La agresión a Irak fue definida por Bush el mismo 11 de Septiembre del 2001
Una prueba más de las intenciones hegemónicas de Estados Unidos. Ni Bush ni la CIA esconden sus intenciones. Francia y Alemania, que también defienden sus intereses petroleros, pusieron en evidencia la gravedad de la puja interimperialista. El Golfo Pérsico, el Sudoeste asiático y el Plan Colombia forman parte de una misma estrategia norteamericana.
Por Víctor Ego Ducrot
Los primeros lineamientos de la actual estrategia bélica norteamericana hacia Irak fueron trazados durante la tarde del mismo 11 de septiembre del 2001, cuando George W. Bush realizó, en la base aérea de Offutt, Nebraska, la primera reunión de su Consejo Nacional de Seguridad, después de los ataques “terroristas” contra las Torres Gemelas y el Pentágono. A partir de aquellos días y hasta la actualidad, distintos medios periodísticos del planeta difundieron información en ese sentido, respecto no sólo de la conducta del FBI, de la CIA y de otras agencias gubernamentales de Washington, sino de las propuestas y acciones de los miembros más encumbrados del llamado “gabinete de guerra” de Bush, integrado por la consejera en seguridad, Condolezza Rice; el vicepresidente, Dick Cheney; el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, y el director de la CIA, George Tenet. Este último, ese mismo día insistió en la conformación de una nueva normativa para sus agentes y logró que el propio presidente impulsara la habilitación de operaciones encubiertas indiscriminadas.
Muchas de esas informaciones acaban de ser confirmadas en el libro “Bush en guerra” (Península-Atalaya, Barcelona,2002) del famoso periodista norteamericano -editor del diario The Washngton Post- Bob Woodward. En varios pasajes de su texto, Woodward revela que tanto Tenet como Rice, Cheney y Rumsfeld fueron los principales sostenedores de la opción doble, consistente en “contestar” los atentados del 11-S con ataques a Afganistán y a Irak. Las excusas mediáticas se llamaban respectivamente Osama ben Laden y Saddam Hussein.
La opción doble fue tratada en todas las reuniones del “gabinete de guerra” de Bush que comenzó a funcionar el mismo 11 de septiembre. Sin embargo, esa misma comisión de notables de la corporación petrolera belicista decidió por consenso que el primer paso debía ser Afganistán y que, a más tardar a principios del 2003, debería iniciarse las faz Irak. En esa decisión fueron claves los informes militares, los del departamento del Tesoro, los aportados por la Reserva Federal (banco central), los análisis de los agentes de Tenet, provenientes de Europa, y los memos acercados por las principales corporaciones petroleras.
Estas dos últimas vertientes informativas coincidían en que un avance sobre las cuencas energéticas en el arco del Mar Caspio podría ser negociada con los gobiernos de Francia, Alemania y Rusia, defensores de sus empresas energéticas -Elf-Total y Gazprom, entre otras-, pero una acción conjunta que abarcase a la segunda reserva de crudo del planeta -Irak- sería innegociable y entorpecería el panorama en el seno del Consejo de Seguridad de la ONU.
Ese entramado de intereses energéticos es el mismo que explica, por un lado, la decisión actual de Estados Unidos de atacar a Irak, para garantizarse el dominio sobre las mejores reservas del Golfo Pérsico, y por el otro, la resistencia de Francia, Alemania y Rusia a sumarse en bloque a las posiciones de Washington. Ese entramado esconde razones económicas estratégicas tan fuertes que tanto Berlín como París no dudaron a la hora de poner en crisis la política exterior común de la Unión Europea. Entre esas razones, del lado franco-alemán-ruso figura el éxito de los convenios firmados por sus principales compañías energéticas con el gobierno de Bagdad después de la Guerra del Golfo.
Cuando la ONU impuso a Irak las sanciones aún vigentes, el gobierno de Saddam Hussein contó con el apoyo financiero de las corporaciones europeas para las importaciones permitidas por motivos humanitarios, a cambio de garantizarle a éstas un trato privilegiado para cuando esas sanciones de todo punto de vista ilegítimas fueran derogadas.
Si la administración Bush cumple con el mandato que le confirieron las petroleras norteamericanas de arrasar con Irak y con Saddam Hussein, imponer un régimen “democrático” supervisado en ese país y cederles así el dominio de la reservas de crudo, las corporaciones europeas habrán cumplido con el peor negocio de sus respectivas historias. Además, Estados Unidos quedaría a un paso del triunfo total en la puja interimperialista que se está librando en el planeta. Esa estrategia de hegemonía global -el triunfo de la “doctrina Bush”, de la “dictadura mundial”, según las lúcidas palabras del científico norteamericano Noam Chomsky- se apoya sobre tres pilares fundamentales: el dominio del Golfo Pérsico y zonas de influencia hacia el Este y el Oeste, lo que significa el control energético del área china -la de mayor crecimiento económico en los próximos 50 años, según estimaciones del FMI y del BM-; el control nuclear del planeta, lo que explica su política agresiva ante Corea del Norte, como tiro por elevación a China y a la India, y el Plan Colombia en América latina, es decir, la ocupación militar o cuasi-militar de la zona del globo más rica en reservas naturales de distinto tipo.
Las revelaciones formuladas por el destacado escritor norteamericano Gore Vidal en su reciente libro “Dreaming War, Blood for Oil and the Cheney-Bush Junta” en torno de la colaboración de los servicios secretos paquistaníes con la administración Bush en los autoatentados del 11 de septiembre del 2001, son fieles indicadoras de cómo esos episodios están íntimamente vinculados al inminente ataque contra Irak y a la estrategia hegemónica de Estados Unidos, la facción dominante del Imperio Global Privatizado (IGP).
Bush y la CIA se confiesan
Ni Bush ni Tenet, director de la CIA se preocupan por disimular su estrategia. El presidente norteamericano acaba de anunciar “un plan de democratización inmediata de Irak” como consecuencia de la guerra que planea para derrocar a Saddam Hussein. En un discurso en el que por primera vez descartó toda posibilidad de la continuidad del líder iraquí, afirmó que un cambio de régimen en ese país “servirá como un ejemplo dramático e inspirador de libertad en otras naciones de Medio Oriente”.
Bush habló en el “American Interprise Institute” de Washington, un centro de estudios conservador. En medio de los aplausos afirmó: “Estaremos en Irak el tiempo que sea necesario. No más”. Con tono amenazador, Bush insistió con que si Irak no se desarma “vamos a desarmarlo” mediante la intervención militar. “No hay excusas para dejar las cámaras de torturas ni de veneno funcionando en Irak”, agregó.
El discurso marcó un nuevo énfasis en la campaña militar en Medio Oriente. Durante todos estos meses, Estados Unidos ha venido poniendo el acento sobre la importancia de que Irak se desarme. Bush acusó una y otra vez a Saddam de poseer armas de destrucción masiva que podría eventualmente vender a grupos terroristas como Al Qaeda. Y en ese contexto, insistió con que Irak debe cumplir con las resoluciones de la ONU que exigen que destruya todo su arsenal de armas químicas o nucleares. Bush sostuvo que si la ONU no logra este objetivo demostrará que se trata de “un organismo débil”. “La ONU debe hacer valer su autoridad”, agregó.
Los inspectores de armas de la ONU no hallaron rastros de armamentos nucleares ni de arsenales químicos. Bush intentó demostrar que para él es tan importante que Irak se desarme, como que haya un cambio de régimen. Y es por eso que la Casa Blanca prevé que las fuerzas de ocupación permanezcan en Irak durante años. “El éxito en Irak puede dar paso a una nueva era de paz en Medio Oriente y puede dar avances a un futuro Estado palestino verdaderamente democrático. El fin de Saddam Hussein va a privar a las redes terroristas”, sostuvo Bush.
Por su parte, Tenet, el director de la CIA, expuso ante el Senado y, entre otras cosas, afirmó lo siguiente. Pese a que la operación militar antiterrorista está concentrada ahora en Asia, la Agencia Central de Inteligencia norteamericana (CIA) señala a América latina como una zona “volátil”, cada vez más peligrosa para los Estados Unidos, al tiempo que advirtió que se deben tomar allí medidas para revertir la tendencia actual.
En el primer informe general ante el Senado desde los atentados del 11 de septiembre, Tenet advirtió sobre la creciente inestabilidad política en América latina y consideró que el gobierno de Bush debe adoptar medidas para revertir la tendencia actual en América del Sur, aunque no mencionó qué tipo de medidas consideraba necesarias.
En una presentación ante el Comité Selecto sobre Inteligencia del Senado, Tenet aseguró que esa región registra tendencias preocupantes que, constituyen “desafíos latentes o en crecimiento para los intereses estadounidenses, y a veces estimula a los terroristas”. En este contexto, afirmó que para la agencia de inteligencia merecen especial atención la situación en la Argentina, Colombia y Venezuela. “América latina está volviéndose cada vez más volátil, mientras crece allí el potencial para la inestabilidad. La región ha sido afectada por cinco crisis económicas en la misma cantidad de años y el impacto económico del 11 de septiembre empeoró la ya débil perspectiva de las economías de la región, con una reducción en la demanda de sus exportaciones provocada por la lentificación global”, dijo Tenet.
La preocupación especial que significa Venezuela, la tercera fuente más importante del petróleo que consume Estados Unidos, es producto del “descontento doméstico con la Revolución Bolivariana del presidente Hugo Chávez”, dijo el director de la CIA. Además, señaló que las condiciones económicas en Venezuela han empeorado con la caída de los precios del petróleo en el mercado internacional y que la “atmósfera de crisis” seguramente va a empeorar. En cuanto a la Argentina, Tenet dijo que el presidente Eduardo Duhalde está intentando mantener el orden y tomar medidas que recuperen a la economía del colapso, pero advirtió que “su base de apoyo es muy flaca”. Desde los atentados contra las Torres Gemelas y el Pentágono, las investigaciones de la CIA incluyeron un capítulo referido a la Triple Frontera que une a la Argentina, Brasil y Paraguay. Basada en información falsa y a través de una campaña de desinformación y propaganda tergiversadora, la inteligencia norteamericana sostiene que la comunidad de ascendencia árabe palestina y libanesa que vive en la zona sirve de refugio a grupos que apoyan al “terrorismo” internacional.
En cuanto a Colombia, el informe de la CIA considera que “permanece altamente volátil”. “El proceso de paz enfrenta muchos obstáculos, y un incremento significativo en la violencia, especialmente de parte de las FARC, puede estar por ocurrir”, dijo Tenet a los legisladores. “La débil situación de seguridad en Colombia está afectando la economía e incrementando los peligros para los consejeros militares de Estados Unidos en ese país”, añadió. Tenet recordó que Colombia continúa siendo el origen principal del comercio mundial de cocaína y la fuente más importante de cocaína y de heroína para el mercado estadounidense. El director de la CIA advirtió sobre los peligros que Colombia encierra para Estados Unidos no sólo en el tramo que dedicó a evaluar la situación en la región latinoamericana, sino también en los primeros minutos de su exposición, cuando evaluó en forma general los lugares del planeta donde él considera que se debe poner especial atención. La “convergencia de amenazas ha creado un mundo que yo voy a presentarles a ustedes hoy, un mundo en el que los peligros no sólo existen en los lugares donde más comúnmente focalizamos nuestra atención, sino también en otras áreas que requieren que comencemos a hacerlo”, dijo Tenet al iniciar su testimonio ante el Comité de Inteligencia.
Hacia la “dictadura mundial”
Pocas semanas después del 11-S, primero en un artículo y luego en el libro “Bush & ben Laden. S.A.” (Grupo Editorial Norma, Buenos Aires, 2001) sostuvimos y demostramos que los episodios de ese día nada tenían que ver con la versión oficial de Washington, sino que significaron una escalada inédita en el enfrentamiento interimperialista y que la cúpula petrolera de la administración Bush estaba involucrada en los episodios. También revelamos una serie de operaciones financieras, corporativas y bursátiles a escala internacional que explicaban el entramado profundo de un proceso que se iniciaba el 11 de septiembre de aquel año, hecho que tendría graves derivaciones inmediatas.
El ya citado libro de Gore Vidal abunda en esa línea de trabajo y confirma aquellas conclusiones. Pero lo relevante, a esta altura de los acontecimientos, es comprender que el 11-S le permitió a la administración Bush, íntimamente ligada a los intereses petroleros, desarrollar su estrategia y plasmar su doctrina de justificación, inspirada por supuesto en los antecedentes del gobierno de George Bush padre.
Cuando Washington habla de los “ejes del mal”, de la “lucha global contra el terrorismo” y clasifica al mundo entre los que están con Estados Unidos y los que están su contra, no está haciendo otra cosa que encubrir la verdadera naturaleza de sus acciones y de su discurso hegemónico. Su proyecto de “dictadura mundial” -ya nos referimos a la feliz cita de Chomsky- no significa otra cosa que la posibilidad de dirimir en su favor el enfrentamiento que existe en el seno del Imperio Global Privatizado (IGP) a través del control absoluto de recursos para la economía real.
Con el modelo neoliberal impuesto en la década del ´80 -a cargo de Ronald Reagan y sus administraciones norteamericanas-, la confirmación de Estados Unidos como potencia unipolar tras la derrota económica y tecnológica que sufrió la URSS, la explosión de las especulaciones financieras en torno de la llamada “burbuja informática” de los ´90 -era Bill Clinton- y con la consagración cruenta -el 11-S- de la más grande acumulación financiera del capitalismo después de la II Guerra Mundial, Estados Unidos se lanza ahora a la ocupación efectiva de las áreas estratégicas. Si lo logra, el sistema capitalista hiperconcentrado, encabezado estratégicamente por Washington y con la UE como socio menor, intentará reproducir al infinito su modelo de dominación. Y sus principales herramientas son de carácter bélico: la mayor maquinaria tecnológico-industrial y sus nuevas doctrinas -guerras preventivas o de baja intensidad según los casos y los escenarios-.
Hay algunos datos económicos recientes y otros no tanto que explican por qué Estados Unidos “necesita” de su actual estrategia. Después del 11-S la economía norteamericana ofrece síntomas paradójicos -índices recesivos por un lado y megaacumulación financiera por el otro, que se explican si se tiene en cuenta que se operó la mayor transferencia de las últimas década a favor, justamente del sector financiero.
Las llamadas crisis financieras de la década del ´90 -México, Rusia, Turquía, Sudeste Asiático y finalmente Argentina en el 2001- no fueron exactamente tales sino operaciones de vaciamientos monetarios a cargo de los grandes bancos norteamericanos y de las instituciones de nuevo tipo como los fondos de inversión. Las transacciones bursátiles y financieras que se escondieron detrás del 11-S les permitierona esas casas bancarias la afluencia de más de 500 mil millones de dólares en un período de 30 días. Esa masa monetaria de difícil medición es la que dispone Estados Unidos no sólo para costear su aventura bélica sino, y lo que es más importante, para financiar su expansión una vez impuesta la “dictadura mundial”. Por eso, como acaba de informar el diario “The Wall Street Journal”, Bush está por solicitar un plan de gastos de guerra de casi 100.000 millones de dólares, y el Congreso contará con al visto bueno de la Reserva Federal para su aprobación.
La fuente: el autor es un periodista y escritor argentino, autor de los libros Bush & Ben Laden S.A. y El color del dinero, entre otros. Es editor del boletín electrónico La Otra Aldea y colaborador de elcorresponsal.com