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jueves, mayo 16, 2024

Las dificultades que enfrenta el pacifismo están alimentadas por los perros de la guerra

Opinion/IdeasLas dificultades que enfrenta el pacifismo están alimentadas por los perros de la guerra

Las dificultades que enfrenta el pacifismo están alimentadas por los perros de la guerra

En un acto efectuado en el aula magna del Colegio Nacional Buenos Aires, fue presentada la asociación Argentinos Amigos de Paz Ahora. El grupo se constituyó para apoyar a la organización israelí Paz Ahora en el octavo aniversario del asesinato de Rabin. En el encuentro hablaron el rector del Buenos Aires, Horacio Sanguinetti, el Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, el pacifista israelí José Itzigsohn, Roberto Faur y el periodista Daniel Muchnik. El siguiente es el texto completo de la disertación de este último.

Por Daniel Muchnik

El salmista dice: qué bueno y qué agradable es estar los hermanos sentados juntos. Pero después hay un vacío porque la Biblia nos impone honrar a los padres, pero no le da forma ni contenido a la relación fraternal. Como reflexiona mi amigo, el rabino Daniel Goldman, esa relación, la fraternal, debe ser conformada, trabajada y completada por los hombres, paso a paso, con devoción, con firmeza, con entrega, con respeto, con insistencia.

Estamos a pocas horas de la firma del Acuerdo de Ginebra, otro paso en la búsqueda del entendimiento en Medio Oriente. Los delegados judíos a ese encuentro han sido tildados de traidores”por el gobierno de Sharon.

La pregunta es quiénes prestarán su oído y agudizarán sus reflejos para llevar los buenos propósitos adelante, quienes aceptarán que israelíes y palestinos en definitiva se afirmen como hermanos, porque desde el fondo de la historia vienen del mismo padre.

Aguardamos que haya buena voluntad, que los israelíes guarden sus fusiles, sus tanques, sus máquinas de demolición de casas y sus aviones de invasión, y que los palestinos sepulten su odio y que los asesinos desaparezcan.

Hay que apreciar a los palestinos en su justo término. El surgimiento de Israel, el 14 de mayo de 1948, derivó en la exclusión de la mayoría de los palestinos. Fue la nakba, la catástrofe.

En 1950 un millón de palestinos residía en Jordania, en Gaza, en El Líbano y en Siria. Según el Plan de División del 29 de noviembre de 1947 debería haber nacido un Estado árabe en el 45 por ciento de la tierra Palestina. Desde julio de 1967, después de la Guerra de los Seis Días, comenzaron a instalarse colonias judías primero en el valle del Jordán. En 1977, con la llegada del Likud al poder en Israel la colonización se desató en Cisjordania y en la Franja de Gaza. En las horas en que se firmó el Acuerdo de Oslo había 100.000 habitantes en 140 colonias judías y otros 180.000 en la Jerusalén árabe.

Los palestinos siempre tuvieron, entonces, como bandera, la reivindicación nacional, la ausencia de patria y fueron enredados por maniobras políticas entre naciones árabes y sometidos por ellas a persecuciones y a oficiar de escudos humanos.

De allí el odio, el odio sin miramientos, sin brújula, sin destino. Desde la cuna.

Pero de allí también la fuente de la incomprensión. Cuando en escasísimas oportunidades se pretendió la paz, los dirigentes palestinos no aceptaron el reconocimiento del Estado de Israel. Así se rompieron los puentes para el diálogo y se siguen rompiendo. Una punta indispensable para la paz es ese reconocimiento, no la violencia de pretender que los israelíes se caigan al mar.

Por eso, para que se instaure la paz tiene que haber además una enorme presión diplomática y política desde afuera de la región para que los protagonistas cedan ya, cuanto antes. Algunos entienden que eso será un milagro. Pero bienvenidos los milagros porque si no ceden no hay destino para la región. Ni Israel ni Palestina, nada, nadie será viable ni tendrá un mínimo de futuro ni podrá subsistir en Medio Oriente.

Es dramático decirlo de ese modo. Hay que esperar que los grupos fundamentalistas y fascistas de uno y de otro lado intenten impedir el diálogo y la construcción de dos naciones democráticas, resguardando sus fronteras con su capital en Jerusalén.

Las dificultades que enfrenta el pacifismo están alimentadas por los perros de la guerra.

De todas maneras la realidad puede mover el rumbo del barco fundamentalista. La crisis económica y social es desesperante tras años de atentados de uno y otro bando junto con la depresión económica.

Los palestinos han perdido sus fuentes de trabajo en los emprendimientos israelíes. Y las estrategias ortodoxas liberales que Israel viene desarrollando desde hace años, más la imposibilidad de recepcionar al turismo, o de construir o de atraer inversiones extranjeras, han triplicado el número de familias que viven por debajo del nivel de pobreza.

Este es el peor colapso vivido desde el nacimiento del Estado israelí. Casi el 18 por ciento de las empresas corren peligro de quiebra. En lo que va del año cerraron 2.500 compañías israelíes. Sharon y sus ministros privilegian el balance presupuestario a la solidaridad social, cuestionan a los sindicatos y a las leyes en defensa de los trabajadores. Un cuadro dramático.

Tras cuatro años de recesión contínua -comenta Shlomo Slutzky, corresponsal de Clarín en la región-, no hay gente que pase hambre, pero sí hay un número cada vez más grande de personas que comen gracias a la buena voluntad de cientos de organizaciones de caridad.

Este espanto se debe, como se viene viendo, a varios factores: los recursos del Estado van a parar a la Defensa, se agregan los negociados (donde aparecen vinculados los hijos de Sharon), el achique de la demanda internacional y la inexistencia de turistas, atemorizados por una guerra cruel.

Estos, los que describimos, son los nuevos pobres israelíes, entre los que se encuentran ex integrantes de las capas medias de la sociedad: independientes, empleados públicos. La desocupación en Israel hoy llega al 12 por ciento

El Acuerdo de Ginebra confirma (esa es la expresión: confirma) todos los documentos generados a través de los encuentros por la paz en la década de los noventa y reitera las Resoluciones 242, 338 y 1397 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. La última, la 1397, defiende la visión de una región donde dos Estados, Israel y Palestina, viven uno al lado del otro, dentro de fronteras reconocidas y seguras.

Mientras tanto, el lenguaje de Sharon y de sus hombres es increíble, desbordado, brotado. Durante su mandato nunca fue tan grande la inseguridad. Hace pocos días reconoció por primera vez, firmemente, ante parlamentarios europeos, que no tiene intenciones de matar a Arafat. Así nomás, abiertamente, el ejercicio del terrorismo de Estado.

Sharon ha moldeado un Estado que se expresa como organización terrorista que ejecuta a quien desea, sin juicio previo. El vocero de Sharon, Ranán Gissin, aseguró ante la prensa que Arafat tiene los días contados, pero Israel no decidió cuándo ni cómo removerlo. ¿Lo dijo en sentido político o con la terminología propia de la mafia?

El diario Maariv calificó de irracionales los mensajes que el gobierno de Israel trasmite al mundo. Y lo describió con una frase contundente: “Israel se ha vuelto loco”.

La convicción de Sharon es de acero: en Medio Oriente nunca hubo espacio para la piedad o la misericordia, y cada señal de debilidad no hace más que incitar una nueva agresión. Eso es verbo totalitario.

En la orilla de enfrente, está la Autoridad Palestina, anarquizada, con feroces envidias e intrigas internas y con bolsones de corrupción. Y Hamas y la Jihad Islámica, dispuestas a atentados criminales sin fin. Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique, ha indicado: “Aun cuando no quiera admitirlo, la población palestina está al límite de sus fuerzas. Los golpes recibidos son considerables, muchos dirigentes de organizaciones armadas fueron aniquilados, víctimas de ejecuciones selectivas y las infraestructuras del embrión del Estado Palestino están en ruinas”.

Queda claro que la desesperación en el campo palestino alimenta la estrategia criminal de los atentados contra civiles en Israel.

Queda claro, del mismo modo, que Israel no nace ni termina con Sharon y sus hombres, dueños temporarios del poder. Israel no son los religiosos ultraortodoxos que ocupan los asentamientos provocadores de conflictos permanentes con los palestinos y pretenden aplicar la filosofía imperial expansionista. Israel no son los fundamentalistas con una visión medieval de la vida que se resisten a pagar impuestos, que son mantenidos por la población laica. Ignorando y subestimando al resto de los judíos como si fueran inexistentes judíos y sosteniendo incondicionalmente a Sharon y a sus peligrosos halcones.

Tener presente a Israel no significa apoyar a Sharon como creen algunos poco juiciosos dirigentes de ciertas comunidades judías internacionales.

Israel también son los veintisiete pilotos del Ejército del Aire, muchos en servicio activo y otros en la reserva, quienes anunciaron que se niegan a lanzar misiles o bombas en lugares con población civil palestina. No aceptan el cinismo militar que advierte que las víctimas son por fallas de focalización. Porque aún la muerte accidental de ciudadanos lleva implícito un desprecio por la vida humana y eso contradice la esencia del profundo y visceral humanismo judío.

Los pilotos que protestan indican, escribe David Grossman, que el Ejército de Israel siempre ha presumido que en su aviación lo importante no era el avión, sino el piloto, el hombre que está dentro de la máquina. Por eso, lo que ocurre ahora, con los atentados desde el aire o en tierra en las ciudades palestinas, aseguran los pilotos en oposición, es el anverso de la creencia de que el Ejército de Israel es el más humano y ético, como figura en los textos de enseñanza.

Los objetores de conciencia, todos militantes pacifistas, cuya existencia se había divulgado con la invasión al Líbano, comenzaron a hacerse evidentes a fines de enero de 2002, cuando 52 soldados y oficiales de la reserva de Israel -que en el Ejército conforman la mitad de una fuerza total de 400.000 hombres- enviaron una proclama pública al gobierno.

“No continuaremos -escribieron- luchando del otro lado de nuestras fronteras con el fin de conquistar, ocupar, deportar, destruir y humillar al pueblo palestino.”

Se consigna que hay más de seis grupos que sólo quieren combatir para la defensa del Estado, no para su expansión territorial. Entre ellos figuran: Hay un límite, Coraje para Negarse, Centro de Información Alternativa, Nuevo Perfil, Foro en Apoyo de los Objetores de Conciencia.

Martín Van Creveld, analista de asuntos militares y profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén cita el Internacional Herald Tribune, que ha sentenciado: “La moral del ejército israelí nunca estuvo tan baja. El alto mando militar no tiene una visión estratégica. No ha funcionado nada de lo que intentó para derrotar la Intifada.”

La semana pasada, el jefe del Estado Mayor del Ejército, el general Moshe Yaalon, instó a Sharon a lograr un acuerdo con los palestinos y cuestionó el mantenimiento del bloqueo de los territorios palestinos, por entender que favorece el rencor y el incremento del extremismo y la anarquía.

Están presentes en Israel los pioneros, los soñadores, los políticos y los manifestantes del Movimiento Paz Ahora. No todo es negro. No todo es absurdo. Están las iniciativas culturales de Daniel Baremboim y del embajador argentino en la Unesco, el pianista Miguel Angel Estrella.

Pero también está el Muro, la Muralla, el auto-encierro, en Cisjordania, que comenzó a construirse en 2002 tras una ola de atentados palestinos suicidas y que completó ya 150 kilómetros aunque la ruta final podría tener 600 kilómetros. La Asamblea General de las Naciones Unidas dictó una resolución votada donde se le pide a Israel que renuncie al proyecto de construcción de esa barrera y destruya la parte que ya está edificada porque contradice las leyes internacionales. Ciento cuarenta y cuatro naciones votaron por esa resolución, doce se abstuvieron y sólo cuatro votaron contra el texto: Estados Unidos, Israel, Micronesia y las Islas Marshall. ¿Qué respuesta dio Sharon?. Ehud Olmert, ministro de Comercio e Industria, declaró: “No tendremos en cuenta la mayoría automática de las Naciones Unidas que sistemáticamente es contraria a nosotros. El mundo entero está contra nosotros y contra Estados Unidos y estoy orgulloso de estar al lado de los norteamericanos.”

Ruego meditar sobre estas palabras. “El mundo entero está contra nosotros”. Es decir, no nos entienden, nos maldicen, son antijudíos. Y “estoy orgulloso de estar al lado de los norteamericanos”. Es decir. vuelco simpatías por el imperio de Bush que, buscando a los inencontrables Ben Laden y Saddam Hussein, convirtió a Afganistán en tierra aplanada tras los bombardeos indiscriminados y a Irak en un antro de pobreza e indignidad y de resistencia salvaje e indiscriminada contra la ocupación.

El fracaso de George Bush en Irak está moldeando un nuevo Vietnam, que le mueve el piso al Gran Imperio. Un Imperio Armado soñado por políticos, representantes de un establishment afectado de un misticismo guerrero, con propósitos que lo asemejan a delirantes de la década del treinta. El mundo árabe, ese extenso por momentos ilimitado mundo mira expectante y ansioso presenciando el auge del fundamentalismo. Egipto y Jordania son los únicos países árabes que firmaron la paz con Israel.

Hasta Arabia Saudita, nación dominada por sectores ultrarreligiosos, aliada por intereses económicos con las principales potencias del mundo, propuso en el 2002 un camino sin piedras, que no fue un mensaje nuevo.

Con ese plan Israel se retira a sus fronteras del 4 de junio de 1967, Siria recupera el Golan, en Gaza, Cisjordania y Jerusalén se crea un Estado Palestino. A cambio de todo ello, los 22 Estados de la Liga árabe entablan relaciones diplomáticas con Israel, vínculos comerciales normales y se comprometen a garantizar la seguridad de sus fronteras. Se resume así: “retirada total por la paz total”.

El principio de intercambiar paz por territorios figura en casi todas las resoluciones elaboradas por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Ese es el principio que abrazaron Israel y Egipto tras el viaje de Anuar el-Sadat a Jerusalén en 1977, con la firma de paz por los dos países. Israel reintegró la península del Sinaí y abortó las colonias que se habían implantado allí.

Debemos elegir la paz antes de que sea demasiado tarde para todos los actuales protagonistas. Debemos abrazarnos a la imaginación, a los sueños. La paz al poder. Porque no hay otra opción. Están condenados a hacer la paz porque de lo contrario sólo les espera la destrucción mutua. Los israelíes usando tecnología bélica de última generación y los otros su arrolladora capacidad demográfica.

Entonces:Todo por la paz al poder. Esa es la única militancia posible.

Recordemos al poeta, filósofo y teólogo inglés del siglo XVI John Donne :

Ningún hombre es en sí Equiparable a una isla Todo hombre es un pedazo del continente Una parte de tierra firme

Si el mar llevara lejos un terrón, Europa perdería Como si fuera un promontorio. Como si se llevara una casa solariega De tus amigos o la tuya propia La muerte de cualquier hombre me disminuye, Porque soy una parte de la humanidad Por eso no preguntes nunca Por quién doblan las campanas Están doblando por ti.

La fuente: el autor es un destacado periodista y escritor argentino. Sobre las actividades de Argentinos Amigos de Paz Ahora puede consultarse la página web www.pazahora.net.

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