaville. En cuanto a Nigeria, todos los Estados situados al Norte, donde se encuentran los vestigios de los nok, adoptaron la sharia (ley islámica) en 2001. Así que las estatuillas pueden correr la suerte de los budas de Bamiyan.

La fuente: La Liberté, periódico suizo, edita 37.000 ejemplares. Creado en 1871 y difundido fundamentalmente en el cantón de Friburgo, este título generalista francófono se presenta en cuatro cuadernillos, de los cuales el primero está dedicado a la información internacional. (www.laliberte.ch)

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