Diez años de paz fría
Alguien no empapado en los asuntos de la región tendría que investigar profundamente en los anales de historia para comprender que Jordania e Israel firmaron un tratado de paz hace diez años. No hay ninguna manifestación visible de relaciones normales para indicar a los observadores ordinarios la existencia de tal logro histórico. En realidad, lo contrario es la verdad.
Por Hasan Abu Nimah Alguien no empapado en los asuntos de la región tendría que investigar profundamente en los anales de historia para comprender que Jordania e Israel firmaron un tratado de paz hace diez años. No hay ninguna manifestación visible de relaciones normales para indicar a los observadores ordinarios la existencia de tal logro histórico . En realidad, lo contrario es la verdad: después de una década plena de “paz”, los automóviles israelíes que todavía entran en Jordania tienen que intercambiar temporariamente sus placas israelíes por otras jordanas para enmascarar su origen. Y excepto la ola de visitantes que siguió a la firma del tratado de Wadi Araba el 26 de octubre de 1994, el pequeño caudal de visitantes israelíes tiende a mantenerse o inclusive a disminuir. Las razones son obvias, y la situación presente confirma un viejo temor: la verdadera paz no puede conseguirse a través de líderes que firman documentos en ceremonias espectaculares. La paz debe ser el resultado del deseo de las personas y debe ser justa, genuina, recíproca y comprensiva. Estas características indispensables han estado ausentes en todos los tratados de paz o acuerdos concluidos hasta ahora entre Israel y sus vecinos árabes, sin excepción. Como presidente hastiado de la guerra, Anwar el-Sadat fue compelido a firmar un tratado de paz con Israel en condiciones muy duras, fundamentalmente porque Egipto estaba exhausto por un estado de confrontación continua. Y por otra parte, tampoco la OLP y Jordania tuvieron ninguna perspectiva de terminar el histórico conflicto cuando firmaron sus respectivos acuerdos con Israel. De hecho, cuando los árabes escogieron la paz como su opción estratégica en la cumbre de la Liga Arabe de El Cairo, en 1995, a ellos también se les estaban terminando las alternativas. Israel, en lugar de aprovechar esa oportunidad histórica de comprometerse en negociaciones serias con sus vecinos árabes sobre la base de condiciones justas y razonables para que fueran duraderas, decidió aprovecharse de su debilidad e imponer -con el pleno apoyo norteamericano- el camino de la injusticia y la humillación, aunque siempre en el nombre de la paz. Sadat se había esforzado desesperadamente en sus negociaciones con los israelíes para evitar un acuerdo de paz separado y pretendía establecer la fórmula de una paz basada en las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas referidas a los frentes sirio y jordano-palestino, pero falló. Israel nunca quiso negociar colectivamente con los árabes. Israel insistió en tratar a sus vecinos árabes uno por uno, creyendo de ese modo que aislando a cada estado podría obtener mejores condiciones y usar los precedentes que hubiera alcanzado para negociar con el próximo. Este método se usó con éxito en las negociaciones del armisticio de 1949, e Israel lo ha usado desde entonces. La aceptación de Israel de participar en la Conferencia de Madrid de 1991 fue hecha a condición de que esa conferencia concluyera en una breve ceremonia para luego iniciar negociaciones separadas con cada estado árabe. Una de las principales metas estratégicas de Israel era reducir el papel de la ONU, cosa que también logró en los años noventa con el apoyo de la administración de Clinton. Estados Unidos creó entonces el “Cuarteto” para enmascarar la ausencia de las Naciones Unidas y darle una falsa legitimidad internacional a un proceso controlado por los norteamericanos con el aval de Israel, si no con sus instrucciones directas. El triste resultado es que Israel no sólo ha bloqueado el progreso hacia una paz aceptable y completa con Egipto, los palestinos y Jordania sino que ha estado desandando los beneficios de los pasos iniciales dados en ese sentido. Es un gran error medir el éxito de la paz jordano-israelí sobre la base de los beneficios económicos o materiales, que han sido inclusive menores a los que preveían las expectativas más pesimistas. Ni habría sido justo aspirar a una eventual prosperidad económica y mejora de la calidad de vida apoyando ciegamente un acuerdo. Debemos tener presente claramente que ningún progreso económico será suficiente para construir la paz si no hay justicia. La más grande verdad que Israel se ha negado a entender obstinadamente es que no puede tener relaciones normales y una paz cálida con los jordanos, o con cualquier otro estado árabe, mientras sus fuerzas de ocupación sigan cometiendo regularmente las atrocidades que cometen con los palestinos y siga ocupando tierras árabes. En décadas pasadas, los israelíes justificaban su rechazo a evacuar los territorios árabes ocupados con el argumento de que querían una paz real y completa. Argumentaron repetidamente que mientras los árabes estarían consiguiendo importantes territorios perdidos, Israel sólo obtendría un pedazo de papel. La verdad es que los árabes han demostrado su disposición a una paz genuina y completa, que hubiera dado a todos los habitantes de la región, principalmente a los israelíes, la seguridad que nunca han tenido. Si como resultado de las políticas deliberadas e intransigentes de Israel, su paz con Jordania y los otros tratados de paz y acuerdos se ven como pedazos de papel sin valor, entonces Israel debe saber quién es el culpable. La fuente: Hasan Abu Nimah fue embajador de Jordania ante las Naciones Unidas. Integró las delegaciones jordana y jordano-palestina para las conversaciones de paz de Madrid y Washington. Su artículo fue tomado de Bitterlemons Internacional, un foro electrónico dedicado a analizar la situación del Medio Oriente. Bitterlemons está editado por Ghassan Khatib y Yossi Alpher. Cada semana, los editores deciden un tema e invitan a cuatro escritores o entrevistados a discutir ese asunto en sus páginas. La traducción del inglés pertenece a Sam More para elcorresponsal.com.