Sagrados, no masacrados
Las acciones violentas y arbitrarias de Hezbollah, las malas intenciones de Israel y el cuestionable pedido de apoyo del gobierno palestino no hacen más que sumir al pueblo libanés en el mismo clima violento del pasado que había creído superado luego de la retirada de las tropas israelíes y sirias.
Por Issa Goraieb
Cuando un pueblo se enfrenta a la tormenta, aprieta los dientes. Y los puños. Pero, sobre todo, los ciudadanos se unen y en todos los países, esto se entiende como una unión sagrada. Si tal unión merece el calificativo de “sagrada”, es porque es voluntariamente consentida, más allá de las divisiones políticas internas. Seguro de sus derechos frente al enemigo exterior, el pueblo acepta de antemano los sacrificios que, inevitablemente, le esperan. Sin embargo, los riesgos que toma y asume, ya los asumió su gobierno por él: su gobierno y no un partido, que disfruta paradójicamente del doble estatus de integrante del equipo en el poder y de movimiento de resistencia actuando a su gusto.
Más allá de la mirada malintencionada de Israel, cuya furia mortífera sumergió al país en los peores momentos de la invasión de 1982, es en esta increíble anomalía que reside la gravedad y la complejidad de la crisis actual. No es menos cierto que en 1982, más de una comunidad libanesa, excedida por los abusos de los fedayines palestinos, se vio arrastrada a darles la bienvenida como liberadores a los soldados de Begin y Sharon, de la misma manera, por otra parte, que había sucedido con las tropas sirias, varios años antes, recibidas con lluvias de arroz y pétalos de rosas. Después, la quimera israelí no ilusionó a nadie más. Tanto es así que, en 2000, una admirable resistencia, respaldada por todos los sectores libaneses sin excepción, obligó a Barak a un poco glorioso retiro unilateral del Sur.
La consecuencia esperada por todos, empezando por la población mártir del Sur, era el restablecimiento de la autoridad estatal en esta región doblegada por dos décadas de ocupación. No era, con el poco convincente pretexto de las granjas de Chebaa, continuar sine die con la resistencia armada con fines visiblemente regionales y no intrínsecamente libaneses. No era el obstinado rechazo de Hezbollah a adaptarse a la nueva situación que creaba la retirada, el año pasado, de las tropas sirias, de aceptar las voces de la gran mayoría de la población. Es verdaderamente en el contexto de un consenso libanés que la resistencia había ganado su título de nobleza; al día siguiente de la tormenta, no era más que el objeto de discordia entre los integrantes de ese diálogo de sordos que es el Foro del Diálogo Nacional. No le faltaba más que convertirse en una fuente seria de peligro, y esto es exactamente lo que sucedió con la captura de los soldados israelíes poco después de una operación similar realizada en Gaza, y de la cual la mayoría piensa que fue decidida fuera de aquí. Símbolo de los tiempos, sauditas, egipcios y jordanos denuncian por primera vez la estrategia de la aventura.
Ya no se encuentra un solo libanés que crea todavía en la grosera propaganda enemiga, impúdicamente declamada en la reunión del Consejo de Seguridad, y que busca hacer creer que Israel está brindándole un servicio al gobierno de Beirut. Si el ensañamiento criminal de Ehud Olmert se traduce en la voluntad de destruir nuestro país, como dejó entender Jacques Chirac; si el Líbano entero está sumergido en la consternación y en la angustia; si todos los ciudadanos, como un solo hombre, sienten los sufrimientos de las poblaciones del Sur, de los barrios shiítas y de las otras regiones impiadosamente maltratadas por el enemigo, el resultado de la balanza también se impone a los ojos de todos. Pues la balanza no miente, no se deja llevar por los discursos líricos y patrióticos de los jefes políticos y los partidos.
Así, la ofensiva del Hezbollah del 12 de julio, por técnicamente admirable que haya podido ser, ¿fue beneficiosa para un país sistemáticamente dividido en franjas y cortado desde el exterior, los éxodos y todos esos muertos y heridos, para la mayoría de los civiles inocentes? Perseguido por la máquina de muerte israelí como hace un cuarto de siglo lo fue Yasser Arafat casi sobre los mismos lugares, el indomable Hassan Nasrallah tuvo ayer acentos churchillianos para llamar a los libaneses a resistir frente a la barbarie. Sólo que Churchill tenía a toda una nación detrás de él. Churchill tenía el mandato legal de esa misma nación para tomar decisiones. Y Churchill no prometía a sus conciudadanos una guerra abierta, una guerra de cien años, al mismo tiempo que su gobierno removía cielo y tierra para obtener un cese del fuego total e inmediato.
La fuente: El autor es editorialista del diario libanés L’Orient-le Jour (18.000 ejemplares. Nacido el 15 de junio de 1971 de la fusión de los dos más grandes periódicos francófonos de Beirut, “El Oriente-El Día” está próximo a las preocupaciones de los cristianos libaneses, tanto en la guerra como en la paz. Se difunde en el Líbano y también en los países que tienen comunidades libanesas importantes. La traducción del francés pertenece a María Masquelet para elcorresponsal.com.