Desde lo más profundo de la dinamita
Hoy más que nunca el grito de la izquierda debe ser sentido, implorando el gobierno del cerebro y no el de la fuerza. Justamente ahora, cuando nuestros tanques, nuestros soldados y nuestros aviones son enviados a la muerte y a la destrucción por la defensa de los asentamientos ilegales de Judea, Samaria y Gaza; justamente ahora, cuando los extremistas palestinos se inventan justificaciones sociales y religiosas para los actos criminales más injustificables; justamente ahora es el momento de decir basta! Estamos cansados de que 6 millones de israelíes y 3 millones de palestinos seamos víctimas de una ocupación totalmente injustificada e inservible.
Por Michel Telias
Martes, 31 de julio de 2002. A las siete de la mañana ya estaba en pié dispuesto a otro día de estudio, preparándome para el examen que tengo este próximo domingo. La mañana se pasó rápido entre charlas teléfonicas con amigos y una charla con el dueño del departamento que alquilo, sobre la posibilidad de renovar el contrato. A las doce decidí tomar un descanso y almorzar, y por supuesto un poco de siesta después de la comida. A las 13.40 el teléfono celular suena y escucho la voz de Deby, una vieja amiga que también estudia en la Universidad Hebrea, preguntándome sobre mi ubicación. Le expliqué que estaba en mi casa y entendí que algo horrible había pasado. Luego la misma rutina de siempre: decenas de llamadas al teléfono de mi casa y al celular. Es por eso, dicho sea de paso, que las redes infrarrojas de telefonía celular (en Israel mucho más usadas que las redes de telefonía digital común) simplemente colapsan. Eso solamente aumenta el pánico y la situación general de histeria. El teléfono celular funciona pero para quien llama es como si estuviese apagado. Uno trata de escuchar los diez o quince mensajes que se han acumulado en cuestión de minutos y de empezar a llamar a la gente, para tranquilizarla. Al mismo tiempo abrir la agenda y empezar a llamar a todos aquellos sobre los cuales existe la sospecha de que hayan estado en el lugar en el momento de la explosión. Los teléfonos celulares de ellos son igualmenet víctimas del colapso de las antenas. Y así el círculo de “dejar el mensaje y esperar que te llamen” se abre y se cierra infinitas veces.
Nunca había sido tan lejos geográficamente y tan cerca sentimentalmente. Vivo en la zona centro de Jerusalén. A sólo 200 metros explotó hace varios meses el bar “Moment”, dejando 9 muertos y decenas de heridos. La explosión fue en mis oídos, corrí al lugar para tratar de ayudar en algo. Los 200 metros los corrí seguro de que nadie que yo conociera estaba en el lugar. Simplemente lo sabía. Ninguno de mis amigos salen a ese tipo de bares, en pleno barrio de Rehavia, frecuentados más que nada por jóvenes de la clase alta jerosolomitana. Hoy, sin embargo, la explosión fue en Har Hazofim, el Monte Scopus, el principal Campus de la Universidad Hebrea de Jerusalem, lugar donde estudié por un año entero en la “mejina” de olim jadashim (nuevos inmigrantes) antes de comenzar mi carrera en el campus del Hospital Hadassa. El Campus de Har Hazofim donde estudian muchos de mis mejores amigos, entre ellos varios sudamericanos que, como yo, decidieron hacer de esta ciudad su nueva casa y de la Universidad su trampolín desde el cual se zambullen a la realidad social y laboral de Israel.
Desde Har Hazofim se puede observar uno de los paisajes más hermosos de todo Israel. La ciuad vieja de Jerusalén, resaltando el dorado Domo de la Roca de la Mezquita de Omán y las murallas, con un fondo de altos edificios modernos que se estira hacia el horizonte como en un cuadro de Modigliani. Más en detalle se puede ver la pendiente del Monte de los Olivos bañada de iglesias de todas las corrientes y colores, que termina abruptamente en el seco curso del rio Guijón que otrora servía como fuente de vida en tiempos de David y del Reino de Judea. Desde el vacío curso del río, levantando la vista se puede observar el “Shaar Harajamim” o, traducido literalmente, la Puerta de la Piedad (o Misericordia), la cual, por supuesto, está totalmente cancelda con un gran muro que rellena el espacio de la puerta. Según la tradición, ésa es la puerta por la cual vendrá el Mesías montado en un burro blanco el día de la Redención. Él bajará por el Monte de los Olivos reviviendo a los muertos que yacen en el gran cementerio del lugar y abrirá para siempre la Puerta de la Misericordia, trayendo consigo la paz última y eterna. Sí, por la puerta que se puede observar en el mejor de los ángulos desde Har Hazofim – Monte Scopus, es decir, el Monte de los Observadores, el mismo que hoy ha observado la muerte instantánea de 7 estudiantes y el duro golpe de la dinamita sobre más de 70 heridos, gran parte de los cuales luchan por sus vidas en estos mismos minutos en que yo escribo este artículo, gran parte de los cuales tal vez nunca se levante de la silla de ruedas, gran parte de los cuales seguirá reviviendo esta pesadilla cada noche por varios meses.
Las ironías no son pocas. Cuando en la Guerra de los 6 Días el ejército israelí conquistó los territorios de Judea y Samaria, incluída la parte oriental de Jerusalén, la Puerta de la Misericordia pudo ser observada por primera vez en muchos años sin peligro de que los francotiradores jordanos atacaran a los visitantes. Durante años, los pobladores árabes del lugar han construido y desarrollado un gran cementerio musulmán al lado de la susodicha puerta, con la esperanza de que el Mesías de los Judíos no pueda pasar por sobre las tumbas de quienes son judíos y si ya estamos en esos asuntos, y de todas maneras se le ocurre pasar, entonces también aquellos enterrados ahí resucitarán para poder defender el Monte del Templo, el tercer lugar más sagrado para el Islam.
Hace poco tiempo viaje a Italia invitado por la Uniòn Internacional de Jóvenes Socialistas (IUSY, International Union of Socialist Youngs) para participar en un congreso sobre el tema del conflicto en el Medio Oriente, con la participación de representantes palestinos y libaneses. Martin, el representante de Suecia y ayudante del ministro de Relaciones Exteriores sueco, me interrogó sobre el sionismo. Mi respuesta fue automática: “El sionismo es la implementación del derecho a la autodeterminación del pueblo judío”, contesté, e inmediatamente agregué que justamente por eso yo estoy de acuerdo con la creación de un Estado palestino y con la devolución de los territorios ocupados, porque no me parece lógico que un pueblo reclame para sí su derecho a la autodeterminación mientras que no le permite a otro pueblo la implementación del mismo derecho, tan natural para ellos como para nosotros. Martin, entre asombrado y aturdido, sólo atinó a exclamar: “¿pero por qué justamente ahí, donde está lleno de árabes?, ¿acaso todavía no te diste cuenta de que son los peores negociantes del mundo?”. Se rió. Yo también. En el fondo tenía razón. La negativa de Arafat a las ofertas de Barak fue tal vez el golpe más duro que ha sufrido la izquierda israelí desde los tiempos de la Guerra de Yom Kipur. Aquellos como yo que creemos que la hisoria la hacen los pueblos y no los individuos, aquellos que pensamos que ser líder es la función social menos asegurada, ya que el pueblo pone y saca líderes, los cambia y recambia a su gusto, creemos que no existe ninguna causa para esta crisis ficticia. Hoy más que nunca el grito de la izquierda debe ser sentido, implorando el gobierno del cerebro y no de la fuerza. Justamente ahora, cuando nuestros tanques, nuestros soldados y nuestros aviones son enviados a la muerte y a la destrucción por la defensa de los asentamientos ilegales de Judea, Samaria y Gaza; justamente ahora, cuando los extremistas palestinos se inventan a sí mismos justificaciones sociales y religiosas para los actos criminales más injustificables y más inmorales que se pueden imaginar; justamente ahora es el momento de decir basta! Estamos cansados de que los extremistas sean aquellos que fijen nuestra agenda política y social. Estamos cansados de ser víctimas del terror que no sabe distinguir entre hombre, mujer o niño. Estamos cansados de mandar a nuestros amigos, hijos, hermanos o padres en su servicio militar obligatorio o en su servicio de reservistas a buscar terroristas escondidos entre la población civil, arriesgando las vidas de nuestros soldados y de inocentes civiles. Estamos cansados de que 6 millones de israelíes y 3 millones de palestinos sean víctimas de una ocupación totalmente injustificada e inservible.
Muchas ironías hay en la vida. La más grande de ellas es que la ciudad cuyo su nombre es “Ciudad de Paz” (Yeru = Yir, Shalaim = Shalom), sea el foco de las mas terribles atrocidades en nombre de la guerra.
La fuente: Michel Telias es un israelí de origen uruguayo, estudiante de Ciencias Medicas en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Preside el Congreso Sionista Mundial para Jóvenes e integra el partido pacifista Meretz.