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jueves, mayo 9, 2024

Las motivaciones íntimas de los kamikazes palestinos

PolíticaLas motivaciones íntimas de los kamikazes palestinos

Las motivaciones íntimas de los kamikazes palestinos

¿Cómo entender el fenómeno creciente de jóvenes palestinos que se inmolan por su causa y acaban, al mismo tiempo, con la vida de gente inocente? ¿Desesperanza? ¿Religiosidad? Walid Dakah, un veterano preso palestino que condena la estrategia de los hombes bomba, entrevistó en la cárcel a varios de los militantes suicidas que fracasaron en su misión para ahondar en las motivaciones que los condujeron a ese dramático camino.

Por Amira Hass

Expertos israelíes tras un atentado.

Cierto día, mientras daban su paseo diario por el patio de la cárcel donde se hallan presos, N. se detuvo un instante y compartió con Walid Dakah un recuerdo reciente. El suceso había tenido lugar durante el primer toque de queda que impuso el ejército israelí en su ciudad, explicó. “Nadie se atrevía a salir a la calle. Los soldados disparaban contra cualquier persona que se asomara al exterior, incluso a su propio patio. Escudriñé por la ventana y de pronto vi a un perro que se paseaba libremente por la calle y pasaba al lado de los soldados. No lo arrestaron ni dispararon contra él. Entonces pensé: vivir peor que un perro o elegir la muerte del mártir [istash’had]”.

Dakah opina que aquél fue el momento decisivo para N. Que la visión del perro paseando libremente por la calle durante el toque de queda fue la principal motivación que determinó la decisión del preso, de menos de 20 años, de pasarse varias semanas persuadiendo a un famoso activista de la zona de la Jihad Islámica para que lo enviara al interior de Israel en una misión suicida. Al cabo, la operación se ejecutó, pero salió mal y N. fue apresado.

Durante una entrevista que mantuvo con N. dentro de la prisión, Dakah escuchó, expuestos de forma ordenada, los motivos religiosos que llevaron a N. a llevar a cabo su acción. Sin embargo, Dakah sospecha que debido a que la prolongada entrevista tenía carácter organizado y prácticamente oficial, N. sintió a veces la necesidad de ser representativo, es decir, de presentar el punto de vista oficial, ideológico, oscureciendo los elementos de índole personal asociados a su decisión. Dakah, de 42 años, ha pasado en prisión los últimos 18 años de su vida y en la actualidad se halla en la cárcel de Ashkelón. En su calidad de prisionero veterano y de mayor edad se ha convertido de forma natural en una especie de mentor para los nuevos presos palestinos que han inundado las cárceles israelíes en el curso de los últimos dos años y medio. Es a la vez mentor y observador.

Es con estupor y pesar, dice, que ve aumentar el número de jóvenes que son capturados de camino a la comisión de un atentado suicida con bomba. Durante 18 años se ha dedicado a estudiar la historia de las organizaciones palestinas a través de miles de presos que han ido yendo y viniendo por las prisiones en las que ha estado interno. Es imposible, dice, ignorar este nuevo fenómeno masivo de jóvenes que han decidido poner fin a sus vidas de una forma tan horrible optando por una vía que él juzga a la vez inmoral y perjudicial para la causa palestina.

Dakah decidió entrevistar a cada joven palestino que pudiera de entre aquellos cuyos planes [de autoinmolación] acabaron siendo frustrados. Puso a disposición de Ha’aretz las transcripciones de tres de esas entrevistas realizadas recientemente. Los entrevistados proceden de Cisjordania y tienen una edad comprendida entre los 18 y los 20 años. Dos de ellos ofrecieron sus cuerpos en nombre de la Jihad Islámica, el tercero en nombre de Al-Fatah. Uno proviene de una aldea, otro de un campamento de refugiados y el otro es oriundo de una ciudad. Haaretz dispone de sus nombres y de otros detalles sobre sus personas, pero las entrevistas se pusieron a nuestra disposición bajo condición de mantener el anonimato de sus protagonistas.

Conflicto de identidad

Desde un punto de vista personal, Dakah quiere intentar indagar de la forma más profunda posible los motivos que mueven a este número cada vez mayor de jóvenes que, desde el punto de vista de la edad, podrían ser sus hijos. Le resulta imposible entender cómo un muchacho que una semana antes ha intentado reventarse a sí mismo con una carga explosiva se afane ahora por comprar un gel para el cabello en la cantina de la cárcel o mire ávidamente la televisión. Cómo un joven que casi en la misma frase en la que habla de la “muerte del mártir” que eligió para sí mismo, dice ahora que se muere por conseguir humus y coca-cola. Dakah quiere provocar un debate político a nivel nacional en el seno de la sociedad palestina acerca de este fenómeno. Tal como están las cosas ahora, dice, ese debate es extremadamente débil, si es que existe en absoluto.

Dakah nació en Baka a-Garbiyeh, en Israel. Hace 18 años fue condenado a cadena perpetua por formar parte de un comando del Frente Popular para la Liberación de Palestina que secuestró al soldado Moshe Tamam, lo ocultó en su aldea y lo asesinó al día siguiente. El objetivo del secuestro era lograr un intercambio de prisioneros. Dakah ha mantenido durante años que aunque tenía conocimiento del secuestro no tomó parte en él. Dice que alguien mencionó su nombre en una confesión y que él mismo aceptó declarar cualquier cosa bajo la presión de los interrogatorios sólo para que lo dejaran en paz. Dakah no negó que fuera miembro del Frente Popular.

“Fue tras la guerra del Líbano de 1982, después de Sabra y Shatila [la masacre en los campos de refugiados beirutíes de]. Como muchacho que era actué movido por impulsos emocionales, no por motivaciones ideológicas racionales. La ideología vino después. Quise eliminar la tensión, el conflicto de identidades que existía dentro de mí, entre el hecho de que soy un ciudadano del Estado y también un palestino. Así que hice una elección personal: formar parte de la Organización para la Liberación de Palestina. Mezclé identidad nacional con afiliación política. Hoy, como adulto, sé que no tengo que ser de la OLP para formar parte de la nación”.

Hoy en día Dakah es miembro del Baad, la Alianza Democrática Nacional, que encabeza el parlamentario árabe israelí Azmi Bishara. Cree que es responsabilidad de su movimiento estimular el debate sobre los atentados suicidas.

“No se trata solamente de decidir si hay que condenar o elogiar cada acción”, afirma en reacción a un editorial que le pareció demasiado inconcluyente y que fue publicado en el diario de su movimiento después de un reciente ataque suicida ocurrido en Haifa. “Tenemos que generar un debate previo e independiente de tal o cual ataque concreto y establecer si se trata de acciones morales o no, útiles o no, justas o no”.

Como el joven muchacho que una vez fue, detecta ahora en los jóvenes a los que ha entrevistado pasión emocional, rabia y deseos de autoinmolación y venganza. Como adulto laico, no comprende la cultura de la muerte y la venganza, que él percibe como una pérdida de pensamiento racional. Encuentra difícil creer que sea el Paraíso lo que atraiga realmente a estos jóvenes, aunque concluye que los pensamientos sobre el Paraíso representan la evaporación del sueño de un Estado palestino. Su presunción básica, que dice haber verificado en el curso de las conversaciones que ha mantenido, es que el motivo principal de sus acciones es la ocupación [militar israelí] y el sentimiento de impotencia ante el fracaso para ponerle fin.

Como persona política, siente pena por la gente joven y rabia contra las organizaciones que los despachan: “Estas organizaciones no están construyendo una estrategia. Sólo quieren gente, sangre, la rabia y el dolor de la gente sin pensar en ellos”.

Cuando los niños crecen

De entre los tres muchachos entrevistados, M. es el que consiguió confundir a Dakah. El aldeano del grupo, M., trabajaba en el campo y fue miembro semivoluntario de una de las unidades de seguridad de la Autoridad Nacional Palestina.

-¿Qué te movió a llevar a cabo la operación?

-La agravación. Todo el mundo dice que hay una razón para esto, pero no es cierto. No sé lo que pasó por mi cabeza. La verdad es que antes de aquello yo veía en la televisión imágenes de niños muertos o heridos… Pero decirte que había una razón o algunas razones concretas… No. Un día mi primo vino y me dijo: “Quiero que hagas algo”. Le pregunté qué quería. Me dijo: “¿Qué dirías si te propusiera realizar una operación de martirio [istash’had]?”. “Ojalá pudiera”, le dije. Estaba seguro de que estaba bromeando. Pero al día siguiente fuimos a la ciudad a un restaurante, comimos humus con frijoles en compañía de otra persona, y luego me fui con él y me vestí el cinturón con explosivos y él me dijo que lo haría en nombre de Al-Fatah.

-¿Así, sin más? ¿Comiste humus con frijoles y luego te fuiste a realizar el ataque? ¿No hablaste de una muerte de mártir?

-Al principio, en el pueblo, pensé que mi primo me estaba tomando el pelo. Me negué. Le dije que no quería hacerlo porque pensé que me lo estaba pidiendo en broma. Pero insistió y dijo que quería una respuesta. Me preguntó qué tipo de operación prefería, si con armas o con explosivos… Le dije: “No, que sea una explosión, así es mejor”. Un cinturón de explosivos es mejor que un arma de fuego… Porque me da miedo pensar que pueda disparar y no dar a nadie, después me arrestarían y me golpearían y me romperían los huesos… Entonces dijo, está bien… Le pregunté cuándo lo podría hacer y me dijo: “Mañana iremos a hacer los preparativos”. Me grabaron en un vídeo en la ciudad. Dije que la operación era en nombre de una unidad de Al-Fatah. Me dijeron que si me detenían no debía hablar, pero no me dijeron que en la cárcel hay una celda de pájaros -chivatos-, y ellos consiguieron sonsacarme.

-¿Cómo pudo tu primo hablar con tanto desparpajo sobre un atentado y cómo pudiste aceptar llevarlo a cabo?

-Sí, no era nada, era algo totalmente normal.

-¿Pero tú estabas dispuesto a morir tan fácilmente?

-Sí. Iba a morir, y ¿acaso hay algo preferible a la muerte? No… La vida es un quebradero de cabeza… Las cosas que vemos en la tele son nauseabundas y hacen que perdamos las ganas de vivir. Si tuviera la oportunidad de suicidarme en la cárcel lo haría. Una vez, antes de la operación, me pregunté qué ocurriría si tomara parte en una operación como ésa. En broma. Y luego, casualmente, va y resulta que al cabo de poco tiempo aparece mi primo para sugerirme que lleve a cabo una operación… Según entendí, iba a hacer averiguaciones en el pueblo acerca de mi situación. Bien, alabado sea Dios, mi situación es absolutamente normal y mantengo excelentes relaciones con todo el mundo, no tengo peleas ni problemas con nadie… Ni siquiera tengo contactos con ninguna organización y no tengo ni familiares ni amigos mártires.

-Me dijiste que comenzaste a rezar a escondidas de tu familia, especialmente de tu padre. ¿Por qué?

-La verdad es que mi padre no se creía lo de mis rezos y sabía que le echaba el ojo a las chicas de vez en cuando… Cuando de pronto empecé a rezar durante la Intifada comenzó a sospechar y desde el principio pensó que me estaba metiendo en algo… Así pues, comencé a rezar en secreto.

-¿La idea de ir al Paraíso facilitó en algo tu elección?

-Por supuesto, el Paraíso es lo más importante, pero las imágenes que veíamos en la televisión fueron lo que influyó en mí y lo que me llevó a decidir realizar la operación.

-Tú mismo me has dicho que mirabas a las chicas, ¿no es cierto?

-Sí… Pero estaba harto de la vida, aunque amaba a una chica. Ella era un año más joven que yo y se suponía que mi familia iba a pedir su mano un día antes de que yo realizara la operación. Yo la quería mucho.

-¿La viste y te despediste de ella antes de la operación?

-Me reuní con ella varias veces antes de realizar la operación, pero decidí hacerlo sólo después.

-¿Pero cómo ibas a llevar a cabo la operación sin al menos decirle antes adiós a la mujer que amabas y que te amaba a ti?

-Decidí que, por lo que a mí se refería, allí se acababa todo, que nuestro matrimonio estaba sentenciado.

-¿Qué opinión te merece el hecho de que los ataques istash’had provoquen la muerte de niños?

-No hay niños… Sus niños y sus adultos son todos judíos… ¿Por qué matan ellos a nuestros niños? ¿Acaso no somos nosotros también seres humanos como ellos?

-¿Pero qué crimen han cometido los niños?

-¿Por qué no paran de asesinar niños? ¿Acaso no fueron ellos los primeros en matar niños? Esos niños son judíos, y cuando crezcan, ¿qué van a hacer? Se harán soldados y matarán niños.

-¿Habrías llevado a cabo la operación incluso sabiendo que los israelíes envolverían tu cadáver con piel de cerdo?

-Lo hubiera hecho. ¿Qué me importa a mí una vez muerto? Pueden hacer lo que les dé la gana, pero yo iré al Paraíso.

-Si supieras antes de la operación que los israelíes tienen la intención de demoler tu casa y expulsar a tu familia a Gaza, ¿lo harías?

-Lo haría igual, según mi decisión, y por lo que respecta a mi familia, Dios los ayudará.

-Si tu hermano menor decidiera ejecutar una operación istash’had, ¿qué le dirías?

-Si de mí dependiera se lo impediría, porque es pequeño, pero si mi hermano mayor me pidiera consejo por mi experiencia le diría que es algo muy natural y que no soy el único que ha escogido esta vía. Pero al joven se lo impediría porque sólo tiene 14 años y no es capaz de transportar una bomba mayor de cinco kilos. ¿Y qué puedes hacer con cinco kilos?

Allah decretó que debía fallar

N. consiguió eludir con éxito la respuesta a la pregunta que le hice sobre lo que aconsejaría a su hermano si éste se decidiera a perpetrar un ataque suicida con bomba. Empezó la entrevista haciendo la siguiente declaración: “Alabado sea Dios, Señor del Universo, y la bendición y la paz sean con nuestro Señor Mohamed, maestro de sus discípulos, bendito sea y que la paz lo acompañe. Mi nombre es N., llevé a cabo una operación de martirio y Allah dispuso que fracasara… El motivo para llevar a cabo la operación fue en primer lugar… El primer objetivo es alcanzar la muerte del mártir y el precioso galardón a la vera del Señor del universo… El segundo motivo es la ocupación [israelí] y los asesinatos y los amigos que han sido muertos en la Intifada…”

-¿No tenías deseos de casarte?

-No tenía deseos de casarme y no pensaba en ello… Pero cuando tenía 17 años había una muchacha que intentó relacionarse conmigo. Lo intentó hasta que interrumpí bruscamente la relación y corté los lazos con ella porque sentí que se estaban convirtiendo en algo impuro.

-Pero tú la amabas, ¿no es cierto?

-Por supuesto, y yo soy una persona como cualquier otra, pero corté la relación y le pedí que olvidara lo nuestro para siempre.

-¿Cómo y cuándo decidiste realizar la istash’had?

-Me estaba moviendo con un grupo de personas indignas hasta que encontré a alguien que me recriminó y me preguntó por qué no rezaba. Comenzó a darme lecciones de oración. Empecé a orar, y cuando una persona comienza a adorar a Dios y a rezar y a leer el Corán, esa persona alcanzará la luz que irradia el Señor del Universo.

-¿Cómo es esa luz?

-Es aquello que hace que desee encontrarme con el Señor del Universo a toda costa… Cuando llegué a ese nivel anhelé la muerte del mártir. Todo esto se añadió al hecho de la ocupación, de la intimidación, de los asesinatos y los toques de queda, hasta que ya no queda ninguna vida en absoluto.

-¿Qué supuso para ti el toque de queda?

-Hizo que me sintiera encerrado en una prisión, como un preso sin derechos y sin aprecio por la vida. Como si nosotros fuéramos animales y ellos nos estuvieran mirando dentro de nuestras casas. Decidí que mi vida tenía que cambiar acercándome al Señor del universo y que debía elegir mi vida de forma que no estuviera obligado a permanecer en la cárcel, y adorar a Dios era un camino para escapar de aquella prisión. Fue una decisión, o una invitación que se me hizo en la oración. Entonces pedí a algunas personas [que me ayudaran] a realizar una operación istash’had…

“Un día me fui a ver al responsable de la Jihad Islámica en nuestra zona y me encontré con su hermano. Me advirtió que no se me ocurriera hablar con su hermano. Me preguntó para qué quería verlo, pero no le respondí. Después de eso un joven que confiaba en mí desde el principio vino a verme y me condujo hasta el oficial de la Jihad. Le dije que quería llevar a cabo una operación istash’had. Me preguntó por qué. Le dije que deseaba reunirme con el Señor del Universo y vivir una vida mejor. Me dijo que lo consideraría. Creo que hizo algunas averiguaciones sobre mi familia, descubrió que rindo culto al Señor del Universo, creo que preguntó si sólo quería huir de la vida, si estaba cansado de vivir, o si deseaba alcanzar la muerte del mártir. Mientras tanto, lo mataron, pero ya había hablado sobre mí con alguien de su grupo”.

“Tres días después de estar con él vino a verme y me dijo: ¿Cómo te sientes respecto a mañana? Perfectamente, le dije… Ese día llegué tarde a casa, lo cual era inusual en mí, y mi familia comenzó a recelar… Mi familia pensó que estaba tramando algo, pero no sabían exactamente qué. Mi padre me preguntó si me había afiliado a algún partido. Al Partido de Dios [Hezbollah], le dije, riendo. Esa noche, cuando regresé tarde a casa, mi hermana se levantó y me preguntó por qué llegaba tan tarde a casa… Me dijo que se quejaría a nuestro padre de mi retraso. Le dije que aquellos que perdonan son nobles y que podía decirle al padre lo que quisiera… La mañana siguiente me levanté temprano y recé mis oraciones. Después fui a donde mi madre, la besé y le pedí que me deseara suerte, y ella así lo hizo, aunque naturalmente ignoraba hacia dónde iba yo y por qué salía tan temprano. Ella sólo sabía que yo rezaba por las mañanas en la mezquita. Durante todo ese tiempo actué con normalidad, me sentaba y reía con mi familia como si no pasara nada… Esa mañana cogí los explosivos y me infiltré en una ciudad israelí”.

Pero su misión falló

-¿Te alegraste de estar vivo después de la misión?

-Rotundamente no… Créeme, porque lo último que yo pensaba era que pudiera salir vivo. Pero el Señor del Universo dispuso que no muriera.

-Dijiste que escribiste un testamento, pero me consta que no sabes ni leer ni escribir.

-No… Leo bien, pero me cuesta escribir. Escribí la mitad del testamento y el resto lo acabó el tipo que estaba conmigo.

-Si te dieran una bomba hoy, ¿estarías dispuesto a repetir la experiencia?

-No, sinceramente, no estaría dispuesto. Pero no porque me aferre a la vida, sino sobre todo porque no tuve éxito en mi primer intento y voy a luchar utilizando otros medios… No es que esté desesperado por haberlo intentado, sino porque no logré llevarlo a cabo y no creo que lo consiguiera si lo intentara de nuevo.

-¿Se te ocurrió que podrías matar a niños, lo cual está prohibido?

-Sentí que estaba prohibido, pero en aquel tiempo vi un montón de nuestros niños asesinados a sangre fría y mi objetivo no son los niños sino los adultos que cometen esos crímenes, los soldados. Sobre los niños que mueren en esas operaciones -mi compasión para ellos-, esos van al Paraíso porque aún no saben nada de la vida… Es cierto que nacen en familias judías, pero en su muerte está su perdón.

-¿Cuándo fue la última vez que lloraste?

-Hace una semana, o tal vez dos semanas. Porque la operación fracasó. A veces bendigo al Señor del Universo por ello. Quizás la cárcel es el instrumento que me conducirá al cielo.

-Si supieras que iban a envolver tu cadáver con piel de cerdo, ¿llevarías a cabo la operación?

-No, pensaría en otro momento y en otro procedimiento.

-¿Y si supieras que derribarían la casa de tus padres?

-No… no llevaría a cabo la operación, porque conozco la situación de mi familia.

-En otras palabras, ¿renunciarías a reunirte con el Señor del Universo?

-No, pero tengo la obligación de pensar con lógica. Al menos para asegurarme de que mi familia disponga de otro lugar para vivir.

Flotando en el aire

De entre los tres jóvenes entrevistados, Dakah tiene la impresión de que es A. el más sincero en sus respuestas. Residente de un campamento de refugiados, A. se graduó en el instituto con notas medias y trabajó en Israel, principalmente en tareas agrícolas y en la construcción, hasta que todos los accesos a esos trabajos fueron bloqueados. Le dijo a Dakah que comenzó a rezar hace cinco años y que en los últimos cuatro años ha sido muy diligente con sus oraciones. Su familia es tradicional, pero no excesivamente piadosa, “como el resto de la nación”. A. nunca ha probado el alcohol.

Hace aproximadamente un mes, antes de lanzarse a su misión suicida, intentó contactar con el representante de la Jihad Islámica en su región para ofrecerse como voluntario, pero le fueron dando largas. Hasta el momento en que “fui a verlo un día directamente del trabajo y me preguntó si estaría dispuesto a realizar una operación ese mismo día. Le dije que sí. Me duché, me preparé y regresé con él.”

-¿Te despediste de tu familia?

-No me despedí de nadie. Él [el activista de la Jihad Islámica] me mostró cómo activar los explosivos de varias formas. Hay un botón lateral y un botón frontal y una mecha que puedes prender…” [A. fue interceptado de camino a Israel gracias a información obtenida por los servicios secretos].

-¿Tenías novia o una mujer a la que amaras?

-Ninguna.

-¿Pensaste alguna vez en el sexo opuesto?

-¿En qué sentido?

-Me refiero al matrimonio, la pasión… ¿Te atraían las mujeres? ¿Te agradaba su belleza?

-Sí, pensé en el matrimonio, pero no encontré a la mujer adecuada y la verdad es que nunca hablé seriamente sobre el tema porque no se presentó la ocasión adecuada para ello. Pero fijarse en las mujeres es algo natural y yo era igual que cualquier otro joven. No dejaba pasar a ninguna chica sin que me fijara en ella.

-¿Por qué querías realizar una acción istash’had?

-Francamente, la razón es… por motivos religiosos. Y por otro lado, por una causa nacional. En lugar de esperar a que me llegara la muerte, que nos ronda hoy por todas partes, quise ir yo mismo a su encuentro y alcanzar el Paraíso.

-Como persona religiosa que eres ¿estás convencido de que te asiste el derecho o de que estás autorizado para matar a mujeres y niños y civiles en general en una acción istash’had?

-Se dice que en las guerras los ejércitos matan a civiles por error. Pero yo estoy convencido de que Israel no asesina a civiles palestinos por error sino deliberadamente. La realidad es que ellos están asesinando a ancianos, mujeres y niños. Por consiguiente, me considero libre de la obligación de no matar a civiles. Exonerado de la prohibición. Incluso aunque mi objetivo no sea ése -matar a mujeres y niños-, pues mi objetivo es matar a soldados.

-El Profeta (la paz sea con Él) dijo: no matarás a niños ni a mujeres y no desarraigarás lo que ha sido plantado… ¿No crees que tu propósito de hacerte explotar y la posibilidad de matar así a mujeres y niños contradice las palabras del Profeta?

-El Profeta, en los primeros tiempos del Islam, disponía de los medios… y las circunstancias hicieron que fuera posible para Él honrar ese compromiso… Israel, con su asedio y su comportamiento, mediante sus asesinatos y su destrucción, hace que las objeciones de que hablaba el Profeta sean de imposible cumplimiento para nosotros. La situación en la que vivimos nos deja como única opción o bien ceder ante la realidad tal como es y seguir con nuestras acciones sin obedecer estrictamente los dictados que se refieren a esas cuestiones, o bien no resistir la ocupación y respetar la prohibición completamente.

-Mirando hacia atrás, ¿volverías a hacer lo mismo otra vez?

-Todo aquel que ha llegado al punto en el que está dispuesto al 100% a morir la muerte del mártir no cambiará de opinión… Pero la muerte del mártir no es una cosa baladí o un objetivo en sí mismo. Quiero decir que si se estableciera un Estado palestino, con todo lo que eso significa, no tendría yo ninguna necesidad de realizar una operación, pero mientras dure la ocupación seguirá viva la disposición a resistir y con ella la disposición a elegir la muerte del mártir.

-¿Cesará tu lucha contra los judíos tras el establecimiento de un Estado palestino?

-El Estado al que me refiero es un Estado palestino establecido en todo el territorio de la nación palestina. Y como no hay riesgo de que tal cosa ocurra mañana mismo, mi lucha continuará.

-Cuando ves morir a mujeres y niños indudablemente sientes pesar y tristeza. La cuestión es si no sientes al menos un poco de pesar cuando ves morir a niños judíos.

-No siento pesar. No puedo establecer una distinción entre el dolor que la ocupación me provoca a mí -dolor que está representado por el país de ese niño-, y el niño mismo. Pero su muerte no me hace feliz y no la celebro. Simplemente, no la lamento. No soy tan perfecto como para lamentarme por aquellos que me hacen daño -no quiero decir el niño personalmente, sino la nación a la que pertenece el niño.

-¿Y qué me dices de un judío que, por ejemplo, está dispuesto a donar sus órganos o los órganos de un familiar suyo a un palestino?, ¿no haces ninguna distinción entre él y los demás?

-Sí, la hago a nivel personal, y no es nada inusual que un palestino done sus órganos a un judío como individuo, como persona.

-Israel destruye las casas de los que realizan una acción istash’had. ¿Tiene eso algún poder disuasorio?

-Ese recurso lo han utilizado siempre. No creo que valga para disuadir a nadie hoy en día, como no sirvió para detenerme a mí.

-¿Qué dices de los que afirman que hay una diferencia entre los suicidas de hoy y los de la época de Yehiye Ayash [conocido como “el ingeniero” por su habilidad confeccionando bombas]?

-En aquella época los suicidas eran más religiosos, y por regla general eran seleccionados cuidadosamente y había pocos. Pero hoy los acontecimientos han generado una presión tremenda. Los jóvenes tienen una disposición enorme y la mayoría de ellos quieren realizar operaciones. No se trata sólo de una opción ideológica.

-¿Qué sentías cuando te dirigías a tu propia muerte? ¿En qué pensabas?

-Sientes que estás flotando en el aire, que estás volando en lugar de caminando sobre la tierra. Te despides de todo lo que te rodea, de las cosas materiales. Es un adiós al mundo. Yo pensaba en lo que me aguardaría como recompensa a mi acción. Me pregunté cómo sería estar en el Paraíso. En aquel momento mi imaginación me transportó a un lugar muy distante de aquí.

La fuente: 80.000 ejemplares, Tel-Aviv, Israel. Primer diario publicado en hebreo durante el mandato británico, en 1919, “El país” es el periódico de referencia de los políticos e intelectuales israelíes. Austero e independiente, su falta de complacencia le valió perder lectores, sobre todo en 1982, durante la guerra del Líbano, y en 1987, al comienzo de la primera Intifada. Siempre propiedad de la familia Schocken, que lo adquirió en 1935, Ha’aretz construyó su reputación con el análisis. A pesar de su costado voluntariamente “cuadrado”, el periódico se abrió a las nuevas tecnologías al proponer todos los martes un suplemento multimedia. Ha’aretz está en Internet desde fines de 1996. Se limita a reproducir los artículos aparecidos en su edición de papel, pero se distingue por la publicación periódica de varios de sus artículos traducidos en inglés, en colaboración con el International Herald Tribune. La versión inglesa es gratuita. El acceso a las páginas en hebreo es pago. El periódico tiene un sitio espejo en los Estados Unidos (http://www.haaretzdaily.com), lo que facilita el acceso a las páginas.

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